EL DECRECIMIENTO Y
LA RUPTURA DEMOCRÁTICA DE PODEMOS
Conforme Podemos se acerca al poder institucional el debate sobre su
modelo económico se profundiza. La “casta” política, sus voceros y la
oligarquía para la que trabaja, asustadas, pregonan que el programa económico
de Podemos suena bien pero es irrealizable. Y es que, los que viven
anclados ideológicamente y lucrándose del neoliberalismo no pueden, ni quieren,
admitir otras alternativas.
Sus posiciones en el sistema condicionan una ética antidemocrática que
ve en los rescates a las grandes empresas, las liberalizaciones de mercados, la
explotación laboral y medioambiental, los recortes del gasto social y las
privatizaciones de servicios públicos medidas económicas para volver a la
“senda del crecimiento”. Un crecimiento que se ha demostrado que
conlleva la concentración de las riquezas en unas pocas manos y, tarde
o temprano, conduce a la crisis económica.
Por otro lado, lo que plantea Podemos es una “ruptura democrática” que
redibuje la acción política aumentando la democracia a todos los niveles,
también en el plano económico. Una “democracia económica” en pro de un reparto
ordenado de las riquezas. Con este objetivo, desde la dirección de Podemos a
nivel estatal se ha encargado la elaboración del programa económico a
economistas que defienden redistribuir las riquezas al mismo tiempo que se
impulsa, de nuevo, el crecimiento económico. Este enfoque adolece de dos
contradicciones fundamentales Por un
lado, para salir de la crisis económica ignora la crisis ecológica, reflejada
por ejemplo en que la huella ecológica del Estado español es tres veces
superior al territorio disponible, es decir, estamos exportando impactos
ambientales y destruyendo capital natural más allá de nuestras fronteras. Por
otro lado, al apostar, de nuevo, por la “senda del crecimiento” se están
poniendo los cimientos para una nueva crisis económica. Por lo tanto, salir de
la crisis económica creciendo, sin más, es insostenible.
En este contexto, no se han hecho esperar las críticas al
nuevo gabinete económico de Podemos por parte de un sector decrecentista que
adolece de una visión consumista y socialmente catastrofista del decrecimiento.
Socialmente catastrofistas porque afirman, la única alternativa al
decrecimiento es el colapso social, sin comprender las posibilidades de
adaptación del sistema capitalista a los cambios. Una adaptación que puede
llevar a evitar el “colapso” social mediante la represión y el sufrimiento de
millones de personas en todo el planeta. Y una visión consumista porque este
sector decrecentista sigue afirmando que vivimos en una “sociedad del consumo”.
Y esto cuando el consumo medio de las familias ha caído “solo” cerca de un
10% desde que estallara la crisis económica, un 25% de las familias vive
bajo el umbral de la pobreza y un 40% llega muy justa a fin de mes, al mismo
tiempo que el Estado español sigue a la cabeza mundial de huella ecológica per
cápita: el 6º puesto en uso de agua, el puesto 16º en uso de materiales, el 21º
en uso de suelo y el 24º en emisiones de carbono a la atmósfera. Y es que la
mayor parte de los impactos ambientales no están relacionados directamente con
el consumo, sino con cómo se organiza la producción. El no identificar
claramente las causas de la crisis ecológica global y sus remedios lleva a este
sector decrecentista a posturas muy minoritarias al intentar ganarse a la
población explicando que tendrán que vivir con menos.
La gente sabe perfectamente lo que es vivir con menos porque están
sufriendo un decrecimiento forzoso en el marco de una crisis económica
manipulada por unos pocos. Este decrecimiento significa sufrimiento,
desahucios, desempleo, precariedad laboral, emigración forzosa, etc. Pero
el decrecimiento es, como la ética, una cuestión de clase social. La clave es
decrecer de manera democrática, repartiendo las riquezas, aprovechando los
avances tecnológicos, democratizando la producción al tiempo que aumenta la
calidad de vida de la mayoría de la población.
Decrecer ahora significa decir no al fracking y a proyectos “desarrollistas”
como nuevas explotaciones mineras o dragados fluviales que hipotecan nuestro
futuro y el de las generaciones venideras. No podemos caer de nuevo en
el chantaje de elegir entre empleo o medio ambiente de calidad. Queremos
ambos.
Decrecer ahora significa comer mejor (y más para muchas personas)
usando menos alimentos y menos agua globalmente en su producción, regular la
temperatura de nuestros hogares a niveles confortables y desplazarnos mejor
usando menos energía (y mucha gente usando más energía que ahora) y
contaminando menos en total, que mucha gente trabajadora tenga más poder
adquisitivo trabajando menos… Es decir, vivir mejor porque repartimos riquezas,
compensamos el consumo y racionalizamos la producción al tiempo que disminuimos
los impactos ambientales.
Para impulsar el decrecimiento aprovechando, también en el plano
ambiental, la “ventana de oportunidad” actual, debemos equilibrar y
combinar políticas “neokeynesianas” de crecimiento a corto-medio plazo, con
políticas decrecentistas a corto, medio y largo plazo. Una combinación
llena de contracciones, el motor del cambio, y sinergias de avance social, que
plantará las semillas de la revolución social que necesitamos.
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