ANTES DEL COLAPSO
UNA GUÍA PARA EL OTRO
LADO DEL CRECIMIENTO
¿Por qué colapsan las sociedades, los ecosistemas, las empresas y las amistades? ¿Cómo cabe lidiar con un fenómeno como el colapso que es de suyo súbito e inesperado? ¿Puede evitarse el colapso? El libro publicado por el profesor de la Universidad de Florencia Ugo Bardi (1952) se articula en torno a esta preocupación: cómo pensar los colapsos y, sobre todo, cómo hacerles frente.
La idea fundamental, que funcionará como el
eje vertebrador del libro, será aquello que dijo Séneca acerca del colapso en
una de sus cartas a Lucilio: “Consuelo sería para nuestra debilidad que las
cosas pudiesen restablecerse tan pronto como quedan destruidas; pero sucede lo
contrario: el desarrollo es lento y rápida la ruina”.
El profesor Bardi introduce una forma que los seres humanos tenemos de conocer el mundo y evitar el colapso del que habla Séneca: la construcción de modelos que nos permiten hipotetizar sobre escenarios futuros y actuar en consecuencia. Estos modelos pueden ser relativamente exactos, en especial cuando se ponen a prueba empíricamente; pero también es bastante sencillo que resulten equívocos.
Según las investigaciones clásicas, hay dos
maneras de construir estos modelos: de arriba-abajo y de abajo-arriba. La primera
consiste en observar el comportamiento de un sistema y construir un modelo
sobre él; mientras que la segunda involucra separar el sistema en subsistemas
para estudiar su comportamiento y, posteriormente, construir un modelo
comprehensivo. Ambas estrategias son falibles, lo que hace recomendable que no
les pidamos más de lo que pueden dar.
Es evidente que los modelos tienen limitaciones a la hora de
sugerir explicaciones sobre el futuro, pero esto no implica que no cumplan su
función; de hecho, necesitamos modelos que sean sólo lo suficientemente buenos
como para dotarnos de bases sobre las que actuar; no hay necesidad de buscar
modelos perfectos.
Ahora bien, una característica crucial de los sistemas
complejos señalada por el profesor Bardi es su paso por puntos de
inflexión o tipping point ; en ellos, los sistemas sufren
alteraciones rápidas y no previsibles por nuestro conocimiento sobre su pasado.
Algunos de los puntos de inflexión más inquietantes con los
cuales actualmente nos estamos enfrentando afectan al cambio climático (“eructo
de metano” por deshielo del permafrost, pongamos por caso). El discurso público
a menudo ha ignorado estas cuestiones, por lo que no disponemos de claves
generales sobre cómo los gobiernos alrededor del globo planean enfrentarlo.
Aquí intervienen una serie de errores y sesgos cognitivos
que aparecen cuando los seres humanos nos enfrentamos con la incertidumbre que
el futuro conlleva: (1) un sesgo representativo que nos lleva a juzgar en base
a estereotipos, (2) disponibilidad de experiencia limitada y (3) el anclaje de
nuestros juicios a datos limitados independientemente de su significado.
Además, el pensamiento grupal juega un papel importante, y suele hacer a las
personas más falibles en sus creencias de lo que serían individualmente, al
cambiar su comportamiento para amoldarse al grupo.
El resultado de esta actitud hacia el cambio climático y
otros problemas actuales es la propensión a ser demasiado optimistas y a
desestimar de forma imprudente modelos que nos resultarían útiles. El profesor
florentino desarrolla las ideas básicas de la ciencia de sistemas complejos, un
enfoque que nos aproxima a la comprensión de sus colapsos, que llegarán antes o
después. En efecto, Bardi insiste en que “el colapso no es un error, es un
rasgo característico” de los sistemas complejos en el Universo que habitamos.
Los sistemas complejos son entidades formadas por subsistemas que interactúan entre ellos de maneras que no pueden ser recogidas a través de una sola ecuación, sino que necesitan modelos más complejos. El rasgo esencial de los sistemas complejos es el estar dominados por relaciones de feedback (realimentación): como reacción ante una perturbación externa, los sistemas complejos tienden a amplificar sus efectos (feedback positivo) o bien a mitigarlos estabilizando el sistema (feedback negativo). Este fenómeno es inseparable de los sistemas complejos en tanto remite a la “tendencia de los elementos de un sistema a influirse mutuamente.
Los cambios
en un elemento generados por una perturbación afectarán a los demás elementos
del sistema”. Esta complejidad implica la incapacidad de predecir el
comportamiento de los sistemas complejos al modo de la física clásica, que
predice el movimiento de sus objetos con ecuaciones simples (por ejemplo en la
gravedad newtoniana). Los sistemas complejos “nunca se detienen, están en
constante cambio porque están vivos, en el sentido de que rebosan de energía”.
Los sistemas complejos tienen estados atractores:
un conjunto particular de sus parámetros al cual tienden siempre, tendencia
denominada homeostasis. Sin embargo, como resultado de
perturbaciones externas y de fenómenos de feedback, un sistema
complejo puede llegar a un tipping point y comenzar a
“desplazarse” para luego estabilizarse en un atractor diferente. En algunos
casos, esto corresponderá a una complejidad mucho menor que el atractor previo,
caso en que nos encontraríamos frente a un fenómeno de colapso. De hecho, Bardi
define el fenómeno del colapso precisamente como “una transición de fase que
lleva a un estado de complejidad reducida, típicamente rápido y abrupto”.
Esta tendencia al colapso rápido y abrupto se relaciona con
el principio de producción máxima de entropía: la energía tiende a
disiparse de forma muy rápida, hecho que origina colapsos. Se trata del
resultado de la estructura interconectada de los sistemas: “en un colapso, cada
elemento que comienza a moverse en una determinada dirección arrastra a otros
elementos con él, y el resultado es una cascada de efectos que van todos en la
misma dirección”. De esta forma, parece darse una confabulación entre los
distintos elementos de estos sistemas para producir, en una precipitación de
eventos, el colapso de la red interconectada que constituye el sistema.
Aquí hay que insistir en una de las ideas fundamentales del
libro del profesor Bardi: el colapso no es un fallo sino una característica
intrínseca de los sistemas complejos. La interconexión puede llevar a que, como
resultado del impacto de una perturbación sobre uno o algunos de sus nodos, la
red entera colapse. Así, el desarrollo de los sistemas complejos responde a
menudo a lo que el profesor Bardi denomina el modo Séneca (ver
el fascinante blog The
Seneca Effect): se trata de un proceso asimétrico, donde el crecimiento
es lento y el declive muy acentuado.
Pero ¿y si un sistema de hecho colapsa? ¿Está perdida toda
esperanza? El colapso implica el paso a un estado de complejidad menor, pero no
necesariamente la absoluta destrucción del sistema en cuestión. De este modo,
puede aún haber “vida tras el acantilado”: un nuevo proceso de crecimiento tras
el colapso, o lo que el autor denomina “la revancha Séneca” reflejada en
el modelo de Lokta-Volterra. Este modelo se diseñó para explorar
las relaciones entre las poblaciones de presas y depredadores, pero, según nos
dice Bardi, puede ser útil para pensar la existencia de ciclos sucesivos de
crecimientos y colapsos en diferentes tipos de sistemas.
De hecho, este modo de comportamiento suele darse más bien
en sistemas complejos como sistemas económicos, aunque no tanto para los
sistemas naturales; una de las dificultades para un nuevo crecimiento pasa por
el hecho de que el colapso, a menudo, viene producido por el agotamiento de los
recursos que habían permitido el crecimiento original. Lo que este modo nos
enseña es que el colapso no es definitivo: puede no suponer un punto final.
Los rudimentos de ciencia de sistemas complejos que Bardi
desarrolla pueden ayudarnos a pensar el estado y el destino de nuestra
civilización como el de un sistema complejo entre muchos otros que, por ende,
puede colapsar. De modo evidente, hay un estado de cosas que apunta a este
desenlace, más grave y continuado en el tiempo que los desastres naturales: el
cambio climático y la crisis de los recursos energéticos. Respecto a la crisis
energética, como dice Bardi, a corto plazo “el problema es cómo encontrar los
recursos financieros necesarios para mantener la producción energética al menos
tan estable (en términos energéticos) como la década pasada”, debido, por un
lado, a la falta de demanda y, por otro, al agotamiento del petróleo.
Este tipo de crisis presenta las condiciones idóneas para
las guerras y la violencia concomitante, así como hambrunas, epidemias y
despoblación, desencadenando lo que Bardi llama un Séneca Crunch:
la suma de factores negativos que desembocan en el colapso de un sistema. Este
hecho evidencia lo frágil del terreno de juego donde nos movemos: la
disponibilidad de recursos o los efectos del cambio climático pueden ejercer
una presión suficiente sobre los sistemas complejos que son nuestras sociedades
como para precipitarnos por un acantilado de Séneca.
¿Cabe alguna duda de que actualmente nos encontramos frente
a un colapso de tipo Séneca? Según Orlov, hay cinco etapas del colapso de una
civilización: (1) colapso financiero; (2) colapso comercial; (3) colapso
político; (4) colapso social y (5) colapso cultural. Hoy en día, son evidentes
fenómenos propios del colapso financiero y comercial de 2008 y observamos
algunos síntomas del colapso político, como la desconfianza en la clase
política o la polarización de la sociedad. De este modo, provistos de la
esperanza como herramienta indispensable, la pregunta fundamental que debemos
hacernos puede que sea: ¿cómo gestionamos el colapso?
Una respuesta rápida a esta pregunta es la solución
instintiva de muchos políticos y empresarios ante cualquier problema ecosocial:
“debemos financiar más investigación” cuyo paradigma es la posibilidad de
generar energía barata virtualmente infinita. Si bien actualmente este tipo de
proyectos, como los reactores de fusión nuclear, están aún en una fase de
investigación muy temprana, el autor florentino se permite cierto grado de
especulación, considerando la posibilidad de una máquina minera universal o del
envío de contaminación al espacio (con energía infinita ninguna propuesta
parece ser demasiado descabellada).
Sin embargo, Bardi recuerda que ya en 1972 el clásico
estudio The Limits to Growth mostró que, incluso con energía
infinita disponible, el colapso del sistema industrial mundial terminaría
sucediendo por una combinación de factores tales como la sobrepoblación, el
agotamiento de los recursos y la contaminación. En pocas palabras: el problema
no es la energía, sino la presencia de límites inevitables al desarrollo
humano.
Para gestionar adecuadamente los colapsos en un mundo con
límites es necesario desarrollar un conocimiento profundo de los sistemas
complejos y también haber alcanzado cierto equilibrio de poderes entre los
actores relevantes que garantice la paz. Necesitamos, por ponerlo en palabras
de Donella Meadows, pensar de forma sistémica (Meadows Pensar en
sistemas, 2022): la caída por el acantilado de Séneca más
cercano y el posterior impacto, que parece ser el de la crisis ecosocial
inminente, solo pueden mitigarse mediante un pensamiento global y actuación
local que comprenda la posición de los individuos en el ecosistema terrestre y
permita trazar un plan de acción colectiva que asegure la cooperación masiva y
nos ponga a la altura del riesgo.
En suma, la homeostasis del sistema no debe darse por
sentada, y solo una acción conjunta, fruto del pensamiento sistémico, servirá
para mitigar la amenazadora caída por el acantilado de Séneca. Para Bardi,
según determinados ejemplos históricos, esta acción tiene tres requisitos: (1)
usar solo recursos abundantes, (2) usar tan poco como sea posible, y (3)
reciclar compulsivamente. Además, esta estrategia favorece también el llamado
“rebote de Séneca”, que implica una oportunidad para imaginar una estructura
diferente para el sistema como, según propone Bardi, un modelo de economía
circular que revitalice la agricultura sostenible y la artesanía, rechazando
fines militares.
En cualquier caso, si Bardi nos enseña algo es que no se
puede predecir el futuro y que, si bien no podemos evitar el colapso, sí
podemos al menos tratar de colapsar mejor. Before the Collapse (Antes
del colapso, sí, pero también ante el colapso) es una buena
guía para esa singladura, y se agradecen los frecuentes toques de humor con que
el autor desdramatiza su materia de estudio, en sí misma —no hace falta
insistir sobre ello— muy dramática.
No hay comentarios:
Publicar un comentario