PROGRESO Y
DECRECIMIENTO
Un buen amigo francés, el otro día me hizo la
siguiente pregunta: ¿Cómo se puede conciliar lo que se llama progreso con
el decrecimiento? Existe un autor inglés, Tim Jackson, que escribió, precisamente, un
libro titulado Prosperidad
sin crecimiento. Economía para un planeta finito cuya lectura es muy útil para aclarar
esta pregunta. Pero, de momento, sin necesidad de leer el libro podemos
comenzar contestando más brevemente.
Para empezar, debemos primero detenernos a pensar
en qué es eso que llaman progreso, aunque a mí me gusta mas la palabra prosperidad que algo
tiene que ver con un verdadero progreso.
Progreso es algo que se suele identificar (inevitablemente)
con crecimiento y con
la acumulación
de PIB para el beneficio de una oligarquía cada vez más reducida.
También se suele identificar con el productivismo de objetos materiales, que en la mayor
parte de las veces solo sirven para cubrir pseudonecesidades, por supuesto innecesarias. Pero hay que
diferenciar entre producción y productivismo. Podemos considerar como progreso la producción si
entendemos por tal la obtención a nivel local y ecológico de bienes de vida o bienes de uso para
cubrir nuestras necesidades humanas y vitales… alimentos, vivienda, etc…
ecológicos.
Y en la actualidad hay que considerar, también,
dentro de la producción la
obtención de bienes inmateriales, por ejemplo programas informáticos, ideas que
circulan por las redes, poesías, etc.
Pero el productivismo (o sea, la obsesión de producir cada vez
más bienes
materiales o bienes
de cambio y a menor coste para una acumulación por parte de la oligarquía del 1%) no
es progreso… es retroceso
para un 99%. Pues se da el caso de que el sistema capitalista está diseñado
para obtener esa acumulación y que ella sea cada vez menos equitativa
porque se consiga a partir del creciente aumento de las diferencias
socio-económicas entre el 1% y el 99%, es decir un creciente aumento del decrecimiento infeliz.
Por otra parte, no hay que ver el decrecimiento como algo
negativo e infeliz porque sea opuesto a aquello que nos dice el chip consumista
que nos metieron, primero en la escuela y después a través del marketing
publicitario, de que felicidad es sinónimo de crecimiento consumista[1]. Y no es así, el consumismo es algo
planificado, es una inducción a la adicción consumista que tiene como fin no que el
consumista sea más feliz consumiendo (lo que no necesita), sino todo lo
contrario, que sea cada vez menos feliz y cada vez se quede menos satisfecho[2] y por ello cada vez desee consumir
más y más, y de esta manera las corporaciones globales puedan aumentar, más y
más. Es decir, una acumulación absurda y competitiva que conduce hacia un
crimen de “lesa humanidad”: la manía de la hegemonía.
Algunos autores que se auto-consideraban decrecentistas se
encuentran deseosos de abandonar el término “decrecimiento” porque (piensan)
produce un cierto rechazo en las masas y no crea “audiencia”. Pero el problema
no debe consistir en conseguir vender gato por liebre para generar “audiencia”,
sino en hacer un gran esfuerzo didáctico para lograr que las masas comiencen a
saber distinguir la diferencia que hay entre un gato y una liebre.
Ésta didáctica consiste en explicar todo lo
antedicho haciéndolo llegar de forma enormemente extensiva a todos los rincones
de la tierra, de forma tan eficiente como llegó el consumismo de la
Coca-cola o de los vaqueros; dos símbolos, estos, emblemáticos del consumismo global, que se suele
identificar erróneamente con la felicidad, la libertad y el progreso y que muestra el rotundo triunfo de este
asesino Poder Mediático del Sistema Capitalista que usa armas mentales y
bélicas de destrucción masiva de cerebros y vidas.
Y no se trata de buscar gatos más o
menos sofisticados expresados en el idioma del W.C.[3], es decir el del Imperio (que
impresiona más) para que las masas se los traguen como sapos a la vez que se
creen que en eso consiste la felicidad, la libertad y el progreso. De lo que se trata en realidad de comer liebres[4] al ajillo, con suculenta salsa de
tomate ecológico recién recolectado de un huerto local; salsa que nada tiene
que ver con ese veneno que son las salsas industriales que nos venden como
quien vende felicidad.
Y no hay que olvidar que la vida y el mundo que
nos rodea es dialéctico y contradictorio. Todo tiene dos caras opuestas. No
sólo existe el decrecimiento como algo
único y absoluto, sino que existe un decrecimiento feliz y un decrecimiento infeliz. Este último
simultáneamente coincidente con el crecimiento de una oligarquía del 1% obtenido a costa
del aumento de la miseria, precariedad y esclavitud del 99% de la población que
tiene como diseño general la acumulación (para la referida oligarquía) obtenida
a partir del Productivismo-consumismo.
Además, este Productivismo-consumismo fabrica hiper-masivamente, seudo-necesidades innecesarias,
frustrantes y esquilmadoras de las reservas planetarias, productoras de cambio
climático y de infelicidad humana.
Por el contrario, el decrecimiento feliz se basa
en una producción local respetuosa con los ecosistemas y un consumo responsable
que cubre solo las necesidades humanas del 100% de la población y que se
caracteriza por la ausencia de: producción de cambio climático, esquilmación de
recursos, infelicidad consumista humana y planteamientos esclavistas para el
99% de la población.
Notas
[1]
Subrepticiamente y subliminalmente, el Sistema, usando el Poder Mediático y
este con su instrumento el Marketing, nos introduce en esta falsa idea de
felicidad; y no solo eso, sino también nos trata de indicar que no hay otro
camino para conseguirla a lo largo de toda nuestra vida. Solo con el consumismo se logra la felicidad, no hay otra alternativa. Y, por ejemplo, esta idea tan
profunda y absoluta la ha conseguido inculcar a todos los cerebros del planeta
con una frase que suena a poética, a musical, a ingenua y verdadera: “Coca-cola
es la chispa de la vida”. Parece que el eslogan nos quiere decir: “Toda una
vida viviendo contigo”.
[2]
En este sentido es muy explicativo el eslogan de Coca-Cola que dice: “Da gusto
tener sed”, un eslogan que parece totalmente ingenuo e inofensivo, pero que es
una radiografía de la quintaesencia del fomento de la seudo-necesidad. O el
anuncio de estas últimas navidades en el cual aparece un bonachón Papa Noël
ofreciendo un botellín de Coca-Cola y que dice simplemente: “Haz feliz a
alguien” por lo que se da por sentado que la felicidad es la Coca-Cola y que en
consecuencia debes desear hacer feliz a otros ofreciéndoles esta felicidad.
Aunque la realidad cruda es que la Coca-Cola no ofrece felicidad sino una
adicción infeliz y lo que es peor obesidad para el 99%. Pero, en definitiva,
para lo que está estudiado el eslogan es para que Coca-Cola haga aún más caja y
no para hacer feliz a nadie.
[3] W.C. por sus siglas en inglés es el Consenso de Washington (que por
desgracia el Poder Mediático ha sabido mantener en la ignorancia de las masas)
redactado en 1989 y que supone las Tablas de la Ley que dieron nacimiento del
Neoliberalismo y Neokeynesianismo Global, por las que se rigen todos los
fundamentalistas del crecimiento.
[4]
Aunque debemos ir pensando en no comer tanta carne pero es que lo de la liebre
aquí se puede mencionar porque esto solo pretende ser una parábola.
No hay comentarios:
Publicar un comentario