EL TIEMPO NO ES LINEAL Y LA HISTORIA ES IMPREVISIBLE
Conversación a tres
bandas entre Lourdes Lucía (editora y activista, cofundadora de
Attac España),Esther Vivas (activista e investigadora en
movimientos sociales y políticas agrícolas y alimentarias) y Florent
Marcellesi (activista ecologista, investigador, teórico de la ecología
política)
Lourdes Loucía: No creo que los medios de comunicación sean
neutros ni inocentes. En realidad, responden a los intereses de sus
propietarios, que son los grandes poderes económicos y financieros: grandes
empresas y corporaciones, incluidos grandes fondos de inversión. En todas sus
variantes (prensa escrita, radio, televisión) martillean a los/as lectores/as
con los mismos titulares; se quedan en eso, en el titular, de forma que la
gente se sienta “informada” cuando en realidad está manipulada y se le va
privando de toda capacidad crítica. Por el contrario, las redes sociales,
Internet, permiten un acceso -no total pero bastante generalizado- horizontal,
inmediato, participativo… Es muy útil para desenmascarar la información
oficial, pero no hay que engañarse: el control de estos medios también lo
tienen grandes empresas.
Esther Vivas: Sí, hay un discurso dominante construido no
solo desde los medios de comunicación, sino desde el poder. Un discurso que
intenta culpabilizarnos de la crisis, con argumentos como “habéis vivido por
encima de vuestras posibilidades” y que se basa en el miedo, la resignación, el
“no se puede hacer nada”. Afortunadamente, esto ha empezado a cambiar. Hoy
vemos que no somos culpables de esta situación, sino víctimas, y exigimos
responsabilidades. El lema que se impone es “Sí se puede”. La profundidad de la
crisis y la emergencia de la marea indignada han permitido desenmascarar al
capitalismo y las verdades absolutas sobre las que se sostiene. Ya no nos
creemos sus mentiras.
Consignas como “Esto
no es una crisis, es una estafa” se extienden socialmente. Y se pone,
claramente, de manifiesto que frente a leyes y políticas injustas no queda otra
opción que desobedecer. La legalidad del sistema se confronta a la legitimidad
de la calle. Se multiplican las acciones de desobediencia civil: se ocupan
hospitales, viviendas vacías, supermercados, universidades… Y esa “mayoría
silenciosa”, a la que algunos apelan, se siente -como han señalado varias
encuestas de opinión- más representada por quienes se indignan, luchan y
desobedecen en la calle que por quienes recortan. El miedo está empezando a
cambiar de bando.
Florent
Marcellesi: Desde luego, la
crisis tiene de forma paradójica un lado positivo. Está permitiendo un
despertar ciudadano y un florecimiento de alternativas por doquier. Hemos
pasado de una pasividad aparente a una indignación creativa que, poco a poco,
cobra forma en compromiso social y político en pro de más justicia social, más
ecología, más solidaridad. Tenemos poder en nuestras manos, mucho más de lo que
nos habíamos imaginado, o nos dejaban imaginar, y lo tenemos que utilizar.
No se trata de un
“poder sobre”, ese “mal-poder” para controlar a terceros e imponer lo propio.
Hablamos de un “poder hacer”, el de la emancipación personal y colectiva desde
abajo. El hombre que aprende a coser, la mujer que decide parir en casa, el
barrio que recupera y cultiva un huerto en plena ciudad, una red que pone en
marcha una moneda social, las personas trabajadoras que transforman su fábrica
en cooperativa son ejemplos magníficos de estos nuevos tiempos. Si, además de
esto, somos capaces de sumar fuerzas en un movimiento social y político amplio
y heterogéneo, a nivel local y global, también cristalizaremos nuestros sueños
y nuestra práctica en las instituciones y en la sociedad. Siendo realista, este
proceso ya está en marcha.
L.L: Es verdad que ha habido y está habiendo un
despertar de todas las personas que nos sentimos víctimas, oprimidas por este
sistema. Pero lamentablemente no creo que lo que estamos haciendo sea todavía
suficiente. Están surgiendo muchas ideas sobre el mundo nuevo que queremos
construir: democrático, igualitario, en el que los seres humanos vivamos en
armonía con la naturaleza, en el que se respete la dignidad de mujeres y
hombres, pero todavía nos queda mucho. Digamos que queremos salir de este
infierno pero aún no sabemos cómo construir el paraíso. No creo que sea una
cuestión de bandos, somo el 99% (o, al menos, el 90%) de la población mundial
las víctimas de este sistema injusto y opresor. Somos la inmensa mayoría, pero
el poder de los que mandan en el mundo es muy fuerte. Combatirlo, darle la
vuelta requiere muchas cosas que aún no tenemos: unidad, organización,
resolución, vencer el miedo.
Me hiere esa
cantinela que se repite hasta la saciedad en cualquier medio radiofónico,
artículo periodístico o debate televisivo: “Como no puede ser de otra manera…”.
Eso va calando, dejando un rastro de resignación en muchísima gente. Todo puede
ser de otra manera, todo puede cambiar. Eso, cambiar el mundo, es precisamente
lo que queremos y por lo que estamos luchando. O esa otra: “Nuestro xxx (léase
economista, sociólogo…) de cabecera”. En el fondo lo que te están diciendo es:
usted no sabe nada, haga caso de lo que dicen los que saben. Eso es terrible,
porque esos “expertos” nunca son neutrales y sus opiniones siempre van
encaminadas a meter en la gente la idea de que “este sistema quizás no sea el
mejor, pero no hay otro”. Y eso cala.
E.V.: Evidentemente cambiar el actual orden de
cosas no será fácil. Hoy hay una crisis de régimen sin precedentes, una
profunda deslegitimación del sistema político, una pérdida de credibilidad del
capitalismo… pero, también, el sistema tiene margen de maniobra y de
recuperación. De todas formas, cambiar las cosas puede ser difícil pero no es
imposible. Y es, precisamente, este discurso de la resignación y la apatía el
que se debe de romper. El tiempo no es lineal y la historia es imprevisible.
¿Quién hubiese esperado la Primavera Árabe, la emergencia del 15M u Occupy Wall
Street?
Antes se comentaba
que están empezando a plantearse cambios en la vida cotidiana de las personas,
que apuntan a ese “otro mundo posible”. Desde mi punto de vista, esto es
imprescindible, junto a la movilización social y la desobediencia; pero,
asimismo, es necesario plantear alternativas políticas antagónicas a las
actuales, desde abajo, leales con las luchas y con quienes sufren la crisis,
para que los mismos de siempre no sigan enriqueciéndose a costa de nuestras
vidas y nuestras necesidades.
F.M.: Para poner en marcha esta alternativa
social y política con capacidad de influencia en las estructuras y en las
mentalidades, hacen falta un ideario compartido y adaptado al siglo XXI. Ante
todo, reconozcamos que no solo estamos ante una crisis económica sino ante una
verdadera crisis de civilización. La sociedad industrial se agota y la
humanidad -principalmente los países del Norte y las élites del Sur- vivimos
como si tuviéramos “1’5 planetas”. Sin embargo, no tenemos planeta B.
Necesitamos salir de la “sociedad del crecimiento” y apostar por una “sociedad
del vivir bien”.
Para ello, estoy
convencido de que muchos movimientos y personas podemos compartir las grandes
líneas básicas siguientes: redefinir de forma colectiva lo que llamamos riqueza
y necesidades; reducir nuestra huella ecológica hasta que sea compatible con la
capacidad del planeta; redistribuir el trabajo, las riquezas económicas, los
cuidados, la tierra y los recursos naturales en base a la justicia social y
ambiental; relocalizar la economía en circuitos cortos de consumo y producción;
y desmercantilizar gran parte de nuestras actividades. La transición ecológica,
social y democrática de nuestras sociedades se puede convertir, a nivel local,
estatal, europeo y global, en el eje de una visión y lucha compartida con un
inmenso potencial transformador.
L.L.: Creo que es verdad, que vivimos un tiempo
muy difícil para la humanidad y para el planeta. Por un lado, la riqueza se
concentra en muy pocas manos. Son los amos del mundo: los grandes poderes
financieros (bancos, fondos de inversión, fondos buitre, transnacionales) que
han acumulado el capital y un gran poder; poder que ejercen a través de
gobiernos cómplices, de tal forma que la democracia parlamentaria (votar cada
cuatro años) se ha convertido en una pura formalidad que no puede ser llamada
democracia. Quienes dictan las normas que afectan a millones de personas son
organismos como el FMI, la Comisión Europea, el Banco Central Europeo, que no
han sido elegidos por nadie. Ellos son los que han impuesto medidas como la
reforma constitucional en España, que antepone el pago de la deuda -una deuda
ilegítima- a medidas que deberían contribuir a un mayor bienestar de la
población. Del paro, el recorte de las pensiones, la precariedad, la
inseguridad, la incertidumbre, los desahucios, los intentos por eliminar la
educación, la sanidad pública…, los responsables son ellos.
Apoyados en las
nuevas tecnologías han instaurado un sistema en el que la economía especulativa
se ha impuesto, permitiendo un movimiento de capitales que no está sometido a
ningún control, fomentando los paraísos fiscales, desmantelando los servicios
públicos… Han convertido al planeta en un gran casino financiero. Su codicia
les ha llevado también a destruir el planeta. No podemos vivir produciendo,
produciendo, produciendo para consumir, consumir, consumir y tirar, tirar,
tirar.
El bienestar, el
buen vivir está en otra parte: hay que buscar la justicia social y ambiental.
La dignidad no está en pisar al vecino, en el individualismo, en la negación de
lo social, en el “sálvese quien pueda”. La dignidad está en el respeto: en el
reconocimiento del otro, en poner lo público por encima de lo privado, lo
social antes que el egoísmo individual, la solidaridad, la fraternidad por
encima de la competitividad. Esas son las bases de un mundo nuevo, distinto,
más justo e igualitario. Y estoy segura de que lo podemos conseguir. Porque si
algo nos está demostrando la práctica de la lucha diario es que sí que podemos.
E.V.: Podemos decir que hemos pasado del “No
somos mercancías en manos de políticos ni banqueros”, una de las principales
consignas del 15M, al “Sí se puede”, el grito de la Plataforma de Afectados por
la Hipoteca (PAH). La PAH ha conseguido algo tan difícil como importante:
obtener victorias concretas. Y, precisamente, esto empuja a continuar y
demuestra que luchar sirve. Se han parado desahucios, se han ocupado viviendas
vacías de bancos para dárselas a familias desalojadas… En el contexto actual,
vemos cómo a pesar de que la movilización social, la indignación y la
desobediencia van a más, la ofensiva por recortar derechos sociales, laborales,
democráticos, también, se intensifica. De aquí, que estas “victorias” sean tan
importantes. Y es necesario, y urgente, conseguir más.
F.M.: El tiempo va a ser un factor clave en la
victoria del “Sí, se puede”. De hecho, el ecologismo de los años setenta solía
predecir un futuro negro para las generaciones futuras si no se hiciera nada
para remediar a la crisis ecológica. Hoy, cuarenta años más tarde, ya somos
nosotros/as esas generaciones futuras. Las crisis económicas y ecológicas se
han reforzado mutuamente. Hay aún menos tiempo que antes para detener la “bomba
de relojería productivista” y dar la vuelta al sistema. El cambio no es solo un
profundo deseo de justicia local y global, es también un imperativo de
supervivencia civilizada. Otros mundos son posibles, deseables, necesarios, y,
además, muchos de aquellos “otros mundos” caben este Planeta, incluso ya están
aquí. En este sentido, somos muchas más las personas y los colectivos que
tenemos algo que ganar en una gran transformación social y ecológica de la
sociedad que las que tienen algo que perder. Es cierto que tenemos poco tiempo,
pero desde luego tenemos algo que nadie nos puede arrancar: la esperanza.
*Este texto forma
parte del proyecto ‘Unexpected Documents in a Waiting Room‘ de la artista Tania
Blanco.
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