¿APROVECHAR LOS TIEMPOS DE CRISIS PARA IMAGINAR?
Recuperando el ciclo de los nutrientes: Desde lo inmediato, una aproximación al desarrollo comunitario para frenar la crisis ambiental y crear tierra viva y fértil.
Nos encontramos en un momento en el que leer, ver o escuchar
las noticias duele. El presente en muchos aspectos espanta. Asumimos, quizás
sin ser conscientes de ello, un futuro distópico en el que cada vez serán más
habituales las hambrunas, los desplazamientos forzados, el calentamiento global,
los desastres climáticos, los territorios que se convierten en desiertos y
donde la vida no tiene espacio. Futuros más individualistas y en los que pueden
surgir todo tipo de ecofascismos. No solo se manipula nuestra forma de entender
el presente y el pasado, también cómo proyectamos el futuro.
Pero, ¿y si ante estas crisis, que nos han puesto en el espejo la necesidad de asumir los límites de la naturaleza y el crecimiento económico, le dedicamos más tiempo a hacer ejercicios de imaginación, combinados con el realismo social y ecológico?
Proponemos empezar este ejercicio de imaginación con algo
concreto, los residuos orgánicos, la basura que en la mayoría de las casas
tiramos cada día a un contenedor y nos despreocupamos de ella.
Actualmente entre el 30 - 45% del peso de las basuras de los
hogares son residuos orgánicos, lo que equivale a entre 600 y 1.500 gramos por
familia y día. Al año estamos hablando de entre 200 y 500 kilos por vivienda.
Este porcentaje es mucho menor en las zonas rurales puesto que la alimentación
de animales (gallinas y cerdos) a partir de los restos orgánicos es algo
habitual.
Por otro lado, en la gestión de las zonas verdes de pueblos
y ciudades, se genera un montón de biomasa (restos de poda, desbroce…) que en
muchos casos se envía a lugares en los que se quema, con lo que supone un gasto
enorme energético en su recogida y desplazamiento y muchas emisiones de CO2 en
su quema.
¿Y si la gestión
de esos desechos, que no se utilizan para ganadería, se utilizara para mejorar
el suelo fértil a través de diferentes formas de compostaje?
Imaginemos que lo raro fuera desperdiciar nuestros desechos
y tratarlos como basura. Imaginemos que realmente todos los residuos orgánicos
de las familias se compostaran con la ayuda de lombrices (vermicompost) o en
composteras comunitarias, en donde no tuviéramos que gastar ningún tipo de
combustible para desplazar esas “basuras” a vertederos, y lo que obtuviéramos
fuera cada vez más tierra fértil disponible. Imaginemos que los restos de poda
de nuestras zonas verdes se trituraran in situ y se utilizaran para nutrir,
acolchar y proteger el suelo.
De esta forma podríamos disminuir una gran cantidad de
emisiones de CO2. Con un proceso controlado del compostaje se reducirían
notablemente las emisiones de gases perjudiciales como los que se generan
actualmente en los vertederos. Significaría además un ahorro municipal, al
reducir los desplazamientos.
En las últimas décadas la mayor parte de las tierras de todo
el mundo están teniendo una pérdida enorme de fertilidad debida a diversos
factores como exceso de labranza, lluvias torrenciales, contaminación, falta de
cobertura vegetal… Si consiguiéramos que esos residuos se convirtieran en
abono, nos podría ayudar a mejorar el suelo, retendría más agua y nutrientes y
podría servir (unido a muchas otras acciones) para prevenir la erosión.
Devolveríamos al terreno, convertido en compost, parte de esos nutrientes que
nos ha dado en forma de verduras, frutas y hortalizas, y tendríamos que
incorporar cada vez menos insumos extraídos de otros lugares y que serán cada
vez más difíciles de obtener por la inminente crisis energética.
Soñemos con que en cada calle o barrio se organiza por
ejemplo una compostera por cada 10 familias, y que ellas después deciden qué
hacer con el humus que se obtiene, y que eso impulsara de nuevo un ejercicio de
imaginación… que soñar, crear y pensar en cómo mejorar comunitariamente nuestro
entorno se hiciera costumbre. ¿Y si una vez recuperados todos esos nutrientes
en forma de compost o material troceado, lo empleáramos para generar proyectos
comunitarios de huertas y bosques comestibles con los que alimentarnos de una
manera más sana y cercana?
En la gran mayoría de los casos, no estamos inventando nada
que no se haya experimentado antes, se trata de darle forma en nuestra
imaginación como algo deseable, algo que tuvo y tendrá valor. No soñamos con
retroceder, sino volver a mirar a lo esencial de la vida. Generar tierra viva y
fértil es una necesidad.
En los Objetivos de Desarrollo Sostenible, ya se nombran
algunos de estos sueños o retos: reducir el impacto ambiental, prestar atención
a la gestión de desechos municipales, reducir la generación de desechos,
etcétera, son ideas que se repiten. Pero supongamos que no es algo que
esperamos que vengan a solucionarnos desde instancias alejadas de nuestras
vidas, y las convertimos en acciones de nuestro día a día, que implementamos
porque les vemos sentido y creemos que son necesarias.
Crear alternativas comunitarias, cercanas, municipales, ya
se está haciendo en muchos lugares, forman parte de nuestro presente en muchos
rincones. Imaginemos un futuro en donde dejan de ser experiencias minoritarias
y las convertimos en comunes, en lo habitual.
Y una vez en la vereda:
¿Seguimos imaginando en otros ámbitos de nuestra vida?
¿Pasamos de la imaginación a la práctica? ¿Recuperamos la idea esencial de que
el futuro no está escrito?
https://www.elsaltodiario.com/reciclaje/crisis-ambiental-compostaje-recuperando-ciclo-nutrientes
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