EL PROGRESISMO GLOBAL REDUCE A LAS PERSONAS A LA NADA
Una de las características más inquietantes de nuestro tiempo es que vivimos en sociedades de crisis perpetuas, de lacras a “erradicar”, de pánicos morales inacabables. Fábricas de amenazas físicas, materiales y morales sin límite y alertas naranja permanentes con las que la intervención administrativa y el poder crecen sin tasa y el deterioro de la salud mental de las personas, también.
Asistimos al auge irresistible de un progresismo con proyección
transnacional que aspira a convencernos de que todo cuanto hacemos y decidimos
sin su tutela no sólo es inútil sino que representa un peligro, para nosotros y
para los demás. Votamos mal, comemos mal, nos desplazamos mal, nos relacionamos
mal, pensamos mal e, incluso, sentimos mal.
Un número creciente de individuos convenientemente acreditados está arrogándose una capacidad de predicción y planificación que hasta los viejos dioses envidiarían. De hecho, se han erigido en semidioses y han decretado que el común necesita ser pastoreado, conducido por la senda correcta, porque no sabe lo que le conviene y es incapaz de cuidar de sí mismo.
Y que, por su propio bien, debe ser reducido a la nada convenciéndole de que todo cuanto haga y decida sin su tutela no sólo es inútil sino que supone una amenaza para la humanidad.La enloquecida maquinaria de la posmodernidad se
ha hecho carne en una dulce y despiadada pedagogía que liquida los lazos
sociales, separa a las personas unas de otras, las enfrenta, las segrega en
colectivos, las priva de su pasado, las deconstruye y deja indefensas,
dependientes y acobardadas, convenciéndolas de que uno, por sí mismo, no es
nada y nada puede hacer. Este propósito aparece al comienzo del libro enmarcado
en una cita
«Si quieres reducir a un hombre a la nada, convéncele de
la inutilidad de todo cuanto haga».
Esta alienación se hace evidente, por ejemplo, en que, desde
hace bastante tiempo, la guerra se ha hecho impensable en Europa. No
políticamente. Antropológicamente impensable. Esto es una buena noticia que,
sin embargo, tiene una parte negativa, y es que la gente en Europa ya no es
capaz de luchar; es decir, que la erradicación de la guerra ha hecho
desaparecer también un sentido del deber que trascendía al mero ejercicio de la
violencia.
La libertad es un valor trascendente, lleno de significado,
por lo tanto, es incompatible con la creencia de que no somos nadie y que
nuestros actos individuales son intrascendentes. Puede que nuestra existencia
sea un suceso fugaz, sin embargo, lo que hacemos en la vida tiene consecuencias
inmediatas y también de muy largo plazo con un alcance que no somos capaces de
vislumbrar.
Con una prosa amena y sin ornamentos, Javier Benegas, autor
del bestseller La
ideología invisible (2020), recuesta nuestro mundo en el diván
de un psiquiatra imaginario para analizar los traumas, mitos, creencias,
dogmas, victimismos e imposiciones que lo han aprisionado y hecho enfermar, y a
nosotros con él.
La palabra “vindicación” que da título a este libro, tiene
dos acepciones igualmente significativas. La primera es defender, especialmente
por escrito, a quien se halla injuriado, calumniado o injustamente notado, lo
que, según el autor, tiene que ver con vindicar nuestra civilización, tan
ferozmente denostada desde el exterior pero especialmente desde el interior de
sus propias fronteras.
La segunda, cuando es dicho de una persona, significa recuperar
lo que le pertenece. Y esto es lo que modestamente el libro pretende:
animarle a recuperar lo que le pertenece; a que desafíe a quienes quieren
recluirle en el umbral de la existencia, reduciéndole a la nada y privándole
del derecho a ser una persona completa; a que no consienta que le aíslen en
espacios falsamente seguros, sustituyendo sus lazos con los demás por la
intensa dependencia en un poder que le dicta cómo ha de vivir, pensar y sentir.
En definitiva, VINDICACIÓN es un
inquietante viaje por el presente, pero, sobre todo, es una llamada a recuperar
lo que nos pertenece y a desafiar a quienes aspiran a encerrarnos en el umbral
de la existencia, aislándonos en “entornos controlados” (o demonizándonos, si
nos resistimos), sustituyendo nuestra iniciativa por el dictado de una
nueva inteligencia pagada de sí misma y muy
poco de fiar.
https://disidentia.com/el-auge-de-un-progresismo-global-que-reduce-a-las-personas-a-la-nada/
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