LA ILUSIÓN DEL LIBRE ALBEDRÍO
EL DETERMINISMO DE ALBERT EINSTEIN
¿Por qué Albert
Einstein y su admirado Spinoza han influido en distintos investigadores para
descartar la existencia del libre albedrío? ¿Esto cómo compromete a la mecánica
cuántica y a la ontología del tiempo? ¿Qué tiene que decir el taoísmo sobre
este asunto?
Albert Einstein es conocido por su perspectiva determinista. Convencido como físico de que toda causa específica debe tener un efecto específico, nunca aleatorio, extendió esta consideración a la metafísica al poner en duda la noción del libre albedrío. Influido consistentemente por su admirado Baruch Spinoza, pensaba también que nuestros deseos, decisiones y acciones no son resultado de un alma individual, sino historias mentales de la naturaleza.
El racionalismo del filósofo neerlandés sefardí difiere de
las consideraciones dualistas de René Descartes sobre el principio de realidad
de una “res cogitans”, el yo pensante, y el de una “res extensa”, el mundo
exterior. Spinoza buscó una síntesis monista sobre una sola sustancia que no
necesita de nada para existir. En este determinismo, todo es necesario y nunca
contingente. Mediante la razón es posible entender que no somos libres, aunque
nos podemos sentir así, dominar las pasiones y aceptar vivir de acuerdo con un
Dios que es la naturaleza. El libre albedrió es solo la versión mental de los
hechos. En palabras de Einstein:
Si la luna, en el acto de completar su recorrido eterno
alrededor de la Tierra, estuviera dotada de conciencia de sí misma, se sentiría
completamente convencida de que está recorriendo su camino por sí misma.
La relatividad einsteniana, una de las teorías mejor
confirmadas de toda la ciencia, también es una serie de límites para el
lenguaje explicativo de distintas teorías sobre el universo que, para los
críticos de la mecánica cuántica o de la ontología del paso del tiempo, no
puede contener algo como la indeterminación, sino carácter de una explicación
completa.
Para el “superdeterminismo”, una teoría del físico irlandés
John Bell, ignoramos una serie de variables que explicarían la presunta
aleatoriedad de los eventos cuánticos, por ejemplo, su aparente dependencia de
la observación o medición humana que, en un lugar dado, puede determinar al
instante el resultado de una medición en otro, el denominado “efecto de no
localidad”. El universo es “no local” o no tiene partes separadas. De acuerdo
con el famoso teorema que lleva su nombre, una supuesta localidad causal es
incompatible con las predicciones estadísticas de la teoría cuántica. Sobre la
realidad de la observación, para Bell:
No solo la naturaleza inanimada funciona según un
mecanismo de relojería detrás de escena. También nuestro comportamiento,
nuestra creencia de que somos libres.
Para la física alemana Sabine Hossenfelder, que no podamos
predecir el resultado de una medición cuántica es solo falta de
información. No es más que un malentendido el problema de la medición y la
aleatoriedad en general, que incluye filosóficamente la agencia del libre
albedrio. Los científicos también creen ilusoriamente en un tipo de elección.
Sobre la agencia del tiempo, la teoría del universo de
bloques, eternalismo u omnitemporalismo sostiene la intrigante concepción de
que todos los momentos pasados, presentes y futuros existen a la vez o son
igualmente reales. Ni el presente es ontológicamente privilegiado ni el pasado
algo que ya no existe ni el futuro algo que existirá. No puede ocurrir
algo y todo lo demás no. Esto contradice el sentido común y que haya algo
como un “pasar del tiempo”.
Si lo que llegaremos a hacer ya existe, no tal cosa como un
sujeto con libre albedrío temporal que pueda elegir qué ocurrirá. Pensar que
tanto hacer una acción o no llevarla a cabo no serían posibilidades genuinas.
Solo una existe y no la posibilidad de elegir otra. Para el premio Nobel de
física Gerardus Hooft, justificar las nociones sobre el tiempo y la observación
de lo que llamamos nuestro sentido común lleva solo a argumentos circulares.
Sin embargo, hay autores como George Ellis que insisten en
que el determinismo estricto es solo una manera de hablar igual de circular que
ignora otras sobre esas variables ocultas. Su “teoría de la causalidad
descendente” considera que los procesos físicos pueden conducir a fenómenos
“emergentes”, por ejemplo, las intenciones y los deseos humanos. Muchos
filósofos insisten en una “brecha explicativa” entre las teorías físicas sobre
la conciencia y la conciencia misma. La mente que no se ve es ver, y el
mundo visible no se ve todo el tiempo.
El filósofo y mago Raymond Smullyan, interesado en
las matemáticas, el libre albedrío y el taoísmo, decía coincidir con el
determinismo de los físicos influidos por Einstein, pero no con su manera de
asimilarlo y de hablar del mundo. No podríamos imaginarnos sin libertad o no
hay una manera de ver el mundo de otra forma. Esto sería tanto como imaginarnos
no siendo. El libre albedrío es existir, pero es una mala definición
asumirlo como la facultad de “oponerse” a la naturaleza. Las teorías no son
prescripciones, sino descripciones de los fenómenos. Nadie determina a la
naturaleza ni viceversa. En la armonía o en el camino del Tao sentirte libre
fluye sin ilusión. Eres el proceso de ti mismo sin ser solo tú. No es
falso haber despertado.
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