7/3/17

Construir opciones de vida fuera del ámbito del trabajo convencional

COMPARTIR LA PRÁCTICA COOPERATIVISTA CON LA COMUNAL

Hablamos con el activista Enric Durán, promotor de la Cooperativa Integral Catalana y de FairCoop, sobre movimientos, precariedad y cooperativismo. 

Encontramos amplias resonancias en la Marcha por el Decrecimiento, organizada en Catalunya por Temps de Re-Voltes, de La Otra Campaña, organizada por el EZLN en México unos meses antes. Una década después, ¿qué aprendizajes extraes de los ciclos vividos en y por los movimientos sociales, en un momento en el que los tiempos electorales parecen haber canalizado energías y desactivado el potencial presente en las movilizaciones de estos años?

Efectivamente La Otra Campaña fue una de las inspiraciones de La Marxa pel Decreixement que se hizo en el año 2008. La idea era utilizar una metodología que se ha comprobado que puede funcionar para construir red, para construir movimiento social, y así fue como en esos tiempos se trabajó para construir la red por el decrecimiento. Eso fue, de alguna forma, la antesala de la construcción de la Cooperativa Integral Catalana. Como dices eran otros tiempos... El foco en la construcción alternativa era mucho más transversal a muchos movimientos sociales, mientras que ahora algunos de ellos tienen la mirada muy hacia lo institucional. Por eso lo que ha pasado en estos últimos años. No es nuestro caso, desde mi punto de vista estos atajos no llevan en el fondo a ningún lado. Puedes conseguir algunas pequeñas victorias, pero también tiene muchos peligros y te llevas muchas derrotas.

Nosotros seguimos construyendo esta otra política, esta otra economía, esta otra sociedad, y creemos que tarde o temprano nos vamos a ir encontrando con muchos que, aunque algunos hayan hecho otros pactos, por la experiencia se van a dar cuenta de que allí es donde podemos construir una transformación más real de la sociedad. Y no sólo porque esos pactos sean necios, sino que también podemos construir algún que otro atajo, pero no de ese estilo. Podemos construir herramientas más potentes, podemos tener un impacto más grande, podemos tener unas consecuencias de las formas de organización social, económica, etcétera, y por tanto ahí seguiremos trabajando duro para que puedan servir a toda la sociedad.


 

Recientemente en el libro de A nuestros amigos, del Comité Invisible, se hacía una fuerte crítica de la economía social y solidaria, hasta el punto en el que era considerada como un arma contra-insurreccional en manos del Estado y del capital, una especie de parche en el sistema que no discutiría realmente su mantenimiento. ¿Cómo valorarías esta crítica a la luz del debate público y puesta en marcha en Europa y en otras geografías de ecoredes, monedas alternativas, préstamos e inversiones cooperativistas, mecanismos de financiamiento colectivo y demandas como la de una renta básica?

En nuestro caso no siento que nos afecte esa crítica porque nuestra forma de construir otra economía es no sólo oponiéndonos al modelo capitalista, sino también oponiéndonos al Estado. Por tanto, nuestra propia actividad es difícil de integrar por este sistema que está criticando el Comité Invisible. Esto lo hacemos a través de la desobediencia económica. No compartimos la visión legalista de constituir con los impuestos al Estado, que no nos representa y, por tanto, promovemos la autotasación, promovemos generar herramientas para generar otros beneficios que serían para los encuentros que se quieren organizar en ámbitos locales y políticos de abajo, y de ahí construir otras instituciones que sí sean las populares, las de lo común, y que se diferencien tanto del Estado como del capitalismo.

Es importante que ese tipo de movimientos busquen más los detalles de nosotros sobre los que poder trabajar y se den cuenta de que hay movimientos que trabajan también por una economía solidaria, pero lo hacen desde un punto de vista totalmente antagonista al Estado y al capitalismo y, por tanto, son firmes aliados para construir esa autonomía y esa posición desde abajo.

También sentimos que podemos influenciar esa economía social y solidaria para desde el diálogo, desde la colaboración también, poder demostrar que no hace falta entrar dentro de la legalidad del Estado para generar sociedades sostenibles que puedan ofrecer alternativas económicas de mayor calado a largo plano. Entendemos que el marco legal es muy limitado y contradictorio para construir transformaciones sociales de calado profundo y, por tanto, hay que ir más allá y atreverse a construirlas fuera, sin por ello tener miedo a perder una centralidad en el campo social. 

A la luz de la experiencia, ¿crees que las monedas alternativas como formas de valorar los intercambios rompen las lógicas de calculabilidad presentes en la moneda formal?

Desde mi punto de vista las monedas alternativas no pueden producir un importante cambio por sí solas, sino que tienen que ser parte de ecosistemas muy ricos y muy completos que construyan otra economía y transformen completamente las reglas del juego. La moneda social puede ser una herramienta para generar más abundancia en la capacidad adquisitiva dentro de una comunidad, para acceder con más facilidad al crédito, para generar identidad, para generar comunidad y compromiso entre distintos sujetos que participan en la construcción de otra economía.

En ese marco es útil en distintos sentidos, sobre todo para recuperar la soberanía monetaria y financiera que los bancos centrales y el sistema euro aquí en Europa nos han quitado. Por tanto, es parte importante en el cambio pero no parte suficiente, y este es un error que muchos colectivos que trabajan con monedas sociales suelen cometer. Por eso, en nuestra experiencia la moneda social es parte de un ecosistema más amplio, como es el caso de la Cooperativa Integral Catalana, o como es el caso de FairCoop, del uso que hacemos de herramientas como FairCoin o la colaboración con monedas sociales a nivel local.

A partir de una posible reflexión en torno a la precariedad y el papel de la economía informal, ¿sería posible decir adiós al capitalismo y abolir el trabajo y sus lógicas, o necesitamos pensar estrategias como parte de una reflexión más profunda respecto al papel del trabajo en nuestras sociedades?

Los objetivos que comentas son ambiciosos, pensados para multitudes, pero pueden ser bastante factibles para grupos pequeños que ya están autoorganizados. Y de lo que se trata es que estos grupos no se contenten con salvarse a sí mismos, sino que realmente ofrezcan herramientas abiertas para facilitar que la gente que trata de sobrevivir fuera de las herramientas del sistema pueda tener una dignidad vital en comunidades y ecosistemas más amplios.

Se trata de facilitar desde el activismo cada vez más, en hacer esos pasos, en construir opciones de vida, tanto personal como colectiva, fuera del ámbito del trabajo convencional y, por tanto, generar oficinas de autoempleo, proyectos de escuelas cooperativas, iniciativas dirigidas a todo el mundo que desde el apoyo mutuo, desde la solidaridad, desde el ejemplo hagan ver que realmente es más factible de lo que mucha gente cree construir esa iniciativa autogestionada.

¿Qué planos organizativos y dimensiones vitales crees que nos hace falta todavía fortalecer en esta revolución integral?

Yo creo que la mayoría de estos planos están en marcha en un lugar u otro, y lo que hace falta es ser capaces de conectarlos y de juntar subjetividades para hacer planes conjuntos. A veces hay la tendencia de pensar que lo nuestro es lo mejor y no mirar lo que están haciendo otros, y es fundamental mirar más allá de lo que uno está haciendo y no irnos por la crítica superficial o ese conocimiento no profundo, sino tratar de conectar y ver cómo estas piezas se pueden conectar.

Esa transversalidad, ese trabajo de red de redes es vital y elemento fundamental para pasar de algunos archipiélagos, de algunas redes, de algún pequeño ecosistema a un planteamiento mucho más amplio, mucho más rico, partiendo de mucho la presencia. Por ejemplo, tenemos ya cooperativas en el Estado español en muchos ámbitos de la vida. Hay cooperativas en telecomunicaciones, en energía, bancarias, proyectos monetarios, proyectos de autoempleo, naturalmente en cuidados, en educación, y en muchos otros ámbitos. Pero pocos de estos proyectos están juntos en un mismo plano. Hace falta ser capaces de encontrarlas y de ser capaces de hacer estrategias ambiciosas para realmente que estas piezas constituyan una alternativa completa al capitalismo.

FairCoop parece representar uno de los primeros pasos para crear una logística contrahegemónica, una contralogística que permita una vinculación entre diferentes cooperativas y nodos. Sin embargo, resulta difícil transmitir lo que significa FairCoop o FairCoin a gente que tiene un proyecto productivo, por ejemplo de cabras y que está en la montaña. La distancia que hay entre sus problemas cotidianos y las soluciones que representa Faircoop es amplia. ¿Cómo ves la conciliación entre las problemáticas específicas y las soluciones que ofrece Faircoop-Faircoin?

Es una cuestión de tiempo, un proceso de construcción de un ecosistema como en el que está trabajando FairCoop necesita tiempo. Llevamos dos años construyendo herramientas, generando redes de grupos locales que ya tienen algo de capacidad para comunicarse. Por ejemplo, el tema del FairCoin, para que sea accesible a gente que no tiene fácil el uso de la tecnología tiene que seguir algunos pasos, pero en breve queremos sacar tarjetas de plástico con las que el usuario no necesita tener un móvil o internet en el momento del pago para poder utilizar una moneda alternativa. Es un paso importante para ese tipo de situaciones y como ése hay distintos elementos en los que hay que ir paso a paso. Primero, esa red de nodos, de grupos de personas que en lo local tienen la capacidad de estar observando el proceso global, participar de él, y al mismo tiempo comunicarse con proyectos productivos concretos. Son los enlaces que estamos confiriendo y que son completamente necesarios para que esa capacidad de participar en el proyecto del que está trabajando con cabras en la montaña realmente llegue el momento de que se pueda dar. Y por eso seguramente hará falta trabajar mucho más la capacitación y la formación de esos grupos que están haciendo de enlace.

Hará falta que algunas herramientas estén más avanzadas y que tengamos mejores materiales, impresos y de distinto tipo, para apoyar a las personas que se puedan implicar. Es un proceso que se va construyendo continuamente tanto en el ámbito global, que es muy rico, muy dinámico, como en los distintos ámbitos locales, más dinámicos incluso, aunque más difícil al encontrarte con personas, lo que requiere un proceso de inmersión y de aprendizaje importante. Pero ahí estamos, se seguirá trabajando y creo que el próximo año se va a ver de alguna forma toda la dimensión de lo que se está haciendo. 

¿De qué manera podría beneficiar a una cooperativa formar parte de FairCoop e introducirse en términos laborales de intercambio de bienes de capital o bienes que tuvieran que comprar? ¿Cómo podrían ellos beneficiar al resto?

FairCoop está incluyendo todo el aprendizaje de las cooperativas integrales en cuanto a dar una cobertura colectiva legal que permita a los proyectos locales y autogestionados desconectar de la relación directa con el Estado. Eso está incluido, por ejemplo, con el proyecto de la cooperativa europea de Freedom Coop. Al mismo tiempo estamos añadiendo toda una serie de herramientas y tecnologías para desconectarse también de la parte bancaria, de la parte monetaria, incluso de la parte de telecomunicaciones. Distintos ámbitos que el Estado y el sistema económico controlan con sus actividades y nos hace dependientes de ellos. Estamos preparando romper distintos lazos para que colectivos que deseen ser completamente autónomos puedan hacerlo sin ningún riesgo ni ninguna dificultad que tengan que asumir solos, sino como parte de una agregación de redes, de grupos, de un ecosistema que colectivamente ya está trabajando en todo ello.

En ese sentido, la parte de autonomía con relación al sistema bancario conjuntamente con cualquier tema legal, ya genera un punto de inflexión bastante importante que en un par de meses seguramente haremos más público y explicaremos más en detalle todo eso que se ha hecho para poderlo practicar. Aún nos queda tener algunas herramientas preparadas para ello. Pero, por tanto, esa gente que trabaja sólo en efectivo, con las dificultades que eso tiene –que se puede perder, que se puede robar, es muy difícil de localizar, etcétera– puede también trabajar con herramientas digitales, pero sin que esas herramientas sean controladas por el Estado. Y poder trabajar y acceder a ellas aun sin disponer de soportes digitales a través de tarjetas de plástico y poder tener una cobertura legal, por ejemplo, si necesita proveedores que te van a pedir factura y que no saben cómo acceder a ello sin pagar los impuestos y que se los come porque es consumidor final. Ahí se puede agarrar mucho dinero que se puede revertir en la construcción de esos proyectos que luego hacen falta.

Algo que me dejaba es la relación entre colectivos productivos y colectivos de consumo, que quizás algunos movimientos sociales han trabajado en un ámbito muy local –como por ejemplo las cestas de productos frescos– pero que en otros muchos ámbitos en los que no hay esa relación directa y forman parte de lo que consideramos durante nuestra vida no existe esta relación.

Hemos de conseguir herramientas para que se den relaciones sin intermediarios entre redes consumidoras y redes productoras de una forma que sea fácil de organizar, que sea eficiente y que además no sea mediada por el sistema en la parte legal ni en la bancaria. Desde generar compras colectivas a una fábrica autogestionada, a otras compras a una cooperativa de los kurdos o el café cooperativo de Chiapas, distintos colectivos combativos que comparten fines pero con los que a veces es difícil relacionarse pues estamos trabajando para que todo eso pueda construirse desde lo local hasta lo global en un espacio colaborativo complejo.

¿Entonces, el intento que estáis haciendo sería desplazar, destruir, destituir lo que sería la estructura capitalista (en términos marxistas; economía bancaria, aparataje legal...) por una estructura comunitaria pronunciada en nuevos términos?

Estamos compartiendo la práctica cooperativista con la práctica comunal. Es decir, todo lo interesante a nivel de economía solidaria y cooperativista pero añadiendo la parte comunal de alternativa a la visión estatista desde arriba, sino desde abajo, desde lo común, aprendiendo de Chiapas, aprendiendo de Rojava, de iniciativas de este tipo y tratándolas de extender a distintos lugares del mundo donde nosotros podemos aportar también esa parte de otra economía. Otra moneda, otro sistema bancario que muchos sistemas comunales no tienen porque no tienen acceso a esa tecnología. Juntando nuevas tecnologías descentralizadas, como el blockchain, con lo cooperativista, con lo comunal, se genera un kit de herramientas y de infraestructura que permite construir muchos elementos de esa otra sociedad.

Para ir cerrando con la situación actual, ¿desde el plano municipal contempláis de alguna manera a nivel individual, de colectivos o de cooperativas la relación con determinados municipalismos, toma de control de determinados municipios? ¿Cómo lo experimentáis o cómo lo vivís? ¿Habéis tenido algunas discusiones a este respecto o no?

En relación a los municipios grandes no entendemos que sea una estrategia que nos haga avanzar de forma importante el hecho de presentarse a elecciones y tomar el poder como se ha dado en distintos municipios grandes y con lo que eso genera. Generaciones de activistas que están entrando en lo institucional y están perdiendo todas las capacidades de transformación desobediente que habían aprendido y generado en muchos años.

Cuando se trata de municipios tan pequeños donde prácticamente es que no se trata de si entrar en lo institucional, sino que se trata de que la asamblea sea decisoria realmente, una asamblea popular, y que no se dé el caso de alguien que esté en el ayuntamiento y pueda decidir algo que no decida la asamblea popular, en esos ámbitos sí creo que es más fácil establecer sinergias y establecer colaboraciones directas.

Aunque esas asambleas populares no es algo que actualmente y a corto plazo FairCoop esté promoviendo directamente –pues estamos trabajando más en generar las infraestructuras económicas que luego esas iniciativas desde abajo puedan obtener como herramientas, como dispositivos– sí que en algún momento y quizás más desde la discusión política, será importante facilitar ese encuentro entre iniciativas asamblearias populares, pequeños pueblos quizás, con una parte importante en las decisiones o estableciendo un contrapoder en lugares más grandes para completar ese ámbito más pleno de juntar lo social, con lo económico, con lo cultural y lo político.

Lo integral...

Sí, digamos que para nosotros la asamblea abierta es un elemento clave en el proceso colectivo, cooperativo y comunal que estamos desarrollando como oportunidad de integrar todos los ámbitos. Como FairCoop trabajamos con las comunidades abiertas, pero nuestros ámbitos de participación todavía no tienen la capacidad de agregar suficientes vecinos de un barrio, de un pueblo, como para entender qué es una asamblea de barrio. Tienen que haber muchos más colectivos y subjetividades que participen en espacios así, y si eso se crea, pues ahí vamos a estar también.

Para ir terminando, ¿estáis trabajando en el diseño político de las herramientas de toma de decisión a nivel barrial, en el que se sume lo barrial, lo productivo, lo cultural, y que todas esas interseccionalidades se puedan trabajar en la toma de decisiones sin que simplemente aplique la decisión de la mayoría?

En niveles amplios donde participe mucha gente de un ámbito local, por ejemplo en el Estado español, creo que no tenemos aún muchas experiencias de este tipo, porque digamos que está un poco disgregado el ámbito vecinal del ámbito cooperativista o del ámbito más politizado. Sí que tenemos experiencias, por ejemplo tanto en Bakur como en Rojava, de gente con la que estamos en contacto y de la que intentamos aprender cómo relacionan esa parte comunal, política con esa parte cooperativista.

Digamos que ellos están en una situación diferente a la nuestra, tienen mucho más desarrollada la parte política y en la parte cooperativista están empezando, en la parte de construcción de una economía productiva más colectivista. Y nosotros estamos un poco al revés, tenemos más trabajo hecho en la parte económica pero menos en la parte política, entonces ahí hay un intercambio de experiencias que puede ser bastante interesante para aprender unos de otros y tratar de generar a largo plazo cambio social e inclusivo a todos los niveles.

Pensábamos en la ZAD (Zona a Defender) en Francia como un ejemplo de escenario europeo en el que se vinculan de forma exitosa la parte comunal y de defensa del territorio, la parte cooperativa y de proyectos productivos y la parte política. Coincidiendo con la llamada de solidaridad internacional emitida por agricultores locales y colectivos activistas de Notre-Dame-des-Landes para el 8 y 9 de octubre frente a la amenaza de desalojo, queríamos saber si habéis estado familiarizados con el proceso y habéis tenido comunicación durante el mismo.

Con las ZAD y especialmente con la de Notre-Dame-des-Landes (Nantes), hemos tenido comunicación de forma intermitente estos últimos años. Los compañeros de la ecoreseau  Nantesa, que se pusieron en marcha con la referencia del proceso en Catalunya, han estado haciendo de contacto entre ambos movimientos estos años y en el momento de mi viaje a la clandestinidad la ZAD emitió una carta de solidaridad que respondí con agradecimiento y mostrando la afinidad con su lucha. Ellos demuestran cómo una situación de resistencia puede tener capacidad para crear un espacio de autonomía y construcción de alternativas. 

Juan Vicente, Aitor Jiménez - Diagonal


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