LA VIDA NO ES ÚTIL
La vida no es útil, de Ailton Krenak, es una obra
honesta y directa que invita a la crítica profunda sobre el (sin)sentido del
modo de vida capitalista neoliberal, hoy ya globalizado. El texto se fundamenta
en intervenciones orales, conferencias y debates del autor de distintos
momentos y lugares en los que plasma ideas, desarrolladas mediante el diálogo y
el intercambio.
No hay que dejarse engañar por la brevedad de la obra, ni
por su estilo llano y de fácil comprensión, pues no se trata de un texto ligero
o superficial.
La vida no es útil realiza una llamada hacia un cambio radical de perspectiva; un mensaje transformador que arraigará sólo en mentes abiertas a la autocrítica y a los aportes desde cosmovisiones alternativas a la europea.
Introducción
Para comprender la profundidad de esta obra, es vital
conocer a su autor. Ailton Krenak, (Minas Gerais, Brasil, 1953) es filósofo,
periodista, escritor y líder de distintos movimientos políticos que luchan
contra la ocupación de los territorios indígenas brasileños. Justamente es
desde la cosmovisión indígena (pueblos Krenak, Yanomami, Ainu, Guaraní) desde
donde parte su crítica a la civilización capitalista, abogando por nuestra
integración en la naturaleza, afín a otros autores cuyo pensamiento gira
alrededor de lo indígena, como Davi Kopenawa, con obras como La caída
del cielo (2010) o Eliane Brum, en su publicación La Amazonia (2024).
La vida no es útil se origina en una
recopilación de reflexiones resultado de la pandemia de la covid-19, con su
consiguiente paralización de la producción, algo que antes era impensable. La
pandemia desafió el antropocentrismo al mostrar la vulnerabilidad humana ante
el virus, revelando simultáneamente el impacto perjudicial de la humanidad en
otras especies, al sugerir que su entorno puede mejorar sin nuestra nefasta
intervención.
Desde finales de los años setenta, Krenak ha observado la
devastación que causa la aceleración del expolio de su territorio. Por ende, su
objetivo es ayudar al lector a despertar del vacío comatoso en el que estamos
sumergidos desde el inicio del proyecto colonial moderno, que escinde nuestra
conexión con lo vivo: despertar para volver a sumergirse en el sentido cósmico
de la vida.
Recientemente (abril 2024), Krenak se ha convertido en el
primer indígena miembro de la Academia Brasileña de las Letras (ABL), en lo que
hay que interpretar como un acto de reparación por los enormes daños infligidos
a los indígenas en la colonización de Brasil. En este libro, Krenak transita
por una serie de ideas entrelazadas entre distintos capítulos.
Una visión holística de la naturaleza
«Muchos pueblos tenemos la comprensión de que nosotros y la
Tierra somos la misma entidad, respiramos y soñamos con ella». El sueño de
Krenak se refiere a una institución, un lugar en el que establecer y dar cuenta
de las relaciones con uno mismo y con el entorno. El sueño tanto en su acepción
de visión o proyecto como en su acepción corriente: algo íntimo que comparto
con alguien cercano.
El sueño-proyecto sugerido por los pueblos indígenas propone
una convivencia pueblos-naturaleza que respete a la Tierra y la considere como
organismo vivo. Considera que estamos pegados al cuerpo de la Tierra, por ello
«cuando alguien la pincha, la lastima o la araña, desorganiza nuestro mundo».
No hay escisión alguna entre lo humano y lo natural: «Todo es naturaleza». En
contraste, nuestra consideración de la Tierra y la dependencia de ella es tan baja
que solo las crisis socioecológicas han podido traer consciencia de nuestra
posición.
La Tierra es para los pueblos indígenas la gran madre de
todos los seres vivos. «Nuestra madre, la Tierra, nos da gratuitamente el
oxígeno, nos pone a dormir, nos despierta por las mañanas con el sol, deja que
los pájaros canten, que se muevan corrientes y brisas, crea este maravilloso
mundo para compartir», un mundo que es escenario de un sujeto expandido que el
autor llama el yo compartido.
Una humanidad arrogante
Para Krenak, humanidad no se refiere
únicamente al género Homo, sino a una construcción histórica
presentada del siguiente modo: «cuando hablo de humanidad no estoy hablando
solo de Homo sapiens sino que me refiero a una inmensidad de
seres que excluimos desde siempre: cazamos ballenas, les sacamos las aletas a
los tiburones, matamos leones y los colgamos en la pared». Por lo que también
se incluyen todas las esferas de lo viviente en las que el ser humano
interviene se ven incorporadas a su idea de humanidad.
Sin embargo, detecta que el sistema hegemónico sitúa tanto a
aquellos grupos humanos excluidos de la «vida buena» como a los seres vivientes
no humanos y la Tierra en un estado de subhumanidad. Permanecería, así, el
estatus de humanidad reservado a un grupo centrado en él mismo y con pretensión
de ir más allá de sus límites (corporales y energéticos). En tanto que se
concibe como superior, el primer grupo se considera capaz de dominarlo
todo.
Un primer grupo que ha interiorizado tanto que el dinero
equivale a poder, que la gestión política de un país prácticamente se reduce a
su gestión económica. «Puede ser una ficción afirmar que si la economía no
funciona plenamente nosotros vamos a morir. Podríamos poner a todos los
dirigentes del Banco Central en una caja fuerte gigante y dejarlos viviendo
allí, con su economía. Nadie come dinero». Además de la consideración del
dinero como materia prima, destaca la desigualdad en su reparto.
Por otro lado, Krenak advierte sobre cómo se está
mercantilizando al propio ser humano: si no produce, es un gasto, y por ello se
vuelve inútil, descartable. Es la llamada necropolítica, una
decisión de muerte, en la que la normalización de la muerte de algunos proviene
de considerar cosas más importantes por parte de otros: la economía, la cual
legitimaría que «si se murieran todas las personas que representan gastos sería
óptimo».
La destrucción que asumimos en pos del progreso
tecnológico
Advierte Krenak: «Cada paso que damos en dirección al
progreso tecnológico, devoramos algo»
La vida no es útil realiza, pues, una dura
crítica al progreso tecnológico y la visión mecanicista de la naturaleza. «La
desviación de los humanos en su sentimiento de pertenencia a la totalidad de la
vida se dio cuando descubrieron que podían apropiarse de la técnica», para así
modificar el entorno.
Más tarde, la modernidad y el capitalismo han corrompido
nuestra concepción de la vida, dislocándola fuera de los límites que nos
permiten habitar el planeta y haciéndonos olvidar que el único equipamiento
necesario para convivir en el planeta es nuestro propio cuerpo. Se trata de un
pensamiento antropocéntrico y tecnocrático «cancerígeno que hizo metástasis,
ocupó el planeta entero y se infiltró en la vida de manera incontrolable».
Krenak hace hincapié también en el gran «poder de
cooptación» que tiene el sistema capitalista, convirtiendo en adicción
cualquier necedad que anuncia. Nos vende el coche eléctrico como falsa
solución, también la expectativa de no morir. Justificamos con las tecnologías
el rastro que dejamos en la Tierra, sin embargo estas solo son juguetes, que
usamos de forma acrítica.
El autor se sorprende de las ficciones que genera la
tecnología, destacando el caso paradigmático de considerar siquiera la
posibilidad de sobrevivir en Marte. «El capitalismo nos quiere vender incluso
la idea de que podemos reproducir la vida. Que hasta se puede reproducir la
naturaleza. Terminamos con todo y luego hacemos otra».
Sin embargo, se trata de una forma de vida condenada al
fracaso precisamente por su incomprensión de la naturaleza. Según Krenak, ya es
demasiado tarde para desacelerar el uso de recursos naturales con objetivo de
postergar el fin del capitalismo, por lo que las iniciativas de sostenibilidad
aplicadas hasta ahora no tienen un efecto real sobre la situación del planeta,
sino que son una forma de autocomplacencia humana frente al desastre que ha
provocado.
Comprender la vida
«Todo el tiempo nos instan a realizar cosas útiles», pero
para Krenak la vida es entendida como fruición de la existencia: «estamos aquí
para disfrutar de la vida y cuanta más conciencia sobre la existencia, más
intensamente la experimentamos». La vida fluye con la del bosque, como una
danza cósmica, pero nosotros queremos reducirla a una coreografía utilitaria.
Al menos desde que comenzamos a considerar unos pocos, pero
cada vez más, la Tierra como un organismo, nuestra consciencia acerca de la
vida se expande más allá del grupo humano. Sin embargo, seguimos pensando
en vida como una palabra más, no muy distinta de fuego,
tierra o aire. Al contrario: «la vida es trascendencia,
está más allá del diccionario, no tiene una definición», y aun así, atraviesa
todo: los ríos, la capa de ozono, los glaciares.
Propuesta
La propuesta de Krenak transita, al menos, por tres senderos
que confluyen en la (re)identificación con la naturaleza. La primera vía es la
conciencia colectiva, compartiendo las preocupaciones y los intereses de la
comunidad frente al individualismo moderno; un mundo ampliado, entendido como
una manera alternativa de poder. Aceptar que nuestra vida está inserta en la
red común de seres, que es la Madre Tierra.
En segundo lugar, Krenak aboga por una vida de «pisada
suave», en oposición a la actitud propia del progreso tecnológico de «devorar
el mundo». Para ello, debemos detenernos, ralentizar nuestras vidas, e invocar
la experiencia de habitar armoniosamente el cosmos, lo cual pasa por dejar de
saquear el planeta.
El tercer camino lleva a abandonar la mercantilización del
cuerpo para vincularnos a la Tierra que nos da, como una madre, todo lo que
necesitamos. Así, «vivir la experiencia de disfrutar la vida de verdad debería
ser la maravilla de la existencia».
Conclusiones
La vida no es útil es una obra que invita a
reconectar con la Tierra, que insta a escuchar todo tipo de voces, humanas y no
humanas. Esta actitud de apertura es fundamental para el autor, una
conversación entre todos los humanos, con los ríos, las montañas que puede
crear vínculos, cual constelaciones en un cielo común. «Si nos entendiéramos
como constelaciones constituidas por seres visibles e invisibles,
inevitablemente tendríamos que dejar de destruir la Tierra, porque
reconoceríamos todo lo que hay en ella como nuestros parientes». Es en esta
conversación de múltiples voces donde Krenak encuentra respuestas: «O escuchas
las voces de todos los demás seres que habitan el planeta junto a ti, o haces
la guerra a la vida en la Tierra».
En síntesis, el objetivo es el de
alentarnos para que no solo nos enfrentemos a los retos expuestos en el libro,
sino que los superemos, mediante un radical cambio de paradigma de 180º, en el
que transitemos desde un enfoque antropocéntrico hacia uno ecocéntrico para
soñar junto con la Tierra.
https://www.15-15-15.org/webzine/2024/10/17/resena-de-la-vida-no-es-util/
No hay comentarios:
Publicar un comentario