VIVIR (Selección de relatos I)
(Textos que forman parte del libro VIVIR, publicado en 2020
por Editorial Milenio)
PLANTAR
Cuando era pequeña, mi abuela plantó dos árboles, más
diminutos que yo, en un campo cercano a su casa.
–Estos árboles crecen muy lentamente –me dijo–. Cuando tú seas
como yo de vieja todavía no serán muy grandes.
–Pero abuela –le pregunté–, ¿por qué plantas estos árboles
ahora? Si crecen tan lento tú ya no vas a poder sacar nada de ellos.
–Es que no los planto para mí –dijo–. Los planto para ti y para todas las personas que vendrán después de ti.
COOPERAR
Hacía tiempo que Nika se había dado cuenta de que algo
pasaba en la montaña. Algunas aves se quedaban todo el año. Otros animales ya
no estaban. Hacía más calor. Llovía menos.
Abajo, en la aldea, todavía se estaban recuperando del
huracán de dos meses atrás. Las personas mayores llevaban varias estaciones
diciendo que cada vez había más huracanes. Que en todo el tiempo que llevaban
habitando aquel lugar nunca había habido tantos. Decían que tenía que ver con
que el clima estaba cambiando. Decían que por eso las plantas enfermaban y
muchos animales ya no estaban.
Nika, tocando la concha que llevaba colgada al cuello desde
que era pequeña, miraba desde la ladera cómo se movían de un lado a otro las
personas que desde allí arriba parecían diminutas. Hoy tocaba reconstruir el
centro comunitario.
Le gustaba que cada vez que un huracán lo destrozaba todo
las personas de la aldea se juntaban. No es que le gustasen los huracanes, eso
es evidente. Lo que le gustaba es que no reconstruía cada cual lo suyo. Entre
todas y todos volvían a hacer las casas. Nadie se sentiría bien teniendo de
nuevo su lugar para vivir si el resto no podía tenerlo. Eso es lo que más le
gustaba de su gente. Que cada vez que ocurría algo cooperaban. Que el sentirse
bien individualmente pasaba, necesariamente, porque toda la comunidad estuviera
bien.
Sabía que en otras partes del planeta no era así. No
entendía por qué.
TRANSFORMAR
Sembró todo de flores alrededor de la casa. Puedes haber
tenido que aprender a usar un arma y que te guste mirar la belleza frágil de
las flores. De frente.
Se sienta en la hamaca y mientras se balancea suave les
habla de las flores y de la revolución que no consiguió construir lo que
soñaban.
Cuenta que hay violencias visibles e invisibles. Las visibles son de las que hablan del gobierno y los militares, las armas y la guerra. Las invisibles son las que le impulsaron a ella y a mucha otra gente a hacer cosas que nunca pensaron que harían.
La violencia de tener que levantarse
de madrugada para conseguir una cita médica y pasar seis horas haciendo cola.
Llena de dolores. La violencia de ver cómo el precio de los alimentos va
subiendo, poco a poco, hasta que ya no te alcanza para comprar comida más que
las dos primeras semanas del mes. La violencia de ver cómo las tierras se
acumulan cada vez en menos manos. La violencia de una educación que impide
aprender a los que no tienen dinero. La violencia de un deterioro ambiental que
expulsa a la gente de su medio de vida. La violencia que sufren los cuerpos de
las personas pobres, de las negras, de las indígenas, de las mujeres.
Todas estas violencias no se denominan violencias, porque no
van acompañadas de un arma, aunque también sirven para matar. Son violencias
invisibles.
–La paz sin justicia no es posible –dice.
Luego mira a las flores. Les mira. Sabe que comprenden.
La paz sin justicia no es posible…
REPARTIR
Cuentan que en algunos lugares de África, después de la
cosecha, las familias que más tienen o que menos necesitan dejan parte del
alimento en un lugar. Después, otras familias, que tiene menos o que necesitan
más, pasan por allí a recogerlo.
En la comunidad nadie sabe quién deja. Nadie sabe quién
coge.
Es su manera de redistribuir los recursos de una forma
equitativa.
PROTEGER
Escuché cómo muchas mujeres y hombres indígenas decían que
la mejor manera de resistir es sembrar.
Sembrar, también, en las ciudades.
Pero, ¿qué pasa si no se dejó lugar para la tierra?
Hay que imaginar dónde plantar semillas… En ollas viejas, en
alcorques, en rincones sin asfalto… Y recuperar la memoria.
Decían que sembrar es la mejor estrategia de supervivencia.
La mejor manera de protegerse.
Y, después, recoger la cosecha para repartirla.
https://www.15-15-15.org/webzine/2021/05/13/vivir-seleccion-de-relatos-i/
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