CARTA DE UN JUBILADO A TIEMPO
Hace tres años, ante lo que observaba en el entorno familiar y laboral respecto a cómo se planteaba esta crisis, tras estudiar la situación, dentro de mis posibilidades intelectuales (no soy economista ni sociólogo- aunque no hace falta serlo para ver lo que hay-), y llegar a la conclusión que esto no tenia soluciones mágicas, ni a corto ni a medio plazo, ya que se trataba de una crisis sistémica y no simplemente de un problema circunstancial, tomé una serie de decisiones que paso a relatar a continuación:
Mi situación puede ser particular, aparte de
afortunada. Cuando fui consciente de lo que realmente se estaba
fraguando faltaban 3 años para jubilarme (lo acabo de hacer hace 6
meses), la situación empeoraba día tras día y las
decisiones que tomé fueron rápidas. El notable incremento de las
mentiras, la desorientación y la hipocresía, que mostraban
los estamentos políticos y financieros (si hoy repasamos lo que se
decía en los periódicos hace tres años podemos demostrar esta
acusación aparentemente desmesurada) me llamaba cada vez más la
atención y el olor de lo que se estaba fermentando me daba muy mala
espina. No quiero decir con esto que actualmente (mayo del 2012) las
cosas hayan cambiado, es posible que sean peores que entonces.
Sabía que mi pensión iba a ser de 1300 euros al mes aproximadamente, si seguía viviendo en el piso que tenia, junto a mi mujer, tendría que restringir considerablemente los gastos por lo que decidimos venderlo (vivir en Madrid con 1300 euros no es fácil). Fue valorado en ese momento (hace tres años) en 360.000 euros. Tras varios meses sin poder venderlo decidí bajar el precio para no perder tiempo. Lo vendí 15 días después por 240000 euros.
Habíamos encontrado una
pequeña casa en un pueblo, lejos de las grandes ciudades
y de unos 450 habitantes. La casa tiene un terreno adyacente de 2400
m2. Lo compramos por 110000 euros. Nos hemos gastado en
arreglarla 60000 euros y ha quedado estupenda. Es pequeña pero más
que suficiente. Durante los dos años y medio que faltaban para
jubilarme, alquilamos un apartamento de 60 m2 por 750 euros al mes
(no en el centro de Madrid) y hemos estado entretenidos con el
arreglo de la casa y de la huerta en el pueblo todo este tiempo.
Hemos sembrado frutales (de todo tipo, adaptados a la zona y la
altura), hemos fabricado un pequeño gallinero (con 10 gallinas y un
gallo) una pequeña conejera (…se reproducen muy bien y la carne de
conejo es supersana…) y hay leña de sobra para pasar el invierno,
nuestros gastos de calefacción se han reducido así al mínimo.
Los vecinos se conocen
todos, se ayudan entre ellos y el trueque esta instaurado sin
necesidad de nombrarlo como tal. No es necesario ir a la casa del
vecino a cambiar lechugas por huevos. Yo le llevo huevos al vecino
cuando me sobran y él me trae lechugas cuando le sobran. Y sobran
huevos y lechugas, y muchas cosas más. Mis hijos vienen
los fines de semana y se llevan fruta, verdura,
huevos y un pollo o un conejo.
Teniendo la casa pagada y
viviendo de esta forma no gastamos más de 600 euros al mes. Si
tenemos que viajar a Madrid o a algún otro sitio los costes se
disparan pues la gasolina y el resto de los gastos se incrementan
notablemente.
En mi casa tenemos
Internet, estamos conectados con el mundo, hablamos con los hijos y
los amigos por el Skipe. No nos sentimos aislados para nada.
Nuestros amigos y familiares, que en Madrid veíamos poco por la
locura de la gran urbe, ahora nos visitan sin prisa. El aire es puro,
el perro se ha rejuvenecido tras salir de la ciudad y caminar durante
años controlado y frenado constantemente por un collar y una
correa de metro y medio (nosotros también…), el silencio se oye.
El gallo da la lata a las 5 de la mañana pero cuando las gallinas
empiezan a cacarear ya sabes que te puedes comer un par de huevos
fritos frescos para el desayuno y ya te da igual que te
despierten a esa hora. Se empieza a oír el canto de los pájaros,
que por cierto casi ni recordaba lo que significaba y por la noche,
cuando el cielo está despejado y sin nubes veo la vía láctea e
infinitas estrellas.
Sé que estoy describiendo
algo que puede parecer idílico y que mis circunstancias son
particulares, tal como decía al principio. Mis amigos me reprochaban
lo barato que vendí el piso, eso de bajar 120000 euros de un plumazo
les parecía excesivo y me pusieron verde, mi mujer también me lo
reprochó, pero yo lo vi claro, muy claro. Ahora les pongo los
dientes largos pues son incapaces de vender el suyo incluso bajando
más el precio.
No obstante, aunque mi
situación pueda parecer de cuento de hadas, tal como la relato,
quiero manifestar que siempre hay tiempo para tomar decisiones.
A veces uno se equivoca, yo me he equivocado muchas veces en la
vida y aquí sigo. Repito que tal como está todo soy un
privilegiado. No obstante esto se puede hacer con mucho menos, no es
necesario haber vendido un piso por 240000 euros. Hoy se encuentran
casas con huerto por mucho menos, incluso en alquiler. Hay miles de
casas con huerto en pueblos pequeños con alquileres baratos y
asequibles. Es cuestión de buscar, estudiarlo y perder el miedo a
tomar una decisión.
Quedan pocas alternativas
a la situación catastrófica que vive el mundo occidental hoy en día
y una de ellas es la de la simplificación, la de la reducción y el
decrecimiento. El famoso ecologista inglés E. Goldschmidt
ya decía hace tiempo que la única alternativa al crecimiento
es el decrecimiento. La frase “crecimiento sostenible” es
un oxímoron, es imposible, es como decir “guerra limpia”. Es una
frase bonita, nada más, utilizada por políticos para venderse
durante las campañas electorales y perfumarse ligeramente con
un matiz ecologista. El otro “crecimiento”, el convencional
económico, el que se utiliza constantemente en boca de todos como
imprescindible para reducir el paro y volver a lo de antes es en este
momento otra entelequia. Lo de antes se acabó, necesitamos nuevas
fórmulas y las que utilizamos han dejado de funcionar.
Animo desde aquí a que
nos bajemos del autobús del supuesto progreso, animo a que volvamos
al campo, al sector primario. Parece una utopía a estas alturas de
la vida pero tal como se van a poner las cosas es la única
posibilidad que nos queda a muchos, tanto a los jóvenes, que lo
tienen crudo, como a los mayores. El factor trabajo, tal como repite
muchas veces el catedrático de economía Niño Becerra, es cada vez
menos necesario. El campo nos vuelve a dar la estabilidad para
reconsiderar qué es lo importante en la vida y cuál es nuestra
razón de existir. Siempre hay tiempo para ello.
Teniendo en cuenta que mi
pensión la seguirán recortando, no solo con la subida del IRPF, los
impuestos indirectos, el repago de los medicamentos, la inflación
(el impuesto escondido) y al final nos quedará un subsidio de
vejez, tenemos que prepararnos para ello. Nuestros políticos siguen
aferrados a las fórmulas obsoletas que les dictan las
entidades financieras, que son las que de verdad mandan, y estas
están tan entrampadas que solo huyen hacia delante. Es más, han
encargado de solucionar el problema a los mismos individuos que han
provocado el mismo. Conclusión: hay que prepararse para lo peor.
El negocio más importante
de los próximos diez años, hasta que el nuevo sistema se instale y
el que ahora se desmorona termine de hacerlo (si es que lo hace
en 10 años), es la autosuficiencia y la supervivencia. Intentar
apuntalar un sistema decadente con los mismos instrumentos que han
hecho que se convierta en lo que es actualmente, es perder el tiempo.
Necesitamos nuevas ideas y un nuevo imaginario colectivo y ya hay
muchos intelectuales que han puesto esas ideas sobre la mesa. No les
hacen caso pues la dictadura del status quo no lo permite. Llegará
el día, cuando toquemos fondo, que tengamos que rescatarlas.
Eso espero…
Publicado
en La carta de la bolsa 28-5-12
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