EL VIAJE CIRCULAR
Antes de saber
escribir su nombre, la ex regatista británica y creadora del concepto de la
economía circular Ellen MacArthur ya había aprendido a navegar. Inspirada por
los límites del océano y su fragilidad, lleva décadas liderando una revolución
para replantear cómo producimos y consumimos.
«Solo se protege lo que se ama, y solo se ama lo que se conoce». La cita más célebre del famoso oceanógrafo Jacques Cousteau dejó un legado innegable: el amor por la naturaleza como motor de protección medioambiental.
Apenas siete años después de su muerte, ese espíritu
encontró un relevo inesperado en la regatista profesional Ellen MacArthur, que
inició, sin saberlo, el mismo camino. Su pasión por el océano guió su propósito
vital hacia la protección del planeta.
Nacida en 1976 en un rincón verde de Derbyshire, Inglaterra,
la navegante escribió su nombre en la historia al batir, en 2005, un récord mundial: dar la vuelta al mundo en
solitario en 71 días. Un hito histórico que logró con tan
solo 24 años. Solo necesitó el viento a favor, agua salada y determinación.
Su espíritu indomable ya había echado profundas raíces en su
infancia. MacArthur conoció a fondo el mar antes de saber escribir su nombre: a
los cuatro años ya era capaz de aferrarse a una vela. Desde entonces, nunca
olvidó la sensación de aventura al zarpar por primera vez, ni la emoción al
avistar tierra firme.
Lo que se cuida,
permanece
«Cuando eres un niño, todo parece posible», narra MacArthur
en su charla TED Lo
que descubrí dando la vuelta al mundo en solitario. «El
reto es seguir viéndolo así al crecer». Gracias a esa mirada y a una
determinación sin fisuras, se lanzó al océano a bordo de una embarcación
construida a medida para sus 1,57 metros de estatura. Desafió tormentas y un
mar cambiante, a menudo despiadado. Navegó más de 50.000 kilómetros en solitario, guiada por su
voluntad férrea y una brújula interior que nunca se desvió.
Durante la travesía, el único descanso que conoció fueron
breves siestas de treinta minutos, hiladas con la adrenalina de los turnos de
vigilancia en cubierta. Pero más allá del reto físico y mental, el camino por el mar le reveló algo mucho más
profundo: la extrema fragilidad del planeta. «Ninguna
experiencia en mi vida podría haberme dado una mejor comprensión de la palabra
finito», narra al relatar los desafíos logísticos y de supervivencia de su
viaje en solitario.
De aquella experiencia nació una nueva forma de mirar el
mundo que le llevó a dedicar su vida a proteger aquello que ama. Regresó con
una conciencia transformada, otra percepción sobre cómo late el planeta. Comenzó a ver el planeta como un sistema
circular donde nada sobra, donde todo se reinventa. Como en
el mar: lo que se cuida, permanece.
Esa visión le llevó también a ver la economía con otros
ojos. No como un engranaje frío de números y mercados, sino como un organismo
vivo, capaz de destruir o de regenerar.
Fue así como
descubrió la economía circular: un modelo que no solo evita residuos y
contaminación, sino devolverle al planeta lo que le hemos arrebatado.
Comprendió que los mayores desafíos no nacen únicamente de cómo producimos
energía, sino de algo más invisible pero igual de crucial: la forma en que
diseñamos, usamos y desechamos los materiales que nos rodean.
En 2010 creó la Fundación Ellen MacArthur con
una misión tan ambiciosa como urgente: acelerar la transición hacia la economía
circular capaz de replantear, de raíz, cómo producimos y consumimos. Frente al
modelo lineal de usar y tirar, ese callejón sin salida en el que nos
encontramos, propone una alternativa inspirada en la lógica de la naturaleza
que recupere el sentido común del cuidado, la reutilización y la regeneración.
Desde entonces, su mensaje, como un océano que no conoce
fronteras, ha llegado a líderes empresariales, emprendedores y comunidades que
hoy miran la economía desde un prisma nuevo. Comparten una convicción: diseñar
un sistema que funcione en sintonía con la naturaleza, no en su contra.
¿Eres capaz de seguir
su estela?
La circularidad, esa lógica que imita a la naturaleza y
descarta el desperdicio, trasciende la causa ambiental. Es una apuesta estratégica
por la eficiencia, la innovación y la sostenibilidad a largo plazo. Integrar
estos principios no solo reduce el impacto: abre nuevas vías de crecimiento que, esta vez, no hipotequen el futuro.
A través de la educación, la investigación y alianzas con empresas
que quieren hacer las cosas de otro modo, la fundación y Ellen MacArthur -cuya
labor ha sido reconocida, entre otros galardones, por el Premio Princesa de Asturias de Cooperación
Internacional en 2022– se han convertido en un faro internacional a la
hora de defender la sostenibilidad. Desde el clima hasta la biodiversidad,
pasando por el diseño, las ciudades o la alimentación, demuestra que vivimos en
un ecosistema profundamente conectado e interdependiente.
Ellen MacArthur es el ejemplo de que una sola persona con
visión, coraje y perseverancia, puede impulsar una transformación global. Y el
legado que está dejando es un desafío para todos: su estela requiere tomar
decisiones conscientes hacia un futuro que nos invite a repensar cómo
producimos, qué consumimos y cómo habitamos nuestro planeta.
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