27/9/18

Ser valiente implica no necesitar nada para darlo todo


INMOVILIZADAS POR LA "CONFIANZA"

La fe en el progreso y nuestra confianza en los líderes son las dos falsas esperanzas de la sociedad actual.

Hablando de indefensión, de la ausencia del sujeto y su revolución, de las raíces que sostienen nuestro desaliento, deberíamos reconocer, para cuestionar radicalmente, nuestra tendencia a la confianza en el “gran hombre” y a la espera de “el salvador”.

Para nosotros los humanos, es muy difícil “ser”. Las palabras se nos quedan muy cortas para explicar nuestra vida, y han muerto con Dios tantas cosas… El posmodernismo” es para valientes y puede actuar fácilmente como un veneno.

A los “hombres superdotados” les está sucediendo algo verdaderamente preocupante, y es que no parecen conformarse con lo que vamos descubriendo.

El relativismo innegable en el que se sitúa la experiencia humana, tanto puede desesperar como se puede transformar en superficialidad y autocomplacencia: ¡si nada es “verdad” bien puede ser entre todo y nada posible!, ¡juguemos! Y ahí tenemos “jugando” a los genios, como el mismísimo Elon Musk o el difunto Stephen Hawking, fluctuando entre la realización de lo fantástico y el darlo todo por perdido. Un descapotable rumbo a Marte y las respuestas al origen del universo vs “nuestro mundo es una realidad virtual” (Code Conference, 2016) * o “dar la tierra por perdida y huir a Alpha Centauri” (Cumbre Tencent WE China, 2017)**.

Para Elon hay una posibilidad entre billones de que la nuestra sea “la realidad”, lo más probable es que todo lo que somos y nos rodea sea una realidad simulada o virtual, un juego o experimento generado por una civilización más avanzada. Nos dice: “Y en realidad quiero y espero que esto sea cierto, porque, si no, si la civilización deja de avanzar —y no somos una “realidad simulada”, porque no hay una civilización más avanzada que la nuestra en el universo capaz de hacer esto— entonces estamos dirigiéndonos a un desastre que acabará con nuestra civilización.
Por lo tanto, tal vez deberíamos tener la esperanza de que esto sea una simulación porque, de lo contrario, o vamos a crear simulaciones que son indistinguibles de la realidad o la civilización dejará de existir, esas son las dos opciones”.

No tengo palabras para expresar la sorpresa que me causa que sean noticia las creaciones tecnológicas de Musk y no lo sean sus creencias más profundas. Una muestra más del desprecio a la filosofía en nuestra sociedad tecnológica. Qué miedo. Como si la motivación subyacente a nuestros actos no determinara nuestro destino. Qué soberbia considerar que algo se explica por sí mismo, sin ir más allá de su apariencia o funcionalidad. ¿Qué me importa a mí que los “genios” desarrollen tecnología si han dejado de creer en tantas cosas? Como mínimo, aseveraciones como estas deberían generar un “debate planetario”: ¿cómo lo veis, chicas, nos mudamos de galaxia?, ¿será todo lo que amamos una ficción creada por una civilización superior a la nuestra?

La primera y más destructiva confianza es la fe en el “progreso”, que desatiende lo que K. J. Gergen, en El yo saturado, denomina “pregresión”, y es que cada “avance” genera secuelas que suponen retrocesos. A la vista están las pérdidas: materiales —derechos sociales y acceso a los recursos—, psicológicas —calidad de vida— y ecológicas —nuestra verdadera crisis—.

La segunda falsa esperanza, muy amiga de la primera, es nuestra confianza en los “líderes”. En el mejor de los casos hay personas que acaban ocupando un lugar de poder debido a algún mérito, pero ¿acaso ese “mérito” les confiere clarividencia y perpetua eficacia, o más bien resultó efectivo exclusivamente para alcanzar ese codiciado lugar de mando? Nuestros “superiores” necesitan ser estrechamente “tutelados”, más aún si tenemos en cuenta que el poder por sí mismo genera ineludiblemente una regresión madurativa en cualquier persona que lo ejerza. ¡A las pruebas me remito!, y cada vez hay más estudios que lo demuestran: en las “altas instancias” la primera en caer es la empatía y con ella el sentido de realidad. Se calcula que, en cuatro años de ejercicio de responsabilidad, se generan deterioros cognitivos evidentes.

No nos conviene mucho confiar en “los grandes”, por mucho que nos sintamos solas. Lars Von Trier nos lo deja muy claro en Melancolía. El hombre seguro de sí mismo, y que tanta confianza inspira, es el primero en desaparecer ante el desastre, ¡y sin previo aviso! Algo así sentí cuando el bueno de Elon comentó, como si tal cosa, que más nos valdría ser una “realidad simulada” y Stephen mandó preparar el equipaje para Alpha Centauri.

Abogo por no esperar nada de “ellos” y por que “desesperemos” juntas —y que aquel que se nos una, lo haga como uno más—. Las mujeres lloramos y, si tenemos suerte, no nos interrumpe ningún genio. Las mujeres no sabemos y nos sentimos impotentes, las mujeres pedimos y dependemos, las mujeres nos enfrentamos al caos y la miseria. Las mujeres movemos el mundo y lo seguiremos haciendo. Mientras ellos hablan y nos “explican” cómo funcionan “las cosas”, nosotras les mantenemos vivos. Y lo hacemos entre gratis y castigadas, porque nadie nos valora y sí en cambio nos critican, ¡que es que nos ponemos muy nerviosas! Sin sufrimiento no hay juego serio, por eso hay ciertas “esperanzas” que no podemos permitirnos. Debemos reivindicar nuestra capacidad para sentir miedo y dolor; al fin y al cabo, no hay mayor honestidad. Hoy por hoy, la “racional tranquilidad” y la “confianza en uno mismo” no son sinónimo de fortaleza, sino de inconsciencia o hasta de “mala fe”.

Esperar” lleva implícita la creencia de que hay alguien mejor que yo, más capaz que yo, por eso habitualmente ha sido un asunto tan femenino. “Esperar” también implica suponer que hay un momento mejor que ahora. Desesperar es el “no poder” consciente, que, de una forma trágica —por emotiva—, nos brinda la oportunidad de reinventarnos y “saltar” allí donde apenas se vislumbra aún nada.

Desde aquí quiero reivindicar la capacidad femenina de amar con pasión lo que a todas luces es “muy poca cosa”. Evidentemente nada, absolutamente nada de lo que ahora nos importa es eterno, y no me cabe duda de que eso incluye a nuestro planeta, nuestro sentido de lo que es real y a la propia especie humana. Hay que ser “muy chulo” para pretender la eternidad y apostar por una “supervivencia” que no calcula los costes del “aquí y ahora”. Seamos virtuales o no, abocados al apocalipsis mañana o pasado mañana, lo que nos ha distinguido siempre es nuestra capacidad para luchar por lo que nos es querido, para tirarnos al agua a salvar a desconocidos, para abrir nuestra casa al extranjero, para convivir con quien no entendemos…, para dar la vida por los demás. Ser valiente implica no necesitar nada para darlo todo. Desde luego, es algo en lo que nosotras somos expertas, porque, con muy poco, lo hacemos casi todo.

SUSANA ESPELETA ORTIZ DE ZARATE
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* En junio del 2016, el empresario en tecnología Elon Musk afirmó que las probabilidades de que estuviéramos viviendo en una realidad objetiva eran "una entre mil millones", siendo en cambio lo más probable que nosotros mismos y nuestro mundo seamos una simulación generada por un superordenador dirigido por una inteligencia superior. Más “eminencias” de Silicon Valley se han interesado por la Hipótesis de la Simulación, y hay incluso algún multimillonario del mundo de la tecnología conspirando con científicos para procurar la “liberación” de esta supuesta simulación.

** Stephen Hawking creía que, si no éramos capaces de vivir en otros planetas en los próximos 100 años, estábamos abocados a una extinción inmediata. Consideraba que el planeta más cercano es Próxima b (a 4,2 años luz), el cual orbita alrededor de la estrella más próxima a nuestro sol, Alfa Centauri.




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