EL CAMBIO DE PARADIGMA ES INEVITABLE
No temo exagerar el valor y el significado de la vida, sino más bien no estar a la altura de la ocasión que la vida representa. —Henry Thoreau
Cuando Thomas Kuhn describió en la anatomía de las revoluciones científicas, identificó los patrones detrás de todo cambio de paradigma social. Cuando las bases de la comprensión y la percepción se transforman a un nuevo nivel, irrumpe en el orden establecido una crisis que el viejo paradigma no puede resolver.Según esta teoría, la progresión de la ciencia no se da como una acumulación gradual de conocimiento a lo largo de los siglos, sino como una serie de paradigmas dominantes superados sólo por rupturas revolucionarias o no acumulativas. Kuhn se encargó de demostrar la aplicabilidad de su estudio desde las revoluciones científicas a las políticas. Las revoluciones políticas o sociales se inauguran por un sentido creciente, inicialmente restringido a un segmento de la comunidad. Las instituciones existentes han dejado de satisfacer adecuadamente los problemas planteados por un entorno que han creado en parte.
Tanto en el desarrollo político como científico, la sensación de mal funcionamiento es un requisito previo para la revolución. Esta transición entre paradigmas competitivos no puede hacerse paso a paso, forzada por la lógica y la experiencia neutral; debe ocurrir de una vez —aunque no necesariamente en un instante— o no ocurrirá en absoluto.La paradoja de nuestra propuesta es que, si buscamos una
adaptación justa y pacífica, tendremos que ser profundamente radicales para
mantener una sociedad mínimamente organizada en los próximos años.
A pesar de sus críticas posteriores, algunas de las mejores
reflexiones de Eduardo Galeano siguen vigentes en Las Venas Abiertas de
América Latina. Allí describió la relación entre el sistema de desarrollo
hegemónico —capitalista—, y la imposibilidad de transformarlo siguiendo la receta
que el mismo paradigma impone:
No asistimos en estas tierras a la infancia salvaje del
capitalismo, sino a su cruenta decrepitud. El subdesarrollo no es una etapa del
desarrollo. Es su consecuencia.
El subdesarrollo de América Latina proviene del desarrollo
ajeno y continúa alimentándolo. Impotente por su función de servidumbre
internacional, moribundo desde que nació, el sistema tiene pies de barro.
Se postula a sí mismo como destino y quisiera confundirse
con la eternidad.
Toda memoria es subversiva, porque es diferente, y también
todo proyecto de futuro. Se obliga al zombie a comer sin sal:
la sal, peligrosa, podría despertarlo. El sistema encuentra su paradigma en la
inmutable sociedad de las hormigas. Por eso se lleva mal con la historia de los
hombres, por lo mucho que cambia.
En la historia de los hombres cada acto de destrucción
encuentra su respuesta, tarde o temprano, en un acto de creación.
Ese acto de destrucción, ese quiebre entre paradigmas
competitivos no será posible manteniendo lealtades con el difunto. Pero la
transferencia de lealtad de paradigma a paradigma es una experiencia de
conversión que no puede ser forzada, por eso y más que nunca, tenemos que
trabajar para inspirar. Es el gran desafío por delante, romper la inercia del
comportamiento de manada que como mamíferos nos domina; si nadie se mueve,
nadie cree que puede moverse.
Somos miles, seremos millones
Todos los movimientos en rebeldía, ancestrales y emergentes,
tienen —por lo menos— dos características cohesivas. La primera es material, y
encuentra fundamento y razón de ser en la coherencia con el diagnóstico
empírico de la situación: necesitamos una transformación profunda de las bases
del modelo de producción y consumo actual. La realidad geofísica es que si no
cortamos a la mitad nuestras emisiones de gases de efecto invernadero en los
próximos (pocos) años, y revertimos el exterminio de la biodiversidad, nos
vamos a extinguir. El segundo es de índole espiritual: sabemos en múltiples
planos no racionales que este sistema ya murió, y acuerpamos este conocimiento
silencioso con furia regenerativa.
Los movimientos en rebeldía se perfilan globales, no por
ambición sino por necesidad y contexto sociohistórico. La complicidad desde las
instituciones nos duele en las entrañas, y no queremos ser cómplices ni
testigos de otro genocidio silenciado. En otros momentos de la historia
existieron procesos de exterminio masivo que buscaron ser ocultados por las
autoridades.
Esta vez tenemos que desafiar la autoridad injusta a tiempo,
porque cuando las instituciones y las leyes no nos protegen, el contrato social
desaparece y los ciudadanos adquirimos el derecho y el deber a la desobediencia
civil.
Nos preguntan si lo que planteamos es una suerte de
rebelión. Lo que planteamos es que este modelo es autodestructivo porque está
fundado en negar los límites físicos del planeta. Pero como respuesta a esta
verdad científica, los gobiernos nos dicen que es política y socialmente
imposible cambiar tan rápido.
Esta es la emergencia más enorme a la que nos hayamos
enfrentado: nos quedan menos de diez años [<2030] para una transformación de
proporciones épicas que no vamos a conseguir sólo poniendo molinos eólicos,
instalando paneles solares, reciclando o reduciendo el consumo individual de
carne. Necesitamos la movilización de personas más grande de la historia. Cada
nuevo anuncio de reactivación económica post-pandemia es una nueva estocada al
corazón informado. Profundizar la minería, la extracción de combustibles
fósiles y la agroindustria es firmar nuestra propia acta de defunción. Y en
todos los países está pasando lo mismo: los rescates financieros para los
poderosos de siempre. La distribución de la torta brillando por su ausencia.
Nos están obligando a salir con cada nuevo acuerdo con China negociado a puertas
cerradas en despachos oscuros, con cada nuevo Consejo Agroindustrial metiendo
leyes por la ventana para profundizar un modelo que ya se demostró agotado.
Durante los últimos 20 años los gurús de la comunicación y la psicología nos
dijeron que si decíamos la verdad, en lugar de propiciar un llamado a la acción
efectivo, seríamos impulsores de que todo el mundo se deprima. Esta puede ser
una presunción acertada, pero es ciertamente incompleta: las sociedades son
sistemas complejos gobernados por dinámicas no lineales. Nosotros creemos que
cuando abandonemos la falsa esperanza, podrá generarse una motivación masiva.
El punto ciego de toda civilización
Una de las cosas más hermosas que están sucediendo en estos
momentos, es que la irrupción de las nuevas formas de activismo urbano y
digital en la escena política mundial. Esto ayudó a desencadenar una fuerza
contenida en antiguas tradiciones de sabiduría, en las que se otorga un lugar
significativo para la desesperanza y la desesperación.
Las reflexiones contemporáneas sobre el crecimiento
emocional e incluso espiritual de las personas como resultado de su
desesperanza y desesperación se alinean con estas ideas ancestrales. La pérdida
de una capacidad, un ser querido, un estilo de vida, o la recepción de un
diagnóstico terminal, se experimentan como un desencadenante de nuevas formas
de autopercibirnos, y de percibir al mundo. La desesperanza y la desesperación
son una primera barrera, pero también son la fuerza ígnea que nos prende fuego
a la piel vieja para que la nueva pueda aflorar.
En tales contextos de crecimiento personal, la falsa
esperanza de volver a un estado de situación conocido y confortable no es algo
bueno de mantener. Nos vuelve temerosos, instala el miedo a explorar las
fronteras de lo posible; abandonar la esperanza de que una forma de vida
continuará, abre un pluriverso para esperanzas alternativas.
En el contexto de crisis existencial en el que nos
encontramos, con un mundo desmoronándose ante nuestros ojos debemos construir
de forma colectiva una esperanza radical. Este es el punto donde la realización
personal se cruza con lo que el mundo está necesitando. Nos invita a explorar
lo que podríamos aprender de otras culturas que se han enfrentado a
catástrofes, a intentar trascender el punto ciego de toda
civilización: la incapacidad de concebir su propia extinción. Explorar formas
de esperanza que no estén basadas en la negación, ni el falso optimismo.
Esperanzas radicales con la incertidumbre como timón. Orientados hacia una
bondad futura que trasciende la capacidad actual de entender de qué se tratará
nuestro propio futuro.
El capitalismo ha sido tan efectivo en su método que logró
bloquearnos la glándula imaginativa. Aquella por la cual podemos salir del
corsé de conocimientos formales que nos inculcaron en la escuela y las
universidades, y atrevernos a cuestionarlo todo.
En el anhelo de fortalecernos en la trama colectiva, que ya
está poniendo manos en la Tierra para construir un mundo post-colapso, es
probable que haya que renunciar a trabajos. Dejar carreras. Mudar territorios.
Quizás no. Pero, en cualquier caso, lo que hagamos de aquí en adelante debe
tener un horizonte de adaptación profunda a una nueva realidad. El rol que
decidamos desempeñar en la construcción de resiliencia comunitaria repercutirá
directamente en nuestras propias vidas y las de los otros seres sobre este
planeta rumbo a la extinción.
Convivir con la incertidumbre es un desafío enorme, pero
confío en que, además de luchar por la obsolescencia de este sistema de muerte,
podremos recoger la herencia de múltiples sabidurías pasadas y tradiciones
orales que cantaban lo mismo: hay un sutil magnetismo en la Naturaleza,
y si nos entregamos a él nos guiará correctamente.
Vimos que no es posible gestar el cambio necesario desde el
sistema institucional que conocemos y somos conscientes del miedo que produce
leer este mensaje de fallas y sombras.
Quizás ahora estén queriendo volver al mundo que conocían
antes de leer este libro, pero es importante que sepan que no están solas. No están
solos. Somos más de lo que nos quieren hacer creer y estamos listos porque nos
han traído al límite de una situación imposible y no tenemos alternativa. La
transformación tiene que empezar hoy y tiene que ser enorme.
Desproporcionada. Más allá de lo posible.
La decisión más honesta que podemos tomar en estos momentos
de incertidumbre, es qué hacer con el Tiempo que tenemos.
Nadie lo va a hacer por nosotros. El poder real nos pertenece, abracémoslo. Con amor y furia.
El Tiempo no es mucho. Y para que sea justo, deberá ser
desobediente.
(Texto final
del libro Extinción:
la supervivencia de la Humanidad en juego,
2020.)
FLAVIA BROFFONI
Activista y
politóloga. Especializada en relaciones internacionales y desarrollo
regenerativo.. Autora del libro Extinción, protagonista en la serie documental The Changemakers. Es cofundadora del
movimiento Rebelión o Extinción Argentina.
https://www.15-15-15.org/webzine/2024/04/25/movimientos-en-rebeldia-resistencia-y-regeneracion/
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