EL DESCUBRIMIENTO DE CHAPLIN EN BALI
En 1932, Charlie Chaplin quería alejarse de
la civilización. Su hermano Sydney le sugirió ir a Bali, porque aún
no había sido «contaminada por la sociedad occidental», y ambos se embarcaron
hacia esta isla, actualmente perteneciente a Indonesia. Allí quedó fascinado
por sus gentes y sus tradiciones; y rodó con su cámara a los balineses en sus
actividades cotidianas, danzas y ceremonias. De sus bailes, también sacó
inspiración para su mímica universal.
Pero lo más importante fue que Bali le dio otra visión de la
vida, y contribuyó a posicionarse aún más fervientemente contra el capitalismo y
contra el colonialismo.
El estilo de vida balinés —respetuoso con la naturaleza— le llamó la atención y
exclamó: «¡Qué fácil es para el hombre volver a su estado natural!».
Chaplin constató que allí no había gente triste y concluiría: «no son nada codiciosos, por eso son felices. En nuestras grandes ciudades tan solo verás almas hostigadas, derrotadas. En la mayoría se percibe agotamiento y desesperación. En cambio, los ojos de los balineses solo transmiten tranquilidad.
Sus valores son diferentes a todo lo que yo haya visto. Creo que me podría quedar aquí para siempre. ¡Qué lejos me siento ahora del resto del mundo!».También es consciente de que los balineses trabajan duro
cuando hay que hacerlo y de que algunos viven en la pobreza, en gran medida por
la administración colonial holandesa que controlaba la isla desde 1908 y que
contaminó el paraíso con la occidentalización. Según Chaplin, en Bali sabían el
auténtico sentido de la vida: trabajar y jugar.
Chaplin fue consciente de que el contacto con los
occidentales estaba cambiando a los balineses: se cubrían más sus cuerpos y
muchos incluso invirtieron los ahorros de su vida en comprarse automóviles,
para darse cuenta después del alto precio de la gasolina. Arruinados, dejaron
los coches aparcados en los patios traseros, convertidos en gallineros. Tal vez
ese sea el futuro de gran parte de los coches que se venden hoy para uso
privado, pues no
es sostenible (ni siquiera los eléctricos; y todo lo que no es
sostenible, es insostenible).
Como tantos otros, Chaplin no solo constató que se
puede ser
feliz con poco, sino que es más fácil ser feliz con poco. En las
sociedades modernas queremos, en masa, tener muchas cosas,
muchas comodidades, y eso tiene un coste que se desglosa en distintos
epígrafes: coste en felicidad, coste
económico, coste ambiental, etc.
A su regreso del viaje, Chaplin planificó una película, su
primera hablada, en la que pretendía dar voz a los balineses y satirizar a las
potencias coloniales. En ella, los balineses se quejarían de los impuestos que
les exigían los holandeses a cambio de carreteras que no necesitaban, y se
mofarían de la ambición por el oro de los occidentales. En cierta forma, esto
recuerda los discursos sobre los blancos en el considerado
como primer documento antiglobalización, Los
Papalagi (lectura recomendada). Es posible que Chaplin no llegara a
conocer esos discursos en los que un jefe samoano se dirige a su tribu tras
viajar por Europa y ver las miserias de la vida en las ciudades.
Chaplin ve el colonialismo como una extensión del
capitalismo y lo desprecia descaradamente. La película Flor de
Bali no se llegará a terminar, a pesar de tener gran parte del guion
preparado. Chaplin se centraría en otros proyectos, como escribir su
autobiografía y rodar la película Tiempos modernos, en la que
ridiculiza la mecanización y los lujos de la vida “moderna”, seguramente
inspirado por su experiencia en Bali.
A los 4 años volverá a Bali y se decepcionará al ver más
bicicletas y más coches. «Todo es más comercial» —dejará escrito—. «Navego
en un mar de contradicciones. Y no tengo una filosofía de vida a la que
aferrarme. Podemos ser sabios o insensatos, pero todos nos las vemos y deseamos
para salir adelante en la vida. Solo sé que en este perverso mundo no hay nada
permanente. Ni siquiera nuestros pesares».
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