PEQUEÑOS EJERCICIOS
PARA EL BUEN MORIR
La mejor manera de
encontrar algo es perderse.
'Pequeños ejercicios para el buen morir', es una experiencia basada en
la celebración, que se
representa en Barcelona por la compañía Teatro de los Sentidos. Su director, Enrique
Vargas, se considera un 'creador de
juegos', que para llegar a serlo "hay que arriesgarse a no poder pagar la
hipoteca"
El Teatro de los Sentidos
El teatro de
Teatro de los Sentidos es un concepto bien particular. Es el sello que le ha
dado Enrique Vargas y que se basa en la experiencia. “La experiencia de cada
uno de nosotros, no sólo de los artistas, también de los espectadores, que no
son espectadores… son imaginantes”, cuenta Vargas, a la puerta de El Polvorí.
“Es un concepto que se debería aplicar más allá del teatro, ¡imagínate a un
político que en lugar de dirigirse a sus compatriotas se dirigiera a sus
imaginantes…!”
Cuenta Vargas
que hace 20 años que ya no le preguntan si lo que hace es teatro. ¿Qué es?
Alguien en Colombia escribió que “no es teatro ni artes plásticas ni performance, es construir cada día el camino del buen vivir, porque es muy probable
que el del buen morir esté a la vuelta de la esquina”. Desde luego, no
es que haya derribado la famosa cuarta pared, simplemente no ha existido nunca.
Vuelve a los orígenes del teatro, cuando público, artistas y la propia obra se
confundían.
Primero fue el
juego
El resultado (o
el origen) de este concepto teatral no es otro que el juego. Enrique Vargas
siempre se ha considerado un “constructor de juegos”, título “mucho más
honorífico que el de dramaturgo”, dice. Su vida está en sus juegos prohibidos
infantiles. Se crió en plantación cafetera en los Andes colombianos. Allí se
escapaba para jugar a lo que no le dejaban, y se escabullía por laberintos,
jugando a perderse. “Y
eso es lo que he hecho toda la vida con el teatro: perderme”. Son conceptos
que vemos en la producción del teatro de los Sentidos: Oráculo, esos
recorridos por la oscuridad, afilando todos los sentidos, o El hilo
de Ariadna… Hoy en día parece que convertirse en fabricante de juegos es algo
imposible, una bonita utopía… No para él: “Todo consiste en arriesgarse a no poder pagar la
hipoteca.”
Su concepto de
teatro es, pues, el del juego. Y se basa en la experiencia, a la que contrapone
el término información. Estos Pequeños ejercicios para el buen morir se basan
en la naturaleza de la experiencia. Y una experiencia es algo que nos
transforma un poco, por mínimo que sea. La información pura y dura, en cambio,
puede ser pasiva, no llevar a ninguna experiencia. Por eso la información buena
es la que nos lleva a la experiencia (la que nos marca), y eso ocurre gracias a
la curiosidad. “Tenemos
que ser una curiosidad con patas y no solo un cerebro con patas”, proclama, con
toda la tranquilidad que transmite, Vargas. “No debemos siempre tratar de ser un simple
intérprete intelectual. Hay teatro que es simplemente información, pero ese,
sin que sea malo (no hay teatro malo)… no me interesa. Los artistas del teatro
de los Sentidos difícilmente se convertirán en carne de cañón para cámaras,
micrófonos o telenovelas…” El papel del espectador, del imaginante, por lo
tanto, es crucial.
El dogma y el
misterio
El Teatro de los
Sentidos es poco dogmático. Antidogmático, diría. Pero Enrique Vargas considera
que el teatro, en general, es un arte mucho más conservador que la poesía, la
literatura, el arte plástico… “El mundo del teatro está lleno de vaticanos. A veces pienso que más
que dramaturgias lo que se escribe son liturgias…” A pesar de
todo, tiene sus reglas. Reglas, que no dogmas. “El juego lo dicta la imaginación, y la imaginación
no admite límites ni tabúes, es descarada, invasiva, lúdica, libre. Se cuela
por las rendijas de cada uno y lo transforma. Es decir, cada uno, guiado por su
imaginación, vive su experiencia, que va mucho más allá de la transmisión de
una información”.
“Lo más importante de todo es que
esta transformación sea desde dentro hacia fuera, si no, sería otra cosa, sería
una imposición”. No. Ellos no hacen un proceso de manipulación. ”La curiosidad de cada uno de
vosotros (de nosotros) es la que nos va a llevar a convertirnos en
protagonistas de nuestra propia experiencia. Cuando ocurre esto, la obra tiene
sentido, porque nadie está ideologizando al espectador”. De ahí, también,
que las obras de Teatro de los Sentidos no tengan mensaje.
Lo que busca el
juego, la obra, el teatro, es que cada uno intente descubrir su propio
misterio. “El
misterio, clave en cualquier juego, es lo que nos conduce a lo que no sabemos
que sabemos. El misterio nos agita hasta hacer aflorar esa sabiduría pasiva que
tenemos dentro. Por eso nuestra mayor riqueza está en nuestra capacidad
mistérica, en que somos misterios con patas”.
La tiranía del
ojo
El mundo de los
sentidos es, por lo tanto, la principal herramienta para dar con la experiencia
buena. Y para ello hay que contar con todos los sentidos. Pero hay uno que lo
puede estropear todo. La vista. “La vista es simple información, por lo tanto, peligrosa (pongámosle
muchas comillas a “peligrosa”). Evidentemente, nosotros no prescindimos de la
vista, pero consideramos que a veces predomina el imperialismo de los ojos y
uno piensa que porque vio, ya conoció. Y no. Hay que armonizar los ojos con los
demás sentidos. Para los niños es fácil, pero los adultos estamos pervertidos
por el totalitarismo del ojo”.
Y en todo este
juego, ¿qué papel desarrolla la palabra? “Evidentemente, la palabra siempre es válida”, dice
Vargas. “Pero generalmente se usa para ocultar, abstraer, engañar, agredir. Y
para informar. Así que, afortunadamente, el lenguaje no se limita a la palabra. La forma de
respirar, de oler, de palpar, las huellas, la temperatura… son conceptos
fundamentales en la obra de El Teatro de los Sentidos.
Claro, y esto…
¿dónde se coloca? ¿Dónde se desarrolla? ¿En un museo, en un escenario, en la
calle? Volvemos a qué es lo que hace el Teatro de los Sentidos. A esa pregunta
que dice Vargas que hace dos décadas que nadie le hace ya.
“Cada representación despertará
experiencias (emociones) diferentes. Y en cada lugar del mundo, también serán
diferentes las sensaciones. Por eso Teatro de los Sentidos se preocupa
muchísimo por captar las sensibilidades de cada lugar. La obra que vemos en
Barcelona es diferente a la que vieron en Amberes”, explica el
director y antropólogo. Han estado estudiando y entendiendo los olores, las
características sensoriales de cada lugar. Ahora están con un pie en Copenhague
para captar las cualidades sensoriales de allí. Cuando lleven ese espectáculo a
Brasil, habrá que remarcar otras cualidades. Y en Barcelona, otras…
‘Pequeños
ejercicios para el buen morir’
Además de ser un
juego, todas las obras del Teatro de los Sentidos responden a una pregunta (o
tratan de que cada imaginante responda a esa pregunta: “sin pregunta, no hay misterio y
sin misterio difícilmente se activaría el mecanismo de la curiosidad”). Es decir, se
empieza con una pregunta que intentamos convertir en juego.
En el caso de esta obra, el juego es el de la
celebración. ¿Por qué celebramos? Una oposición, un examen, un encuentro…? Y,
de alguna manera, de lo que se trata es de celebrar el buen morir o el buen
vivir. La pregunta, que no conviene revelar viene a ser si es mejor una
preparación para el buen morir o una preparación para el buen vivir. Ahí, en la
entrada, ante esa elección (buen morir o buen vivir) se separará la gente. “Viene a ser como plantearse si es
mejor morir viviendo o vivir muriendo, tiene trampa… Y recorrerá en la
oscuridad en busca de su propia experiencia”. Vargas nos advierte de que la mejor manera de encontrar algo es perderse. “Y te vas guiando por lo que
tocas, lo que hueles, lo que ves (tampoco se trata de negar el ojo… simplemente
no dejarle ser tan arrogante)”.
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