REINVENTAR EL SISTEMA ELÉCTRICO ESPAÑOL
El Sistema Eléctrico Español se caracteriza por la existencia de un Mercado Mayorista de generación de electricidad (Polo Español o “Pool”) donde cada consumidor es libre para elegir a su empresa comercializadora desde enero de 2003 y donde es posible firmar contratos bilaterales entre productores y comercializadoras desde 2006 para fijar el precio de venta de la energía: PPAs. Se trata de elegir lo menos malo.
En este sistema no se aborda en ningún momento la clave: es
un sistema energético insostenible: provoca el cambio climático que, a su vez,
incrementa los fenómenos meteorológicos extremos, la desigualdad, la pobreza, y
las desgracias. Sin embargo, tenemos que pasar por el injusto aro.
Necesitamos energía, y debe ser sostenible y universal. Por ello, Greenpeace plantea diez pasos para darle la vuelta al sistema y caminar hacia la electrificación sostenible y universal:
1. No financiar
nuestra propia destrucción
Acabar con cualquier
subvención directa, indirecta o encubierta que reciba la energía nuclear y los
combustibles fósiles. Cambiar de fósiles y nucleares a renovables. Debemos
construir un nuevo sistema energético en el que se reemplacen los combustibles
fósiles y nuclear por energías limpias renovables y se apueste por la
eficiencia y las soluciones inteligentes y que aseguren una transición justa
para los trabajadores y las comunidades que actualmente dependen de las
energías contaminantes antes de 2040 en toda la UE.
2. Convertir la
energía en un derecho
Si seguimos tratando la energía como un producto y no
valoramos algunos de los servicios energéticos fundamentales que cubre como un
derecho seguirá siendo una fuente de cambio climático y desigualdad, en lugar
de lo que debe ser: un servicio que salva vidas.
Debemos asegurar que el derecho a una energía limpia y accesible
constituye el corazón de cualquier política pública e iniciativa ciudadana,
garantizando que se satisfacen de la manera más eficiente y sostenible posible
las necesidades de salud, alimentación y educación, sobre todo, de las
poblaciones más vulnerables (tanto al cambio climático como a los cambios
profundos de transición energéticos). Por ello, la toma de decisiones va más
allá del mercado, y requiere que este cambio se diseñe y gestione con la
sociedad civil, manteniendo el equilibrio con el sector académico y el
empresarial junto con la administración pública.
3. Dejar de engordar
la energía y empezar a mantenerse
Hay que cambiar la premisa de crecimiento ilimitado por la
de ser sostenibles en el tiempo. Debemos redirigir el impulso del sistema
socioeconómico desviándolo de la búsqueda del crecimiento indefinido hacia
la búsqueda de la prosperidad, la sostenibilidad y la equidad.
4. Incluir en los
costes del sistema energético los costes de sus impactos
Debemos reorientar las señales económicas hacia la
internalización de todos los
costes sociales y ambientales del sistema energético para que los
agentes responsables de estos impactos se hagan cargo de ellos y de sus
implicaciones.
5. Corregir el debe y
el haber del sistema eléctrico
Organizar justamente el reparto de los costes (reales) y
beneficios que cualquier actividad realizada supone para el sistema eléctrico,
independientemente de que la lleven a cabo generadores, suministradores,
comercializadores, consumidores y particulares, sean estos habituales o nuevos
entrantes. Para ello es necesaria una auditoría de los costes regulados, aplicar
el principio de “quien contamina paga” y “quien más consume, más paga”.
6. Garantizar que la
descarbonización es un objetivo
Además de garantizar la seguridad del suministro de la
manera más coste-eficiente posible, se debe garantizar también la reducción de las emisiones de gases de efecto
invernadero en el menor tiempo posible y que cause los menores
impactos, en términos de pérdida de biodiversidad y de riesgo para la salud,
asegurando así la justicia social y climática.
7. Valorar cuán
valioso es el sistema eléctrico
Valor no es coste, es cuánto vale la pena tener algo. El valor del sistema
eléctrico está asociado al lugar (es más valioso cuando se produce en lugares
donde no hay problemas de congestión de redes) y al tiempo de generación (es
más valiosa cuando la demanda es alta o cuando la generación es baja). Pero,
además tiene el valor social que aporta la electricidad como es la mitigación
del cambio climático, la reducción de la contaminación, la provisión de empleos
adecuados, la cobertura de las necesidades básicas y la habilitación de la
actividad económica. Algo sí realmente valioso.
8. Reinventar el
mercado energético. Sí, se puede
Diseñar todos los
elementos que configuran las reglas del mercado eléctrico para que alineen el
valor, el coste y el precio de la electricidad; se puedan recuperar los
costes de las inversiones en renovables y provean de precios asequibles a la
ciudadanía.
9. Toda la ciudadanía
debemos ser parte del sistema eléctrico
No podemos permitir
que la energía esté en manos de oligopolios. La ciudadanía debe tener
derecho a participar en todas las actividades del sistema eléctrico y debe
dotarse de la capacidad para ejercer sus derechos. Para ello la normativa debe
organizar todas las señales económicas para que se incentive la flexibilidad,
la reducción (y gestión) de la demanda de energía, la eficiencia y el
autoconsumo; premiando un uso inteligente del sistema (carga y descarga de
vehículo eléctrico, por ejemplo) y penalizar el uso no inteligente.
10. Una transición
energética que incluya a todos y todas
Hay que asegurar que se realiza una evaluación de los
impactos redistributivos de la reforma de la estructura económica del sector
para elegir las medidas más eficaces en términos de reducción de emisiones y
cuyo impacto sobre la redistribución de la riqueza sea menor. De no ser así, debemos
acompañar los cambios de medidas correctoras acotadas capaces de compensar la
merma de poder adquisitivo sin desincentivar el ahorro de energía o la
participación activa.
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