UN FUTURO ROBÓTICO ¿DÓNDE TRABAJARÁN NUESTROS HIJOS?
Como
muchos niños, mis hijos Toby, de 7 años, y Anton, de 4, están
obsesionados con los robots. En los libros infantiles que devoran por
las noches, robots felices y asistenciales aparecen con más
frecuencia que los dragones o los dinosaurios. El otro día le
pregunté a Toby por qué a los niños les gustan tanto los robots.
“Porque
trabajan para ti”, dijo. Lo
que no tuve corazón para confesarle es que, algún día, podría ser
él quien trabaje para ellos o, incluso, que él no podrá trabajar
en absoluto debido a ellos.
No
solo Elon
Musk, Bill
Gates y Stephen
Hawking están
asustados por el posible surgimiento de máquinas invencibles. Sí,
los robots tienen el potencial de aventajarnos y destruir a la raza
humana. Pero antes de eso podría suceder que la inteligencia
artificial deje obsoletas innumerables profesiones para cuando mis
hijos lleguen a cumplir 20 años. No
necesitas ser Marty McFly para darte cuenta de las amenazas claras
hacia las futuras carreras de nuestros hijos.
Digamos
que sueñas con mandar a tu hija a la Facultad de Medicina de Yale
para que se convierta en radióloga. ¿Por qué no? Los radiólogos
en Nueva York tienen un ingreso medio de aproximadamente 470.000
dólares anuales, según la
página Salary.com. No obstante, ese trabajo de pronto parece
incierto cuando la inteligencia artificial mejora la lectura de
escaneos. Solo para citar un ejemplo, una empresa llamada Arterys ya
tiene un programa que puede realizar un análisis de una resonancia
magnética de cómo es el flujo de sangre al corazón en tan solo 15
segundos, comparado con los 45 minutos que requiere un humano para
hacerlo.
Quizá
tu hija quiere ser cirujana, pero ese trabajo tampoco está seguro.
Los robots ya asisten a los cirujanos para remover órganos dañados
y tejido canceroso, según publicó la
revista Scientific American. En 2016, el prototipo de un cirujano
robótico llamado STAR (Smart Tissue Autonomous Robot) aventajó a
los cirujanos humanos en una prueba donde ambos tenían que reparar
el intestino dañado de un cerdo vivo.
Así
que quizá tu hija elija estudiar Derecho para convertirse en una
abogada corporativa. El panorama también es sombrío en esa
profesión. Cualquier trabajo legal que requiera grandes cantidades
de revisión mundana de documentos (y eso es mucho de lo que hacen
los abogados) también es vulnerable. Empresas como JPMorgan Chase ya
utilizan software para escanear documentos legales y predecir qué
partes de los documentos son relevantes, con lo que se ahorran el
pago de horas de sueldo. La empresa que desarrolló un programa del
tipo, Kira Systems, informó
que
ha reducido el tiempo que algunos abogados necesitan para revisar los
contratos en entre 20 y 60 por ciento.
Me
gustaría, por una cuestión de supervivencia profesional, asegurarle
a mis hijos que el periodismo está inmune, pero claramente es un
engaño. The Associated Press ya ha utilizado un programa de una
empresa llamada Automated Insights para producir textos en masa con
una redacción aceptable para cubrir temas como Wall Street y algunos
de los eventos deportivos universitarios; en 2016 los robots
estuvieron a cargo de hacer los artículos sobre las ligas menores de
béisbol.
¿Qué
sucederá con otros trabajos glamurosos, como piloto de aviones
comerciales? Bueno, en la primavera un copiloto robótico
desarrollado por la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados
de Defensa, conocida como Darpa,
voló y aterrizó un avión 737durante
una simulación. No me sorprende, puesto que los pilotos de aviones
comerciales como el Boeing 777, según una encuesta
de 2015,
en promedio solo pasan siete minutos de un vuelo realmente pilotando
la máquina. Conforme nos dirigimos hacia la era de vehículos
autónomos,
¿qué tan lejos pueden estar los aviones sin piloto?
Después
tenemos Wall Street, donde Bloomberg reporta que
los bancos grandes están utilizando programas que pueden sugerir
inversiones, construir coberturas de riesgos y funcionar como
economistas robóticos con un procesador de lenguaje natural para
analizar sintácticamente los comentarios de bancos centrales y
predecir las políticas monetarias. Black Rock, la empresa
de planificación
financiera más
grande del mundo, causó furor al inicio de 2017 tras anunciar que
iba a remplazar a algunos de los humanos asalariados que eligen en
qué acciones invertir con algoritmos computacionales.
¿Soy
paranoico? ¿O no lo suficiente? Un estudio muy
citado de 2013 realizado por el Departamento de Ingeniería de la
Universidad de Oxford –una institución seria, sin duda— calculó
que el 47 por ciento de los empleos actuales, como ajustador de
seguros, réferi deportivo y funcionario crediticio, están en riesgo
de ser víctimas de la automatización, quizá dentro de una o dos
décadas.
Sé
que no soy el único padre preguntándome si podré proteger las
carreras de mis hijos de la invasión robótica. Así que decidí
preguntarles primero qué quieren ser de grandes.
Toby,
complaciente y nacido para el espectáculo, está obsesionado con los
autos y las películas. Me dijo que quería ser conductor de Uber o
actor. (Es aún muy joven para entender que a veces el que quiere
hacer el segundo termina
haciendo el primero).
En
cuanto a los conductores de Uber, no es un secreto que se dirigen
hacia un gran estacionamiento en el cielo; la empresa anunció
recientemente
sus planes para comprar 24.000 vehículos todoterreno de Volvo para
lanzar una flotilla de vehículos autónomos entre 2019 y 2021. ¿Y
los actores? Podría parecer impensable que algún futuro actor
dramático generado por computadora pudiera lograr los profundos
matices expresivos y emocionales de, digamos, Dwayne “the Rock”
Johnson. No obstante, Hollywood ya es un Silicon Valley sureño.
Consideremos cómo se utilizaron gráficos computacionales en Rogue
One para
que apareciera Carrie Fisher como la princesa Leia –interpretada
con captura de movimiento por
otra actriz–
y al Peter Cushing como
Grand Moff Tarkin tal
cual se veían los actores en la década de los setenta –y eso que
Cushing murió en 1994–.
Mi
hijo más pequeño, Anton –quien es un encanto pero rudo como
Kevlar–, dijo que quería ser jugador de fútbol americano. Un
jugador robótico podría sonar disparatado, pero si lo pensamos
bien, un duelo entre los Dallas Cowdroides y los Seattle Seabots
podría ser la única solución a los interminables problemas por
los efectos
cerebrales derivados
de los deportes.
¿Alguna
vez has escuchado hablar sobre la “singularidad”? Es el término
que los futuristas utilizan para describir un posible momento de
cataclismo en el que la inteligencia de la máquina iguala la del
humano y, muy probablemente, la sobrepasa. Podrían dominarnos.
Podrían matarnos. No por nada Musk dice que la inteligencia
artificial (IA) “es potencialmente más peligrosa que los misiles
nucleares”.
¿Es
realmente tan nefasto? Los miedos a la tecnología son tan viejos
como los luditas, aquellos trabajadores textiles británicos que
rompían máquinas a principios del siglo XIX. Normalmente, los
miedos tienden a ser exagerados.
Un
ejemplo obvio es el surgimiento del automóvil, el cual sí dejó sin
trabajo a la mayoría de los acarreadores de abono. Sin embargo,
también creó millones de empleos; no solo los de trabajadores de
las líneas de ensamblaje en Detroit sino para constructores de casas
suburbanas, quienes trabajan en restaurantes y los actores que
interpretan “El rayo rebelde” (“Greased Lightning”) durante
puestas en escena de Vaselina.
En resumen, así funciona el proceso de destrucción
creativa.
La
IA, sin embargo, es distinta en opinión de Martin Ford, el autor
de Rise
of the Robots: Technology and the Threat of a Jobless Future.
Si las máquinas aprenden,
no solamente significa que remplazaremos viejas máquinas con unas
nuevas y llevaremos trabajadores humanos de una industria a otra. En
lugar de eso, tendremos máquinas nuevas para remplazarnos, que
podrían seguirnos a prácticamente cualquier industria nueva a donde
nos dirijamos.
Dado
que el libro de Ford fue el que me hizo caer en esta madriguera de
conejo, lo busqué para ver si todo esto era algo que le parecía
inquietante en el caso de sus propios hijos: Tristan, de 22 años;
Colin, de 17, y Elaine, de 10. Me dijo que los empleos más
vulnerables en la economía del robot son aquellos que requieren
tareas repetitivas y predecibles, sin importar el tipo de
entrenamiento que necesiten. “Mucho del conocimiento básico de los
trabajos es realmente rutinario: sentarse frente a la computadora y
utilizar los mismos programas una y otra vez, así sea un informe o
algún tipo de análisis cuantitativo”, dijo.
Las
profesiones que dependen de un pensamiento creativo disfrutan de
cierta protección. Aun así, la capacidad de pensar creativamente no
significa la salvación. Ford dijo que se alarmó en mayo cuando el
software AlphaGo de Google venció al maestro de 19 años en Go,
considerado el juego de mesa más complicado del mundo.
“Ni
siquiera cuando hablas con los mejores jugadores de Go te pueden
explicar qué están haciendo”, dijo Ford. “Lo describen como una
‘sensación’. Se trata de moverse en el ámbito de la intuición.
Aun así, una computadora comprobó que puede vencer a cualquiera en
el mundo”.
Para
buscar un dejo de esperanza, pasé una tarde buscando en Google
conferencias TED con títulos llamativos como ¿Los
androides nos están robando los trabajos?.
En una de esas conferencias, Albert Wenger, un importante
inversionista en tecnología, promovió el concepto de ingreso
básico universal.
También conocido como renta básica universal, este concepto
sostiene que una economía basada en el trabajo de robots podría
algún día resultar en una cantidad abundante de objetos buenos al
mismo tiempo que nos liberaría de empleos pesarosos a la antigua;
eso permitiría que nuestros hijos, auspiciados por el gobierno,
disfruten vidas llenas de placeres como bailarines o practicantes de
tratamientos con
veneno de abeja.
En
otra conferencia el
economista David Autor argumenta que las afirmaciones de que algún
trabajo desaparecerá son en su mayoría exagerados. A casi cinco
décadas de que se introdujeron los cajeros automáticos, por
ejemplo, hay más humanos trabajando como cajeros de banco que nunca
antes. Las computadoras simplemente liberaron a los humanos del
trabajo tedioso como contar billetes para que pudieran concentrarse
en tareas más demandantes en cuestión cognitiva, como “reforzar
las relaciones con los clientes, solucionar problemas y presentarles
nuevos productos, como tarjetas de crédito, préstamos e
inversiones”, dijo Autor.
Después
de todo, las computadoras son muy buenas para algunas cosas y, hasta
el momento, malísimas para otras. Incluso Anton lo intuye. El otro
día le pregunté si creía que los robots eran más listos o más
tontos que los humanos. “Más tontos”, dijo después de una larga
pausa. Confundido, lo presioné un poco más. “Más listos y más
tontos”, me explicó con una sonrisa pícara. Estaba bromeando.
Aunque resulta que también estaba en lo correcto, de acuerdo con
Andrew McAfee, un teórico de administración en el Instituto de
Tecnología de Massachusetts, a quien entrevisté poco después.
Hablamos
de otra de las aspiraciones laborales de mi hijo Anton –ser
compositor musical– y McAfee dijo que las computadoras ya eran lo
suficientemente listas para crear melodías mejores que las creadas
por muchos humanos. “Sabemos las reglas de las cosas que son
placenteras para nuestros oídos”, dijo. “Sin embargo, me va a
sorprender mucho cuando haya un letrista digital por ahí, alguien
que pueda poner palabras a la música que realmente resuenen entre la
gente y la hagan pensar sobre la condición humana”.
No
cualquiera, por supuesto, está hecho para ser un Springsteen
robótico. Le pregunté a McAfee qué otros trabajos podrían existir
en diez años. “Creo
que los guías y entrenadores en materia de salud serán una gran
industria en el futuro”, dijo. “Los restaurantes que tienen un
muy buen equipo de hospitalidad no desaparecerán, incluso si tenemos
más opciones para pedir la comida a través de una tableta”.
“La
gente interesada en hacer trabajos manuales va a estar bien”, dijo.
“El robot plomero todavía está muy lejos de existir”.
Por ALEX
WILLIAMS
https://www.nytimes.com/es/
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