EL CUIDADO COMO BIEN SAGRADO
GRATITUD, SACRIFICIO
Y DIGNIDAD FRENTE AL UTILITARISMO
En un programa televisivo se hablaba sobre inmigración y un
representante político pronunció una frase que pretendía ser pragmática y
terminó siendo reveladora: «sin inmigrantes, ¿quién va a limpiar el culo a los
abuelos?». La expresión se instaló en la opinión pública como un eco incómodo,
porque no era solo un desliz verbal, sino el síntoma de un imaginario cultural. 
Reducía el cuidado de los mayores a una tarea servil, casi indigna, que se
delega a quien ocupa el último escalón social. Hablaba más de nosotros como
sociedad que del propio político. Revelaba el vaciamiento de sentido con el que
tratamos la fragilidad, la vejez, la dependencia.
Y sin embargo, cuidar no es un residuo social ni un castigo
biográfico, sino un acto radicalmente humano. Luigina Mortari, en Filosofía del cuidado, insiste en
que «la existencia humana se mantiene en pie porque está sostenida por el
cuidado». No se trata de una actividad secundaria, sino de la condición de
posibilidad de la vida misma.