Pintura de Juan Genovés |
Hoy he leído que
aún tardaremos un año en volvernos a abrazar con la naturalidad de
antes. Y yo, que he regresado esta mañana a la radio después de unos días
pachucho y que tenía -y tengo- ganas de abrazar a mis compañeros, pues me he
tenido que cortar. Y es lo que toca y no me quejo, ¿eh? Pero no me imagino un
año cortándome.
Porque abrazarse no es un gesto
banal, ni inocuo; más allá del abrazo mecánico, protocolario o de
compromiso -que no me interesan un carajo-, abrazarse a otra persona significa
muchas cosas y todas tienen que ver con los sentimientos.
Un abrazo puede
transmitir amor, cariño, deseo, felicidad, amistad, tristeza también… Porque un
abrazo puede reconfortar -y mucho- en momentos de dolor. El abrazo puede
simbolizar el reencuentro, la reconciliación… Y suple, o complementa, lo que a
veces no se alcanza a decir con palabras.
Así que yo pregunto
-modestamente- si no sería posible un plan de desescalada también para los
abrazos, porque me temo que nos van a hacer mucha falta -muchísima- con todo lo
que nos viene encima.
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