DEUDA, LA OTRA FORMA DE LA ESCLAVITUD
Hay dos formas de hacer esclavo a un ser humano.
Una es la de tomarlo en propiedad y la otra consiste en anular su capacidad
para tomar decisiones libres sobre su vida, sobre su presente y su futuro. Esto
segundo es lo que consigue la deuda.
Tanto es así, que en la Ley de las XII Tablas de
Roma se establecía que si un ciudadano romano no podía pagar una deuda a otro
éste podía hacerlo esclavo y venderlo para cobrársela o incluso matarlo. Una
vez que el juez declarase el impago, el acreedor exhibía al deudor junto a su
mujer y sus hijos durante sesenta días en tres mercados públicos de esclavos
mientras proclamaba en público la situación y el dinero que le debía, hasta que
apareciese alguien que los comprara.
De la esclavitud que significa la deuda se fue
consciente desde la antigüedad y algunos pueblos como los sumerios, babilonios
y asirios trataron por diversos procedimientos de evitar que ese tipo de
esclavitud acabara con ellos. Incluso hay una palabra que nació para referirse
a un momento en el que las deudas se anulaban para que no siguieran creciendo
sin cesar, jubileo.
Esta palabra proviene de yobel que
en hebreo era el cuerno de un carnero que se utilizaba para anunciar la fiesta
que se celebraba cada cincuenta años y en la que se anulaban las deudas y se
devolvían las tierras a quienes las habían tenido que vender antes, para que la
pobreza y la desigualdad no siguieran creciendo por su causa. Se usó en la
Biblia y fue traducida al latín por iubilare, que eran los gritos
de alegría de los pastores, de modo que la palabra jubileo terminó significando
alegría o gozo.
Los jubileos de la deuda se han producido casi
siempre. El Código Hammurabi, de 1750 años antes de Cristo, también obligaba a
cancelar las deudas en tiempos de inundaciones o sequías y todos los
gobernantes de la dinastía babilonia comenzaban su reinado anulando las deudas
agrarias. También se encontraba en la Ley de Moisés y en Roma, Julio César
estableció también diversos procedimientos para evitar que la deuda no ahogara
por completo a los deudores.
Desde hace años vivimos en una economía que
funciona impulsada principalmente por la deuda debido a cinco razones
principales.
- Se han impuesto políticas que disminuyen constantemente la masa
salarial. Con menos capacidad adquisitiva, las familias tienen que
recurrir permanentemente a la deuda. Y con menos masa salarial, las
empresas que producen bienes y servicios tienen menos ingresos y también
han de endeudarse constantemente.
- Desde los años setenta del siglo pasado, los bancos privados
consiguieron que se estableciera la prohibición de que los bancos
centrales financien a los gobiernos sin interés. Al prestarles ellos el
dinero con los intereses más altos posibles, la deuda pública se ha
disparado. Como he repetido muchas veces, desde 1995 a la actualidad, todo
el incremento de la deuda pública en la totalidad de la Unión Europea
corresponde a intereses y así ocurre en otros países.
- Los bancos privados tienen el privilegio de crear dinero de la nada
cada vez que conceden un préstamo (quien tenga dudas de esto puede leer
cómo lo explica el Banco de Inglaterra aquí).
Y es lógico que utilicen todo el poder económico y político que eso les
proporciona para expandir el negocio lo más posible: ¿quién no ha vivido
la experiencia de las tasadoras de los bancos aumentando el precio de las
viviendas o el suelo que se iba a hipotecar o la de recibir préstamos por
más del valor de la vivienda que se hipotecaba?
- Los títulos de la deuda no se quedan quietos, guardados en un cajón
cuando se emiten, sino que, gracias a las nuevas tecnologías, se pueden
volver a comprar y a vender miles de veces por segundo en los mercados
financieros creando nuevos títulos (productos derivados se llaman) que a
su vez se compran mediante operaciones de crédito que aumentan sin cesar
el volumen total de la deuda.
- Finalmente, resulta que la deuda se alimenta a sí misma. Un préstamo
al 7% por ciento de interés se duplica en diez años, y eso quiere decir
que quienes se endeudan pasan la mayor parte del tiempo pagando intereses.
Hoy día los gobiernos, y muchas familias y empresas, tienen que emitir
deuda constantemente para pagar los intereses de la deuda anterior.
El crecimiento de la deuda en todo el mundo es
espectacular y no hace falta ser un premio nobel de economía para darse cuenta
que lo hace alimentándose a sí misma, puesto que crece mucho más que la
producción. De 1997 a 2007 el PIB mundial creció un 28,1% y la deuda un 131%,
4,6 veces más. Y de 2007 a la actualidad el PIB mundial ha aumentado un 14,4% y
la deuda un 44%, el triple.
La deuda crece tanto que se ha llegado a producir
una paradoja: no hay dinero en el mundo para pagarla puesto que es dos veces y
media más voluminosa (unos 257 billones de dólares) que toda la cantidad de
dinero que hay en la economía mundial (algo menos de 100 billones).
Las políticas de austeridad que se imponen a los
gobiernos con la excusa de que así podrán pagar la deuda son una farsa. Nunca
podrá llegar a pagarse por completo por muchos recortes que hagan. Lo único que
se consigue con ellos es que la deuda siga aumentando, que es justamente lo que
buscan quienes se hacen cada día más ricos con ella, los bancos.
Y ya he señalado que la mayor parte, por no decir
toda, de ese crecimiento vertiginoso corresponde a intereses: más de 300.000
millones de euros están pagando cada año la totalidad de los países europeos
por ese concepto y Estados Unidos pagó 574.000 millones de dólares en 2019.
Hace unos años, cuando terminé de dar una charla
sobre estos temas y defendí que era necesario cortar de raíz el incremento
absurdo de la deuda mundial a base de pagar intereses a los bancos privados,
uno de los asistentes intervino y me dijo: “profesor, es usted un iluso si
propone que se dejen de pagar las deudas en el capitalismo. Hasta los católicos
han dejado de decir en el Padrenuestro perdona nuestras deudas como nosotros
perdonamos a nuestros deudores y ahora dicen que lo que hay que perdonar son
las ofensas”. Lo comprobé y así era, pero cuando investigué vi con alegría que
la Iglesia Católica no parecía ser del todo un enemigo de mi propuesta.
El Papa Juan Pablo II había propuesto que se
celebrara un Jubileo Universal en el año 2000 que acabara con la deuda externa
de los países más pobres. Y en febrero de 2016 el Papa Francisco precisamente
recordaba a los peregrinos el sentido del jubileo de los israelitas, el del
diezmo que prescribía que “la décima parte de la cosecha, o de lo proveniente
de otras actividades, fuese dada a quienes estaban sin protección y en estado
de necesidad”, o la ley “de las primicias” que obligaba a dar “la primera parte
de la cosecha, la parte más preciosa” a quienes no poseían nada.
El Papa Francisco dijo en aquella intervención de
hace justo cuatro años: “¡Cuántas familias están en la calle, víctimas de la
usura! Por favor, recemos porque en este Jubileo el Señor elimine del corazón
de todos nosotros este deseo de tener más, la usura. Que se vuelva a ser
generosos, grandes. ¡Cuántas situaciones de usura estamos obligados a ver y
cuánto sufrimiento y angustia llevan a las familias! Y muchas veces, en su
desesperación, muchos hombres terminan en el suicidio porque no lo soportan y no
tienen esperanza, no tienen la mano extendida que les ayude; sólo la mano que
viene a hacerles pagar los intereses. Es un grave pecado la usura, es un pecado
que grita en la presencia de Dios”.
Yo creo que sus palabras no tienen sólo un
sentido religioso sino elementalmente ético. Sea cual sea nuestra creencia,
tengamos o no fe en cualquier dios, lo cierto es que estamos siendo esclavos de
la deuda y de sus intereses. No hay derecho a que cuando la gente está muriendo
por falta de recursos, como ahora, cuando la economía se bloquea y se paralizan
las fuentes de creación de ingresos, la única solución que encuentren nuestras
autoridades, y muy en particular los dirigentes de la Unión Europea, sea crear
más deuda con interés para que se enriquezcan los bancos y para que el día de
mañana seamos todavía más esclavos que ahora.
Es imprescindible establecer un jubileo universal
de la deuda. Otro día explicaré cómo se podría hacer para que sus consecuencias
no sean peor que el problema que se trata de resolver. Si no lo hacemos por
convicción moral, guiados por una ética elemental de la vida y del amor a los
demás, al menos, autoridades de todo el planeta, banqueros de todo el mundo,
háganlo por puro egoísmo, porque en la red de la deuda también perecerán
ustedes sus hijos o sus nietos.
https://blogs.publico.es/juantorres
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