Las 24 horas del día;
gracias a eso seguimos vivos
Imagine la vida en
la Tierra como si fuera una hamaca. Que cada una de las más de diez millones de
especies que existen en el planeta es uno de los hilos que componen su tejido.
Piense, además, que el ser humano descansa sobre esa hamaca. El peso que
representamos tensa el material del que está hecha, pero logra sostenernos. Dependemos
de ella.
¿Qué sucede en este símil cuando, a través de sus acciones, el ser humano hace que se extinga una especie? Poco a poco vamos quitando un hilo. Y otro. Y otro. Actualmente vemos algún agujero por aquí, algún desgarrón por allá, algunas de las fibras deshilachadas… Si seguimos tirando y deshaciéndonos de hilos o si los agujeros se hacen demasiado grandes, toda la hamaca se vendrá abajo. Y con ello, nuestro bienestar y nuestra vida.
Esta es la imagen
que proponía la bióloga Anne Sverdrup-Thygeson, catedrática de la Universidad
Noruega de Ciencias de la Vida, en un encuentro telemático con motivo del II
Foro Telos 2020. La experta habla de gestión de la naturaleza, la diversidad
forestal y su verdadera pasión, los insectos.
Su mensaje: la necesidad
imperante de que el ser humano sea consciente de todos los beneficios que le
aporta su entorno y que, así, actúe en consecuencia. Trabajar de forma conjunta
nos permitirá evitar degradar y destruir la naturaleza.
Un ecosistema reparable
Volviendo a la
metáfora que nos ocupa, una hamaca como representación de la vida en la Tierra,
que su tela esté desgastada no quiere decir que no sea posible “reparar” de
alguna manera el ecosistema. La capacidad de evolución y la diversidad en el
planeta son lo suficientemente sólidas como para proporcionarnos esta
posibilidad. Por el momento, la naturaleza seguirá adaptándose a los cambios
que ocasionemos, pero hay límites hasta donde no podemos seguir presionando.
Límites a los que nos estamos acercando a pasos agigantados.
De hecho, en los
últimos 200 años hemos cambiado la naturaleza más de lo que lo hemos hecho en
toda la historia. Tendemos a imaginarla como un almacén enorme de donde podemos
recoger todo lo que necesitamos, sin pensar en que esto se va a acabar en algún
momento.
Repetimos: hay
posibilidades, y el ser humano debe aprovecharlas lo antes posible. Al fin y al
cabo, a mayor degradación de la vida, tal y como la conocemos, mayor dificultad
para su recuperación.
“Según el Panel
Internacional del Medio Ambiente, 3200 millones de personas sufren a diario las
consecuencias de la degradación de la naturaleza. Estamos perdiendo un 10% de
la economía del mundo cada año debido a la degradación de la naturaleza y
los ecosistemas. Todavía podemos hacer algo y realmente tenemos que empezar el
cambio rápidamente, porque cuanto más degrademos la naturaleza más difícil
será recuperarla. Porque la naturaleza hace tantas cosas por nosotros… Las 24
horas del día la naturaleza trabaja para nosotros gratis: poliniza nuestros
cultivos, recicla nutrientes… Y esto nos permite seguir viviendo. Realmente
tenemos que recordar esta situación y cambiar nuestra forma de vivir.”
Retomamos la hamaca:
si analizamos su tejido, comprobaremos que gran parte de las fibras que la
componen, si aplicamos nuestra metáfora a la vida real, son los insectos. No
son solo la población más numerosa dentro de la biodiversidad del planeta, sino
que representan más de la mitad de todas las especies.
Los
insectos son criaturas muy exitosas. Llevan mucho tiempo sobre la
Tierra, no necesitan mucho espacio para vivir… y hay algunos muy avanzados.
Piense, por ejemplo, en las larvas que se convierten en crisálidas y acaban por
transformarse en una bella mariposa adulta. “Todo esto es tan fascinante… Hay
tantas sorpresas esperándonos allí, en el reino de los insectos… Tenemos
todavía tantas cosas por las que sorprendernos y por dejarnos maravillar…”.
Insectos al rescate de los humanos
Además, los insectos
pueden ayudar al ser humano de diversas maneras. No hay más que observar y ser
conscientes de algunos de sus comportamientos y relaciones con el medio: desde
las sustancias químicas que el organismo de las hormigas crea para protegerse a
sí mismas y a sus hermanas, a modo de antibióticos, hasta los sistemas de
refrigeración natural de los que disponen los nidos de las termitas, que han
servido al ser humano de inspiración, por ejemplo, para la construcción de
edificios con una mejor regulación energética.
Uno de los
argumentos en los que confía Sverdrup-Thugeson para convencer al ser humano de
que es necesario revertir los cambios que estamos originando en la naturaleza
es la estrecha conexión que existe entre ambos. Al ser conscientes de ella y de
los servicios que nos proporciona, la gente puede empezar a comprenderlo.
Sin ir más lejos,
pensemos en los medicamentos. ¿Qué sucedería si hubiéramos hecho que las
especies que nos sirven para elaborar determinados fármacos se hubieran
extinguido? Que nunca habríamos tenido acceso a ellos.
A raíz del contexto
que estamos viviendo, la pandemia por covid-19, hemos visto que los líderes
mundiales pueden cambiar su forma de gestionar la economía; que las personas
han cambiado su comportamiento y mantienen un distanciamiento físico, usan
mascarillas… Los investigadores, por su parte, han compartido datos en tiempo
real, dándonos la oportunidad de tener una vacuna dentro de poco. Esto nos
demuestra que, si hay algo que es realmente importante, podemos cambiar nuestra
conducta: precisamente lo que tenemos que hacer en lo que se refiere a la forma
en que tratamos la naturaleza.
¿Y cómo se imagina
Sverdrup-Thygeson la realidad del planeta dentro de 100 años?
“Supongo que lo
que me da más miedo es que hayamos degradado realmente el planeta, de forma
que resulte difícil tener una cantidad de comida y de recursos suficientes
para todos. Pero, desde luego, tengo esperanza. No hay otra alternativa. No
podemos cambiar lo que hemos hecho, pero podemos restaurar la naturaleza. Ahí
está el primer reto al que nos enfrentamos. Somos muchos y hemos usado muchos
recursos. Tenemos que ajustar nuestra economía de forma que sea más circular,
para que utilicemos los recursos de forma sostenible. Esa sería mi esperanza,
eso es lo que deseo para la tierra en 100 años.”
La versión
original de este artículo fue publicada en la Revista Telos, de Fundación Telefónica.
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