11/3/19

Hay que tomar el control del asiento del conductor del nuevo paradigma

DECRECIMIENTO DE LA GENTE Y EL PLANETA
La idea de repensar por completo nuestras formas de organización social debido a la contradicción evidente entre el sistema capitalista y la verdadera democracia y la sostenibilidad ecológica no es nuevo. A principios de la década de 1970 Sicco Mansholt, entonces Presidente de la Comisión del Mercado Común Europeo, quien pretendía reorganizar un "plan inhumano para la agricultura en Europa," cambió de forma inesperada y radical su postura y abogó por un cambio sistémico. En una entrevista dijo que de repente cayó en la cuenta que teníamos que cambiar radicalmente la totalidad de nuestro sistema; la Europa humana, con crecimiento cero, tiene que abolir el concepto del producto nacional bruto para promover la felicidad nacional bruta.

Mansholt advirtió en 1971 que nosotros -la humanidad- estamos destinados a sufrir un gran desastre si no cambiamos nuestra filosofía y su sistema. Mansholt afirmó que la "Gran Crisis" comenzaría alrededor de 1985-1990 y alcanzará su climax alrededor de 2020. A su juicio, las primeras víctimas serían los pueblos del mundo en desarrollo, pero poco después abarcaría a toda la humanidad. Mansholt argumentó que todo esto llega a ser tan obvio usando el sencillo cálculo algebraico –sin ayuda de ordenadores– que no podía entender por qué los gobiernos no mostraban gran preocupación.


De aquí que, estoy convencido de que debemos modificar por completo y  rápidamente, no sólo nuestras políticas, sino también nuestro comportamiento. Él decía que dados los límites que tenemos que enfrentar a largo plazo –en la producción de energía, alimentos, hierro, zinc, etcétera– dentro de treinta años, cuando dupliquemos nuestra población a más de siete millardos, lograr un crecimiento cero no será suficiente para hacer frente a este problema. Es decir, tendríamos que reemplazar nuestro crecimiento material por otro crecimiento anclado en la cultura, la felicidad y el bienestar.

Que tenemos que reducir drásticamente la huella ecológica del sistema actual si queremos dejar en herencia a las generaciones nacidas en este siglo un futuro conforme a la dignidad humana es un axioma. No hay futuro de ningún tipo si no cortamos drásticamente nuestro consumo de recursos y nuestra generación de CO2. Por tanto, ¿qué significa realmente decrecimiento en la práctica? Una definición que describe claramente lo que es y lo que conlleva es la propuesta por
Investigación y Decrecimiento "El decrecimiento sostenible es una reducción de la producción y el consumo que aumenta el bienestar humano y mejora las condiciones ecológicas y la equidad en el planeta.

Se exige un futuro en el que vivan las sociedades dentro de sus posibilidades ecológicas, con economías abiertas localizadas y recursos distribuidos de manera más equitativa a través de nuevas formas de instituciones democráticas". Para lograr esto, tenemos que abandonar nuestros arquetipos y disminuir nuestros niveles de consumo de todos los recursos, incluyendo primeramente los recursos energéticos fósiles y los recursos necesarios para la vida.

Evidentemente, para construir el nuevo paradigma con una huella ecológica reducida drásticamente, tenemos que repensar por completo nuestra forma de organizar nuestras sociedades, primero políticamente y luego social, económica y ambientalmente como parte de todo un nuevo edificio social, una nueva forma de imaginar cómo nuestra especie vive e interactúa con el resto de la Madre Naturaleza.

El primer paso en la organización de nuestras sociedades tiene que ser política. Si no ponemos juntos un edificio social verdaderamente democrático, nunca seremos capaces de trascender el mercado y construir un sistema específicamente diseñado para el bienestar de la Gente y el Planeta y no el mercado.

Esto es en esencia la idea de decrecimiento. Comenzamos por pensar en términos de la creación de una red de comunidades centradas en torno a la idea de compartir el trabajo para proveer de las cosas que realmente importan y no de las necesidades artificialmente creadas por las estructuras sociales consumistas inmersas en el espíritu utópico de cornucopia inducido por el capitalismo. Estas pequeñas comunidades locales, que podemos llamar "células ciudadanas" (CCs), se organizan para crear más células convencidas de la construcción del paradigma de la Gente y el Planeta.

Estas CCs se comprometen a ejercer la práctica democrática directa en una red de CCs locales, regionales, nacionales y globales, cuyo único propósito es velar por el bienestar de la Gente y el Planeta. Trabajan a través de la intervención directa en la creación de todas las actividades económicas, sociales, culturales y ecológicas definidas por sus propias redes ciudadanas. También se comprometen a ejercer permanentemente la democracia directa al involucrarse directamente en todas las áreas de la cosa pública. Preparan y proponen una nueva legislación y someten cada nueva  propuesta legislativa –que venga directamente de la ciudadanía o de sus cuerpos legislativos– a plebiscitos o referendos. También llegan definitivamente a la valoración periódica del desempeño de todos los funcionarios públicos electos, para que sean confirmados o sustituidos. En esencia, se comprometen a cuidar de sus comunidades cuidando la cosa pública.

Como lo plantea Kallis, el decrecimiento está anclado en la idea de una economía de cuidado mutuo, que  llama a la distribución equitativa del trabajo de cuidado mutuo y del re-centrado de la sociedad alrededor de éste. Una economía del cuidado mutuo es de trabajo intensivo, precisamente porque el trabajo humano es lo que da valor al cuidado mutuo. Una economía de cuidado mutuo requiere un cambio paradigmático en la comprensión de nuestro propósito en la vida. Requiere que nos despojemos del egoísmo individualista inherente al capitalismo y que pensemos y actuemos de forma permanente en el contexto de comunidades en las que todos cuidamos de todos sus miembros, no sólo de nuestros congéneres humanos sino de todos los seres que comparten este planeta.

También pasamos de ser "ciudadanos" pasivos, que solo actuamos cuando somos llamados a hacerlo, a ciudadanos activos y responsables, que tomamos el control del asiento del conductor del nuevo paradigma, para que tomemos el control permanente de la agenda pública. Trascendemos el paradigma actual para pasar de ser sociedades de consumo a ser sociedades sostenibles. Por lo que ya no encarnamos individuos consumidores sino ciudadanos realmente responsables, social y ambientalmente, que consumimos sólo lo necesario para disfrutar de un nivel sostenible y digno de vida.

En esencia, nos trasladamos de la parodia democrática a la democracia real y directa. De la misma forma en que el único desarrollo verdadero es sostenible, la única democracia verdadera es directa. Si no comenzamos por construir un entorno verdaderamente democrático, no seremos capaces de construir el paradigma de la Gente y el Planeta -anclado en el decrecimiento- como la única manera de construir sistemas de vida sostenibles.

Ahondemos con mayor detalle en la idea de decrecimiento si la prevemos como la piedra angular del paradigma de la Gente y el Planeta. Desmontemos algunos conceptos erróneos que han sido intencionalmente atribuidos a esta idea para debilitarla. El decrecimiento no se trata de recesión o de regresión, sino de un consumo mucho menor de recursos que al mismo tiempo es mucho mejor distribuido que en el sistema impulsado por el mercado que padecemos en la  actualidad.

Como todos sabemos, la característica más prominente del capitalismo es la desigualdad. La desigualdad está en el núcleo de su ADN, porque el capitalismo está diseñado para competir y producir muchos ganadores a costa de inmensamente más perdedores. En consecuencia, la razón de ser del capitalismo: la reproducción y acumulación de capital no puede coexistir con una economía de decrecimiento. Se muere, deja de existir, inmediatamente después de que el decrecimiento toma preeminencia. Latouche dice que una manera de explicar decrecimiento es que es como “acrecimiento", de la misma forma en que hablamos sobre ateísmo. Así que el no credo y el no crecimiento son similares. Se trata también, y de manera muy especial, acerca de la retractación de una fe, del capitalismo, crecimiento material, consumo, ganancia, progreso, desarrollo. 

Tenemos que trascender la cultura del tener, de la propiedad, de posesión, de una concepción nihilista de nuestra existencia, excepto para poseer y consumir en su propio beneficio, como fines en sí mismos. Por ello, tenemos que mudarnos a la cultura de ser miembros individuales de una comunidad de seres vivientes que tienen tanto derechos como responsabilidades en el contexto del cuidar de nosotros, de manera muy significativa, mediante el cuidado de todos los demás.

Nuestro propósito en la vida es disfrutar de ella contribuyendo al mismo tiempo como individuos al bienestar de todos los miembros de nuestra comunidad. En otras palabras, sólo seremos capaces de cuidar de nosotros en la medida en que cuidamos de todos los miembros de nuestra comunidad, humana y no humana. Si no nos comprometemos de forma permanente a una cultura de cuidado mutuo, no seremos capaces de cuidar de nosotros mismos, porque sólo trabajando para el bienestar de todos, vamos a asegurar nuestro propio bienestar. En síntesis, tal como Erich Fromm propuso con suma claridad, tenemos que pasar de la cultura  del tener a la cultura del ser.

Desde mi punto de vista, el desarrollo y el progreso son necesarios, pero evidentemente tienen que ser desvinculados del capitalismo y redefinidos de la misma manera que el único verdadero desarrollo sostenible es el desarrollo sin crecimiento. Por lo general, el desarrollo se refiere a un estado determinado de crecimiento o avance. En el nuevo paradigma, el desarrollo necesita ser redefinido para implicar siempre avance; un estado mejor que el actual, empero sin requerir aún más crecimiento, más consumo y más acumulación, ergo más recursos, materiales y monetarios.

Lo mismo ocurre con el progreso. Progresamos cuando nos acercamos a nuestra aspiración de una mejor calidad de vida, no sólo para nuestra especie sino para todos los seres vivos con un menor consumo de recursos. Por lo que logramos  progreso cada vez que avanzamos en nuestro objetivo de alcanzar un nivel general de bienestar que es realmente sostenible a largo plazo. En otras palabras, el progreso tiene que estar orientado a desarrollar el estado donde alcanzamos un equilibrio entre un nivel generalizado de bienestar y una huella ecológica sostenible

Progresamos cuando reducimos nuestro consumo de recursos pero mejoramos el nivel general de bienestar al incrementar eficiencias al distribuir mucho mejor el consumo de los recursos necesarios para lograr dicho estado. Esto nos permitirá al mismo tiempo lograr la justicia social. Esto daría un nuevo significado al desarrollo para el nuevo paradigma. El verdadero desarrollo y progreso toman lugar en perfecta sincronía con el propósito de la real democracia: El bienestar de todos los rangos de la sociedad, y el planeta, de manera sostenible, sin considerar los intereses privados.

Desde esta nueva perspectiva, el bien público siempre tiene prioridad sobre el bien privado. No podemos ir en pos de nuestros intereses privados a costa del interés público. Pero ¿cuál es el interés público? En el nuevo paradigma, esto sólo puede significar el ejercicio de acciones verdaderamente democráticas para lograr el nivel general de bienestar sostenible que definamos como comunidades humanas. El verdadero desarrollo es el desarrollo del bienestar humano –en términos de ser capaces de disfrutar de nuestros derechos y cumplir con nuestra responsabilidades y de una calidad de vida material en convivencia armónica con el medio ambiente, de manera que nuestra huella ecológica global sea sostenible en un estado estacionario mucho menor que en el actual nivel de impacto ecológico.

El decrecimiento es un proyecto para reinventar la manera en que la humanidad debe ser organizada para que sea de conformidad con la dignidad humana, respetuosa de la Madre Tierra y sostenible en el tiempo. Hoy en día, estamos soportando el peor estado del capitalismo. Las corporaciones han tomado el control de los salones de gobierno y están inmersas en la apropiación y la depredación de los recursos naturales en su búsqueda demencial de mayor valor para los accionistas. La rapacidad y despilfarro del capitalismo han destruido lo que Orwell llama la decencia común. Las esferas comunes han sido privatizadas y todo eso, impulsado por la codicia pura, han hecho que el sistema dominante sea absolutamente insostenible ahora, no en un futuro lejano.

También necesitamos aclarar una confusión persistente entre decrecimiento y una economía estacionaria o de estado equilibrado (EEE). Existe un debate en curso sobre los dos conceptos, que algunos consideran incompatibles. Empero, también hay quienes los creen compatibles. En mi opinión, ambos son parte de la misma idea. En primer lugar, tenemos que disminuir drásticamente nuestra huella ecológica porque es completamente insostenible. Esta sería la primera etapa. Sin embargo, muchas décadas después –quizá más de un siglo más tarde, si la Madre Tierra nos obsequia el tiempo– una vez que descendamos al nivel deseado, y que científicamente se considere sostenible, nos trasladamos hacia una EEE o economía estacionaria, es decir, a una economía de crecimiento nulo. Esta sería la segunda etapa y la final.

Uno de los primeros economistas en pensar en el concepto de EEE fue John Stuart Mill. Le dedicó un capítulo entero a ella. Escribió: Casi siempre debe haber sido visto, más o menos claramente, por los economistas políticos, que el aumento de la riqueza no es ilimitado: que al final de lo que ellos llaman el estado progresivo se encuentra el estado estacionario, que todo el progreso de la riqueza no es sino un aplazamiento de éste, y que cada paso adelante es una aproximación al mismo En consonancia con su ética con sensibilidad social, su pensamiento situaba a la EEE como un estado positivo e ideal. 

Pero el mejor estado para la naturaleza humana es aquel en el que, si bien nadie es pobre, nadie desea ser más rico, ni tiene razón alguna para temer ser empujado hacia atrás por los esfuerzos de otros por impulsarse adelante. El hecho es que, partiendo de la incuestionable toma de conciencia de que somos parte de un planeta con recursos limitados, nos vemos obligados a reducir drásticamente nuestro consumo de recursos hasta llegar a un estado en el que podamos sostener nuestra huella ecológica. En otras palabras, hasta llegar a un estado en el que nosotros –y todas las otras especies– consumamos no más energía que la que el planeta puede reponer en el mismo espacio de tiempo.

Este sería el momento en que arribamos a un EEE sostenible después de muchas generaciones de una disminución constante de nuestro consumo de energía. Sin embargo, en el proceso, ya que nuestro objetivo es la construcción del paradigma  de la Gente y el Planeta anclado en una ética realmente democrática, cuya razón fundamental es proveer un ámbito universal de justicia social, necesitamos trasladar una parte del consumo de las metrópolis ricas del sistema impulsado por el mercado a los países de la periferia. De tal suerte que si bien tenemos que disminuir la huella ecológica de los primeros, tenemos que aumentar la de los segundos hasta sacarlos de la pobreza; alcanzando así un estándar global sostenible de vida conforme a la dignidad humana.

De aquí que tanto el decrecimiento y la EEE son parte del mismo vehículo que impulsa nuestra búsqueda de un nuevo paradigma. El decrecimiento y la EEE no son fines en sí mismos sino los medios hacia el nuevo paradigma. Esta posición es compartida de forma muy evidente por Kerschner en su ensayo en el que aborda el decrecimiento y la EEE, afirmando que ambos conceptos son complementarios. Aunque él obviamente está de acuerdo con los autores de decrecimiento que el decrecimiento es esencial porque los países ricos tienen una huella insostenible, sostiene que la EEE es necesaria a un caudal global de emisión previamente acordado. Y lo más importante, correctamente afirma que para que la EEE sea equitativa, no sólo a nivel nacional sino en el ámbito internacional, el Norte rico necesitará decrecer para permitir un poco más de crecimiento económico (versus no económico) en el Sur pobre.

Tomando en cuenta todos los aspectos, el objetivo del verdadero sostenimiento puede definirse como el momento en que no hay escasez de todos los recursos naturales indispensables para la vida, pero no sólo para la vida humana, sino para la vida de todos los seres vivos. En consecuencia, si abordamos seriamente qué es el imaginario del sostenimiento, éste tiene que ser una revolución en la que todos damos un salto cuántico en el cambio cultural para vivir de una manera muy diferente, con indicadores del progreso y de riqueza muy diferentes basados exclusivamente en la viabilidad ecológica y la justicia social. No podemos limitarnos a un decrecimiento del PIB y un decrecimiento de combustibles fósiles. Tenemos que cortar de raíz el sistema impulsado por el mercado del capitalismo y construir un nuevo edificio social con nuevas estructuras e instituciones ancladas en un
ethos realmente democrático.

Bellamy Foster deja claro que el decrecimiento y el capitalismo son incompatibles:  Tan valioso como es el concepto de decrecimiento en un sentido ecológico, sólo puede tener un significado genuino como parte de una crítica de la acumulación de capital y como parte de la transición hacia un orden comunitario sostenible e igualitario; uno en el cual los productores relacionados regulan la relación metabólica entre la naturaleza y la sociedad en beneficio de las generaciones sucesivas y de la tierra misma. Es así como una cultura de decrecimiento arraigada en el paradigma de la Gente y el Planeta hace que sea posible trascender el mercado.

Alvaro de Regil Castilla

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