LOS LÍMITES DEL CRECIMIENTO
50 ANIVERSARIO
Son escasas las ocasiones en que un libro cambia realmente el mundo. En el siglo XIX, un libro tal fue El origen de las especies, de Charles Dawin. Para el siglo XX, fue Los límites del crecimiento. Este best-seller de 1972 no sólo contribuyó al surgimiento del movimiento ecologista, sino que mostró que la dinámica subyacente al mundo industrial moderno era insostenible en apenas el tiempo de un par de vidas humanas.
Esta información era de una profunda importancia y se hacía llegar de
una manera creíble y clara, de modo que cualquier persona con responsabilidades
políticas podía comprenderla. Por desgracia, el libro sufrió el rechazo de
gente poderosa con intereses personales en el modelo económico occidental basado
en el crecimiento que estaba apoderándose del resto del mundo. Hoy en día
estamos empezando a ver los resultados de aquel rechazo.
De los cuatro autores del libro, tan sólo Dennis Meadows y Jørgen Randers continúan en activo. Me puse en contacto con el Dr. Meadows, a quien he tratado a lo largo de los últimos años, para proponerle una breve conversación, con motivo del quincuagésimo aniversario de la publicación de Los límites del crecimiento, a lo cual amablemente accedió.
Richard Heinberg:¿Hasta qué punto se está ajustando la
realidad con los escenarios que tú y tus colegas generasteis hace 50 años?
Dennis L. Meadows: Ha habido varios intentos,
últimamente, de comparar algunos de nuestros escenarios con el modo en que el
sistema global ha evolucionado a lo largo de los últimos 50 años. Eso es
difícil de hacer. Es, en cierto modo, como intentar confirmar mirando por un
microscopio si los datos que has obtenido por medio de un telescopio son
exactos o no. De hecho, la exactitud no es en realidad el tema aquí. Nuestra
misión al hacer el análisis original era proporcionar un marco conceptual
dentro del cual la gente pudiese pensar sobre sus propias opciones y sobre los
acontecimientos que presenciaban a su alrededor. Cuando evaluamos modelos,
siempre nos preguntamos si son más útiles, no si son más precisos.
Una vez aclarado eso, también tengo que decir que los
esfuerzos que se han realizado han concluido por lo general que el mundo se
está moviendo por lo que nosotros denominamos, en nuestro informe de 1972,
el escenario estándar. Es una imagen agregada del sistema global,
que muestra crecimiento desde 1972 hasta 2020 más o menos, y luego, durante la
siguiente década o dos décadas, las tendencias principales llegan a un techo y
comienzan a descender. Yo aún considero ese modelo muy útil para comprender lo
que leo en los periódicos y para intentar pensar en lo que va a venir a
continuación.
RH: El agotamiento de recursos merece mucha menos
atención que la contaminación. Apenas hay discusión acerca de que una población
y un consumo crecientes nos va a acabar conduciendo a una serie de crisis de
agotamiento incluso si pudiésemos evitar los peores impactos climáticos. ¿Cómo
ves tú que se van a ir perfilando los impactos del agotamiento y la
contaminación como factores restrictivos del crecimiento en el futuro?
DLM: Yo diría que ese agotamiento y esa
contaminación ya son restricciones al crecimiento futuro. Fíjate simplemente en
el petróleo, por ejemplo. En los 90, el precio medio era de unos 30$ el barril.
Ahora estamos cerca de los 100$ el barril, incluso teniendo la inflación en
cuenta [N. del T.: la entrevista original se publicó el día antes de la
invasión rusa de Ucrania; a comienzos de marzo, apenas unos días después de
publicarse, el barril de Brent rozaba los 130$]. Esto está empezando a
echar un jarro de agua fría a las decisiones de inversión. Y hay más: no hay
ninguna posibilidad de evitar el cambio climático, por supuesto, ni siquiera si
reducimos las emisiones al cero neto. La persistencia del CO2 en
la atmósfera (su semivida es de unos 120 años) significa que vamos a tener que
vivir lo que queda de siglo con las consecuencias de casi todo lo que hemos
arrojado a la atmósfera hasta ahora.
La última vez que la concentración de gases de efecto
invernadero fue tan alta fue hace unos 4 millones de años. Entonces no había
seres humanos y el nivel del mar era unos 18 metros más alto que ahora. Esto no
es ciencia-ficción. Sabemos que si la capa de hielo de la Antártida se derrite
totalmente, provocará el aumento del nivel del mar en casi 60 metros. Eso se
sumaría, por descontado, a la expansión del agua oceánica que se está
produciendo por las temperaturas más cálidas. También estamos viendo que el
hielo ártico se está derritiendo. Y los efectos del calentamiento actual van a
acelerar ese proceso: no he encontrado ninguna razón en absoluto para imaginar
otra cosa diferente.
De todos modos, es útil imaginar (aunque sea una fantasía)
que podríamos eliminar el cambio climático como problema. Incluso en ese caso,
se necesitarían cambios de gran calado. Si lees las noticias y miras los datos,
ves que los recursos naturales se están deteriorando en todos y cada uno de los
continentes. Estamos muy por encima de los niveles sostenibles. Incluso en el
caso de que pudiésemos evitar el cambio climático, no hay manera de sostener a
8 mil millones de personas en niveles de vida que sean remotamente parecidos a
los que nos hemos acostumbrado a esperar. Ha habido algunos ejercicios
académicos para calcular cuánta gente podría soportar la Tierra. La verdad es
que es un ejercicio bastante tonto, porque pasa por alto la mayor parte de los
valores y objetivos que tenemos para hacer que la vida humana en este planeta
merezca la pena: equidad, libertad, prosperidad, salud… Todas estas cosas están
íntimamente afectadas por la superpoblación. Yo no sé cuál es el nivel de
población sostenible ahora, pero probablemente esté más cerca del millardo de
personas o menos, si es que aspiramos a que tengan el tipo de nivel de vida y
las circunstancias políticas de los que disfrutamos en Occidente.
En el futuro la escasez probablemente se va a manifestar
mucho más directamente por medio de lo que se parece más a fuerzas de tipo
político. A medida que países como los EE. UU. y China se hagan dependientes de
importaciones para sostener sus estándares de vida, como son ahora con respecto
al petróleo, comenzarán a poner en práctica medidas políticas, militares y
económicas para obtener el control de esos activos en el exterior. Y eso está
claro que nos llevará a conflictos. Destinar cada vez más recursos a los
mecanismos de control reducirá el tipo de crecimiento que es posible en el
interior de los países. Podemos discutir acerca de hasta qué punto la
tecnología nos va a proporcionar nuevos recursos a nosotros, pero lo que es
clave recordar es que, en términos generales, la tecnología hay que entenderla
como un medio de usar energía fósil para asegurar algo. Y a medida que nuestros
recursos de energía fósil empiecen a entrar en declive, la capacidad de la tecnología
de facilitarnos aun más recursos abundantes está claro que va a disminuir.
RH: En su día Los límites del crecimiento fue
sometido a un escrutinio y una crítica muy duros. Ahora que han pasado 50 años,
alguna de aquellas críticas os hizo repensar alguna de vuestras suposiciones
iniciales o conclusiones?
DLM: Claro, a menudo me he preguntado qué cosas
haría de manera diferente si supiera entonces, en 1972, lo que sé ahora y
estuviera de nuevo construyendo un equipo y organizando el esfuerzo de desarrollar
y analizar un modelo global. Pero en general creo que hicimos las elecciones
correctas. Luego hablaré de la energía, un tema en el que creo que podríamos
haber hecho algunos cambios importantes. Una de nuestras asunciones cruciales
era mirar el mundo como un todo, y no intentar diferenciar entre regiones y
países. Visto desde ahora, creo que eso era lo que había que hacer, aunque por
supuesto nos dejó expuestos a las críticas. Si ya es poco lo que sabemos acerca
de las tendencias mundiales a largo plazo, sabemos aun menos de las dinámicas
de los flujos internacionales de personas, finanzas, recursos, energía, etc.
Así pues, intentar hacer un modelo multinacional para el largo plazo te va a
dejar con un conjunto extremadamente complicado de asunciones, todas las cuales
se basan en la ignorancia, y un modelo así no resulta muy útil.
RH: ¿Puedes darnos tu opinión sobre las diferencias entre
enfoques de modelización y qué implicaciones tienen, por ejemplo, para los
escenarios más extremos de emisiones de gases de efecto invernadero?
DLM: Existen profundas diferencias entre lo que
hicimos nosotros y la modelización que ha estado haciéndose como ayuda al IPCC.
Yo respeto muchísimo ese esfuerzo. Conozco a muchas de las personas implicadas
en el intento de modelizar a largo plazo el cambio climático. Son excelentes
científicos y científicas, y están haciendo un buen trabajo. Han generado mucho
conocimiento nuevo. Pero la naturaleza de su análisis es totalmente diferente
del que hicimos nosotros. No sería muy exagerado decir que el modelo del IPCC
toma como punto de partida lo que es políticamente aceptable, y a partir de ahí
intenta sacar sus consecuencias científicas, mientras que nosotros miramos lo
que se sabía científicamente, y luego intentamos trazar sus consecuencias
políticas.
El modelo del IPCC deja muchas cosas como exógenas. Para
usarlo tienes que especificar asunciones en cuanto al crecimiento de la
población, asunciones sobre el nivel económico del PIB, y así todo. Nosotros
hicimos un esfuerzo enorme para que las determinantes importantes de nuestro
modelo fuesen endógenas. Esto quiere decir que va evolucionando en el tiempo en
respuesta a cambios que suceden dentro del modelo. Hacer que las variables
importantes, como la población, sean exógenas te evita un montón de críticas.
Puedes ofrecer un puñado de escenarios diferentes, y dentro de ese conjunto,
casi cualquier político encontrará algo que le guste.
El escenario del IPCC nos está contando cosas sobre el
cambio climático y no se mete en otros asuntos. Nosotros, en cambio, intentamos
proporcionar un marco que lo abarcase todo. Así que son ambos esfuerzos útiles,
sólo que completamente diferentes. Es como coger un martillo y coger un pincel,
y preguntar cuál es mejor. Por descontado, la respuesta es que cada uno tiene
su propósito.
RH: Ves la energía como algo especial, dado que se
requiere energía para acceder a todos los demás recursos, como son los
minerales. ¿Crees que el declive de los recursos seguirá en general al declive
específico de la energía?
DLM: La omisión más seria de nuestro modelo, tal
como yo lo entiendo ahora, fue la energía. Metimos juntas todas las formas de
energía de manera implícita o bien dentro del sector de recursos no renovables,
o bien, de una manera un tanto forzada, en el sector agrícola. Esto asume
implícitamente que la energía es infinitamente sustituible, una asunción que
hacen todo el tiempo los economistas, pero que, por supuesto, es totalmente
errónea.
Aun recuerdo cuando sucedió el embargo de petróleo, creo que
fue en 1972 [N. del T.: en realidad sucedió en octubre de 1973, en la
llamada Primera Crisis del Petróleo]. Y los economistas salieron diciendo:
«Bueno, no hay de qué preocuparse. El sector energético en los EE. UU. sólo
representa el 4 ó el 5% del PIB. Así que incluso si se detiene completamente,
el PIB no va a caer mucho.» Bueno, por supuesto, eso es una manera
increíblemente idiota de entender la realidad. Si no hay energía, muy poco PIB
va a haber. En cuanto a si el declive de la disponibilidad de energía se va a
parecer estrecha o vagamente a la disponibilidad de recursos es algo que aún
está por ver. La disponibilidad de energía, está claro que no es sólo cuestión
de cantidades físicas, sino también de energía útil. El concepto de retorno
energético sobre la inversión (EROI) [N. del T.: Tasa de
Retorno Energético, TRE, en castellano] es tremendamente importante, y
probablemente bien conocido por la gente que lee vuestro sitio web. Se sabe que
su tendencia es a caer. El trabajo pionero de Charlie Hall es el mejor que yo
he visto para calcular qué EROI se necesita para sostener una economía tan
compleja como la nuestra. Tenemos un duro camino por delante, pero el mayor de
todos los problemas va a ser el declive del retorno energético.
RH: Los políticos a nivel mundial no adoptaron vuestras
recomendaciones, aunque ha habido algún éxito en los esfuerzos por ralentizar
el crecimiento de la población. Ahora, 50 años después, ¿crees que serían
apropiadas unas recomendaciones diferentes?
DLM: He revisado las tres ediciones de nuestro
libro, y no he podido encontrar por ningún lado ese conjunto de
recomendaciones, ni excelentes ni de otro tipo. [Nota de R.H.: Dennis
claro que tiene razón en esto, porque no hay «recomendaciones» como tales, tan
sólo condiciones hipotéticas, como la aplicación de políticas que produzcan la
igualación de las tasas de nacimientos y defunciones desde 1975, que se
introdujeron en los escenarios en un intento de producir una condición mundial
estable a lo largo del s. XXI.] [N. del T.: Yo me permito llevarles la
contraria tanto a Heinberg como a Meadows. En la última edición en
castellano, Los
límites del crecimiento. 30 años después, publicada por Galaxia Gutenberg y
Círculo de Lectores en 2006, podemos encontrar que el último cap. se titula
precisamente «Instrumentos para la transición a la sostenibilidad», y en él,
sobre todo en las pp. 425-427, se enumeran una serie de características que debería
tener una «sociedad sostenible». Si eso no son «recomendaciones», se le parecen
muchísimo.]
Sin embargo, sea lo que sea lo que recomendamos por aquel
entonces era para tratar de ralentizar las cosas antes de que chocásemos con el
límite. Ahora resulta obvio que la escala de las actividades humanas está muy
pero que muy por encima del límite. Y nuesto objetivo no es ralentizar, sino
volver a bajar por debajo de ese límite: encontrar maneras de maniobrar el
sistema, de una manera pacífica, igualitaria, que ojalá sea básicamente
respetuosa con las libertades [N. del T.: Meadows usa el ambiguo
término liberal que podría también traducirse
como permisiva, generosa o incluso progresista], y que
rebaje nuestras demandas de vuelta a niveles que puedan ser soportados por el
planeta. Esa es una cuestión completamente distinta de la que queríamos atender
entonces. Requeriría un tipo de modelo totalmente diferente al que construimos,
y un conjunto de libros totalmente diferentes a los que escribimos. Tuvimos
cuidado en nuestros análisis, cuando describíamos diferentes escenarios, para
nunca realizar afirmaciones acerca de la salida que producía el modelo más allá
del momento en que la primera variable importante llegaba a su techo y
comenzaba a declinar, porque entendíamos que eso traería cambios muy profundos
en el sistema social y político, los cuales harían —casi sin lugar a dudas— que
nuestro modelo se convirtiese en bastante irrelevante. Así que aún hay un
montón de investigaciones interesantes por hacer. Hay todo un nuevo conjunto de
preguntas interesantes. Pero habrá que mirar en otro lado que no sea nuestro
trabajo, para ponerse con ellas.
RH: ¿Piensas que los responsables políticos son ahora más
abiertos de lo que eran entonces?
DLM: No es una cuestión de si los responsables
políticos son abiertos o no; la pregunta es si están más dispuestos ahora a
tomar medidas constructivas de lo que estaban hace 50 años. Es una cuestión
complicada, para la que no tengo respuesta. La acción no requiere tan sólo
apertura de mente, sino también disponer de recursos y de una auténtica
preocupación. Yo he sido capaz de convencer a gente, por ejemplo, de que estaba
llegando el cambio climático. Pero no toman medidas no porque no me crean, sino
porque simple y llanamente no les importa. Están centrados en una perspectiva
cortoplacista dentro de la cual el sistema actual les está dando el poder y el
dinero a los que aspiran. Por tanto, no ven necesidad alguna para cambiar.
Es irónico, pero con el tiempo este tipo de problemas hacen
que aumente la preocupación pero que los recursos discrecionales disminuyan. Y
a menudo resulta que, para cuando los políticos se han llegado a preocupar lo
suficiente acerca de un tema como para comenzar a plantearse qué hacer, ya no
tienen suficientes recursos discrecionales para poder ser muy efectivos con lo
que hagan. Y todo esto se entremezcla con lo que yo llamo el círculo
vicioso del horizonte temporal. Puesto que no hemos tomado medidas
efectivas en el pasado, las crisis se nos acumulan. Está en la propia
naturaleza de la respuesta política el hecho de que, cuando llegan las crisis,
te centras más y más en el corto plazo, y tu horizonte temporal se reduce. Y
como eso te lleva a hacer cosas que no resuelven el fondo del problema, la
crisis empeora. Así que a medida que la crisis empeora, el horizonte temporal
se estrecha aun más, la toma de decisisiones equivocadas aumenta y la crisis se
agrava más y más. Ahí es donde creo que estamos ahora.
A veces he usado la metáfora de la montaña rusa, como la de
la Oktoberfest en Munich [N. del T.: se debe referir al Olympia
Looping, la «montaña rusa trasportable más grande del mundo», con cinco bucles
y más de 1 Km de recorrido.] Por medio de esta metáfora, podría
decirse que la situación en 1972 era como la de un grupo de personas haciendo
cola frente a la taquilla y preguntándose si deberían subir o no. Aún tienen la
oportunidad de no hacerlo. Pero, siguiendo la analogía, resulta que se
montaron. Se subieron a la vagoneta y disfrutaron de un corto periodo de crecimiento
hasta que llegaron a la primera cima. Ahora están a punto de empezar a
descender y no tienen mucho margen para la acción constructiva. Todo lo que
pueden hacer es agarrarse con la esperanza de sobrevivir al viaje. Es una
manera simplista de explicar nuestra situación, pero pone la capacidad política
en una perspectiva útil.
RH: De todas las recomendaciones que hicisteis entonces,
o de las nuevas que puedas hacer, ¿cuál es la que destacarías como la más
importante? ¿Hay alguna pequeña idea que, como una piedrecita montaña abajo,
pueda provocar una avalancha de cambios?
DLM: Las recomendaciones que pudiéramos haber
hecho en 1972 ya no son relevantes en el momento actual. Por tanto, aunque
podría decir, en teoría, que detener el crecimiento de la población o aumentar
la preocupación de la gente por quienes tuvieran lejos habrían sido las cosas
más importantes que podríamos haber hecho hace 50 años, ahora lo cierto es que
es demasiado tarde para eso. Si estuviéramos intentando poner en marcha un
nuevo impulso para el cambio, debería ser sobre la base de comprender la
naturaleza de la percepción humana. ¿Por qué es que tenemos tendencia a
centrarnos en el corto plazo y en lo local, cuando de hecho, las soluciones
fundamentales a estos problemas son de largo plazo y de largo alcance
geográfico? Y hay un montón de trabajo de investigación que hacer. Los
economistas han predicado sus recomendaciones basándonse en asumir que el PIB
continuará expandiéndose por siempre jamás. Está claro que no lo hará. Tenemos
que comprender lo que eso implica e intentar imaginar qué tipo de
recomendaciones políticas prácticas podrían ponerse en marcha en respuesta a
ese hecho. Yo suelo reflexionar acerca de esas cosas, pero reconozco que no he
llegado al punto en el que sea capaz de desglosar una serie de recomendaciones
detalladas.
RH: La perspectiva de que la gente abandone la idea de
maximizar su poder sobre la Naturaleza y acepte la idea de suficiencia como
un principio organizador para lograr una buena vida, ¿iría en contra de nuestros
genes, o de nuestro condicionamiento cultural?
DLM: Nuestra especie, el Homo sapiens,
y por tanto también su sociedad mundial, son, hasta un punto en que no solemos
apreciar la mayoría de las veces, el resultado de 300 ó 400 mil años de
evolución, durante los cuales había un valor alto desde el punto de vista de la
supervivencia, en el corto plazo y en la corta distancia, y en no preocuparse
acerca de los largos plazos ni distancias. Como consecuencia, esa es la
dotación mental e institucional que tenemos para lidiar con cuestiones que, por
primera vez, necesitan algo diferente. El ser humano tiene dos maneras de
cambiar: por la vía social y por la biológica. Cambios genéticos fundamentales
en nuestra especie requerirían 3 mil o 4 mil años. Es más o menos ese el tiempo
que tardaría en suceder una mutación constructiva y en extenderse lo
suficiente. La adaptación social puede, al menos en teoría, ocurrir más rápido,
así que la cuestión aquí es la siguiente: ¿qué perspectiva tenemos de que
nuestro sistema social cambie de tal manera que sea más congruente con la
realidad? En teoría claro que puede hacerlo. En la práctica, no estoy tan
seguro. El tema principal al que nos enfrentamos es que el sistema actual está
al servicio de los intereses de mucha gente, y les está funcionando muy bien.
Hay un montón de gente que obtiene riqueza y poder político del sistema actual.
Y no hay duda de que cuando alguna otra persona recomienda un cambio, la gente
que tiene ese poder se va a resistir, y de hecho así lo han venido haciendo. La
industria de los combustibles fósiles es un ejemplo, pero hay miles. No puedes
entender el debate nuclear sin darte cuenta de que alguna gente está sacando
millones de dólares de construir los reactores nucleares.
Así pues, no le tienes que preguntar a un científico físico
como yo, sino a una socióloga o a un politólogo acerca de las perspectivas de
cambiar la sociedad. En el pasado ha habido cambios que han ocurrido
rápidamente pero ha sido bajo periodos de crisis, es decir, lo típico no era
que sucedieran durante los periodos de paz y éxito. A medida que las crisis se
multipliquen ya veremos qué cambios se hacen posibles.
RH: Has realizado alguna investigación acerca de cómo
cambia el comportamiento de la gente. ¿Aprendiste alguna lección que pudiese
ser valiosa para los jóvenes activistas?
DLM: Yo soy un viejo activista, tengo 80 años.
No soy capaz de imaginarme con la capacidad de ponerme a mí mismo en la cabeza
de alguien que está al comienzo de su vida y ve 60 ó 70 años por delante. Aun
así, podría ofrecer al menos unas pocas cosas para que tuviesen en
consideración. Una sería reconocer que la gente está motivada por muchos
factores diferentes: riqueza, afecto, fama, poder… Y si quieres que alguien
cambie, tienes que entender qué le motiva, y persuadirle de que el cambio que
tú recomiendas va a servir a sus intereses. Esto resultará más fácil si sus
intereses se extienden a las personas que tiene lejos en la distancia o en el
futuro. Pero de un modo u otro, tienen que descubrir que es en su propio
interés. Rara vez me he encontrado a alguien que estuviese dispuesto a
renunciar a todo y hacer las cosas que yo le dijera sólo porque yo pensaba
que era una buena idea.
Otra cosa que les diría es que, sin importar lo que pase en
las próximas décadas, siempre y en cada momento hay una oportunidad de hacer
muchas cosas diferentes. Algunas de ellas harán que mejore la situación, y
otras harán que empeore. Y es éticamente satisfactorio —e incluso puede que de
algún modo también acabe siendo efectivo— intentar descubrir cuáles son las
cosas que van a hacer que mejore.
Yo no sé lo que va a venir. Miro esas curvas hacia abajo en
mi escenario y honestamente no sé a qué se va a parecer en el mundo real en los
próximos 40 a 50 años. Pero lo que me parece es que alguna gente puede que
atraviese este periodo sin siquiera darse mucha cuenta del colapso, mientras
que otros, desde luego, ya están sufriendo el declive en su situación personal,
en su cultura, en su comunidad, etc. Sea cual resulte ser el caso, lo que tengo
claro es que la gente que tenga algunas habilidades prácticas, aspiraciones
modestas y una buena red social alrededor va a estar muchísimo mejor. Así que,
si tuviésemos que concluir con algún tipo de recomendación simplista, creo que
podría ser construir tus redes sociales. Utilízalas como una fuente de nuevas
ideas, de apoyo, de refuerzo y de satisfacción.
RH: Dennis, gracias por conversar conmigo y por todo lo
que has hecho a lo largo de los años por ayudarnos a comprender el tremendo lío
en el que estamos.
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