UNA SOCIEDAD INSATISFECHA
Los
factores psicológicos que rodean la adicción a la compra y sus
relaciones con la
infelicidad.
No
obstante, dada la intensidad con la que el consumismo actual afecta a
los valores y los comportamientos de los ciudadanos, debemos aceptar
que estamos ante una manifestación extrema del materialismo,
específica de nuestra sociedad de consumo.
El
consumista no basa su felicidad en poseer bienes, sino en desearlos,
en el acto de adquirirlos, en la continua compra de cosas nuevas, por
superfluas o innecesarias que sean. Estos comportamientos son
consecuencia del profundo impacto psicológico de los incesantes
mensajes publicitarios, que animan a buscar la felicidad y la
realización personal a través de la compra.
Esta
promesa de que “la felicidad está a tu alcance comprando”
esconde el mayor de los engaños. No tener lo que realmente
necesitamos produce insatisfacción, pero tener más de lo necesario
no proporciona ninguna satisfacción duradera.
Al
contrario: lo que se tiene pierde enseguida su valor frente a lo que
se desea, y la persona entra en una incesante —y en el fondo muy
insatisfactoria— cadena de gasto. No hay ninguna satisfacción en
habernos acostumbrado a necesitar más cosas cada día.
El
consumismo no nos acerca a la felicidad, sino que nos aleja de ella.
La psicología muestra que nuestro bienestar se basa en la
autorrealización personal y en el desarrollo de nuestras propias
capacidades e ilusiones, que es lo que nos lleva a sentirnos
satisfechos con lo que somos y hacemos. Nos muestra también que las
personas somos más felices en la medida en que es más amplio el
abanico de intereses y actividades con las que disfrutamos. Pues
bien, el consumismo cierra totalmente este abanico, convirtiendo el
consumo en casi la única actividad de quienes creen que pasarlo bien
significa, inevitablemente, comprar y gastar dinero.
Los
datos más recientes sobre este tema resultan muy esclarecedores.
Desde hace veinte años estamos desarrollando un amplio estudio sobre
los factores psicológicos y sociales relacionados con la adicción a
la compra y el consumismo, mediante la aplicación de un cuestionario
específico (FACC-II) y otras técnicas.
En
estos años, ha sido posible conocer datos de una muestra muy amplia
de personas de distintas nacionalidades y edades. Una de las
conclusiones más relevantes de este estudio es que la característica
psicológica más destacada de quienes tienen los comportamientos de
compra más excesivos y descontrolados (los que denominamos “adictos
a la compra”) no es tanto la impulsividad —como inicialmente se
suponía— como la insatisfacción y la tristeza vital. Son personas
que buscan en la compra los alicientes y las ilusiones que les faltan
en su vida ordinaria. Cuanto más adicta a la compra es una persona,
mayor es su nivel de insatisfacción personal y más reconoce que su
vida es muy distinta de lo que les gustaría.
Están atrapados en un
círculo vicioso, tratando de buscar en la compra el alivio a la
sensación de vacío que su propio consumismo les provoca.
Este
estudio muestra también que los casos más graves de adicción a la
compra son solo manifestaciones extremas de un problema general, y
que entre el consumidor adicto a la compra y el consumidor medio
existe una diferencia cuantitativa pero no cualitativa. A todos nos
rodean permanentemente estímulos que nos incitan a consumir como
forma de encontrar satisfacción y felicidad. Estamos, pues, en una
sociedad adicta al consumo y, por ello, insatisfecha.
Es
esta “insatisfacción del consumismo” la que provoca que los
ciudadanos de las sociedades más avanzadas, a pesar de su nivel de
vida, tengan más problemas psicológicos y sociales, y que en ellas
la depresión y la ansiedad se hayan convertido en una epidemia.
Este
modelo de desarrollo consumista es el que se está exportando a todo
el mundo como el único posible. Un modelo que, además de tener
catastróficas consecuencias medioambientales, destruye los valores
sociales y personales más positivos, y nos aleja del bienestar
psicológico.
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