ADOLESCENTES EN NUEVA YORK
Fundan un club para resistir el uso avasallador de los
smartphones
Para formar parte del club ludita de Nueva York
sólo son necesarias dos acciones: dejar tu smartphone y disponer tu mente para
conectar con la vida real (aun si esto, de inicio, implica una cierta sensación
de aburrimiento y soledad)
El New York Times
publicó recientemente un reportaje sobre un grupo de adolescentes en Nueva
York que se han alejado voluntariamente de las redes sociales y del
uso constante de tecnología digital.
Su propuesta, que va en contra de la corriente general de la sociedad, es sumamente refrescante e importante de rescatar. En particular, se trata de jóvenes de la escuela Edward Murrow que han fundado el Club Ludita, el cual se reúne una o dos veces por semana para realizar diferentes actividades, pero siempre sin el uso de smartphones.
El Club Ludita hace
referencia a trabajadores textiles del siglo XVIII en Inglaterra unidos
por el repudio a las máquinas, específicamente a las de costura, las
cuales pensaban que les arrebatarían su forma de vivir. A partir de ese
movimiento, conocido como ludismo, el término pasó a usarse
para cualquier persona que se resiste o se opone francamente a adoptar la
nueva tecnología de su época.
Los adolescentes del
Club Ludita se reúnen en un parque y guardan sus smartphones o,
en la mayoría de los casos, sus teléfonos flip (teléfonos sin
las funcionalidades de los smartphones, a los cuales están volviendo muchas personas). Las
reuniones son una forma de estar acompañados haciendo cosas que no tienen que
ver con las redes sociales. Unos dibujan, otros contemplan la naturaleza, otros
leen literatura (de autores tan variados como Dostoievsky, Boecio o Kerouac). A propósito de libros, uno de los favoritos
del grupo es Into the Wild, un libro escrito por el nómada
Chris McCandless, quien murió viviendo fuera de la civilización en Alaska
y el cual fue de hecho adaptado en una emotiva película.
Estos jóvenes creen
que el ser humano no está hecho solamente para vivir en edificios y trabajar y
que, más bien, la vida real está allá afuera y no en las redes sociales
y en las pantallas de los teléfonos. El grupo se caracteriza por una gran
conciencia de los efectos de las redes sociales en la psique.
Una de las
fundadoras, Logan Lane, una joven de 16 años, dijo esto a la prensa sobre
su experiencia al comenzar a desconectarse de la red:
Podía sentir la
química de mi cerebro cambiando. Estaba tan aburrida... En realidad no es común
que las personas estén aburridas y estén solas, porque los smartphones los mantienen conectadas
a otras personas.
Puntos esenciales
que muestran cómo la tecnología nos ofrece gratificaciones instantáneas que nos hacen evitar
sensaciones o pensamientos que en un primer momento nos parecen
desagradables y por ello mismo tendemos inconscientemente a rechazar: la
soledad y el aburrimiento (o el no tener la mente llena de estímulos).
Sin embargo, desde
otra perspectiva, una menor dependencia de las satisfacciones inmediatas y
más con miras en un bien mayor, la soledad y el aburrimiento son dos condiciones esenciales
para construir una vida interior y para desarrollar otro tipo de atención.
Por ejemplo, Lane ahora se levanta más temprano y lee mientras viaja en
metro, además ha comenzado a llevar un diario personal, corre en la naturaleza
e incluso hace ropa.
Otro miembro del
grupo dijo al New York Times:
Cuando subes algo
a las redes, si no obtienes suficientes likes, entonces no te sientes bien
contigo mismo. Eso no le debería pasar a nadie.
Una de las
fundadoras del Club Ludita explica que no tienen mucho éxito reclutando nuevos
miembros, lo cual es sin duda lógico, teniendo en cuenta la presencia
avasalladora de la tecnología digital en nuestra época. Y después de todo, uno
de los aprendizajes de esta experiencia es que las buenas cosas en
la vida no ocurren entre la muchedumbre. A diferencia de las redes sociales
y sus multitudes de "amigos" tener pocos pero buenos amigos hace toda la
diferencia.
Los padres de Logan
apoyan el club, puesto que han visto el efecto que la desconexión ha
generado en la vida de su hija. Sin embargo, también le han pedido que tenga al
menos un teléfono portátil viejo, al cual puedan llamarle en caso de
emergencias.
En otro aspecto, los
cambios en la mentalidad de estos jóvenes son notables. En lugar de sentirse
atraídos por los cuerpos fit y la vida idealizada de los influencers de Instagram, estos adolescentes se fijan en cosas como qué
tanto ha leído una persona y qué tan libre está de las presiones a
conformase socialmente.
Compañeros de escuela de estos adolescentes neo-luditas han criticado al Club porque, dicen, los teléfonos inteligentes son necesarios para vivir en la sociedad contemporánea y, en ese sentido, sólo personas que gozan de ciertos privilegios (sobre todo materiales y de riqueza) pueden darse el lujo de vivir esta especie de vida "apartada" o diletante.
A esta
crítica, el Club responde que ellos no esperan que todos abandonen su teléfono
por completo ni definitivamente. Su propuesta es que que lo
dejen únicamente durante una hora, esto es, mientras duran las
reuniones del Club. Y no por un capricho o motivación relacionada con el
origen social de clase, sino porque estos jóvenes se dieron cuenta que
existe "un problema con la salud mental y el uso de pantallas",
palpable tanto en sí mismos como en las personas con quienes conviven (y en el
mundo entero).
Por el momento el
grupo cuenta con 25 miembros, una cifra quizá suficiente para las
dimensiones de una escuela preparatoria. En todo caso, lo sorprendente quizá
sea que tan pocas personas, en general, se den cuenta de que estos jóvenes
tienen razón: el uso de pantallas crea problemas, en varios sentidos, desde
la psique hasta la coexistencia social. Un fenómeno frente al cual no basta
con notarlo o advertirlo: es necesario actuar. En ese sentido, es
especialmente notable que hayan sido adolescentes, quienes de hecho
no conocieron un mundo sin smartphones, quienes tomaron esta iniciativa.
Disfrutar de
momentos verdaderamente ociosos (al margen del entretenimiento que ofrece la tecnología), o del
contacto directo y cara a cara con otros, así como de tiempo en la naturaleza, son experiencias verdaderamente
irremplazables. Más aún, no vivir para ganar likes es
actualmente una actitud revolucionaria y la única forma de ser
auténticos.
Si bien algunas
personas piensan que es posible "vivir en ambos mundos", el de
la vida auténtica y el de la "vida" digital, esto es, sin abstenerse
de participar en el mundo de las redes sociales, lo cierto es que en la mayoría
de los casos se revela inevitable tomar una
decisión radical al respecto, pues, citando un par de frases famosas,
el medio es el mensaje y nadie puede servir a dos amos a la vez: el modelo
de likes de las redes sociales transforma la socialización en
todos sus aspectos.
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