13/9/18

Vamos a construir y a crear, pero también vamos a destruir lo que nos destruye

DESTRUYE LO QUE TE DESTRUYE

Para cambiar el mundo y construir un mundo más justo, sustentable, ecofeminista y queer es necesario tanto destruir como construir.

Crear el mundo que queremos es una forma mucho más sutil y poderosa de actuar, 
que intentar destruir el mundo que no queremos” 
Marianne Williamson.

La cita de Marianne Williamson suena bien. No obstante, oculta la necesidad de destruir, de luchar en contra de las estructuras de poder o, simplemente, en contra de situaciones y actos negativos. Está sesgada hacia el lado positivo y, por ello, quizás sin pretenderlo, contribuye a mantener las cosas como están —quizás, eso sí, con un poco de gentrificación verde y psicología positiva—. 

Para cambiar el mundo y construir un mundo más justo, sustentable, ecofeminista y queer es necesario tanto destruir como construir. Ocultar la necesidad de destrucción hace que Marianne Williamson sea cómplice del sistema capitalista heteropatriarcal y productivista que nos destruye.

En los últimos años se ha difundido en los movimientos sociales una exigencia de hablar siempre de lo positivo, de construir alternativas positivas, mientras que la destrucción o la lucha en contra de lo negativo —lo injusto, insostenible e indeseable— parecen no estar bien vistas. Esto ocurre especialmente en el caso del movimiento de transición, que rehuye de los conflictos y se caracteriza por una ausencia del análisis del poder.


En este texto me gustaría promover el poder de lo destructivo o “la pasión por la destrucción” que, según Bakunin, “es también la pasión creativa”.

LOS LIMITES DE ALTERNATIVAS POSITIVAS

Como insumiso en Alemania durante la década de los noventa recuerdo siempre la misma crítica por mi rechazo a la prestación social sustitutiva: “¿No piensas que si te niegas a cumplir el servicio militar obligatorio, deberías hacer otra cosa alternativa?” ¿Por qué? ¿Por qué, si me niego a matar, tengo que hacer otra cosa? ¿No es suficiente con no matar?

Con ello no quiero decir que no sea necesario un cambio fundamental de los valores de nuestra sociedad, de luchar contra un militarismo muy profundo (tanto en el Estado español como en Alemania). No obstante, es ridículo exigir a una persona que se niega a matar —o a otro acto negativo— que debería hacer otra cosa. No hacer algo negativo —es decir, hacer nada— ya es en sí mismo algo positivo.

Quizá si, en vez de exigirnos tantas alternativas positivas, nos negáramos más a colaborar con la destrucción de nuestro planeta y dejáramos de contribuir con actos negativos (aunque nos exija salir de nuestra zona de confort), el mundo sería ya mucho mejor.

Mas allá, pensar que la construcción de alternativas es suficiente —o más útil— para cambiar el mundo, es en el mejor de los casos, simplemente, naif. Las alternativas, si llegan a ser exitosas, pronto se chocarán con los límites impuestos por el sistema hegemónico, o —si se quedan pequeñas— serán toleradas o cooptadas dentro de un capitalismo “verde” y al mismo tiempo salvaje. Unos proyectos ecológicos en un Barrio en Transición son bien compatibles con el capitalismo, extractivista y productivista, si no buscan cuestionar y cambiar el equilibrio de poder. El Barrio en Transición fácilmente se puede convertir en un proceso de gentrificación verde que deja al margen (o excluye) a las poblaciones marginadas, pobres, de inmigrantes … Mientras la clase media alta blanca heterosexual cisgénero disfruta de su isla verde en un mar de pobreza y exclusión.

Además, la destrucción de nuestro planeta deja cada vez menos espacios para la construcción de alternativas. ¿Cómo podemos construir una alternativa ecológica y social en un espacio cuando se le quiere extraer, al mismo tiempo, minerales a cielo abierto, o utilizar esas mismas tierras para plantaciones de palma africana (uno de los conflictos mortales en el Colombia pos-acuerdo de “paz”)? o ¿Cómo desarrollar una agricultura ecológica (o permacultura) cuando la industria química está contaminando el aire, el agua y la tierra de los que dependes?

Las estructuras y dinámicas del capitalismo extractivista, productivista y heteropatriarcal están amenazando las bases de nuestra vida, y centrarnos sólo en crear algo positivo hace poco para frenar estas dinámicas y cambiar estas estructuras.

LA NECESIDAD DE DECIR “NO” Y RESISTIR

Bill Moyer, activista e investigador en movimientos sociales de los EE.UU. y desarrollador del Plan de Acción de Movimientos, dice que un movimiento tiene que convencer a la ciudadanía (al menos) tres veces de: que existe un problema; que la política actual es parte del problema (y que hay que oponerse); que las alternativas propuestas por el movimiento proveen una solución.

En este sentido, el decir “no” es fundamental, incluso antes de promocionar las soluciones. Sin entrar en un debate del Plan de Acción de Movimientos, una de las primeras tareas importantes para cualquier movimiento social es la deslegitimación de la política actual y de los poderosos (uso conscientemente “poderosos” en masculino, por que se trata de una estructura patriarcal, y una mayoría de ministras en el Gobierno no cambia nada en el carácter patriarcal de la estructura de poder). Solamente cuando una mayoría de la ciudadanía apoya al “no”, empieza la difícil tarea de promover un cambio de paradigma y las soluciones alternativas.

De nuevo, no siempre hacen falta alternativas. El “no” a la destrucción puede ser suficiente. Un “no” activo, es decir, uno que no se limite a una expresión de una preferencia, sino que incluya una resistencia no violenta activa. No obstante, estamos de acuerdo en que sí hacen falta alternativas a las estructuras y dinámicas destructivas: al capitalismo extractivista, productivista y heteropatriarcal.

EL PAPEL DE LAS ALTERNATIVAS

Aunque pienso que deberíamos emplearnos más a fondo en destruir lo que nos destruye (en palabras de Ton Steine Scherben): en decir “no”, negarnos a colaborar con la destrucción de las bases de nuestra vida, resistir, etc. No quiero decir que basta con decir “no”, es decir, no nos podemos olvidar de las alternativas. La pregunta es otra: ¿Qué alternativas necesitamos?

Es obvio que solamente con el “no”, con la “pasión de destrucción” (Bakunin) tampoco podemos construir otro mundo más justo y sustentable. Necesitamos otras formas de relacionarnos y organizarnos de manera horizontal (sin estructuras de poder formales ni informales/ocultas), otras formas de economía, otras formas de justicia... Y estas no van a surgir de la nada cuando hayamos destruido todo lo que nos destruye – ni tampoco podemos destruir todo sin crear estructuras alternativas (pero sí que podemos destruir mucho sin esperar a las alternativas).

Las estructuras de nuestros movimientos, de unos pequeños proyectos alternativos, son espacios para aprender y practicar nuestras alternativas, y pueden servir como modelos para nuevas estructuras cuando hayamos sido capaces de destruir finalmente el sistema hegemónico capitalista heteropatriarcal. En este sentido son muy necesarios tanto la construcción de modelos alternativos como el desarrollo de prácticas alternativas. Pero no sólo.

A DESTRUIR!
Entonces, me gustaría proponer que nos pusiéramos a destruir, con pasión. No de forma arbitraria; al contrario. Deberíamos ponernos a destruir de una manera estratégica, identificando las políticas, estructuras o instituciones claves que están destruyendo las bases de nuestras vidas, y buscando destruirlas de forma no violenta. Esto requiere organización, requiere estrategias, requiere el desarrollo de nuevas prácticas de resistencia, de un cambio social profundo.

Vamos a construir y a crear también. Pero por el camino vamos a destruir lo que nos destruye.




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