El sistema
económico que domina en el mundo actual no hace más que forzar a la
gran mayoría de la humanidad a vivir con indignidad y pobreza.
Además, amenaza todas las formas de vida, incluso la vida misma.
España es hoy, por desgracia, un buen ejemplo.
El hecho de que
se haya llegado a un punto en que son más las personas que mueren
por suicidio que por accidentes de tránsito, nos lleva a plantearnos
una pregunta fundamental: estos suicidios ¿son realmente suicidios,
o son asesinatos de un sistema económico perverso?
¿Y por qué es
perverso el sistema económico imperante? La economía,
contrariamente a lo que nos cuentan, no es una ciencia. Es una
disciplina cuya función es construir modelos matemáticos que
pretenden interpretar y representar los procesos del mundo en que
vivimos. Y es tal la adhesión a dichos modelos, que cuando las
políticas económicas que se implementan basadas en ellos no
funcionan, no es porque el modelo esté mal, sino porque la realidad
hace trampas. Así, pues, no importa lo que ocurra, siempre se vuelve
a insistir en lo mismo. Es siempre más de lo mismo lo que resuelve
los problemas.
Si la economía
fuese una ciencia, los economistas actuarían como científicos. Vale
decir que, si se constata que una teoría o modelo no funcionan, de
inmediato se los descarta para buscar otras alternativas. Pues eso es
exactamente lo que el economista no hace. Y como resultado tenemos un
mundo manejado por políticos, asesorados por economistas que no
conocen ni entienden la realidad.
La economía
convencional (mainstream) se sustenta en teorías neoclásicas, de
fines del siglo XIX, que se basan en una cosmovisión mecánica. Ello
implica que lo único que persigue son metas cuantitativas
representadas por el crecimiento medido a través del Producto
Interno Bruto (PIB), que se ha convertido en el indicador fundamental
para todos los países y se ha transformado en un fetiche que, a
estas alturas, está haciendo mucho daño.
Puesto que el
mundo no es mecánico, como supone la economía neoclásica, sino
orgánico, como lo entiende la economía ecológica, no hay que
sorprenderse de que la disciplina tal como se la enseña, crea
economistas que no entienden el mundo real. Por lo tanto, es
imposible para ellos percibir la trascendencia de la interconexión
inseparable entre economía, naturaleza y sociedad.
Los fundamentos
de la economía dominante se componen de tres principios peligrosos.
Primero, la
obsesión del crecimiento infinito con incrementos exponenciales del
consumismo. Segundo, el supuesto de las externalidades, que niega la
responsabilidad de los procesos económicos, con todos sus efectos
negativos. Tercero, la aberración macroeconómica de contabilizar la
pérdida de patrimonio como incremento del ingreso.
Cada uno de
estos principios puede generar efectos negativos; pero los tres
juntos pueden resultar devastadores tanto para la naturaleza como
para la sociedad.
A la incapacidad
de comprender el mundo real, hay que agregar la notable arrogancia de
los economistas convencionales. En el momento de escribir estos
comentarios me encuentro con un artículo que analiza un libro
recientemente editado por el profesor español Ignacio
Palacios-Huerta. El articulista manifiesta que es cierto que esta
profesión (la economía) no previó la crisis financiera de 2008,
pero aun así el editor escribe en la introducción que “los
economistas saben más sobre las leyes de las interacciones humanas,
y han reflexionado más profundamente sobre ellas y con mejores
métodos que cualquier otro ser humano.’ Es bueno saber que la
filosofía, el derecho, la psicología, la sociología, la
antropología, la medicina, y tantas otras, están de más. Para qué
recurrir a ellas si basta con preguntarle a un economista.
¿Y cómo y por
qué se ha llegado a esta situación tan absurda, en que una
disciplina decimonónica ha llegado a convertirse en una
pseudoreligión que maneja un mundo que no entiende y cuya ignorancia
se oculta detrás de dogmas que han logrado lavarle el cerebro a gran
parte de la humanidad? Las inconsistencias y fracasos de la economía
han ocurrido, y siguen ocurriendo, porque el propósito fundamental
de la disciplina es cumplir la función de defender el statu quo de
la riqueza y el poder.
Frente a una
religión perversa, la herejía es buena para la salud.
Una
enseñanza no tóxica de la economía
No se pueden
esperar cambios significativos en la economía a menos que su
enseñanza experimente una profunda transformación. Los modelos
económicos que fueron dominantes en diferentes épocas fueron
aquellos que fortalecieron el statu quo de una sociedad injusta; y
por otra parte, que para que la economía tuviese la autoridad
suficiente para imponer sus propuestas, debía aparecer como una
ciencia exacta. Esto último se consiguió mediante el uso y el abuso
de las matemáticas, como resultado de cierto complejo de
inferioridad por parte de los economistas del siglo XIX, puesto que
no eran físicos. Esta es la razón por la que nunca se admite que
los modelos económicos están equivocados. Si no funcionan, no es
debido a un fallo en el modelo, sino porque la realidad juega sucio.
“Si la teoría no se ajusta a la realidad, olvida la realidad”.
Todo esto es, sin duda, resultado de la manera en que se enseña
economía en las universidades.
Ahora bien, si
queremos cambiar algo, primero debemos comprender los orígenes de
aquello que queremos cambiar. El neoliberalismo, vástago de la
economía neoclásica, se ha convertido en la ideología política
que domina casi todos los departamentos de economía de nuestras
universidades. De hecho, fue en las universidades donde se originó
el neoliberalismo, y allí se continuó promoviendo con entusiasmo
como la única definitiva y respetable escuela de pensamiento
económico. La evidencia de que, especialmente durante 2008 y 2009,
la doctrina neoliberal no solo estaba equivocada, sino que además
era nociva, parece no alterar a aquellos que aún controlan la
inmensa mayoría de los departamentos de economía.
Hoy, después de
las bancarrotas y las crisis que han sido la consecuencia de la
ignorancia y la ceguera ante el mundo real, hallamos economistas cuyo
argumento es que simplemente debemos diseñar mejores modelos. No se
dan cuenta que la única manera de lograr una mejor comprensión de
la realidad es revalorizando una vez más la historia económica y la
historia del pensamiento económico. En otras palabras, necesitamos
volver a contar con economistas cultos.
De un
mundo bipolar a una conciencia global
Lo que tenemos
son dos mundos paralelos. Uno centrado en la política, la
competencia, la codicia y el poder, que parece tener todo bajo su
control; y otro interesado en la equidad, el bienestar, el respeto
por la vida y la solidaridad, que no controla nada, pero que crece y
se expande como un imparable movimiento subterráneo de la sociedad
civil. El primero, a pesar de su abrumador poder y presencia es,
debido a su rigidez, puro dogmatismo y fetichismo del crecimiento,
vulnerable e insostenible, como lo demuestran sus crisis cada vez más
profundas; mientras que el segundo, debido a su dispersión, a su
diversidad, a su feroz independencia y a su caótica estructura, no
puede ser descabezado ni puede colapsarse.
La existencia de
estos mundos paralelos revela que nos estamos desplazando, o al menos
intentando hacerlo, de un mundo de poder e individualismo a uno de
solidaridad y comunidad. Por todas partes surgen respuestas a los
desastres ecológicos y a todas las manifestaciones del sufrimiento
humano. La necesidad de un cambio radical del modelo económico
dominante sustenta a todos los componentes del movimiento.
A pesar del
vigor con que crece este inmenso movimiento subterráneo, a menudo
escuchamos comentarios de que el ecologismo, y más ampliamente una
nueva economía, han fracasado como movimiento y están muertos. De
hecho, lo que es cierto es lo opuesto. Tarde o temprano todos seremos
ecologistas, como consecuencia de la necesidad y de la experiencia.
La creencia en que los problemas pueden ser resueltos
individualmente, desde arriba hacia abajo, es a estas alturas algo
fuera de discusión. El mundo es un sistema, y pronto será un mundo
muy diferente, impulsado por millones de comunidades que creen que la
democracia y la recuperación son movimientos de base que nos
conectan con valores que todos compartimos.
Las iniciativas
por el cambio que surgen de la sociedad civil son similares al
sistema inmunitario de un ser viviente. No se lo ve, no se lo siente,
pero está allí, funcionando para proteger al cuerpo al que
pertenece. El cuerpo siente la enfermedad, que es el enemigo, pero no
percibe al ejército subterráneo que ataca a la enfermedad. Somos
conscientes de las profundas crisis y problemas que afectan nuestras
vidas y, en consecuencia, a menudo nos sentimos deprimidos y
vencidos. Pero también deberíamos ser conscientes del hecho que, si
nuestro sistema inmunitario no existiera, las cosas estarían mucho
peor. Es imposible calcular cuántas infecciones y heridas que
podrían dañar nuestro cuerpo social son evitadas, cada minuto y en
todas partes, gracias a las acciones de esos invisibles millones que
integran la red subterránea de la sociedad civil.
En su Instituto
del Capital Natural, en California, Paul Hawken y sus colegas han
creado una inmensa base de datos de organizaciones de la sociedad
civil en 243 países, territorios y regiones, que asciende a cerca de
300.000 organizaciones. Esto es, sin duda, solo una fracción de
todos los grupos que existen a lo largo y ancho del mundo. El
patrón de clasificación surgido de hacer el mapa de todo este
panorama de organizaciones cubre literalmente miles de disciplinas e
intereses. Los encabezados principales (bajo cada cual hay numerosas
subcategorías) son: agricultura y ganadería, aire, biodiversidad,
negocios y economía, niños y jóvenes, ecosistemas costeros,
desarrollo comunitario, herencia cultural, democracia, ecología,
educación, energía, pesquerías, silvicultura, cambio climático,
globalización, gobernabilidad, industrias más ecológicas, salud,
derechos humanos, pueblos indígenas, ecosistemas hídricos
interiores, medios de comunicación, minería, plantas,
contaminación, población, erradicación de la pobreza, derechos de
propiedad, personas mayores, sostenibilidad, ciudades sostenibles,
desarrollo sostenible, tecnología, ecosistemas terrestres, agua,
vida silvestre, mujeres y trabajo.
Una red tan
vasta de iniciativas de la sociedad civil es un sistema inmunológico
colosal que, una vez que el sistema global de poder de arriba hacia
abajo alcance su crisis final, será capaz de favorecer el
surgimiento de una nueva democracia de abajo hacia arriba, basada en
la solidaridad y la cooperación, que se extenderá desde la aldea
hacia un orden global, y que ofrecerá las respuestas necesarias para
la construcción de un mundo más humanizado.
Reflexiones
finales
Probablemente lo
mejor que le puede suceder a aquellos de nosotros que creemos en la
comunidad, en el respeto a todas las formas de vida y en una economía
más humanizada, es permanecer lo más invisibles posible en tanto el
combate continúe. La invisibilidad, mientras dure la lucha, puede
ser después de todo nuestra mayor fortaleza.
Si logramos la
victoria al finalizar el día, la visibilidad podrá ser nuevamente
bienvenida.
Mientras
escribía este texto, recibí la noticia que la propuesta de volver a
legalizar la cacería de ballenas fue desestimada en un encuentro
internacional en Marruecos. Esto se debió principalmente a que en
unas pocas semanas se recogieron 1.200.000 de firmas de ciudadanos de
todo el mundo opuestos a semejante práctica; fue la mayor petición
en defensa de las ballenas de toda la historia. El impacto de esta
campaña fue demostrado por el ministro de medio ambiente de
Australia, Peter Garret, cuando recibió la petición: “Muchas
gracias Avaaz. Es un gran placer estar aquí y aceptar esta petición…
Creo que las voces de la gente del mundo deben ser escuchadas. Yo,
sin duda, hoy las escucho”.
Una vez más,
tenemos aquí un maravilloso sistema inmunitario planetario haciendo
su trabajo.
Acabamos con una
recomendación final para todos aquellos que siempre quieren saber
cómo poner en práctica buenas ideas: haz un esfuerzo y trata de
descubrir qué es lo que hay detrás de lo que ves. Siempre hay
muchas más cosas aconteciendo si despiertas todos tus sentidos. Tal
vez descubramos que un mundo mejor es posible.
Manfred
Max-Neef- Mundo
Nuevo
No hay comentarios:
Publicar un comentario