VANLIFERS, NÓMADAS POR DESTINO
Se identifican con el término “nómada digital” y recurren a las
tecnologías para poder trabajar desde cualquier punto del planeta. Gonzalo
Ahijado y la familia Ligrones explican cómo se vive en una furgoneta.
A Gonzalo Ahijado no le faltan anécdotas que incluir en su biografía. Ha cruzado una docena de países pedaleando en bicicleta. Ha hecho vivac en entornos naturales de diversos territorios, con el cielo estrellado a modo de techo. A sus espaldas se agolpan cientos de kilómetros recorridos en moto, en contacto con el viento y, a veces, también con la lluvia. En una de sus travesías por Europa, pasó la noche con la aterradora sospecha de que había un oso rondando su tienda de campaña. “Necesitaba usar el baño, y no me atrevía a salir. Ahora, siempre llevo conmigo un cubo de emergencias, por si acaso”, recuerda entre risas. En otra ocasión, durmió en una zona en la que aún quedaban restos de minas antipersona de la guerra de Bosnia. Barba pelirroja y mirada despierta. Ha transformado su día a día en un viaje sin fecha de regreso, a la vez que comparte sus experiencias en las redes sociales bajo el apodo de Gonzaventuras.
Una operación del corazón le hizo percatarse de que no
estaba exprimiendo la vida al máximo, aunque después no se volcó en cambiar su
situación. “A medida que fui creciendo, entendí que estaba encaminado a seguir
la norma: conseguir un empleo, buscarme una novia y comprar un coche y una
casa; para poder disfrutar de mi libertad un único mes al año. Hay personas a
las que este sistema les hace felices, pero no a mí”, expone. Ahijado proviene
de La Losa, un pequeño municipio segoviano de escasos 500 habitantes en el que
no se sentía comprendido en sus inquietudes por escapar de Matrix. “No estudié
una carrera que me llenase. Sencillamente, terminé Informática porque era la
opción que tenía más cerca, y no me podía permitir otra alternativa”, admite.
Dichas circunstancias se sumaron a otras ─un accidente en la pierna que lo tuvo
inmovilizado durante medio año, periodo en el que se aficionó a programas
televisivos como “Callejeros Viajeros”─, y a los 21 años abandonó el hogar
familiar para poner rumbo a Londres. Acababa de rechazar una oferta de trabajo
de oficina como diseñador web.
Se identifica con el término “nómada digital”, ya que vive
en constante movimiento y recurre a las tecnologías para poder trabajar desde
cualquier punto del planeta. Asimismo, le gusta explorar medios de transporte
diferentes: “Si viajase siempre de la misma forma, incluso esta aventura personal
se acabaría convirtiendo en monotonía”, matiza. Actualmente lleva una larga
temporada viviendo en el espacio de tres metros cuadrados que le ofrece su
furgoneta. Esta filosofía vital a la que se ha acogido se denomina vanlife, cuya traducción es “vida en la
furgoneta”. En ella está presente el inconformismo que ya promovía la
generación hippie de la década de los setenta. “Hay una tendencia a idealizar
la vida itinerante y a no ver más allá de lo que se muestra de cara al público
en las redes. En mi caso, no dispongo de ducha dentro de la furgo, y ni tan
siquiera tengo un baño o una cocina cómoda. A menudo debo renunciar a ciertos
privilegios y gastar lo menos posible”, aclara.
Uno de los aspectos más difíciles de manejar para Ahijado es
la soledad. Se lanzó a viajar en solitario con la motivación de hacer lo que le
apeteciese, independientemente de si alguien le seguía o no. “Cuando más solo
me siento es cuando visito sitios turísticos y veo a las personas acompañadas
de sus seres queridos. En cambio, me fascina la sensación de estar en la cima
de una montaña o en una playa vacía, donde se escucha el sonido de las olas”.
La incertidumbre no es un sentimiento inusual cuando se trata de romper con las
ataduras. “Hace mucho tiempo que no me asiento en un lugar fijo, y hay veces en
las que extraño echar raíces y tener un grupo estable con el que reunirme todos
los fines de semana. Siento que no soy de ninguna parte, y esto puede resultar
duro emocionalmente. Aun así, en este momento estoy satisfecho”.
La felicidad,
profesión frustrada
Cuando echa la vista hacia el futuro, a este viajero no le
sorprendería verse pasando su vejez en una furgoneta. “Una de las razones por
las que elegí hacer esto es porque quería aprovechar mientras soy joven.
Llegado a cierta edad, me imagino retirado en paz en una casita de campo, con
mi huerto y mis comodidades. No obstante, si sigo recorriendo el mundo cuando
sea anciano, tampoco me extrañará”, declara con una sonrisa. En su lenguaje,
ser feliz equivale a poder hacer libremente aquello con lo que sueña.
En relación con esta cuestión, un informe del 2019 de la
Compañía de Investigación de Mercados (IPSOS) acerca del nivel de felicidad
global en el que se analizaron los datos de 28 países, sitúa a España en
penúltima posición mundial y última en Europa; con un 46% de población feliz.
Territorios como Australia, Canadá, China y Estados Unidos encabezan la lista.
En el caso de la población española, el dinero no es sinónimo de plenitud. En
cambio, factores como la salud (58%), los hijos (51 %), la relación con la
pareja (48%), otorgar sentido a la vida (42%) y la seguridad personal (45%), sí
que hacen felices a los españoles.
Un equipo de cuatro
En su búsqueda de la felicidad, la familia Ligrones en Ruta
optó por reinventarse. Carla Martínez, junto a su pareja David González y sus
dos hijos, Roberto y Greta ─de siete y cinco años, respectivamente─ abandonaron
su hogar físico en Tenerife el pasado 2018. Hoy en día, su casa es allá donde
vayan con su furgoneta. “Nuestra idea original era viajar por la península para
conocer escuelas alternativas y otros modelos de educación fuera de Canarias.
Esto se acabó convirtiendo en nuestro estilo de vida”, manifiesta la madre.
Martínez ha sido alumna hasta los 35 años, centrada en su doctorado en el
ámbito de la investigación. A pesar de que le gusta la ciencia, pronto se dio
cuenta de que realmente no le apasionaba. Con su tesis pendiente de corrección
y un contrato vencido, tuvo el impulso definitivo para apostar por esta
iniciativa. Afortunadamente, todos ellos contaron con el apoyo de sus
familiares y amigos.
Respaldados por sus ahorros, se atrevieron a descubrir qué
dirección querían tomar y cómo hacer de sus habilidades una fuente de ingresos.
Algunos de los proyectos en los que se sustentan son Gecko Camper
─asesoramiento electromecánico y de camperización y elección de furgonetas vía
llamada de voz o vídeo, gestionado por David─, la venta de cuadernos de piel
artesanales o el servicio de orientación Comunidad Planeta Worldschooling, de
la mano de Carla. A su vez, esta familia divulga en línea cómo es su rutina
diaria on the road.
Lecciones sobre el
mundo, en el mundo
En cuanto a la formación que reciben los pequeños, esta
familia se decanta por la educación autodirigida. “No se sigue un currículum
preestablecido, sino los propios intereses de los niños, a los que se les
invita a reflexionar. Se les ofrece la oportunidad de que jueguen,
experimenten, sean parte de las tareas cotidianas e intervengan en la toma de
decisiones conjuntas”, aclara Martínez. Este sistema se conoce como unschooling, todavía poco implementado
en España. Por otra parte, la vertiente worldschooling
acoge a todo tipo de pedagogías, y en ella se prioriza la libertad educativa.
“Es una extensión del unschooling. Se
adquieren conocimientos mediante el contacto directo con personas de culturas
diversas, gastronomía, transportes, paisajes, elementos de la naturaleza, etc.”
A lo largo de estos viajes, los menores han desarrollado
destrezas que no se suelen impartir en el modelo educativo convencional, como
la socialización con personas de cualquier contexto o las operaciones
matemáticas con el dinero en situaciones reales. Igualmente, estos padres han
procurado fomentar la curiosidad de los niños para que estos nunca pierdan el interés
por lo que les rodea. “Cuando yo no alcance a enseñarles sobre alguna materia
más avanzada, buscaré conocidos o profesionales que les ayuden; porque la
autorregulación no significa nunca dejar a los hijos a su suerte”, argumenta.
Martínez concibe la vanlife
como una manera de estar, y de ser. El presente instantáneo. En mitad de su
explicación, comenta asombrada que se le ha cruzado un murciélago. “Ahora mismo
son las doce de la mañana en México, ¿qué hace aquí?”, ríe. “Para mí, la
furgoneta no es un fin, sino un medio que nos permite hacer lo que nos gusta en
este momento. Cuando hablo de libertad, se me viene a la mente poder escoger
cómo vivir, desde la coherencia y respeto”, concluye.
Acampando en las
redes
Los Ligrones en Ruta son miembros de la comunidad virtual de vanlifers que ha cobrado fuerza en
internet. En esta línea, la revista Furgosfera se ha consolidado como el primer
medio de comunicación cámper; cuyo objetivo es el de visibilizar al colectivo
del turismo itinerante. Su editor es Albert Sedó, diseñador gráfico y amante de
las furgonetas: “Quería hacer un cambio en mi vida, y se me ocurrió viajar de
mochilero por mi cuenta. Dejé mi empleo y vendí todas mis pertenencias para
comprarme un billete sólo de ida a Bangkok, Tailandia. Allí conocí a Noemí, mi
actual socia, y dimos los primeros pasos en este proyecto”.
Sedó reivindica el concepto de las furgonetas como cultura y
movimiento social que las personas han ido incorporando progresivamente en su
manera de vivir. Además, señala que la vanlife está asociada con la naturaleza
y con deportes como escalada, ciclismo, windsurf, senderismo o surf, entre
otros. Dichas disciplinas tienen las furgonetas como elemento común.
Fin
de año en el fin del mundo (video)
En su discurso, Sedó hace referencia al vínculo de este
vehículo con la cultura slow, corriente que promueve
desacelerar el ritmo de cualquier actividad humana por muy banal que sea. Desde
Furgosfera se potencia el lado positivo de esta modalidad de turismo cada vez
más frecuente entre la población española; y se hace un llamamiento a la
protección de los derechos y la seguridad de aquellos enamorados de llevar su
casa a cuestas.
En route hacia la
camperización
Jaime Monsalvo, propietario de la empresa de mantenimiento y
camperización Kangaroo Campers en Madrid, afirma que una furgoneta óptima para
vivir a largo plazo debería incluir nevera, aguas limpias y sucias ─fregadero─,
ducha interior o exterior y baño; así como una cama independiente del salón y
la cocina. Respecto al coste promedio de realizar estas adaptaciones que
garanticen la habitabilidad, Monsalvo comenta que para una furgoneta grande
completa podría alcanzar los 20.000-30.000 euros ─dependiendo de los accesorios
extras─; y una de tamaño pequeño podría requerir una inversión inicial de
5.000-6.000 hasta 15.000-20.000 euros.
No obstante, este profesional asegura que hay múltiples
alternativas de segunda mano aceptables, por lo que no siempre es necesario
adquirir una furgoneta a estrenar. “Depende de si la furgoneta va a ser el
único vehículo en el que te muevas a diario; puesto que su tamaño influye a la
hora de acceder a parques, garajes, centros comerciales o llevarla a hacer la
compra”, añade. Cuando se le pregunta si se animaría a probar la vanlife alguna vez, su respuesta es
firme. “Me da mucha envidia. Pienso en ello muy a menudo, y estoy convencido de
que algún día yo también lo haré”.
https://www.elsaltodiario.com/laboral/vanlifer-furgoneta-nomadas-destino
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