APRENDER PARA SEGUIR SIENDO HUMANOS
Ars longa, vita
brevis — Hipócrates
Aprender no es una actividad más del ser humano. Aprender es
la actividad que nos ha hecho humanos. Desde los primeros gestos imitados en la
infancia hasta los sistemas de conocimiento más sofisticados que hoy pueblan la
inteligencia artificial, nuestra historia es una historia de aprendizaje. Sin
él, no habríamos domesticado el fuego, ni inventado la escritura, ni podríamos
interrogarnos por el sentido de la existencia. Aprender es un juego infinito:
no se gana, no se termina; se juega porque el juego en sí es el que sostiene la
vida.
Antropológicamente, aprender es una estrategia evolutiva. La antropóloga Sarah Blaffer subraya que lo que distingue al Homo Sapiens no es su fuerza ni su tamaño, sino su sociabilidad: nuestra tendencia a observar, imitar y cooperar con otros. En este contexto, el aprendizaje no es solo acumulación de información, sino una forma de inserción en una cultura. Margaret Mead, pionera de la antropología cultural, lo ilustró bien: no hay infancia sin aprendizaje, y no hay sociedad que no moldee ese aprendizaje desde sus propios ritos y símbolos.