TERRITORIO LIBRE DE OLIGOPOLIO ELÉCTRICO
La luz al final de túnel. A veces sale de un momento cotidiano.
En el verano de 2023 hay cosas que no están en discusión,
aunque desde luego la forma de llevarlas a cabo sí que es cuestionable. Es muy
difícil encontrar argumentos para estar en contra de un proceso que, en teoría,
tiene como fin eliminar las fuentes de energía más sucias para ayudar a remar
hacia un mundo donde la temperatura no ascienda: la transición energética. El
problema es que esa transformación, según se concibió por los mundos
peninsulares, y siguiendo una larga tradición de cultura del pelotazo y de la panoja para
los de siempre, no se planteó como un proceso ni justo, ni democratizador ni
empoderante de la sociedad civil.
Aquí han pasado cosas de traca. De traca mayor. El impuesto al sol, por ejemplo. ¿Se acuerdan? Fue una idea del exministro José Manuel Soria, por supuesto antes de que fuese forzado a dimitir de todos sus cargos por mantener una red de empresas en paraísos fiscales. Su genial iniciativa tuvo dos consecuencias tan simples como trascendentales: el oligopolio eléctrico pudo seguir forrándose —aún más, se entiende— y la población española no pudo instalar equipos solares para autoabastecerse de energía.
Qué es eso de que la gente se pueda independizar de los cinco de siempre, que pueda abaratar su factura mientras hace un mundo un poquito mejor. Aquí a apoquinar.Justo tampoco es el actual modelo de transición energética,
no nos mintamos. Aunque la barbaridad que supuso el impuesto al sol haya sido
derogada, no es menos cierto que en España este proceso sigue en manos de los
de siempre, ahora con nuevos amigos, véase fondos de inversión y capital con
ganas de beneficio fácil sin escrúpulos. Algunos de estos están en manos de los
otros cuatro habituales. ¿Green Capital Power es quien monta los molinos del
pueblo? Pues es filial de Capital Energy, el de La Sepulvedana, exyerno de
Florentino. ¿Es Forestalia? Diga mejor Blackrock, el mayor fondo de inversión del mundo.
Que las zonas rurales de medio país estén en pie de guerra
contra la invasión de macrocentrales eléctricas en forma de molinos y “huertos” solares (no nos
vacilen, que las placas solares no son puerros) solo porque sus tierras son
baratas y en ellas es difícil organizarse para luchar contra multinacionales
energéticas da tanta rabia como pena. Y que un Gobierno que acaba con el
impuesto al sol saque leyes a pedir de boca del oligopolio para acelerar los
trámites de la instalación de parques eólicos, solo porque miles de personas se
han puesto manos a la obra para intentar frenar —vía alegaciones a proyectos y
otras medidas— el enésimo ataque del capital industrial urbano al disgregado
entorno rural da más rabia que pena.
Claridad entre la bruma
Pero siempre hay luz al final de túnel. Y esa claridad a
veces sale de un momento cotidiano; en el caso que nos ocupa, “entré unos cafés
y unas cañas”. Enrique Martín es uno de los muchos promotores que ha tenido un
proyecto tan bonito como inspirador. Relata orgulloso cómo de una quedada de
vecinos nació un proceso que ha devenido en el mayor barrio solar de España.
Ahí es nada. Se llama La Pablo Renovable, está en Rivas-Vaciamadrid y es la unión
de 512 viviendas, de un total de 939 que hay en el barrio, para crear un
autoconsumo fotovoltaico con capacidad de generar casi 1 MW de potencia. En
realidad son 40 autoconsumos conectados en red que evitarán enviar 263
toneladas anuales de dióxido de carbono a la atmósfera.
El detonante fue el “atraco eléctrico que se estaba viviendo
entonces”, como lo define, en referencia al brutal aumento del precio de la
electricidad que comenzó en 2021. A facturas exageradas se unió la sensibilidad
por la problemática climática y ambiental, y, como relata, “de una crisis se
vio una oportunidad estupenda”, pues, cuenta, “ver cómo se están aprovechando de
ti, que es una injusticia, supone toda una motivación”.
Dijeron el viejo “hasta aquí hemos llegado”, aunque no fue
fácil. Por el camino, un buen puñado de reuniones— primero informales, más
tarde de juntas de vecinos—, talleres, llamadas y todo tipo de tareas de
divulgación y asesoramiento, para lo que contaron con una vieja conocida del
mundillo del autoconsumo, la
cooperativa Ecooo. Llegaron a buzonear trípticos e hicieron hasta un vídeo
para convencer a más familias (del barrio y del mundo).
Hay muchos ejemplos, el de La Pablo Renovable, aunque
remarcable por su dimensión, es uno de tantos proyectos que están naciendo al
calor de otra transición energética. “La ciudadanía debemos reaccionar y poner
en marcha soluciones; tenemos las herramientas”, defiende Martín. Y eso que aún
falta afinar la legislación, con un real decreto de Comunidades Energéticas aún
en tramitación.
Así que, sí, se puede abandonar al oligopolio eléctrico,
aunque tenga su dificultad y su buena dosis de trabajo. Al ejemplo de La Pablo
le siguen y preceden muchos otros. Solo hay que ponerse a ello.
Ah, si tienes ganas de montar una comunidad energética en tu edificio, un dato y consejo de parte de Enrique. El dato: con que un tercio del vecindario esté de acuerdo ya se puede montar una instalación de autoconsumo; así lo respalda la ley de Propiedad Horizontal. Y el consejo: “Lo que no hay que hacer nunca es ir a las bravas a una junta de propietarios a proponerlo”.
Infórmate, júntate con algunos vecinos, monta un grupo de WhatsApp, una lista
de correo… algo que os permita compartir información y organizaros. Divulga tu
proyecto y convence, los argumentos son obvios y claros. Solo
entonces, ve a tu junta de vecinos. Sabemos que, tras miles de años de
evolución, al común de los mortales aún le falta mucha práctica para mantener
asambleas con buenas prácticas de habla y escucha.
https://www.elsaltodiario.com/camino-paraiso/territorio-libre-oligopolio-electrico
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