VUELVE LA REVISTA “MÁS UTÓPICA DEL MUNDO”
El Grupo surrealista de Madrid contra la nueva normalidad
Nuevo número de la revista Salamandra, que tras 6 años
vuelve con jugosos contenidos: desde un largo alegato por el amor pasional y
erótico (el verdadero amor romántico), a la quiebra del modelo productivo,
pasando por una encuesta, de esas que no nos hacen desde el INE, para averiguar
si soñamos con los productos que nos anuncia la publicidad y con una vida
prefabricada que nos promete. El Grupo surrealista de Madrid, siempre fuera del
radar mediático, carga contra esa vida: contra el Estado, la economía, la
alienación, la castración emocional y la estandarización de la imaginación; a
la vez que reinventa la exploración de otra forma de vivir.
No deja de ser un lugar común, y casi una obviedad, proponer que la pandemia del coronavirus ha exacerbado y acelerado los muchos males de nuestro tiempo, o al menos los ha puesto aún más al descubierto: el arrasamiento del planeta y sus consecuencias catastróficas de todo tipo, incluidas las sanitarias, el fortalecimiento del autoritarismo del Estado y sus medios tecnológicos de control y vigilancia, que tantas veces asumimos como inevitables y necesarios, sin demasiado juicio crítico.
O algo tan relacionado con lo anterior como la explosión aparentemente definitiva de la artificialización y virtualización de la realidad, de la vida cotidiana y de los deseos e imaginarios, en estrecha correspondencia con la implosión de la comunidad y la inflación del aislamiento y la soledad tecnológicamente equipadas.Resulta así más que legítimo, como afirmaba el
manifiesto La necesidad de luchar contra un mundo “virtual” [puede
leerse aquí], alertar de “una doctrina del shock digital, en el
sentido de que la crisis sanitaria ha sido la oportunidad perfecta para
reforzar nuestra dependencia de las herramientas informáticas y desarrollar
muchos proyectos económicos y políticos previamente existentes: docencia
virtual, teletrabajo masivo, servicios o productos sanitarios digitales,
Internet de las Cosas, robotización, supresión del dinero en metálico y sustitución por el dinero
virtual, promoción del 5G, smart city…” Este manifiesto, publicado en abril del año
pasado a iniciativa del colectivo francés Écran total, fue respaldado por un
nutrido elenco de firmas, entre las que puede sorprender una tan aparentemente
anacrónica y extemporánea, y desde luego inactual, como la del Grupo surrealista
de Madrid.
Habría que recordar entonces que este Grupo, que enlaza y se
reconoce en aquel movimiento subversivo que se sublevó para “cambiar la vida y
transformar el mundo”, y no engrosar la historia de la literatura y el arte
(aunque utilizara también esos medios de expresión), lleva desde hace más de
treinta años rearmando una crítica rigurosa de la Megamáquina capitalista y su vida diferida (Estado,
economía, técnica, espectáculo, ideología, alienación, castración emocional,
estandarización de la imaginación y la subjetividad, narcisismo, anomia), a la
vez que reinventa la exploración y experimentación de una vida otra,
en la línea de Rimbaud, el surrealismo mismo y la Internacional Situacionista.
Estos objetivos (testaruda y desesperadamente
revolucionarios) y tal genealogía maldita, le han asegurado a este colectivo
madrileño la estricta semiclandestinidad, más allá, fuera y debajo del radar
mediático y el canon académico, pero también el contacto estrecho con los
grupos del movimiento surrealista internacional y otros colectivos libertarios,
situacionistas, marxistas cálidos, antidesarrollistas o de la
teoría crítica del valor. ¿Pero por qué hablar entonces de su actividad? Porque
en mayo se ha publicado un nuevo número de su principal órgano de expresión, la
revista Salamandra, tras una larga espera de seis años que se vio atemperada
por una serie de actividades, debates, intervenciones y talleres públicos y
abiertos, cuyos resultados se vierten en la revista, lo que explica entre otras
cosas que llegue alegre y descaradamente a las 465 páginas [a pesar de su
ridículo precio, 15 euros].
Y porque sus contenidos apuntan precisamente a las lacras
pre y post pandémicas antes citadas, como se puede leer en el “Aviso al
Lector”, el extenso y complejo texto de introducción que abre la revista: “nos
encontramos seguramente ante una tentación, un proyecto de cambio civilizatorio
que, aunque viene de mucho antes y ya estaba triunfando, aprovecha la excusa de
la pandemia para forzar transformaciones antropológicas muy profundas mediante
la mediación tecnológica, el borrado de la realidad material y su sustitución
por la virtual, la compartimentación afectiva y la abolición de cualquier
rastro de vida privada”, por lo que “este es el momento definitivo de combatir
el fetichismo de la no-realidad. La nueva normalidad, la nueva
no-realidad, el fetiche, deben ser impugnados mediante la razón crítica y la
acción insurrecta, sí, pero también con la imaginación creadora, la poesía por
otros medios, el materialismo poético y la asunción de la exterioridad, otras
tantas formas de frenar la ola de digitalización inhumana y transhumana con un
gran baño de realidad”.
Puede sorprender que unos surrealistas defiendan la realidad
si uno no está familiarizado con la verdadera naturaleza de este movimiento que
pretende unir y reconciliar lo imaginario y lo real, y no suprimir una parte de
la ecuación a favor de la otra. Así como defiende la propuesta teórica y
práctica del materialismo poético, que radicaliza esta apuesta en el sentido de
una cosmovisión (casi cosmogonía), por la que la imaginación o el sueño tienen
que apoyarse en la realidad para transformarla (y viceversa), como condición
inexcusable de su intensidad y verdad. Estas dos instancias son puestas en
entredicho (o directamente en peligro de extinción) por la falsificación
digitalizada de la experiencia humana.
Por otro lado, se ha mantenido prácticamente intacto el
sumario que estaba cerrado desde el año pasado, justo cuando empezó la
pandemia, al considerar, sin vanidad o arrogancia, que la pandemia y sus
implicaciones y consecuencias no anulaban el interés y la urgencia de los materiales
ya previstos, como explica el “Aviso al Lector”. Aviso que es por otro lado la
excepción a la regla, al ser el único texto que analiza la crisis del
coronavirus desde muchos y complejos puntos de vista, buscando encontrar algo
de luz y, sobre todo, apoyo mutuo y resistencia.
Sin duda es una decisión muy arriesgada, pero repasando las
páginas de Salamandra podríamos darles la razón, sobre todo cuando la primera
sección se titula Crisis de civilización, colapso y utopía, donde
Julio Henriques, Jesús García Rodríguez, Jöel Gayraud o Vicente Gutiérrez
Escudero no solo reflexionan sobre la quiebra general del modelo productivo, la
crisis medioambiental y el suicidio civilizatorio que lo acompañan, sino que
insisten en el horizonte utópico, la exterioridad, el materialismo poético y el
pensamiento analógico y mítico que desmienten “un fin del mundo que no es el
nuestro”, a la vez que se oponen a él.
Tampoco es el fin del ciclo mundial de revueltas y
experiencias de vida comunal que nos ha acompañado en estos últimos años,
enlazando con los maremotos del Movimiento de las Plazas de Tahir, Syntagma o
Sol. Esta ebullición constituye el sustrato del debate siempre actual que
encontramos en algunos apartados de esta publicación: Fuga de la
revolución, revolución de la fuga: autonomía y emancipación en el fin del mundo,
en el que participan y polemizan Charles Reeve, Adrián Almazán y Helios Escalante, el
colectivo Barbaria y
Los amigos de la negación, Jose Manuel Rojo, Albert Mason, Andrés Devesa y Silvia das Fadas.
El dossier Del comunismo del genio al genio de lo
común pretende levantar acta de algunas actividades públicas que
buscaban “alumbrar el genio de lo común desde la tea del comunismo del genio:
la inspiración poética y creativa que cualquier persona tiene aun sin saberlo,
y la creación de una comunidad inspirada que sea capaz de reconocer en la
poesía la misma urgencia y necesidad que en la libertad”. Se organizaron así
desde 2015 una serie de jornadas experimentales sobre los juegos surrealistas y
la vida onírica en el Ateneo
Cooperativo Nosaltres de Madrid, así como una Barraca de las
Maravillas en la V Edición de las Jornadas de Arte y Creatividad Anarquistas en
el EKO de Carabanchel.
De todas ellas el dossier recoge una abundante y riquísima
documentación fotográfica, así como los testimonios, impresiones y creaciones
de los participantes de todo tipo, constituyendo un material cuando menos
sorprendente, estimulante y hasta contagioso. Y es fácil calibrar el interés de
tal proyecto de reconstrucción de la subjetividad y la creatividad propias,
después de la ración infame de entretenimientos prefabricados que hemos
consumido durante la pandemia, por no decir también antes y después.
El segundo dossier, Contingencia e insumisión de la
exterioridad, comparte con el anterior una misma ambición comunal y
abierta, al ofrecer el debate “Encierro industrial y exterioridad” que sobre la
exterioridad, o ese afuera salvaje que todavía late fuera (y a veces también
dentro) de la anti-civilización industrial (y contra ella), y que se celebró en
la librería Enclave de Libros en enero de 2018 con los colectivos Malpaís y la
revista Cul de Sac,
junto con la transcripción íntegra de la participación del público asistente.
Tampoco parece necesario señalar la trascendencia de esta cuestión, tras el
encierro pandémico que hemos sufrido… por lo que la exterioridad parece ser una
de las energías más intensas para la reflexión crítica y la experiencia liberadora,
como muestran otros textos más experimentales de Noé Ortega, Bruno Jacobs o
Lurdes Martínez [sobre este tema el Grupo surrealista de Madrid publicó el
libro Crisis de la exterioridad. Crítica del encierro industrial y
elogio de las afueras].
Pero Salamandra tiene 464 páginas y aún tendríamos que
hablar de las muchas colaboraciones ibéricas (destaquemos el contingente
portugués de la revista surrealista Flauta de Luz, A Idea y
Jorge Valadas/Charles Reeve) e internacionales, surrealistas o no necesariamente,
así como de otras secciones permanentes, como los objetos, dibujos o cómics
detornados del Laboratorio de lo Imaginario, los ejemplos de magia cotidiana de
Más Realidad, la cuidada selección de fotografías bellamente convulsivas que
enmarcan las páginas de la publicación, o el muy amplio y variado elenco de
poetas, destacando siquiera por su largo aliento los poemas de Silvia Guiard,
Isabel Gómez y Vicente Gutiérrez. Así que mejor dejarlo aquí y que cada cual
extraiga sus propias conclusiones, si es que se atreve a vencer los prejuicios
del pensamiento heredado y los manuales universitarios, para echar un ojo e
hincar el diente a la revista “más esporádica, cosmogónica, excéntrica,
internacionalista, desesperada y utopista del mundo”.
Salamandra Nº 23-24, 464 páginas, 15 euros. Edita: La
Torre Magnética.
Pedidos a todo el territorio: edicionesdelatorremagnetica@gmail.com
Distribución: Cambalache, Traficantes de sueños, Virus
editorial.
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