¿POR QUÉ CREEMOS SER LIBRES SI NO ES VERDAD?
En
un escenario en el que la libertad se da por asumida, con elecciones
libres, medios libres, libre mercado y libertad de expresión, son
pocos quienes la practican realmente
El aventurero ha
dado paso al turista y el artista, adalid histórico de la libertad,
ha cedido honores al emprendedor, aquel que no rinde cuentas a nadie
Usted tal vez
despierte cada mañana creyéndose libre, o quizá ni piensa en este
concepto a la altura de la justicia y la igualdad. Se despierta y
sabe que, teléfono inteligente en mano, podrá expresarse libremente
en una red social. Usted puede opinar y cabe la posibilidad de que
alguien lo escuche. No repara en la libertad -o la da por asumida-
porque "su lenguaje impregna nuestra vida".
La advertencia la
hace Raoul
Martínez,
cineasta y pintor británico que acaba de presentar en España Crear
libertad (Paidós), un
engranaje de 400 páginas que sostiene, por un lado, que "el
deseo de libertad no se extingue" y, por otro, que "nos
han robado la sensación -incluso el sentimiento- de ser libres".
"Libre
mercado, libre comercio, elecciones libres, medios libres, libre
pensamiento, libertad de expresión, libre albedrío... En la
barahúnda de intentos por definirla, el ideal de libertad ha sido
desplazado, estirado, retorcido, desgarrado, hábilmente moldeado
para adecuarse a los intereses de los que tienen el poder para darle
forma", afirma Martínez.
Por todo lo
anterior, llaman la atención -o como se dice ahora, se
hicieron virales- las
imágenes que acompañan estas líneas, porque muestran personas
ejerciendo su libertad en escenarios donde nadie la espera. Arrebatos
de valentía, actos de liberación que la filósofa clave del siglo
pasado Hannah
Arendt
consideraba indispensables para entrar en el club de los seres
humanos libres: "Marcharse
de su casa, salir al mundo y conocer otras personas de palabra y
obra", decía ella
entonces.
Hoy, otro filósofo,
el español Javier
Gomá, advierte
que, ahora, "lo que hay que hacer es un uso virtuoso de la
libertad, porque ésta ha llegado a su máximo y, sin embargo, se
sigue violando". "Hay,
a la vez, una legitimación de los límites y un desprestigio de los
mismos", afirma.
Libertad -y se
llena la boca- que, en el XXI, se vive de manera "equivocada".
Así lo considera el pensador italiano Fabrizio
Andreella,
especialista en analizar la contemporaneidad. "La historia
oficial es que vivimos en sociedades libres y democráticas porque
permiten que diferentes voces puedan expresarse y que cada quien
elija su información. Pero no podemos contentarnos con esto porque
esta afirmación es una verdad que contiene una ilusión; habla de
una libertad formal y no sustancial", argumenta.
Pero las
contradicciones también son signo de libertad. Dice el escritor Juan
Francisco Ferré,
Premio Herralde 2012, que "la
vida es tan paradójica que soñamos con liberarla de unas
convenciones que, si desaparecieran, revelarían la imposibilidad de
vivir". A la pregunta
de hasta qué punto esos convencionalismos frenan la libertad y si el
ser humano es consciente de que éstos le limitan, Ferré cree que
"el puro caos sería insoportable". "No podemos
soportar la libertad total ni tampoco la esclavitud total y siempre
encontramos una solución parcial a ese conflicto con la norma
mediante liberaciones ocasionales, la fiesta, la orgía, la juerga,
el exceso...».
Coge el testigo
Martínez: "La
libertad se ha usado como máscara agradable de un sistema que
promueve precisamente su contrario".
En uno de los cuadros de
este apasionado de la libertad, una persona sin hogar encuentra en el
escaparate de un negocio de moda un recoveco donde guarecerse, se
envuelve en una manta verde y, aunque cabizbajo, intenta mirar al
frente. A su lado, un cartel junto a un cestillo anuncia que
"necesita cambio". Esta ironía triste es la semblanza
mísera del ser humano contemporáneo.
Incide este
británico criado en en un entorno "de profundo amor, respeto y
apoyo" -que le permitió "ejercer su libertad"- en que
la
unión de las palabras libre y mercado no es casual
y recuerda aquel libro del economista Milton
Friedman en el
que se sugería que, aunque el capitalismo fuera el menos eficaz de
los sistemas, siempre sería beneficioso puesto que "entrega la
libertad de elegir". "Hay que despojarse de los mitos de la
libertad", promulga Martínez como primer paso de este camino a
todas luces tortuoso que supone ser libre. «Nos mantienen en un
estado de falsa conciencia. Se
nos ha vendido que vivimos en una sociedad libre pero hemos de
preguntarnos constantemente cuánta libertad tenemos, cuáles son sus
límites y por qué no tenemos más".
¿Por qué,
aparentemente, luchamos menos por la libertad o no parece estar
presente en nuestra lista de prioridades? Viendo los carteles de
Novecento,
de Bertolucci,
en las marquesinas de un cine de París,
con 13 años, Ferré descubrió que "la libertad y el orgasmo
van juntos en el sentido más íntimo". "Desde entonces, mi
idea de libertad no ha ido sino degenerando", admite.
Y pasa a
argumentar: "Vivimos una época en la que todo el mundo se cree
libre porque así se lo han dicho los que tienen interés en que nos
sometamos a la norma más conveniente, como nunca antes, de manera
consciente. Somos
libres como consumidores estandarizados o no, pero poco más.
Como sujetos políticos, nos comportamos como en el supermercado,
eligiendo entre la oferta disponible sin poder hacer nada más".
Si damos,
pues, la libertad por asumida y ésta tiene, además, bastante de
irreal, ¿quién se está apropiando de ella?
Para la periodista catalana Montse
Batlle, experta
en psicoanálisis y espiritualidad, "somos víctimas de
manipulaciones feroces que, además, intentan hacernos creer que
somos libres". Batlle acaba de publicar En
busca de la libertad, desde la voluntad secuestrada
(editorial Kairos), un volumen de conversaciones con sabios de altura
como la catedrática Victoria
Cirlot, el
monje y antropólogo Lluís
Duch y el poeta
Josep
Tarrés.
"Apostar
por la libertad exige siempre un salto al vacío.
Luchamos poco por ella porque creemos que ya somos libres, con un
móvil, con internet, corriendo con unos auriculares o tomando
decisiones creyendo que nada nos condiciona cuando, habitualmente,
todas nuestras respuestas siguen unos patrones a los que somos ciegos
y sordos". Si Montse se encontrara con Martínez en el mismo
salón, éste le espetaría que "lo
que nos hace libres no es la capacidad de elegir sino la capacidad de
convertir nuestras decisiones en la expresión nuestros propios
valores".
A medida que se
avanza en el camino hacia a la libertad todo se complica. "¿Qué
es lo que valoramos realmente? ¿Vamos a aceptar los valores
heredados? Acabaríamos llevando vidas infelices porque se nos enseña
que el camino a la felicidad es la riqueza y el poder. Ponemos mucho
valor en esos objetivos y, a menudo, actuamos en contra de nuestros
propios intereses. Lo
primero que tenemos que hacer es cuestionarnos profundamente nuestras
creencias y valores".
Y
usted, que está leyendo, dirá:
Bueno, ¿y qué
más?Ahí va: Asumir que,
"en cada sociedad, la gente está moldeada para satisfacer las
necesidades de los que tienen el poder", y que "para crear
una sociedad más libre y descentralizar ese poder hemos de ser
honestos sobre nuestras limitaciones y cuestionar
las fuerzas que nos han moldeado porque, si nos las creemos sin
cuestionar nos convertimos en agentes de esas mismas fuerzas".
La lotería del nacimiento
Este viaje
interminable hacia la libertad ha de comenzar, además, por un
concepto que Martínez comenzó a tejer también a los 13 años, como
Ferré, volviendo a casa de la escuela con un compañero de clase:
"La lotería del nacimiento". "Debatíamos sobre
religión, él era religioso y yo no. De repente, me surgió el
experimento: Imagínate que te cambian al nacer por otro bebé, de
una familia con otra fe, ahora estarías defendiendo esa fe con la
misma fuerza".
La potente idea que
subyace en esta afirmación en apariencia inocente es que "nuestra
identidad se remonta a los genes, al entorno y a la interacción
entre ambas".
"Todos podemos tomar decisiones, todos podemos elegir, pero lo
haremos con un cerebro que no hemos elegido y en circunstancias que
no hemos creado". Esta
reflexión, aplicada no al interior sino al exterior, permitiría,
dice este artista y autor, "un mundo sin culpa".
"Es incómodo
al principio pero cuando nos damos cuenta que todo acto propio es
arbitrario nos volvemos compasivos con el ser humano. Si vamos a
culpar a alguien habrá que fijarse antes en sus causas sistémicas.
Así, en lugar de echar la culpa al individuo, miramos las
condiciones culturales, sociales y económicas que lo generaron",
culmina.
¿Quién
representa hoy, entonces, al individuo libre?
"Tradicionalmente,
ha sido el artista" el considerado más libre dentro de las
sociedades, expone el escritor barcelonés Eloy
Fdez. Porta.
"Ampliamos nuestra
libertad cuando transformamos la capacidad de elegir en capacidad
para crear", dice
Martínez en su ensayo. Pero las cosas han cambiado. "Hoy
el hombre considerado libre es el emprendedor,
sea su propio
jefe, como
decía el anuncio publicitario.
Ésta
es la ilusión emancipatoria del capitalismo financiero",
subraya Fdez Porta.
"Desde esta
idea, la libertad no consiste en dejar de recibir órdenes sino en
explotarse a uno mismo con más severidad de la que podría ejercer
el dueño de una corporación, algo que el emprendedor comparte con
el autónomo", amplía.
Ferré pone de
ejemplo a "los youtubers,
que creen ser los más libres del momento y, sin embargo, son
esclavos de la tecnología". "Los escritores somos
prisioneros del lenguaje pero no todo el mundo siente que la libertad
es sinónimo de creatividad. Si examinamos los productos culturales
veremos cómo los mismos hábitos serviles se venden enmascarados de
consumo libre...".
El aventurero
también ha dejado de ser lo que era. Dice Fabrizio Andreella que
"hoy salir de lo conocido no se consigue visitando lugares
ignotos porque Mastercard,
Coca-cola y TripAdvisor no dejan de pintar el mundo con los colores
de nuestro hogar".
"Pero se puede vivir la aventura en casa, dejando que sea el
mundo el que te visite, dejando que los inmigrantes te cuenten sus
sueños mientras comen contigo habrás dado más vueltas que siendo
mochilero. Aventura es
acercarse a lugares olvidados, hospitales psiquiátricos o asilos,
guetos que ya son tierras extranjeras.
O haces esto o te adentras en la oscuridad luminosa de la
interioridad".
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