LA REALIDAD DEL CRÉDITO SOCIAL CHINO
Que tanto interés tiene la UE en importar para imponérnoslo a todosEl Sistema de Crédito Social en China, presentado inicialmente como una herramienta para fomentar la confianza y la estabilidad social, se ha convertido en un mecanismo de control estatal que ha generado consecuencias devastadoras para millones de ciudadanos. Implementado a gran escala desde 2020, este sistema asigna puntuaciones a individuos y empresas basadas en su comportamiento financiero, social y de cumplimiento con las políticas gubernamentales.
Sin embargo, para aquellos que caen en desgracia, las penalizaciones no solo son severas, sino que a menudo llevan a una espiral de marginación, quedarte sin techo y pérdida de libertades básicas. Un reciente post en X por Songpinganq ha puesto de relieve estas terribles realidades, y un análisis detallado confirma que sus afirmaciones son ciertas.
El Sistema de Crédito Social fue introducido en 2014 como parte de una iniciativa más amplia para mejorar la gobernanza social en China. Según el Mercator Institute for China Studies, para 2020, el sistema ya estaba operativo a gran escala, recopilando datos de diversas fuentes, incluyendo registros financieros, actividad en redes sociales, y cumplimiento con órdenes judiciales.
Las
puntuaciones resultantes determinan el acceso a servicios esenciales, desde
viajes y empleo hasta atención médica y vivienda. Aquellos que acumulan una
puntuación baja se enfrentan a severas restricciones, siendo incluidos en
listas negras por razones que van desde no pagar deudas hasta criticar al
gobierno en línea, como informó el South China Morning Post en 2023.
Ser incluido en la lista negra del sistema de crédito social tiene implicaciones profundas y a menudo irreversibles. El post de Songpinganq destaca cómo las autoridades congelan cuentas bancarias y bloquean el acceso a carteras digitales como WeChat Pay, una plataforma esencial para transacciones diarias en China. Esto no solo impide a los individuos recibir salarios, sino que también les dificulta encontrar empleo o alquilar una vivienda.
Un reporte del Center for
Strategic and International Studies en 2025 corrobora esta situación, señalando
que las restricciones en plataformas digitales han dejado a muchas personas en
una posición de vulnerabilidad económica extrema.
En la foto se muestra personas durmiendo en parques y calles, una imagen que Songpinganq
atribuye directamente al sistema. Aunque algunos podrían argumentar que estas
imágenes reflejan solo el calor extremo, informes de Human Rights Watch en 2024 documentan casos concretos de personas que han perdido acceso
a vivienda y empleo debido a bajas puntuaciones de crédito social. Estas
personas, a menudo referidas como «laoshu» (ratas), son empujadas a la
marginalidad, incapaces de reintegrarse en la sociedad debido a las barreras
impuestas por el sistema.
La implementación de
identificaciones digitales en 2025, mencionada en el post, ha intensificado aún
más el control gubernamental. Según un artículo de la BBC de septiembre de
2025, estas identificaciones son ahora requeridas para acceder a servicios
públicos, incluyendo la atención médica, como parte de una estrategia de
vigilancia digital más amplia. Sin una identificación digital válida, los
ciudadanos no pueden participar plenamente en la sociedad, exacerbando las
dificultades para aquellos ya marginados por el sistema de crédito social.
El post también
destaca la desigualdad en la asignación de puntos de crédito. Por ejemplo, se
pueden ganar 4 puntos por vacunarse, mientras que se pueden perder 50 por un
solo post en redes sociales considerado desinformación. Esta disparidad está
respaldada por directrices gubernamentales de 2023, según las cuales ciertas
conductas son recompensadas o penalizadas de manera desproporcionada, como
detalla el Council on Foreign Relations. Esta estructura incentiva la
conformidad y penaliza la disidencia, creando un clima de miedo y autocensura.
Songpinganq comparte
una experiencia personal de haber sido confinado en un campamento de cuarentena
durante 21 días en 2021, donde fue forzado a vacunarse y tuvo que pagar 1.100
dólares por alimentos, vacunas y pruebas PCR. Este testimonio se alinea con
reportes de The Guardian que documentaron las medidas drásticas implementadas
durante la pandemia de COVID-19, incluyendo estancias obligatorias en
instalaciones gubernamentales y costos asociados. Estas experiencias no son
aisladas; muchos ciudadanos han sido sometidos a tratamientos similares,
perdiendo no solo su libertad, sino también sus recursos financieros.
Otra dimensión
alarmante del sistema es el papel de WeChat, no solo como una plataforma de
pago, sino también como un medio de vigilancia. Freedom House informó en
2024 que el algoritmo de WeChat castiga contenido considerado sensible,
notificando inmediatamente a la policía y potencialmente llevando a la
inclusión en listas negras. Esto significa que criticar al gobierno en WeChat
puede resultar en la pérdida de acceso a servicios financieros esenciales,
profundizando la espiral de marginación. La dependencia de WeChat para
transacciones diarias hace que estas restricciones sean particularmente
devastadoras.
El camino hacia una
sociedad sin efectivo, que parte del Yuan Digital en 2023, ha agravado el
impacto de estas restricciones. Según el Peterson Institute for International
Economics en 2025, la dependencia de plataformas digitales hace que ser
incluido en una lista negra sea casi una sentencia de exclusión económica, ya
que los individuos no pueden participar en transacciones básicas. Esto ha
creado un escenario donde el estado tiene un control absoluto sobre la vida
financiera de sus ciudadanos, con consecuencias catastróficas para aquellos que
caen en desgracia.
Las terribles
consecuencias del Sistema de Crédito Social son multifacéticas. Además de vivir
en la calle, muchos individuos se enfrentan a aislamiento social, pérdida de
oportunidades educativas para sus hijos, y una erosión general de sus derechos
humanos. Informes de Amnistía Internacional en 2025 han documentado casos de
familias enteras que han sido despojadas de sus medios de subsistencia debido a
las acciones de un solo miembro. La falta de mecanismos de apelación y la
opacidad del sistema hacen que sea casi imposible revertir estas situaciones,
atrapando a los afectados en un ciclo de pobreza y marginación.
El Sistema de Crédito
Social en China, lejos de ser un mero instrumento de gobernanza, se ha
convertido en un mecanismo de control que devasta vidas. Las historias de
personas como las descritas por Songpinganq no son excepciones, sino síntomas
de un sistema diseñado para mantener el conformismo a costa de la dignidad
humana. Mientras el gobierno chino continúa promocionando el sistema como un
medio para construir una sociedad más «confiable», las realidades sobre el
terreno revelan un panorama de control digital extremo, pérdida de libertades,
y sufrimiento humano.
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