RESILIENCIA, COLAPSO, DERECHOS Y OBLIGACIONES
Me temo que seguimos sin entender el fondo de la cuestión.
Ahora, en este caso, con la tormenta de nieve. Hace pocos
años, con la huelga de camioneros que dejó las estanterías vacías en 48 horas.
Antes, con la Covid. Mañana será con cualquier otra cosa.
Seguimos sin entender que las grandes ciudades son
ratoneras. Que cualquier día pueden dejar de llegar bienes y que en ellas no se
produce nada que pueda mantener o dar la vida. Que sus huellas ecológicas son
ya insostenibles.
Veo incluso en pueblos de Cáceres —donde el clima está
siendo benigno— desabastecimiento de productos frescos, lo que indica el extremo
nivel de interdependencia y de complejas afectaciones, en muchos casos
insospechadas.
No podemos ni atrevernos a pensar que la vida urbana es insostenible, si una sola pieza de las miles que conforman la complicadísima maquinaria de relojería de nuestra moderna civilización, se rompe o se atora.
Y cuando esto sucede, y la sociedad entera se disloca,
simplemente acudimos a urgencias y a exigir al gobierno que la arregle como
sea, para seguir en este modo insostenible otro rato más.
Estos días, asistimos atónitos e incrédulos (¿cómo nos puede
pasar esto a nosotros, con nuestra avanzadísima tecnología?) a bloqueos de la
capital, por una simple tormenta de medio metro de nieve, que en la Edad Media
apenas hubiese preocupado. En la Edad Media —como ya he mencionado en otras
ocasiones— un labriego o un pastor o incluso un siervo de la gleba, al llegar
el otoño, tenía recogido el alimento y la energía (leña, claro) para el resto
del año. Hoy millones de personas tienen dos yogures en el frigorífico y poco
más en la despensa, confiando en el suministro al minuto y a domicilio, si es
necesario, de Carrefour, Alcampo, Lidl, Hipercor o Mercadona y de la
pescadería, la carnicería o la frutería de la esquina.
Todos confían en que todo funcione como un reloj.
Nadie llega a plantearse el efecto venenoso y nocivo (mortal
en algún caso) del modelo just in time, que es excelente para que
los financieros y los economistas convencionales puedan reducir al mínimo stocks e
inventarios pero es absolutamente pernicioso para una sociedad que quiera ser
resiliente (con aguante) en cuanto falla un eslabón de la compleja cadena de
suministros.
Posiblemente, a estas alturas, las grandes urbes ya no
puedan volver a ser resilientes; no hay espacios en los hogares, ni en los
centros logísticos, ni en los grandes supermercados, ni recursos en los
bolsillos, ni lógica económica, para asegurar los insumos vitales para millones
(energía, agua, alimentos) durante todo un año. Por eso, ni imaginamos intentar
un tránsito a los modelos antiguos y somos incapaces de imaginar la tragedia el
día que los fallos sistémicos sean cada vez más generalizados y duraderos. Solo
se nos ocurre huir hacia adelante aumentando la complejidad.
Tiene que venir una nevada para ver las flaquezas humanas de
nuestro mundo actual, pero aun así, los ciudadanos siguen esperando que llegue
la UME, o Protección Civil o la Guardia Civil o quien sea, a despejar la
nieve de la puerta de su casa. Ayer cargábamos a nuestros policías con
cinturones de Robocop con esposas, pistola, porra, radio y hasta táser porque
la seguridad lo demandaba y hoy nos lamentamos de que no tenemos seguridad vial
y de que los policías no tengan palas para despejar el terreno.
Algunos políticos piden ahora que los ciudadanos cojan la
pala ellos mismos, pero se han pasado la vida asegurando que ellos te
resolverían cualquier problema, después de haber convertido a sus propios
conciudadanos en seres infantilizados a los que se promete teta a demanda,
porque proponer autosuficiencia no da tantos votos como la teta a demanda.
Qué golpe tan brutal nos vamos a llevar algún día… qué poco
preparados estamos para una disrupción profunda y de larga duración. Qué poco
acostumbrados a ejercer la austeridad, la autocontención, el vivir de forma
limitada en consumo, en movilidad.
Qué mal acostumbrados estamos al “yo tengo derechos” y nada
acostumbrados al “yo tengo obligaciones”, que decía el descendiente del jefe
cherokee, refiriéndose, para lo primero, a los colonos europeos de América y
para lo segundo a su propio pueblo.
En fin, no sigo. Que siga la rueda del destino.
https://www.15-15-15.org/webzine/2021/01/14/resiliencia-colapso-derechos-y-obligaciones/
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