DECRECIMIENTO INCLUSIVO: El reto del futuro
Cuando
hablamos de decrecimiento
no
estamos ante una simple opción. Algunas personas somos partidarias
que se reduzca
el volumen actual de producción
global para que disminuya su impacto sobre el medio ambiente y sobre
nuestra propia naturaleza. Esto nos permitiría
aspirar a una Economía del Estado Estacionario.
Pero en realidad el decrecimiento será, más que una opción,
algo inevitable en un plazo incierto aunque no muy alejado.
Por tanto cualquier medida de futuro tendrá que pensarse en ese
escenario, o más bien tenemos que pensar qué propuestas podrán
hacerle frente y prever su encuentro en la medida de lo posible.
Pero anticipar el decrecimiento
no tiene por qué entenderse como la resignación a un futuro peor.
Ya he sugerido que reducir este exceso productivo en realidad
favorecería nuestra propia naturaleza, actualmente alienada por el
fetichismo económico. La cuestión es cómo organizar la
reconversión necesaria para que de ella resulte una liberación más
que una pérdida. Aunque toda elección implica renuncias, en nuestro
tiempo la mayor renuncia sería la de elegir la continuidad. En tal
caso estaremos descartando un futuro razonable.
Un
concepto irrenunciable a la hora de pensar en un futuro mejor es el
de la
inclusión.
No se trata sólo de compasión o de solidaridad. Creo que es
bastante obvio que la estabilidad social beneficia a todo el mundo,
pues rara vez alguien puede vivir al margen de las condiciones
generales de su sociedad, especialmente en tiempos turbulentos.
Incluso quien cuente con ser un afortunado triunfador
no podrá disfrutar su éxito del mismo modo si este implica un mundo
en descomposición. Sus propias oportunidades como las de todos los
demás se verán reducidas. El futuro de todos será muy diferente en
función de si mantenemos o no la convivencia y una inclusión social
y cultural que permita el desarrollo sano de todas las inteligencias.
Hasta el punto de que la propia biosfera que dio a luz a la humanidad
ha cambiado su estado,
y podría hacerlo más
si nos empeñamos en mantener un modelo económico que acepta la
exclusión.