14.5.25

Las armas del pueblo si nacen de la unión de conciencia y consciencia, son infalibles

LA REVOLUCIÓN QUE NUNCA PUDO SER                

En el mundo reina hoy una gran inquietud multifactorial: a las guerras presentes y a la amenaza de otra nueva, se suma la ineficacia y descrédito de instituciones como la ONU, el Tribunal Internacional de derechos humanos, el Defensor del pueblo, la militancia política ultra de muchos jueces, el descrédito de la Iglesia -pese a estrenar Papa- el auge del fascismo y la indecente y criminal pasividad de los gobiernos ante el horroroso genocidio del pueblo palestino a la vez que muestran beligerancia frente a Rusia y apoyo a Ucrania, pero no por un principio humanitario del que carecen si se trata de Palestina, sino por lo de siempre entre ambiciosos violentos: conseguir su parte en las abundantes tierras raras, y eventualmente en el control de su gobierno, convertido ya de facto en un Estado fallido.

Esta procesión no viene sola, sino muy acompañada. A los dramáticos daños ambientales, económicos y emocionales de las catástrofes producidas por las defensas  del Planeta, acosado, envenenado y enfermo por el capitalismo depredador, destructor humano y medioambiental, se suma su gestión  neoliberal -neofeudal- con su crisis económica permanente y global como resultado.

El estancamiento económico es peligroso

Lleva a despidos laborales crecientes  y a la búsqueda desesperada de recursos,  nuevos productos y mercados, y a los gobiernos a competir  por las nuevas tecnologías y las tierras raras que necesitan, por ventajas de posición geopolítica que permita al más poderoso controlar territorios y poder mundial y prevalecer como árbitro de nuestras vidas y recursos.

Este conjunto de elementos climáticos, económicos y políticos se unen fatídicamente en nuestro tiempo y  los poderosos siempre eligen la guerra como forma de  solución de esos problemas. De ahí el rearme acelerado ahora mismo,  y de ahí la inquietud que supone para nosotros el camino elegido por estos  ricos ególatras y sus gobiernos serviles. Por satisfacer su miserable vanidad, su codicia, y sus cuentas de resultados  nos vemos  obligados los pueblos a asumir una economía de guerra, que solo es la de ellos entre ellos, pero no la nuestra. No es la nuestra, no, pero somos quienes les fabricamos las armas con las que luego nos matamos entre nosotros; los que pagamos los gastos militares, los que nos matamos en el frente si somos soldados o morimos bombardeados o asaltados si somos población civil.

¿Por quién? Por supuestos enemigos creados artificialmente con bulos y propaganda para que sintamos por ellos odio, rechazo y deseos de destruirlos, cuando únicamente son eso: gentes del pueblo, trabajadores,  aunque sean de otro pueblo y tengan tal vez otro idioma, otro color de piel u otra religión o ideología, pues  los pueblos somos siempre un solo pueblo y no debemos dejarnos engañar. Y cuidado: ellos lo saben e intentan impedir que lo pensemos, pues la guerra produce muchos beneficios que  siempre  reparten entre ellos, pero no con los pueblos de todos los bandos que se los procuramos  a sangre y fuego.

Camino a una guerra indeseable

Eso siempre comienza de la misma manera: crisis, guerra arancelaria, rearme y economía de guerra  y al fin alguna excusa para decretar la guerra misma   y la muerte para los pueblos. Y los pueblos, obligados o voluntarios, da lo mismo eso,  siempre son los que van con todo: tienen que morir o vivir para que los ricos, sus gobiernos y sus familias, que nunca van a la guerra, vivan mucho mejor que antes.  Fatalmente, este es el final de todas las guerras.

Se hace urgente una revolución pacífica

Una revolución debería comenzar por la desobediencia impertinente y constante de los pueblos. Así fue cómo Gandhi expulsó a los ingleses de India y así fue cómo el pensamiento original de Jesús de Nazaret ha perdurado en las conciencias a pesar de la Iglesia. Así el pacifismo y la insumisión son armas muy poderosas para el cambio de la conciencia mundial que conduzca al desarme , a la paz y a la justicia social. Esa arma poderosa necesita ser alimentada, pero no con balas ni odio sino con amor, pues el amor es más fuerte porque es la energía que mantiene el Universo. Dios es esa energía, no un ídolo  de procesiones y  templos o un juez terrible que castiga. Todo eso es mentira y fabrica ateos o “meapilas”.

Armas revolucionarias

Para  llegar a una revolución profunda que facilite una nueva civilización basada en conciencia social, ética, ecológica, científica y política generalizada  hace falta, por tanto, partir de un nivel de conciencia que supere el yo excluyente, el nivel  ególatra que lleva al individualismo, a la competencia y a la  confrontación por poseer bienes, poder y ascendiente social. Porque todas esas miserias morales son las que necesita el capitalismo para poder conducir a los pueblos a los frentes: al de sus empresas, donde a diario se muere en el trabajo, y al otro, al de las trincheras y cañones.

Para desarrollar el estado de conciencia pacífica se precisan elevadas dosis de tolerancia y respeto mutuo pero intolerancia al abuso y al autoritarismo; hace falta  madurez psicológica y espiritual, conocimientos  y capacidad crítica suficiente  para distinguir la diferencia entre bulo y verdad; entre propaganda y realidad.

Una revolución pacífica con este estado de conciencia renovada no necesita una revolución violenta -como las ya experimentadas– y menos ahora, con tanta tecnología militar refinada en manos de los poderosos. Un  levantamiento popular en estas condiciones  no tendría ninguna posibilidad.

En cambio, las  armas de los pueblos  cuando nacen de la unión de conciencia y consciencia, son infalibles, pues al fin y al cabo, ir hacia la justicia, la igualdad  y la paz desde el amor y la cooperación es algo  natural dentro del proceso evolutivo de nuestra especie. Y a estas alturas es más que evidente que si algo representan los gobiernos del mundo es justo lo contrario a todo eso; la  feroz oposición a todo cambio en esa dirección de más conciencia y más consciencia.

Nos quieren tontos sumisos, ignorantes programados, consentidores distraídos y consumidores, consumidores consumidos. ¿Seremos capaces de evitarlo?

En las dos anteriores guerras mundiales se comenzó paso a paso de la misma manera que hoy vemos desarrollarse ante nosotros. Entonces no fuimos capaces. ¿Y ahora? Tal vez sea este un buen momento para hacerse un chequeo de conciencia por si hace falta algún reseteo que -eso sí-  nadie puede hacer por nadie.

https://kaosenlared.net/la-revolucion-que-nunca-pudo-ser-y-espera-su-momento/  

No hay comentarios: