LA ORTIGA: Un proyecto colectivo
A
finales de los 80 surge en la Universidad de Córdoba el Instituto de Sociología
y Estudios Campesinos (ISEC) que, de la mano de su trabajo de acompañamiento a
los movimientos jornaleros y sus apoyos en Latinoamérica, introduce en
Andalucía la agroecología. Esta convergencia entre universidad y movimientos
sociales generó en los 90 un importante desarrollo de cooperativas de
producción ecológica ligadas al Sindicato de Obreros del Campo (SOC), así como
de grupos de consumo en las ciudades andaluzas1 .
En
este contexto se crea La Ortiga a comienzos de 1993, como asociación de
consumidores y productores ecológicos. De un lado, productores ecológicos de la
Cooperativa La Verde (Villamartín) y de la Cooperativa CUNA (Sevilla) y, de
otro, consumidores y consumidoras de Sevilla ligados a movimientos sociales y a
la universidad. Ambos confluyen para poner en marcha la primera experiencia
andaluza de canal corto de comercialización de verduras y frutas ecológicas.
Los
principios que guían la actividad y todas las decisiones son totalmente
opuestas a las lógicas de las empresas capitalistas
En
paralelo, y justo a continuación, nacen otras asociaciones agroecológicas en
Andalucía: El Encinar (Granada), Almocafre (Córdoba), La Breva (Málaga) y, poco
después, El Zoco (Jerez).
Como
consecuencia, en 1995 se crea la Federación Andaluza de Consumidores y
Productores Ecológicos (FACPE) como un espacio de coordinación e intercambio de
experiencias, a la que se incorporan más tarde otras entidades como La Borraja
(Sanlúcar de Barrameda), Almoradú (Huelva), Serranía Ecológica (Ronda), La
Talega (Alcalá de Guadaira) o Asociación Guadalhorce Ecológico (Valle del
Guadalhorce).
Nuestro
desarrollo
La
Ortiga nace así como un grupo de consumo que funcionaba exclusivamente con el
esfuerzo voluntario de sus socias y socios, con actividad limitada a uno o dos
días a la semana. En esos días, se encontraban directamente productor@s y
consumidor@s para, además de realizar la compra, intercambiar opiniones,
compartir experiencias y echar un rato junt@s.
La
etapa en la sala El Cachorro de Triana, entre 1994 y 1998, fue memorable para
todas y todos los que lo vivieron. Se realizaron multitud de eventos públicos,
tertulias, fiestas, etc., y La Ortiga se consolidó en nuestra ciudad como una
iniciativa pionera de consumo ecológico.
El
periodo de 1998 a 2001 fue una época de fuertes cambios y de reflexión
colectiva sobre nuestro futuro. Pensamos que era necesario abrir la experiencia
a la sociedad de Sevilla, ya que en esos tiempos no había en nuestra ciudad
ningún punto de venta de alimentos ecológicos. Se decidió así abrir una tienda
al público, con horarios cercanos al comercial y comenzar con la
profesionalización de la actividad económica.
Tras
varios meses de asambleas masivas y jornadas de debate, en el año 2001 se
consensuaron los principios ideológicos de La Ortiga que han guiado el
desarrollo y marcado el futuro del proyecto hasta la actualidad.
Fruto
de estos acuerdos, en octubre de 2001 La Ortiga se constituye como Sociedad
Cooperativa, por la convicción de que este modelo jurídico era el más adecuado
a la actividad económica que se estaba desarrollando, por su vinculación
histórica con las luchas obreras y campesinas y por el carácter social y
democrático del modelo cooperativo.
En
la actualidad, La Ortiga tiene 2 tiendas abiertas, más de 600 socias y socios y
6 personas contratadas de forma indefinida. Nuestros valores
La
Ortiga se integra plenamente en el modelo de la economía alternativa y
solidaria
Es
una entidad sin ánimo de lucro, es decir, los posibles beneficios en ningún
caso se reparten entre sus socios y socias. Su razón de ser y los principios
que guían la actividad y todas las decisiones son totalmente opuestas a las
lógicas de las empresas capitalistas.
El
funcionamiento interno de La Ortiga es horizontal y democrático. Los socios y
las socias son quienes deciden sobre la marcha del proyecto y velan por el
mantenimiento de sus principios desde su participación voluntaria y sin
remuneración en los distintos espacios de la organización: la asamblea, el
consejo rector, las vocalías y los grupos de trabajo. Mantiene de esta forma un
modelo de organización participativo, que es real y no puramente formal.
Además,
la gestión económica y las decisiones son compartidas con todas las socias y
socios en las asambleas. Esto incluye la aprobación de los criterios para la
formación de los precios, en los que se tienen en cuenta aspectos como ser un
alimento de primera necesidad o la cercanía.
Como
iniciativa de economía alternativa y solidaria, la situación de las
trabajadoras y trabajadores de la cooperativa es otra de las prioridades,
creándose empleo de calidad y fomentando su participación en las decisiones y
en la vida social de la cooperativa.
Como
es lógico, ya que está en sus orígenes, La Ortiga apuesta por un modelo
productivo agroecológico, que no se basa de forma exclusiva en la certificación
por tercera parte, ya que se añaden criterios agroecológicos, sociales, de
cercanía y de confianza que van más allá del cumplimiento de la normativa
oficial europea: el Reglamento (CE) nº 834/2007. Para ello, La Ortiga se rige
por un sistema de certificación participativa de ámbito andaluz, que ha sido
construido de forma conjunta con otras organizaciones de la FACPE.
Por
último, La Ortiga está conectada con las redes y movimientos sociales de
nuestro entorno, entre los que podemos citar a la Federación Andaluza de
Consumidores y Productores Ecológicos (FACPE), la Plataforma por una Andalucía
Libre de Transgénicos (PALT), la Red de Economía Alternativa y Solidaria
(REAS), la banca ética FIARE y Radiópolis.
Los
sistemas participativos de garantía (SPG)
La
agricultura ecológica está regulada legalmente en Europa desde 1991, en el
marco del Reglamento (CE) nº 834/2007. La existencia de este reglamento ha
permitido dejar unas reglas claras para el reconocimiento de una producción
agraria o ganadera como ecológica y, por tanto, para la comercialización de
alimentos bajo la certificación ecológica. Esta certificación es emitida y
controlada por las entidades certificadoras acreditadas por ENAC, unas de ellas
de carácter privado y otras de carácter público, que tienen los diferentes
sellos ecológicos reconocidos. Por ejemplo, CAAE y Sohiscert, como entidades
privadas, o los consejos reguladores existentes en otras comunidades autónomas,
como entidades públicas. Por esta razón, se conoce como un sistema de
certificación por tercera parte.
Los
SPG realizan una evaluación de la conformidad mediante metodologías diferentes.
Conciben la certificación como un proceso en el que las partes interesadas
(productores/as, consumidores/as, técnicos/as) se encuentran, dialogan,
intercambian conocimientos, generándose una mejora continua en los modos de
producir. A partir de este encuentro, se fomenta la cohesión social, las
relaciones de confianza y los procesos de mejora continua. Se evalúan actitudes
y no productos concretos al margen de su contexto. Se da garantía de
comportamientos, de forma integral, de las personas implicadas.
En
este sentido, las organizaciones de la FACPE llevamos tres años aplicando un
SPG consensuado a nivel andaluz, que se regula mediante el documento Criterios
aplicables para las producciones ecológicas en el marco del SPG FACPE ,
además de los reglamentos internos adaptados a cada organización. En el
documento de criterios se establecen los puntos de obligado cumplimiento y se
valoran diferentes aspectos de la unidad productiva (finca), elementos del
territorio, elementos de la producción, elementos energéticos y elementos
socioeconómicos que no son tenidos en cuenta en la normativa europea y que a
nosotros nos parecen fundamentales.
En
La Ortiga, el mantenimiento y seguimiento de este SPG2 se realiza desde la vocalía de
calidad, manteniendo así un trato directo con sus productor@s soci@s,
haciéndose un seguimiento de las fincas, colaborando en la planificación de las
producciones, acordando conjuntamente los precios para todo el año y realizando
así un comercio justo, todo ello basado en una relación de confianza mutua.
Las
cooperativas y los grupos de consumo agroecológico
La
alimentación actual se encuentra completamente insertada en un modelo económico
marcado por la globalización capitalista, con una liberalización cada vez más
acentuada de los mercados a nivel mundial y la consecuente deslocalización de
la producción. Consumimos alimentos de cualquier lugar del planeta que recorren
miles de kilómetros antes de llegar a nuestra mesa y que se venden en grandes
plataformas comercializadoras prácticamente uniformes en todo el mundo.
Los
impactos de este modelo están siendo catastróficos, tanto a nivel
socioeconómico como ambiental, por no citar las consecuencias para la salud de
los consumidores y las consumidoras. Por un lado, l@s agricultor@s y ganader@s
no pueden sobrevivir con los precios que les impone el mercado global, viéndose
obligados a subsistir de las subvenciones agrarias (cuando las hay) o
directamente a desaparecer. Desde el ingreso en la UE, en España han
desaparecido más de un millón de explotaciones familiares.
Desde
la agroecología se está construyendo un movimiento por una agricultura social,
local y sostenible
Por
otra parte, el avance de la frontera agrícola y ganadera es la principal causa
de la deforestación en muchas regiones del mundo. Así, la expansión de la
cabaña ganadera para producción de carne y el cultivo de soja —gran parte de
ella sembrada ilegalmente y en condiciones sociales y laborales deplorables—
son los principales motores de la deforestación. La soja producida es exportada
y forma parte de los piensos que alimentan los pollos, vacas y cerdos que
componen nuestra dieta.
Además,
las técnicas de la agricultura industrial provocan la destrucción de la
biodiversidad en las áreas en las que se aplica: eliminación de setos, uso de
abonos de síntesis que provocan la rápida disminución de la materia orgánica
existente en el suelo, uso de venenos que destruyen toda la vida animal,
contaminación de los acuíferos, con graves consecuencias para la supervivencia
de muchas especies de anfibios y reptiles, etc. Se calcula que casi la mitad de
las especies de aves existentes en Europa están en peligro por la agricultura
intensiva.
Otra
de las consecuencias es la pérdida del patrimonio genético de la agricultura y
la ganadería. En las últimas décadas se ha perdido una parte muy importante por
la sustitución de centenares de variedades de semillas tradicionales por una o
dos variedades híbridas de cada especie y por la sustitución de las razas
autóctonas. La biodiversidad agrícola es uno de los pilares de la seguridad
alimentaria, que está de esta forma en grave peligro.
Como
ya hemos citado anteriormente, otro de los grandes sinsentidos del modelo
alimentario actual es el transporte masivo de alimentos a escala mundial:
«Garbanzos de México y manzanas de Francia e Italia que recorren distancias
kilométricas en barco/camión de más de 9000 y 2000 km respectivamente, con
impactos ambientales asociados aproximadamente comprendidos entre 200 y 300 kg
CO2/t, entre 10 y 15 veces más que el impacto ambiental asociado al trasporte
local (50 km en camión o 300 km en tren). Vino de Chile que recorre más de
12 000 km antes de presentarse en nuestra mesas o carne de porcino procedente
de los países bajos o Alemania que viaja, en este último caso, más de 2900 km
en camión con un impacto ambiental asociado de 473 kg CO2/t, más de 20 veces
superior si la producción y el transporte fuese local (50 km en camión)»3.
Desde
la agroecología se está construyendo un movimiento por una agricultura social,
local y sostenible. Este movimiento está creciendo a gran velocidad y supone ya
una alternativa real al modelo agroalimentario imperante. Ahora nos toca
también a nosotr@s cambiar nuestros hábitos y apoyar de forma activa las
iniciativas de consumo agroecológico existentes.
Para
todas y todos, y especialmente para l@s que penséis que la alimentación
ecológica es cara y no os lo podéis permitir, recomendamos encarecidamente la
lectura del texto Ahorrar sin
ir al super 4 de
Gustavo Duch.
Finalmente,
recomendamos también la lectura de la entrevista a Mª Dolores Raigón Los alimentos ecológicos tienen
mayor valor nutritivo 5 ,
donde se hace una introducción sencilla y clara sobre las diferencias entre los
alimentos ecológicos y los convencionales y se repasan distintos asuntos de
actualidad de la agricultura ecológica.
1
Daniel López García y Mireia Llorente Sánchez (2010). La
agroecología: hacia un nuevo modelo agrario. Ecologistas
en Acción.
2
Para consultar los detalles del SPG de La Ortiga-FACPE, los documentos están
disponibles en la dirección:www.laortiga.com/index.php/doc/spg-facpe/detail
3
David Pérez Neira y varios autores más. Informe: ¿Cuántos
kilómetros recorren los alimentos antes de llegar a tu plato?,Amigos
de la Tierra.
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