LA ECONOMÍA SOLIDARIA HA VENIDO PARA QUEDARSE
La
economía solidaria se ha consolidado como una alternativa sólida y
estable: ha crecido el número de empresas, la facturación y los
puestos de trabajo y ha irrumpido en nuevos sectores, como la
energía o las telecomunicaciones.
En un mundo en
el que, según el último informe de Oxfam, ocho personas tienen la
misma riqueza que 3.600 millones, son numerosos los ejemplos que se
pueden dar de ruptura de una economía que destruye las relaciones
entre las personas y diversos agentes, incluso entre ellas mismas.
Así, se podría hablar de una clara ruptura de las relaciones de
confianza entre la ciudadanía y las empresas.
Los
consumidores cada vez nos sentimos más engañados por marcas que
mienten descaradamente sobre sus supuestos beneficios y por
distribuidores que fomentan un feroz consumismo. También existen
rupturas cada vez más amplias entre los objetivos y necesidades de
las personas empleadas y sus empleadores, derivadas en muchas
ocasiones de unas relaciones basadas en la desigualdad, incluida la
desigualdad hombre-mujer (brecha salarial, pero no sólo).
Desde el punto
de vista financiero, la quiebra se da en la dificultad que una
persona tiene para decidir a qué actividades puede destinar sus
ahorros. Aunque el acceso a inversiones en grandes empresas
cotizadas o a fondos de inversión es relativamente fácil para un
ciudadano medio, raramente son accesibles pequeñas empresas que
puedan generar valor a la sociedad.
La abundancia y
reiteración de escándalos de corrupción relacionados con el
enriquecimiento ilícito de políticos y funcionarios públicos ha
provocado una justificada indignación y desconfianza. La relación
de los ciudadanos con las instituciones se está deteriorando
claramente, creando una sensación de desamparo ante el que tiene
contactos, ante el que se lucra a costa del dinero de todos.
Tampoco está
claro si la Seguridad Social, que es un sistema de confianza
intergeneracional, podrá asumir en el futuro el pago de las
pensiones de la población que cotiza actualmente. El sentimiento
que las políticas de ajuste fiscal del déficit y de austeridad no
son compartidas ni nos afectan por igual a todos ("beneficios
privados, pérdidas socializadas") es una impresión que ha
calado ampliamente en ciertos sectores de la población y ha
generado nuevas y mayores discordias.
Otras posibles
rupturas harían referencia a las de personas con personas (el
inmigrante que viene a "quitarnos" los puestos de trabajo;
el desempleado visto como vago; el defraudador a Hacienda) o de
empresas con empresas (posiciones dominantes de mercado que implican
cláusulas abusivas en las relaciones mercantiles entre, por
ejemplo, cliente-proveedor; competencia desleal) y por último, pero
no por ello menos graves, las de la humanidad con un Planeta cada
vez más enfermo.
La economía es
la ciencia social que se encarga de la relación entre las personas
y los recursos disponibles, de la manera en que las personas
satisfacen sus necesidades humanas y por ende de la forma en que los
individuos y las sociedades sobreviven, prosperan y funcionan, y de
cómo establecen sus prioridades. Podría (y debería) entenderse
como una ciencia de la convivencia: no en vano, la etimología de
economía hace referencia a esa forma primaria de relación que es
el hogar: "oikonomía, de oîkos, 'casa', y nomos, 'ley'. Sin
embargo, Adam Smith, considerado el padre de la economía moderna,
definió a ésta como la ciencia que se encarga de la administración
de los recursos escasos. Por lo tanto, puso el foco en la escasez y
en los problemas de distribución y redistribución, en las
preferencias y prioridades y en la acumulación que lleva a la
especulación.
Esta visión no
es la única: se pueden aportar otros enfoques de la economía,
desde la justicia social, desde la óptica de las oportunidades y
capacidades (véanse por ejemplo los postulados de Amartya Sen) o
desde la perspectiva de las personas y no de los recursos, como
propone la llamada economía solidaria.
La economía
solidaria es una propuesta de construcción de relaciones basadas en
la equidad y la horizontalidad, la transparencia, la cooperación
antes que la competencia, el respeto y cuidado de esta casa común
que es el Planeta, la construcción de relaciones basadas en la
confianza mutua y la necesaria creación de empleo de calidad y
trabajo digno.
Todo ello sin
olvidarse de la viabilidad económica de unos emprendimientos que
ponen su foco en la generación de impacto social y en el espíritu
no lucrativo. Espíritu que se concreta en los cómos, en los
procesos por los que se generan los ingresos y los costes en los
proyectos y en el reparto del posible excedente que nunca engorda
los bolsillos individuales de los inversores, sino que se dedica a
seguir creando y fortaleciendo alternativas en lo económico que
mejoran el mundo y hacen más felices a las personas que lo
habitamos.
¿Utopía?
¿Romanticismo? ¿Idealismo? Quizás algo de eso haya, pero no se
puede obviar que en la última década la economía solidaria se ha
consolidado como una alternativa sólida y estable. Ha crecido el
número de empresas, la facturación y los puestos de trabajo y se
ha irrumpido en nuevos sectores como la energía o las
telecomunicaciones. Hoy en día genera el 10% de PIB del Estado
español y da empleo a 2,2 millones de personas. En años en los que
en nuestro país ha sufrido una crisis económica y financiera sin
precedentes, esta apuesta por proyectos que ponen a las personas y
las relaciones de confianza por delante de los intereses meramente
mercantiles ha conseguido crear 190.000
puestos de trabajo,
con un 80% de contratos indefinidos.
La
consolidación de un mercado social en auge y la fortaleza de un
portal como el de economiasolidaria.org,
que recibe más de 650.000 visitas al año y se ha consolidado como
el portal temático más importante de economía solidaria del
Estado español y de habla hispana, son claras manifestaciones de
que la economía solidaria está fuerte, fresca y en auge.
Un último
ejemplo de su pujanza es como en tan sólo 10 días, su actual
campaña de crowfunding en Goteo (goteo.cc/solidaria)
para renovar el portal y contar así con nuevas y mejores
herramientas (mapas de iniciativas, repositorio de buenas prácticas,
una nueva web del Mercado Social, que ofrecerá a la ciudadanía un
catálogo sin precedentes donde poder satisfacer las necesidades
cotidianas desde un consumo responsable) ha alcanzado nada menos que
10.000 euros, lo que supone el 52% de su objetivo.
Ejemplos como
estos son muestra de que algo está cambiando, que la economía
social y solidaria ha venido para quedarse y goza de muy buena
salud.
Por
Carlos Ballesteros para eldiario.es
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