EXPLICACIÓN ALGORÍTMICA DE LA VIDA HUMANA
Un avance notable de la ciencia del siglo XX es el descubrimiento de que tanto las estructuras físicas como la comunicación de ideas pueden ensamblarse a partir de algoritmos que utilizan códigos. El código genético ayuda a los organismos vivos a ensamblar los elementos básicos de otros organismos vivos y a guiar su desarrollo. (Nota: los genes no pueden explicar todas las características heredadas)Los lenguajes verbales nos proporcionan alfabetos (con los que podemos ensamblar infinidad de palabras que nombran infinidad de objetos, acciones, relaciones y acontecimientos) y reglas gramaticales que rigen la secuenciación de las palabras para construir frases e historias que narran acontecimientos o explican ideas.
Muchos aspectos del ensamblaje de los organismos naturales y
de la comunicación dependen de algoritmos y de la codificación, al igual que
todos los aspectos de la computación, así como las empresas de inteligencia
artificial y robótica. Sin embargo, estos hechos sólidos e interesantes han
dado lugar a la idea generalizada de que los organismos naturales serían
reducibles a algoritmos o totalmente explicables mediante algoritmos.
Decir que los
organismos vivos son algoritmos es, como mínimo, engañoso y, en términos
estrictos, falso. Los algoritmos son fórmulas, recetas, enumeraciones de pasos
en la construcción de un resultado previsto. Como se ha señalado, los
organismos vivos, incluidos los humanos, utilizan algoritmos dependientes de
códigos, como la maquinaria genética. Pero aunque, hasta cierto punto, los
organismos vivos se construyen según algoritmos, no son algoritmos en sí
mismos. Son consecuencias del accionar y el juego de los algoritmos. Sin
embargo, la cuestión crítica es que los
organismos vivos son conjuntos de tejidos, órganos y sistemas en los que cada
célula componente es una entidad viva vulnerable hecha de proteínas, lípidos y
azúcares. No son líneas de código.
La idea de que los
organismos vivos son algoritmos contribuye a perpetuar la falsa noción de que
los sustratos de construcción de los organismos no son relevantes. Esto se debe a que la etiqueta «algoritmo»
lleva implícita una noción de independencia del contexto y del sustrato.
Se supone que aplicando el mismo
algoritmo a nuevos contextos, utilizando diferentes sustratos, se obtienen
resultados similares. Pero no es así. Los sustratos cuentan. El sustrato de la
vida es la química organizada, al servicio de la termodinámica y del imperativo
de la homeostasis, y hasta donde sabemos, ese sustrato es esencial para
explicar quiénes somos. ¿Por qué?
En primer lugar,
porque el sustrato químico particular
de la vida es necesario para el fenómeno de los sentimientos y, en los seres
humanos, la reflexión y la elaboración sobre la experiencia de los sentimientos
es la base de mucho de lo que consideramos humanamente distintivo y admirable,
incluidos los juicios morales y estéticos, así como la experiencia y las
nociones de ser y trascendencia. Aunque hay muchas pruebas de que los
organismos artificiales pueden diseñarse de modo que funcionen de forma
inteligente e incluso superen la inteligencia de los organismos humanos, hasta
la fecha no hay pruebas de que tales
organismos artificiales puedan generar sentimientos sin un sustrato vivo real (observo
que la contrahipótesis, es decir, que ciertos diseños podrían permitir a los
organismos artificiales simular sentimientos, merece la pena ser investigada).
En resumen, no hay
pruebas de que los procesos intelectuales puros, que se prestan bien a una
explicación algorítmica y que no parecen ser tan sensibles al sustrato, puedan
constituir la base de lo que nos hace claramente humanos. Si se elimina el
sustrato químico, se eliminan los sentimientos y los valores que las culturas
humanistas, desde las edades axiales, han celebrado en forma de artes,
creencias religiosas, justicia y gobierno justo. Una vez que
eliminamos el sufrimiento y el florecimiento humano, por ejemplo, no hay
fundamento natural para la conclusión lógica de que los seres humanos merecen
dignidad. Nada de esto implica que las funciones superiores de los organismos
vivos no sean susceptibles de investigación científica.
La implicación de estas distinciones no es trivial, ya que
contemplamos una nueva era de la medicina en la que la prolongación de la vida
humana será posible mediante la ingeniería genética y la creación de híbridos
humano-artificiales.
No hay pruebas de que los procesos intelectuales puros
puedan constituir la base de lo que nos hace claramente humanos.
En segundo lugar,
la abundante presencia de sentimientos
conscientes e inteligencia creativa en los seres humanos garantiza que se pueda
frustrar la ejecución de los algoritmos originarios. Nuestra libertad para correr en contra de los
impulsos que los ángeles buenos o malos de nuestra naturaleza intentan
imponernos es limitada; pero el hecho es que podemos actuar en contra de tales
impulsos. La historia de las culturas humanas es en buena parte una
narración de nuestra resistencia a los algoritmos originarios mediante
invenciones no previstas por esos algoritmos. Se puede argumentar que todas
estas desviaciones de los algoritmos originarios están a su vez abiertas a una
explicación algorítmica. El alcance de un algoritmo puede ampliarse para captar
un sistema a un nivel arbitrario de detalle, pero para entonces, ¿cuáles son
las ventajas de utilizar el término algoritmo?
En tercer lugar,
aceptar un relato algorítmico de la
humanidad es el tipo de postura reduccionista que a menudo lleva a las almas
buenas a desestimar la ciencia y la tecnología por degradantes y a lamentar la
desaparición de una era en la que la filosofía, junto con la
sensibilidad estética y una respuesta religiosa al sufrimiento y la muerte,
hacían que los humanos se elevaran por encima de las especies sobre cuyos
hombros biológicos cabalgaban. Pero, por supuesto, tampoco es aceptable negar
el valor de la ciencia como reacción a los relatos problemáticos de la
humanidad.
La ciencia y la
investigación filosófica pueden ir de la mano, no siempre en sincronía, pero a
menudo alimentándose mutuamente.
Fuente: Huffington Post - Por Antonio Damasio
No hay comentarios:
Publicar un comentario