Paul Gaugin: D’où Venons Nous / Que Sommes Nous / Où Allons Nous (1897) |
El atolladero humano
En el cuadro del siglo XIX Paul Gauguin adopta una visión a nivel de especie preguntándose “¿de dónde venimos?, ¿quiénes somos?, ¿a dónde vamos?”. Somos la primera generación de nuestra especie (de cualquier especie en este planeta) que conoce las respuestas científicas a estas preguntas. Hemos llegado a una discusión a nivel de especie. Con implicaciones a nivel planetario.
Hace
unos 11.000 años, cuando terminó la última edad de hielo, nuestros
antecesores —en no menos de 5 localizaciones distintas por todo el
mundo— sacaron ventaja de las nuevas condiciones e intentaron un
modo
de vida agrícola. Avanzamos rápidamente a través de dos cambios de
fase trascendentales en la historia humana (las revoluciones agrícola
e industrial) y aquí estamos: acercándonos a los 8 mil millones, en
busca de libertad, experiencias y riqueza material, todo ello
derivado del excedente físico. Como mucha gente es consciente,
la búsqueda de este excedente
está también impactando en la esfera exterior a nuestros hogares
(la llamamos Tierra),
de formas cada vez más dañinas. Y, sin embargo, con un crecimiento
anual mundial del 3%, que es lo que la mayor parte de los gobiernos e
instituciones espera, casi doblaríamos en tamaño la energía y
materiales que nos costó 11.000 años amasar, en los próximos 25
años.
La
tecnología moderna proporciona estímulos de magnitud mayores que
los que experimentaban nuestros ancestros buscando sentimientos
similares. Para ellos, una baya encontrada en su camino era una rara
y dulce sorpresa, mientras nosotros compramos dulces por quilos en la
tienda de alimentación, o enviados por Amazon. Podemos acabar
fácilmente secuestrados/adictos a cosas que sentimos importantes,
pero no son más que efímeros potenciales de acción en el cerebro,
no en el mundo real.
Relativo vs. Absoluto
La
aptitud física en la naturaleza está relacionada con la ingesta
calórica por unidad de esfuerzo. Cada uno de nosotros sigue este
simple algoritmo
de recolección,
mediado por el neurotransmisor dopamina, para conseguir más por
menos. Pero cuando las necesidades básicas están cubiertas, este
algoritmo cambia para preocuparse significativamente más por nuestro
desempeño relativo, ingresos, estatus, ranking
frente a otros… de lo que nos preocupamos respecto a las medidas
absolutas de las mismas cosas. Es decir, no nos preocupamos tanto por
lo bueno o lo malo, como por lo mejor o peor (que nuestros vecinos o
en relación al día anterior).
Lo
que queremos vs. Lo
que tenemos
Nuestros
impulsos de querer algo
—un par de zapatos, un coche nuevo, un juguete— los sentimos más
intensamente que la satisfacción que obtenemos de la posesión de
esas cosas de manera habitual. Esta es la razón por la que nuestros
sótanos y unidades de almacenamiento están llenas de los fantasmas
de la dopamina del pasado. Mientras que nuestro mundo físico está
basado en los stocks,
nuestro cerebro y conducta están basados en flujos,
que necesitan ser experimentados continuamente todos los días.
Deseos vs. Necesidades
Una
vez nuestras necesidades básicas (alimentación, agua, servicios
básicos, respeto social) están cubiertos, obtenemos muy poca
satisfacción vital adicional mediante el incremento del consumo. Las
mejores cosas en esta vida son gratis, pero el deseo es
un poderoso motor humano.
Yo vs. Nosotros
Somos
una especie biológica y, como tal, en el espectro
competición-cooperación normalmente buscamos ser el número uno
—nosotros y nuestra familia— en relación a los otros.
Nosotros vs. Ellos
Pero
nuestros años de formación (en realidad milenios) se dieron en
pequeñas tribus nómadas de la sabana africana. El éxito de nuestra
tribu —en la caza, adquisición de recursos y defensa contra otras
tribus— dictaba —y a menudo se imponía a— nuestro propio éxito
individual. El intenso favorecimiento de los endogrupos y el
ostracismo de los exogrupos —sean diferentes religiones, diferentes
grupos políticos, diferentes equipos deportivos o incluso diferentes
opiniones respecto al futuro—, sigue hoy entre nosotros.
Genes vs. Cultura
La
naturaleza humana no cambia a corto plazo: nuestros tataranietos que
vivan dentro de 200 años seguirán sujetos a los mismos impulsos y
limitaciones que acabo de mencionar. Pero la cultura puede
manifestarse en conductas emergentes —tanto positivas como
negativas— que pueden suceder en plazos de tiempo mucho más
cortos, incluso menos de una década en algunos casos. Nuestros genes
nos dicen qué necesitamos,
pero la cultura dicta cómo lo
conseguimos. Podemos conseguir al menos una buena parte de lo
que queremos y necesitamos usando
menos cosas con menos daño.
MEDIOAMBIENTE
Interno vs. Externo
En el siglo XX hemos construido infraestructuras y expectativas sociales según las reglas de las finanzas y la economía, pero las reglas de las ciencias naturales y la ecología (productividad primaria, cascadas trófica, capacidad de carga, extralimitación, cuellos de botella, cambios de fase, sucesión, pulsos, etc.) van a ser mucho más pertinentes en el siglo XXI.
Nuestro sistema educativo se está volviendo cada vez menos relevante para el futuro al que nos enfrentamos. La educación primaria y secundaria son un producto de un excedente de energía. Paradójicamente, también son una de las pocas inversiones que pueden contribuir a que haya un futuro excedente. La educación desde una óptica de previsión inteligente se debería centrar en una síntesis científica, en la comprensión de nuestras propias mentes, sobre principios ecológicos, enfrentándose a la incerteza y centrándose en las habilidades para resolver problemas que serán cada vez más necesarias en una sociedad con un rendimiento más bajo de energía. Menos especialización y más comprensión sistémica serían la consigna para el presente.
Dólares vs. Humanidad
De todos los estímulos por encima de lo normal en la cultura moderna: los medios sociales, Twitter, Overwatch, las máquinas tragaperras y las pizzas para amantes de la carne, quizá el mayor y más pernicioso son los dólares. Hemos logrado sintetizar el inventario total de lo que nos ha hecho funcionar en condiciones tribales durante decenas de miles de décadas en una sola variable: marcadores digitales (o de papel) de status y éxito. Ciertamente necesitamos la moneda para gestionar y almacenar la riqueza, pero nuestra cultura lo ha llevado a un extremo, financiarizando de manera gradual pero casi completa la experiencia humana. Podemos tener la esperanza de que un vasto depósito de expresiones de humanidad permanecen dormidas bajo las pilas de dígitos electrónicos.
Bien vs. Mal
Los humanos no son malignos, no más de lo que lo puedan ser los lobos o los ñus. Sin embargo, al ser 8 mil millones buscando excedentes correlacionados con fuentes y capacidades de sumidero finitas, nuestras acciones tienen malas consecuencias. Es importante no mezclar nuestro impacto colectivo con quiénes somos como formas de vida individuales. Lo que sucede no es culpa de nadie, pero todos somos cómplices.
Lo que debería ser vs. Lo que será
Mucha gente promueve campañas para lo que debería hacer nuestra sociedad para solucionar una miríada de problemas económicos y medioambientales. Pero la mayor parte de estas recetas —con objetivos, no obstante, loables— o son incompatibles con nuestra realidad física o con los patrones de conducta que han evolucionado durante centenares de miles de años. Contar con una súbita iluminación hacia un bien mayor por parte de una mayoría de la gente es algo que los activistas ecologistas llevan haciendo desde los años 60, y los activistas climáticos durante casi dos décadas, pero seguimos emitiendo cada año más CO2. Es poco probable que nos prepararemos en masa para la Gran Simplificación que tenemos por delante: las barreras culturales, de conducta y sistémicas son demasiado grandes. En lugar de un cambio planificado, lo que haremos será reaccionar y responder. En lugar de abogar por resultados poco realistas, podemos dedicar nuestros esfuerzos a cambiar las condiciones iniciales que proporcionarán mejores resultados y hacer que después sean posibles nuevos movimientos, imposibles en el actual tablero de juego.
Popular vs. Realista
De manera similar, el relato completo de la gravedad de nuestros apuros —en radio, televisión y prensa—, nunca va a ser popular. Es mucho más cómodo (y lucrativo) entretenerse, recibir publicidad y promesas diversas de soluciones artificiosas, usualmente con alguna tecnología no probada o físicamente imposible de escalar, o basada en fantasías difíciles de detectar que ignoran las ciencias naturales. Deberíamos reconocer que las soluciones simplistas normalmente no son soluciones. Pero reconocer eso sería… inquietante e impopular.
Izquierda vs. Derecha
Excepto quizá sobre el cambio climático, tanto demócratas como republicanos están completamente divorciados de la realidad de nuestros próximos retos. El agotamiento de los recursos, la extralimitación del crédito y los riesgos sistémicos que acompañan a ambas situaciones siguen ausentes de todo debate político. En cambio, se gasta una energía sustancial (y también vitriolo) en las cosas sobre las que una sociedad cada vez más polarizada no está de acuerdo. Pronto llegará el día en que valoraremos (y esperemos también hacerles frente) los temas en los que la mayor parte de nosotros estamos de acuerdo: necesidades básicas, familia/amigos, alimentación saludable, paz, respeto, sentido vital y un medio ambiente seguro y limpio en el que crezcan nuestros nietos. Por eso las discusiones actuales entre republicanos y demócratas son como discutir sobre qué repelente de mosquitos es mejor poner en nuestros brazos mientras un cocodrilo tiene nuestra pierna en su boca.
Masculino vs. Femenino
Vivimos en una cultura dominada por los hombres. Como resultado, entre otras cosas, la testosterona y la dopamina probablemente tienen más influencia en las decisiones que la oxitocina y la serotonina. Las mujeres —por motivos biológicos obvios— tienden a tener tasas de descuento más superficiales que los hombres (las cosas en el futuro tienen más peso). Dado que la mayor parte de nuestros riesgos sociales no se encuentran en este trimestre del año, sino en el futuro, quizá deberíamos promover/apoyar/ordenar que un mayor porcentaje de líderes y políticos que traten temas culturales a mayor escala con resultados futuros sean mujeres. No sé cómo (pero, claro, soy hombre).
Grupos pequeños vs. Grupos grandes
Los humanos unen fuerzas para cooperar en objetivos sencillos y claros como conseguir beneficios o la defensa militar. Pero, contraintuitivamente, la inteligencia y la capacidad de ser creativos en relación a temas complejos no aumenta con el tamaño del grupo. A medida que los grupos se hacen más grandes son cada vez menos capaces de captar y verbalizar situaciones complejas, no digamos responder a ellas creativamente. A una escala de centenares o miles en un grupo u organización, la conducta resultante se reduce a respuestas populares y simples. (Pensemos en cualquier gran ONG medioambiental o social.) Esto tiene grandes implicaciones para la actual plétora de riesgos a los que nos enfrentamos. Crear movimientos con un montón de gente preocupándose por la misma cosa es una buena idea. Pero cuando se trata de que las cosas se hagan —especialmente cosas que son complejas, matizadas y quizás impopulares— los individuos y los pequeños grupos tienen muchísimo más poder del que sienten que tienen para influir en los acontecimientos.
Economía vs. Medio ambiente
Si pudiésemos hacer una lista de las 10 mejores formas de mejorar el medio ambiente (por ejemplo, el impuesto al carbono, proteger las zonas de pesca internacionales, límites horarios a la conducción, etc.) probablemente las 10 serían malas para el crecimiento económico. De manera similar, en una lista de las 10 mejores formas de hacer crecer la economía (por ejemplo, subsidios por bebé, reducir impuestos…) probablemente todas ellas empeorarían la situación medioambiental micro o macro. En este siglo vamos a tomar continuamente decisiones (o no tomar decisiones, sino simplemente actuar) en un espectro entre lo que es mejor para el crecimiento económico y lo que es lo mejor para los ecosistemas planetarios y nuestro bienestar a largo plazo. Es probablemente bueno comprender (y considerar) esto por adelantado.
Derechos vs. Responsabilidades
Con 50 veces el ingreso de los humanos de hace 200 años, no sorprende que el o la estadounidense medio/a esté tan distraído/a por la comodidad y arrullado/a por narrativas falsas como para dormirse ante los problemas reales. La gente no es idiota ni es (la mayoría) mentirosa. Pero estamos tan a menudo seducidos y desinformados por narrativas simples que aquellos que nos avisan de la convergencia de macrocrisis generalmente son considerados unos locos por la corriente dominante. Pero estar despiertos ante los problemas de hoy es quizás el único camino a la cordura. Tener un poco de aflicción y disonancia por lo que está sucediendo es algo eminentemente racional, aunque nos haga sentir mal a veces. Si preocuparse por la Sexta Extinción masiva, el descenso energético, los límites al crecimiento y la llegada de la Gran Simplificación nos convierte en locos, quizá el mundo necesita muchos más locos. Hemos confundido temporalmente la locura y la cordura.
Diversión vs. Sentido
Con 80 veces más energía de la que necesitan nuestros cuerpos, poseyendo el metabolismo de un primate de 30 toneladas, hasta los medianos entre nosotros tienen estilos de vida materiales por encima de los de la mayor parte de los reyes y reinas de hace siglos. Y, sin embargo, mucha gente se siente desgraciada, está sobrealimentada, sobremedicada e insatisfecha. Lo que nos falta entre este batiburrillo de riquezas es un sentimiento de comunidad y un verdadero sentido de propósito. Tal como se infiere de todos los demás puntos de este texto, el hecho obvio es que el futuro necesita nuestra ayuda. Sin embargo, la mayoría de la gente no tiene un concepto o tan siquiera cree en el futuro. Quizás a partir de la conciencia de nuestra situación, de lo que está en juego, y de las posibilidades, pueda surgir una tribu (muy grande) conectada al Mañana.
Pensar vs. Hacer
En un mundo de segundas oportunidades baratas, nos hemos acostumbrado a grandes pérdidas de tiempo. Pasamos un tiempo considerable sopesando teorías esotéricas o distraídos por gadgets sin aprender o comprender habilidades físicas. Cuando nuestros esclavos fósiles dejen de estar disponibles, tendremos que sustituir cada vez más el carbono con trabajo humano; y esto hará que sea necesario que cada uno de nosotros aprenda una habilidad física. O tres.
Aflicción vs. Alegría
Nos gustan las historias felices, despreocupadas, que contengan sorpresas e imaginación… claro, porque es reconfortante y bonito sentirse felices y despreocupados. Una parte de nosotros sabe que las cosas no van bien y nos esforzamos por negar ese miedo con cosas que nos confortan. Por desgracia, el escenario de nuestro mundo actual, acercándonos a los límites sociales al crecimiento, mientras exprimimos el mundo natural especie tras especie, no permite un comportamiento feliz y despreocupado. Es aceptable —e incluso apropiado— acarrear algo de aflicción y disonancia por nuestra situación; porque es una situación peligrosa. Quizá acompañe a esta aflicción la determinación, la ira y la creatividad dirigidas hacia objetivos relacionados con el futuro. Pero también necesitamos equilibrio. Aun manteniendo la aflicción, debemos encontrar tiempo para mantener la nieve fresca en el camino en nuestras mentes, con —entre otras cosas—: la música, Netflix, la cerveza, unos cachorros Golden Retriever, las noches estrelladas, los bosques antiguos y las amistades profundas. Es un tiempo maravilloso y peligroso para estar vivos. No olvidemos las partes maravillosas.
Intrínseco vs. Extrínseco
Los individuos humanos tenemos un amplio espectro del tipo de valores que escoger y mantener. Hemos desarrollado evolutivamente la capacidad tanto para los valores extrínsecos (impuestos por nuestro medio ambiente) como para el poder, la riqueza y el estatus social, pero también valores derivados de nuestro interior como la compasión, la humildad, la gratitud y la empatía. Las acciones fundamentadas extrínsecamente como vencer en una discusión, conseguir poder sobre otro individuo o comprar un váter cubierto de oro liberan un fuerte pulso de dopamina, un sentimiento muy fuerte de bienestar, pero que dura tan solo segundos o minutos. Estos métodos para sentirse bien procedentes del exterior, a menudo llevan al abandono, al abuso habitual y a estar permanente buscando. En cambio, los valores intrínsecos están relacionados con la liberación sostenida de oxitocina, una de las cuatro sustancias químicas de la felicidad que libera nuestro cerebro. La investigación en la psicología social está descubriendo que practicar la gratitud, la empatía, la compasión y la humildad en nuestra vida cotidiana da como resultado sentimientos sostenidos y fiables de felicidad y alegría. Con algo de autoconciencia y deseo de cambio, podemos diseñar nuestras vidas para conseguir dosis sostenidas de felicidad y alegría más basadas en valores intrínsecos.
Esperanza vs. Desesperación
Que uno sienta esperanza o desesperación depende de su punto de vista anterior. Si esperas que 12 mil millones de personas vivan como la media de EE. UU. en el año 2100, con coches voladores y todos los problemas climáticos y oceánicos solucionados con parches tecnológicos, entonces el futuro aquí descrito puede parecer que esté en el lado oscuro. Si, en cambio, visualizas 5-6 mil millones de humanos viviendo en una sociedad de baja tecnología con sistemas renovables, habiendo perdido solamente mil de nuestras restantes 5.500 especies de mamíferos, el clima estabilizado por debajo de los 2ºC [de incremento respecto a la época preindustrial] y habiendo evitado guerras nucleares, entonces hay muchísimas razones por las que estar esperanzado mientras este futuro y muchos otros semejantes estén aún sobre la mesa.
Conclusiones
No podemos conocer el futuro, pero podemos tener una confianza creciente de cómo no será. Y mi propia conclusión es que la siguiente Duplicación ya no es probable que se produzca.
(Artículo adaptado de una charla impartida por el autor en el Día de la Tierra en Salina, Kansas, el 23.04.2018, publicado originalmente en el web MAHB de la Universidad de Stanford. Traducción: Carlos Valmaseda. Revisión: Manuel Casal Lodeiro.)
En
la formulación moderna del sistema de mercado, internalizamos los
beneficios y externalizamos los costes. Los costes —en
contaminación e impactos sociales negativos— nacen de los comunes
y de lo público, lo cual incluye a otras generaciones y otras
especies. Ninguna industria en el mundo sería rentable si se
incluyese el coste completo de todos los costes externalizados (por
ejemplo, un coste completo de 0,38 $ de los impactos dañinos del kWh
obtenido mediante la quema de carbón, en lugar de 0,04 $). Pero
muchas otras especies no se preocupan en absoluto por las
externalidades, y como nos hemos vuelto socialmente conscientes de
nuestros efectos río
abajo,
hemos hecho más para responder a los costes. Son ejemplos relevantes
el DDT, los clorofluorocarbonos, los ríos contaminados y la gasolina
sin plomo. Pero el CO2 sigue siendo un impacto que no puede
ser internalizado fácilmente.
Tesoros vs. Riquezas
Las
enormes riquezas ecológicas de nuestro mundo natural: depósitos
minerales, millones de especies, ecosistemas vibrantes, exuberante
selva tropical, etc. solo se considera que tienen valor para la
economía humana una vez han sido convertidos. En nuestra búsqueda
del tesoro, hemos saqueado nuestras riquezas, y el plan por defecto
es seguir haciéndolo.
Civilización vs. Comunidad
En
la actualidad los humanos nos apropiamos de entre el 30 y el 40% de
la productividad anual de la luz del sol que interactúa con el
suelo/tierra de nuestro planeta. Por añadidura nosotros (y nuestras
vacas, cerdos, cabras, perros, ovejas, etc.) superamos la suma del
peso total de todos los otros vertebrados terrestres en una relación
por encima de 50:1. El continuo entre civilización humana y
comunidad de la Tierra —al menos hasta ahora— ha ido solo en una
dirección.
Visto vs. No
visto
Sobre
muchas de las externalidades del
comercio humano lo único que podemos hacer es leer. El hoy parece
muy similar al ayer. Sin embargo, Francia (y otros países) ha
perdido 1/3 de su población de aves en los últimos 15 años de
manera global debido a que hay menos insectos (presumiblemente debido
a los plaguicidas), en las criaturas marinas a 10 km de profundidad
se encuentran más productos químicos tóxicos que en los ríos
contaminados chinos, hemos perdido el 50% de las poblaciones animales
desde la década de 1970, etc. El conteo de espermatozoides humanos
en los países desarrollados ha caído aproximadamente el 50% en la
pasada generación. Los océanos han perdido un 2% de su oxígeno en
los últimos 50 años, etc. Nos centramos (naturalmente) en lo que se
ve, pero lo que no se ve nos cuenta actualmente una historia
preocupante.
(Los
21 puntos precedentes pueden ser —y lo serán en un web
interactivo— respaldados por la ciencia moderna. Los puntos que
siguen son implicaciones lógicas de la síntesis anterior, pero se
presentan más bien como mis propias conclusiones).
CULTURA
Juego vs. Plan
En
la cultura humana moderna cooperamos en diversas escalas (individual,
corporaciones, países…) para maximizar las representaciones de
excedentes (beneficios monetarios). Una vez comprendemos que 1) todos
los bienes y servicios que llevan a un producto económico requieren
una conversión de recursos primarios, 2) el PIB está muy
correlacionado con la energía y 3) para proporcionar servicios
cerebrales a
tanta gente como sea posible los gobiernos e instituciones hacen todo
lo que pueden para mantener el acceso a la energía en crecimiento
(creación de crédito, cambio de reglas, garantías, etc.), la
estadística común económica del Producto
Interior Bruto toma
una connotación diferente. Para una aproximación razonable, el PIB
debería renombrarse como QIB
—Quema Interior Bruta—,
puesto que como base de toda transacción económica un pequeño
fuego se ha debido producir en algún lugar de la Tierra. A vista de
pájaro, la sociedad humana moderna está funcionando, por tanto, de
un modo parecido a una estructura disipadora de energía. Con un
enfoque colectivo en los beneficios a corto plazo, asumimos
tácitamente que los mejores futuros llegarán naturalmente. Pero
visto desde la perspectiva del QIB, el mercado por sí mismo no puede
hacer una previsión inteligente. Solo puede marchar hacia adelante,
3 meses de cada vez. El
juego —al menos hasta ahora— es también el plan.
Estrecho vs. Amplio
Todos
los asuntos con que nos encontramos tienen respuestas correctas
diferentes dependiendo de lo amplia que sea la perspectiva usada.
Podemos analizar el impacto de una política sobre una persona que
conduce un taxi, sobre la compañía de taxis, sobre el sistema de
transporte de la ciudad de Nueva York, sobre la ciudad de Nueva York
misma, sobre los EE UU, sobre el mundo de hoy, sobre las generaciones
futuras, sobre los ecosistemas, etc. La mayor parte de los problemas
actuales se ven desde una perspectiva más amplia, pero la mayor
parte de las decisiones culturales se toman usando una mirada
estrecha.
Finanzas vs. Ciencias Naturales
Finanzas vs. Ciencias Naturales
En el siglo XX hemos construido infraestructuras y expectativas sociales según las reglas de las finanzas y la economía, pero las reglas de las ciencias naturales y la ecología (productividad primaria, cascadas trófica, capacidad de carga, extralimitación, cuellos de botella, cambios de fase, sucesión, pulsos, etc.) van a ser mucho más pertinentes en el siglo XXI.
Ilimitado vs. Límites
Imaginemos
un mundo con 7.600 millones de humanos y sin leyes. Sin límites de
velocidad, sin impuestos para las infraestructuras públicas, sin
reglas, ni tribunales. Los humanos instintivamente tienen problemas
para autoimponerse límites. Por tanto, mediante contratos sociales y
reciprocidad hemos aprendido a reconocer la importancia de tales
instituciones, y como resultado, la sociedad es mejor. Aunque hemos
reconocido la importancia de las reglas y limitaciones en la conducta
y el impacto personales, todavía no hemos madurado para reconocer
los límites que debe tener la sociedad y la cultura en general. Pero
vivimos en un planeta finito.
Guerra vs. Paz
Históricamente
en los periodos con menos recursos per
cápita,
las primeras sociedades humanas (y las tribus antes que ellas) iban a
la guerra. Pero este continuo se evita tan a menudo en las
discusiones que hay que mencionarlo. Iremos de nuevo a la guerra si
no conseguimos cooperar para resolver las constricciones futuras de
un modo constructivo, y existe el modo. Esta vez, la guerra sería
mucho más devastadora que nunca antes en la historia humana. Ha
habido movimientos contra la guerra en el pasado y esperemos que de
nuevo en el futuro. ¿Qué porcentaje de nuestro dinero
del carbono caído del cielo se
dirige al gasto militar? En un mundo pacífico, ¿a dónde podría
ser mejor dirigido?
Población vs. Consumo
Somos
7.600 millones, camino de los 9-10 mil millones. La ONU (y otras
instituciones internacionales) malinterpreta la primacía de la
energía que subyace en la economía humana. ¿Implica una síntesis
informada del Pulso del Carbono que habrá poblaciones
sustancialmente menores este siglo? No. A menos que aparezca alguno
de los 4 Jinetes del Apocalipsis, el escenario más probable de lejos
es que se mantenga un nivel alto de población, con menos
recursos per
cápita (quizás
considerablemente menos). Malthus tenía
razón pero
no vio la revolución
vertical del
carbono fósil. Ehrlich tenía
razón pero
no vio la mundialización y el nacimiento de los mercados del crédito
sacando adelante recursos a tiempo. Quizás alguien hoy que escuche
esta historia, esperará inmediatamente grandes mortandades de
población basadas en las constricciones de recursos también tendrá
razón pero
no verá la trayectoria más obvia de disminución del consumo más
que de disminución de la población. En el mundo desarrollado, donde
la gente consume de 50 a 100 veces su consumo alimentario para otras
cosas, hay mucho espacio para bajar sin afectar al bienestar. Por
tanto, todavía es viable reducir el consumo, e incluso deseable. Con
350.000 niños naciendo cada día en el mundo pero 350.000
personas/familias al día incorporándose también a la clase media
internacional, con aproximadamente un rendimiento 5:1 más alto que
la media, el problema
de la población adquiere
un aspecto diferente.
Inteligencia vs. Sabiduría
La
historia humana está repleta de culturas bastante inteligentes y,
por lo demás, exitosas, que simplemente se equivocaron de lleno en
el cuadro general. Los habitantes de la Isla de Pascua creían que
los recursos fluían de la buena voluntad de sus ancestros, así que
era lógico cortar todos los árboles para ayudar en la construcción
de cabezas de piedra cada vez más grandes. Su conducta era
inteligente pero no sabia. Nuestra cultura, de manera similar,
recompensa los puntos de vista reduccionistas y la experiencia en la
solución de problemas. Pero a medida que recompensamos cada vez más
la experiencia vertical dentro de una disciplina, perdemos la
sabiduría que viene de cruzar disciplinas. Dicho sencillamente, la
inteligencia y la sabiduría funcionan mejor en sinergia. Los humanos
modernos, con amplia inteligencia pero carentes de sabiduría, nos
arriesgamos a padecer el síndrome
del savant,
moviendo metafóricamente las palancas de formas cada vez más
inteligentes para construir versiones modernas de las cabezas de
piedra de Rapa Nui.
Trivial vs. Relevante
Trivial vs. Relevante
Nuestro sistema educativo se está volviendo cada vez menos relevante para el futuro al que nos enfrentamos. La educación primaria y secundaria son un producto de un excedente de energía. Paradójicamente, también son una de las pocas inversiones que pueden contribuir a que haya un futuro excedente. La educación desde una óptica de previsión inteligente se debería centrar en una síntesis científica, en la comprensión de nuestras propias mentes, sobre principios ecológicos, enfrentándose a la incerteza y centrándose en las habilidades para resolver problemas que serán cada vez más necesarias en una sociedad con un rendimiento más bajo de energía. Menos especialización y más comprensión sistémica serían la consigna para el presente.
Dólares vs. Humanidad
De todos los estímulos por encima de lo normal en la cultura moderna: los medios sociales, Twitter, Overwatch, las máquinas tragaperras y las pizzas para amantes de la carne, quizá el mayor y más pernicioso son los dólares. Hemos logrado sintetizar el inventario total de lo que nos ha hecho funcionar en condiciones tribales durante decenas de miles de décadas en una sola variable: marcadores digitales (o de papel) de status y éxito. Ciertamente necesitamos la moneda para gestionar y almacenar la riqueza, pero nuestra cultura lo ha llevado a un extremo, financiarizando de manera gradual pero casi completa la experiencia humana. Podemos tener la esperanza de que un vasto depósito de expresiones de humanidad permanecen dormidas bajo las pilas de dígitos electrónicos.
Bien vs. Mal
Los humanos no son malignos, no más de lo que lo puedan ser los lobos o los ñus. Sin embargo, al ser 8 mil millones buscando excedentes correlacionados con fuentes y capacidades de sumidero finitas, nuestras acciones tienen malas consecuencias. Es importante no mezclar nuestro impacto colectivo con quiénes somos como formas de vida individuales. Lo que sucede no es culpa de nadie, pero todos somos cómplices.
Lo que debería ser vs. Lo que será
Mucha gente promueve campañas para lo que debería hacer nuestra sociedad para solucionar una miríada de problemas económicos y medioambientales. Pero la mayor parte de estas recetas —con objetivos, no obstante, loables— o son incompatibles con nuestra realidad física o con los patrones de conducta que han evolucionado durante centenares de miles de años. Contar con una súbita iluminación hacia un bien mayor por parte de una mayoría de la gente es algo que los activistas ecologistas llevan haciendo desde los años 60, y los activistas climáticos durante casi dos décadas, pero seguimos emitiendo cada año más CO2. Es poco probable que nos prepararemos en masa para la Gran Simplificación que tenemos por delante: las barreras culturales, de conducta y sistémicas son demasiado grandes. En lugar de un cambio planificado, lo que haremos será reaccionar y responder. En lugar de abogar por resultados poco realistas, podemos dedicar nuestros esfuerzos a cambiar las condiciones iniciales que proporcionarán mejores resultados y hacer que después sean posibles nuevos movimientos, imposibles en el actual tablero de juego.
Popular vs. Realista
De manera similar, el relato completo de la gravedad de nuestros apuros —en radio, televisión y prensa—, nunca va a ser popular. Es mucho más cómodo (y lucrativo) entretenerse, recibir publicidad y promesas diversas de soluciones artificiosas, usualmente con alguna tecnología no probada o físicamente imposible de escalar, o basada en fantasías difíciles de detectar que ignoran las ciencias naturales. Deberíamos reconocer que las soluciones simplistas normalmente no son soluciones. Pero reconocer eso sería… inquietante e impopular.
Izquierda vs. Derecha
Excepto quizá sobre el cambio climático, tanto demócratas como republicanos están completamente divorciados de la realidad de nuestros próximos retos. El agotamiento de los recursos, la extralimitación del crédito y los riesgos sistémicos que acompañan a ambas situaciones siguen ausentes de todo debate político. En cambio, se gasta una energía sustancial (y también vitriolo) en las cosas sobre las que una sociedad cada vez más polarizada no está de acuerdo. Pronto llegará el día en que valoraremos (y esperemos también hacerles frente) los temas en los que la mayor parte de nosotros estamos de acuerdo: necesidades básicas, familia/amigos, alimentación saludable, paz, respeto, sentido vital y un medio ambiente seguro y limpio en el que crezcan nuestros nietos. Por eso las discusiones actuales entre republicanos y demócratas son como discutir sobre qué repelente de mosquitos es mejor poner en nuestros brazos mientras un cocodrilo tiene nuestra pierna en su boca.
Masculino vs. Femenino
Vivimos en una cultura dominada por los hombres. Como resultado, entre otras cosas, la testosterona y la dopamina probablemente tienen más influencia en las decisiones que la oxitocina y la serotonina. Las mujeres —por motivos biológicos obvios— tienden a tener tasas de descuento más superficiales que los hombres (las cosas en el futuro tienen más peso). Dado que la mayor parte de nuestros riesgos sociales no se encuentran en este trimestre del año, sino en el futuro, quizá deberíamos promover/apoyar/ordenar que un mayor porcentaje de líderes y políticos que traten temas culturales a mayor escala con resultados futuros sean mujeres. No sé cómo (pero, claro, soy hombre).
Grupos pequeños vs. Grupos grandes
Los humanos unen fuerzas para cooperar en objetivos sencillos y claros como conseguir beneficios o la defensa militar. Pero, contraintuitivamente, la inteligencia y la capacidad de ser creativos en relación a temas complejos no aumenta con el tamaño del grupo. A medida que los grupos se hacen más grandes son cada vez menos capaces de captar y verbalizar situaciones complejas, no digamos responder a ellas creativamente. A una escala de centenares o miles en un grupo u organización, la conducta resultante se reduce a respuestas populares y simples. (Pensemos en cualquier gran ONG medioambiental o social.) Esto tiene grandes implicaciones para la actual plétora de riesgos a los que nos enfrentamos. Crear movimientos con un montón de gente preocupándose por la misma cosa es una buena idea. Pero cuando se trata de que las cosas se hagan —especialmente cosas que son complejas, matizadas y quizás impopulares— los individuos y los pequeños grupos tienen muchísimo más poder del que sienten que tienen para influir en los acontecimientos.
Economía vs. Medio ambiente
Si pudiésemos hacer una lista de las 10 mejores formas de mejorar el medio ambiente (por ejemplo, el impuesto al carbono, proteger las zonas de pesca internacionales, límites horarios a la conducción, etc.) probablemente las 10 serían malas para el crecimiento económico. De manera similar, en una lista de las 10 mejores formas de hacer crecer la economía (por ejemplo, subsidios por bebé, reducir impuestos…) probablemente todas ellas empeorarían la situación medioambiental micro o macro. En este siglo vamos a tomar continuamente decisiones (o no tomar decisiones, sino simplemente actuar) en un espectro entre lo que es mejor para el crecimiento económico y lo que es lo mejor para los ecosistemas planetarios y nuestro bienestar a largo plazo. Es probablemente bueno comprender (y considerar) esto por adelantado.
Derechos vs. Responsabilidades
Ha
habido muchos contratos sociales en la historia humana documentada.
Desde el Código de Hammurabi hace 3.500 años a la Magna Carta y la
Constitución de los EE UU, los humanos a menudo han creado reglas y
guías para definir adecuadamente las necesidades y circunstancias de
su tiempo. Ahora vivimos en un planeta ecológicamente lleno, y somos
conscientes de qué somos, de dónde venimos, qué necesitamos, qué
queremos y qué estamos haciendo, unos a otros y a nuestro entorno.
Ante este telón de fondo hay una distinción
entre derechos y responsabilidades.
Este continuo seguirá en segundo plano… hasta que se traslade al
primer plano.
INDIVIDUO
Certeza vs. Probabilidad
El
futuro existe como una distribución probabilística de futuros muy
malos, malos,
regulares, buenos y muy
buenos.
Pero a la gente no le gusta la incertidumbre. Cuando oímos hablar de
estos escenarios energéticos y medioambientales normalmente o bien:
a) rechazamos o negamos las implicaciones usando racionalizaciones
del tipo “la tecnología lo solucionará” /”pensaremos en
algo”, etc.; o bien: b) “es demasiado tarde/no podemos hacer
nada/mejor disfrutemos mientras podamos”. Estas reacciones parecen
ser contrarias a primera vista pero tienen dos cosas en común: 1)
crean una certeza en
nuestras mentes que resuelve la disonancia; y, a su vez, 2) obvian la
necesidad de una respuesta y compromiso personal (algo incómodo
emocional y físicamente). La realidad es que el futuro no está
determinado todavía y existe como una distribución de
probabilidades constantemente cambiantes basadas en sucesos,
tecnología, sabiduría, riesgo y las acciones de individuos y
comunidades. Necesitamos más gente que evite los dos polos de la
negación y el nihilismo y permanezcan en el centro, asuman una
cierta disonancia, y se comprometan.
Menos vs. Más
Hemos
financiarizado la experiencia humana, trasformando todo lo
sustancial, profundo y con significado de nuestro pasado tribal en
marcadores digitales o de papel [el dinero]. Una vez cubiertas
nuestras necesidades básicas, en realidad no queremos más;
simplemente queremos más
que el
tipo o la tipa de la puerta de al lado. Probablemente nos dirigimos a
un mundo con menos producción física, lo hayamos elegido o no. Pero
esto no significa un mundo con menos
experiencias,
felicidad, sentido y buenas vidas. Los ingresos medios de una persona
en Guatemala están por debajo de los 10.000 dólares al año, pero
tiene una satisfacción y una calidad de vida igual a la de países
con ingresos 5-10 veces superiores. Los estadounidenses usan 38 veces
más energía que la gente de Filipinas pero son igualmente felices
según la métrica del bienestar. Los estadounidenses son mucho
más ricos desde
el punto de vista material que hace 50 años, pero están menos
satisfechos/contentos. Los conceptos de menos y más deben
desligarse de sus etiquetas monetarias y de la reacción visceral al
oírlos. Como individuos podemos luchar por ser más felices con la
riqueza absoluta y centrarnos menos en la relativa (esto requiere
entrenamiento y esfuerzo).
Locura vs. Cordura
Locura vs. Cordura
Con 50 veces el ingreso de los humanos de hace 200 años, no sorprende que el o la estadounidense medio/a esté tan distraído/a por la comodidad y arrullado/a por narrativas falsas como para dormirse ante los problemas reales. La gente no es idiota ni es (la mayoría) mentirosa. Pero estamos tan a menudo seducidos y desinformados por narrativas simples que aquellos que nos avisan de la convergencia de macrocrisis generalmente son considerados unos locos por la corriente dominante. Pero estar despiertos ante los problemas de hoy es quizás el único camino a la cordura. Tener un poco de aflicción y disonancia por lo que está sucediendo es algo eminentemente racional, aunque nos haga sentir mal a veces. Si preocuparse por la Sexta Extinción masiva, el descenso energético, los límites al crecimiento y la llegada de la Gran Simplificación nos convierte en locos, quizá el mundo necesita muchos más locos. Hemos confundido temporalmente la locura y la cordura.
Diversión vs. Sentido
Con 80 veces más energía de la que necesitan nuestros cuerpos, poseyendo el metabolismo de un primate de 30 toneladas, hasta los medianos entre nosotros tienen estilos de vida materiales por encima de los de la mayor parte de los reyes y reinas de hace siglos. Y, sin embargo, mucha gente se siente desgraciada, está sobrealimentada, sobremedicada e insatisfecha. Lo que nos falta entre este batiburrillo de riquezas es un sentimiento de comunidad y un verdadero sentido de propósito. Tal como se infiere de todos los demás puntos de este texto, el hecho obvio es que el futuro necesita nuestra ayuda. Sin embargo, la mayoría de la gente no tiene un concepto o tan siquiera cree en el futuro. Quizás a partir de la conciencia de nuestra situación, de lo que está en juego, y de las posibilidades, pueda surgir una tribu (muy grande) conectada al Mañana.
Pensar vs. Hacer
En un mundo de segundas oportunidades baratas, nos hemos acostumbrado a grandes pérdidas de tiempo. Pasamos un tiempo considerable sopesando teorías esotéricas o distraídos por gadgets sin aprender o comprender habilidades físicas. Cuando nuestros esclavos fósiles dejen de estar disponibles, tendremos que sustituir cada vez más el carbono con trabajo humano; y esto hará que sea necesario que cada uno de nosotros aprenda una habilidad física. O tres.
Aflicción vs. Alegría
Nos gustan las historias felices, despreocupadas, que contengan sorpresas e imaginación… claro, porque es reconfortante y bonito sentirse felices y despreocupados. Una parte de nosotros sabe que las cosas no van bien y nos esforzamos por negar ese miedo con cosas que nos confortan. Por desgracia, el escenario de nuestro mundo actual, acercándonos a los límites sociales al crecimiento, mientras exprimimos el mundo natural especie tras especie, no permite un comportamiento feliz y despreocupado. Es aceptable —e incluso apropiado— acarrear algo de aflicción y disonancia por nuestra situación; porque es una situación peligrosa. Quizá acompañe a esta aflicción la determinación, la ira y la creatividad dirigidas hacia objetivos relacionados con el futuro. Pero también necesitamos equilibrio. Aun manteniendo la aflicción, debemos encontrar tiempo para mantener la nieve fresca en el camino en nuestras mentes, con —entre otras cosas—: la música, Netflix, la cerveza, unos cachorros Golden Retriever, las noches estrelladas, los bosques antiguos y las amistades profundas. Es un tiempo maravilloso y peligroso para estar vivos. No olvidemos las partes maravillosas.
Intrínseco vs. Extrínseco
Los individuos humanos tenemos un amplio espectro del tipo de valores que escoger y mantener. Hemos desarrollado evolutivamente la capacidad tanto para los valores extrínsecos (impuestos por nuestro medio ambiente) como para el poder, la riqueza y el estatus social, pero también valores derivados de nuestro interior como la compasión, la humildad, la gratitud y la empatía. Las acciones fundamentadas extrínsecamente como vencer en una discusión, conseguir poder sobre otro individuo o comprar un váter cubierto de oro liberan un fuerte pulso de dopamina, un sentimiento muy fuerte de bienestar, pero que dura tan solo segundos o minutos. Estos métodos para sentirse bien procedentes del exterior, a menudo llevan al abandono, al abuso habitual y a estar permanente buscando. En cambio, los valores intrínsecos están relacionados con la liberación sostenida de oxitocina, una de las cuatro sustancias químicas de la felicidad que libera nuestro cerebro. La investigación en la psicología social está descubriendo que practicar la gratitud, la empatía, la compasión y la humildad en nuestra vida cotidiana da como resultado sentimientos sostenidos y fiables de felicidad y alegría. Con algo de autoconciencia y deseo de cambio, podemos diseñar nuestras vidas para conseguir dosis sostenidas de felicidad y alegría más basadas en valores intrínsecos.
Esperanza vs. Desesperación
Que uno sienta esperanza o desesperación depende de su punto de vista anterior. Si esperas que 12 mil millones de personas vivan como la media de EE. UU. en el año 2100, con coches voladores y todos los problemas climáticos y oceánicos solucionados con parches tecnológicos, entonces el futuro aquí descrito puede parecer que esté en el lado oscuro. Si, en cambio, visualizas 5-6 mil millones de humanos viviendo en una sociedad de baja tecnología con sistemas renovables, habiendo perdido solamente mil de nuestras restantes 5.500 especies de mamíferos, el clima estabilizado por debajo de los 2ºC [de incremento respecto a la época preindustrial] y habiendo evitado guerras nucleares, entonces hay muchísimas razones por las que estar esperanzado mientras este futuro y muchos otros semejantes estén aún sobre la mesa.
Conclusiones
No podemos conocer el futuro, pero podemos tener una confianza creciente de cómo no será. Y mi propia conclusión es que la siguiente Duplicación ya no es probable que se produzca.
Haremos
todo lo que podamos para mantener los servicios
cerebrales en
marcha hacia tantos votantes como sea posible, durante tanto tiempo
como sea posible. Somos industriosos y creativos así que puede que
esto prosiga algún tiempo, aunque hay límites físicos. El
inconveniente es que debido a décadas de seguir pateando
la lata,
probablemente esto termine con una recalibración de las expectativas
financieras contra los recursos físicos subyacentes. La mayor parte
de nuestras investigaciones apuntan a una reducción potencial del
PIB de las economías avanzadas de entre un 25 y un 40% en las
próximas dos décadas. Este resultado, similar al de la Gran
Depresión en los años 30, puede parecer estremecedor a primera
vista. Sin embargo, al ponerlo en contexto, también significa que el
PIB per
cápita disminuiría
a niveles de mediados de los años 80 o principios de los 90. Ninguna
de las dos fue una época realmente deprimida. Comparado con los 30,
cuando la caída de un 30% en la producción supuso una verdadera
pobreza para muchos, el mayor reto ante un suceso así hoy no es
tanto la reducción del consumo (a niveles todavía muy altos) sino
las consecuencias resultantes sobre el trabajo, la igualdad de
ingresos, las expectativas económicas futuras y la cohesión social.
Estos
riesgos no se encuentran bajo los auspicios de ninguna institución o
gobierno y, para empeorar aún más las cosas, representan la
tormenta cognitiva perfecta para ignorarla o rechazarla: es compleja,
abstracta, distante (en el tiempo), amenazadora, sin respuestas
fáciles y ciertamente sin respuestas políticas fáciles.
Todas
las observaciones culturales e individuales presentadas
anteriormente se unen en un punto: somos
capaces de mucho más, pero es improbable que cambiemos nuestra
trayectoria actual hasta que tengamos que hacerlo.
Y cuando añadimos los puntos económicos y medioambientales, surge
la conclusión de que tendremos
que hacerlo pronto.
Si reconocemos esto, el siguiente paso es discutir y catalogar
urgentemente qué iniciativas podrían elaborarse por parte de
pequeños grupos usando una previsión inteligente a escala nacional.
Dado
que tenemos un colchón excedentario exosomático de más o menos
100:1, quedan todavía sobre la mesa muchísimas posibilidades de
futuros buenos e incluso excelentes. Pero no llegarán sin esfuerzo.
El mundo no está irrecuperablemente roto, la Gran Simplificación
apenas ha empezado y hay bastante gente que está descubriendo
exactamente el aspecto que tienen nuestros atolladeros y la
naturaleza de las cosas que podrían cambiarlos sustancialmente.
Nótese
lo siguiente: aunque creo que la educación en sí misma es
insuficiente para un gran cambio, sigue siendo un primer paso
necesario para que la ciudadanía comprometida a favor de lo social
trabaje en busca de objetivos factibles y deseables y reaccionen ante
los acontecimientos de manera más racional. Mi propio objetivo en
relación a esto es triple:
-
Educar e inspirar a potenciales catalizadores y pequeños grupos que trabajen en el diseño de mejores futuros, para que integren un punto de vista más sistémico de la realidad.
-
Empoderar individuos para que tomen mejores decisiones personales al navegar y desarrollarse durante la Gran Simplificación que viene a nuestro encuentro.
-
Cambiar lo que se acepta en nuestro debate cultural para que esté más basado en la realidad.
Querido,
querida ciudadana, te invito a participar en el futuro.
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(Artículo adaptado de una charla impartida por el autor en el Día de la Tierra en Salina, Kansas, el 23.04.2018, publicado originalmente en el web MAHB de la Universidad de Stanford. Traducción: Carlos Valmaseda. Revisión: Manuel Casal Lodeiro.)
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