14.7.25

Aceptar que no se puede tener todo. No se trata de acumular vidas, sino de habitar una

LA METÁFORA DE LA HIGUERA     

UNA OBSESION DE LA GENERACIÓN Z

El deseo de serlo todo, el miedo a elegir y la parálisis que provoca. La metáfora de la higuera en La campana de cristal resuena con fuerza entre jóvenes que sienten cómo las posibilidades se pudren una a una ante sus ojos.

Hay decisiones que no se toman. No porque no sepamos qué queremos, sino porque queremos todo. Serlo todo. No perder ninguna versión de lo que podríamos haber sido.

Esa sensación —ese abismo— es lo que ha llevado a que, en los últimos años, el fragmento de la higuera de La campana de cristal, de Sylvia Plath, se vuelva viral entre las generaciones más jóvenes.

TikTok está lleno de videos que reproducen ese párrafo, con audios de voces dulces y nostálgicas, como si esa imagen literaria dijera en palabras exactas lo que muchos sienten, pero no saben explicar: el miedo de elegir y, en ese miedo, quedarse sin nada.

En la novela, Plath escribe sobre Esther Greenwood y su imposibilidad de decidir. Frente a ella, un árbol lleno de higos. Cada uno representa un futuro deseable, pero excluyente: poeta, madre, viajera, amante, académica, campeona olímpica. Al no poder escoger solo uno —por miedo a renunciar a los demás— se queda inmóvil. Observa, duda, espera. Y mientras tanto, los higos se marchitan y caen.

Es fácil entender por qué este fragmento se volvió tan popular. La vida ya no parece una línea recta. Hoy todo está abierto, todo parece posible: mil carreras, mil ciudades, mil versiones de uno mismo conviviendo al mismo tiempo. Pero tanta posibilidad no siempre es libertad. A veces es ruido. A veces es ansiedad. Porque elegir implica matar todo lo demás.

Y entonces uno se queda ahí, como Esther. Sin comer ningún higo. Con hambre. Pensando que tal vez, si se espera lo suficiente, algo sucederá por sí solo. Pero el tiempo no espera. Los momentos no se congelan hasta que decidas. La vida no hace pausa. Uno se queda mirando cómo las cosas se pierden sin haber sido.

Esa es la parte que más duele. No perder algo que se intentó, sino todo lo que no se vivió por no atreverse. No por cobardía, sino por un deseo profundo —y a veces absurdo— de quererlo todo. De no fallarle a ninguna de tus posibles versiones. Pero al final, el no elegir también es una forma de fallarse.

Vi mi vida extendiendo sus ramas frente a mí como la higuera verde del cuento.

De la punta de cada rama, como si de un grueso higo morado se tratara, pendía un maravilloso futuro, señalado y rutilante. Un higo era un marido y un hogar feliz e hijos y otro higo era un famoso poeta, y otro higo era un brillante profesor, y otro higo era Europa y África y Sudamérica y otro higo era Constantino y Sócrates y Atila y un montón de otros amantes con nombres raros y profesionales poco usuales, y otro higo era una campeona de equipo olímpico de atletismo, y más allá y por encima de aquellos higos había muchos más higos que no podía identificar claramente.

Me vi a mí misma sentada en la bifurcación de ese árbol de higos, muriéndome de hambre sólo porque no podía decidir cuál de los higos escoger. Quería todos y cada uno de ellos, pero elegir uno significaba perder el resto, y, mientras yo estaba allí sentada, incapaz de decidirme, los higos empezaron a arrugarse y a tornarse negros y, uno por uno, cayeron al suelo, a mis pies.

―Sylvia Plath

La higuera se ha convertido en una especie de símbolo compartido. Se viraliza en TikTok, se convierte en audio, se subraya en libros usados. Pero más allá de la estética triste o la pose melancólica, lo que conmueve es que habla de una sensación universal y muda: esa idea de que la vida se escapa por no haber hecho nada con ella.

Porque sí, cada camino implica una pérdida. Pero también la inacción. No tomar nada te deja exactamente con eso: con nada. Y no hay regreso. No hay forma de volver a ese instante donde todos los higos estaban colgando, perfectos, al alcance. Solo queda mirar el suelo.

Tal vez la enseñanza no está en elegir el mejor higo. Tal vez ni siquiera hay un higo correcto. Quizá se trata de morder alguno. Cualquiera. Asumir sus consecuencias. Aceptar que no se puede tenerlo todo. Que la vida no se trata de acumular versiones, sino de habitar una. Y que perder lo que no fue también es parte de crecer.

Hay quienes convierten esta metáfora en consuelo, en excusa, en explicación. Pero a veces, simplemente, es un espejo. Un recordatorio de que quedarse esperando también es elegir. Y que el deseo de infinitas vidas puede terminar quitándotelas todas.

https://pijamasurf.com/2025/07/el_higuero_de_sylvia_plath_la_metafora_que_obsesiona_a_la_generacion_z/  

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