Cada
día una dosis mayor. Lo que en un principio era suficiente y me
permitía llegar a ese punto, hoy ya no lo es. Maldigo el día que
todo empezó, pero era perfecto. Cualquier situación al alcance de
tus manos, cerrabas los ojos y ya está. Sin embargo cada vez
necesitas más para vivir lo mismo. Entré en la espiral y cuando
estás ahí pierdes de perspectiva a los demás. Eres tú y tú
necesidad. Es lo que tienen las adicciones.
El
acumulador es así, un adicto al dinero. Como todos sabemos el primer
vaso de agua en el desierto es mejor que el oro representa la
diferencia entre la vida o la muerte. El décimo me sobra y muchos
más pueden ahogarme. Hasta los economistas sabemos que cada unidad
que se añade tiene un valor menor que la anterior cuando se ha
sobrepasado la dosis necesaria, el valor marginal. Acumular te
enferma y como los yonkis no lo aceptas. Estás convencido de que lo
controlas, mientras... destrozas la vida a tu alrededor.
Los
grandes desequilibrios, unos pocos con tantas riquezas y muchos con
tan poca, son cada vez mayores. El sistema está enfermo, vive y
alimenta la adicción de las personas. El que ha conseguido una renta
elevada necesita más, pues la dosis se le ha quedado corta. Su
posición preeminente le permite seguir abriendo la brecha de la
desigualdad y las normas del juego le aplauden el egoísmo y la
codicia.
¿Cómo
parar esto entonces? Quizá lo primero sea reconocer la realidad pues
tener una flota de catorce coches no sólo no te aporta felicidad
sino que es estúpido. El acumulador pierde el pulso de la vida y
confunde cantidad con felicidad y lo peor es que otros que no tienen
miran a través del mismo cristal.
Todo
esto tiene un inicio, un comienzo. La propiedad privada es la mayor
responsable de la adicción. El riesgo de no tener cuando lo
necesite, la posible negación al uso si no dispones de la propiedad
es la razón última que justifica al que acumula. Has de tener una
casa en el pueblo para utilizarla 15 días, un taladro para tres
horas de uso en toda tu vida, tierras incultas y pisos vacíos como
acumulación de valor. Se considera que pagar un alquiler es tirar el
dinero y se argumenta desde el esfuerzo de pago frente a una hipoteca
pero ¿Quién opone la hipoteca a una inversión en una empresa o en
oro? ¿Por qué se mezcla en una decisión de gasto con una de
inversión?
La
propiedad privada se ha infiltrado en nuestras vidas como una
necesidad, irreal pues lo que nosotras necesitamos no es la propiedad
sino el
uso.
Sólo aquello que se consume requiere la propiedad del mismo antes de
su consumo, una propiedad efímera. Cuando se afianza este concepto
luchamos por ella y damos 40 años de vida trabajando para tener la
propiedad de una vivienda. Es aun peor, cuando uno tiene un excedente
y no duda que donde mejor va a estar es acopiando más propiedad.
Entramos en la acumulación, comienza el periodo de expansión del
virus y la enfermedad. Cada vez el euro vale menos y quiero más para
mantener mis niveles de satisfacción. Ya es un adicto y arrasará
con lo que cualquier otro pueda tener si con ello consigue traer más
y más para chutárselo en vena.
Pero
el problema de la adicción no se limita a esta persona, sino que
genera un gran daño a terceros en su proceso de acumulación.
Pueblos vacíos, de casas vacías, despoblación y a la vez ausencia
de vivienda disponible para recibir a nuevos habitantes. Tierras
incultas y personas sin tierra que cultivar. Pisos vacíos y familias
en la calle, consumos superfluos y derrochadores que dejan a personas
sin comer, sin educación, sin sanidad,…
En
el mundo rural, tantas veces denostado, hace ya siglos que el
procomún fue la opción elegida como la mejor solución para todos y
a la vez para la comunidad. El pueblo tenía un lavadero, un horno,
una bodega,… no tiene sentido tener un horno por casa y lo sabían.
La comunidad es la que tiene la propiedad y los vecinos el uso. Las
tierras comunales, la madera de unos montes que proveían para todo
el invierno a todo el pueblo y así con todo aquello que nunca
tendría sentido que cada persona tuviera en propiedad. No tiene
sentido porque su uso individual jamás permitirá amortizar la
inversión realizada. Es más rentable individual y colectivamente
rotar el trabajo en el horno del pueblo haciendo pan para todos que
invertir en un horno por vivienda y tener que hacer pan siempre.
Una
vez la propiedad privada se instala en nuestras vidas la acumulación
es el siguiente paso que dan todos los que pueden, pues somos menos
las que no queremos.
La
realidad nos muestra que los que pueden cada vez son menos y cada vez
necesitan más pues las dosis iniciales ya no les satisfacen.
Raúl
Contreras
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