5/10/11

Buscad la verdad, y la verdad os hará libres (II)

HABLEMOS DE LOS ILLUMINATI
Las sociedades secretas y su poder en el siglo XX

¿Sois conscientes de que, en nuestros días, la mayor parte de los seres humanos tendría la misma actitud si les fuese concedido el mismo poder y la misma riqueza? Si nos fijamos en como son, vemos que también ellos venderían a la humanidad para satisfacer las necesidades de su ego demente.
Lo que pasa a gran escala es idéntico a lo que sucede a pequeña escala. Se trata aquí de control y poder. Los Illuminati quieren controlar nuestro planeta, así como un presidente quiere controlar su país, un alcalde, su municipio, el papa, la Iglesia, el cura, a sus fieles, el patrón, su empresa, el padre, su familia, la madre, su trabajo, y el niño, su perro.

Digámoslo nuevamente: los Illuminati no tendrían tanto poder si los seres humanos no se dejasen manejar. Que yo sepa, Stalin, Napoleón o Saddam Hussein no mataron a ningún ser humano. Ordenaron matar. Esto quiere decir que se sirvieron de nuestra ignorancia y de nuestra desidia, que se volvieron en contra nuestra. Los seres humanos cuya concepción del mundo reposa en la dualidad, responsabilizan de todos sus males a Satán, Baphomet o Ariman, y esperan que Jesús, el Buda o el maestro Maitreia les salven o rediman, dando pruebas, a mi parecer, de completa dependencia e inmadurez de alma, y siendo dignos de piedad. Desde el momento en que un ser humano manifiesta tales inclinaciones, demuestra que es dependiente de no importa cuáles fuerzas o poderes, y que les es absolutamente sumiso, por lo que no puede tener responsabilidad por sí mismo ni por los demás.

No es en vano que los poderosos hombres de Iglesia de todas las grandes religiones del mundo constantemente hayan humanizado y arreglado a su manera las doctrinas de sus profetas y de sus Santos. Esto ha traído como consecuencia que los creyentes se entregaran a ellos, para que asumiesen en su lugar su vida y la de sus próximos. Si con la entrada del siglo XX disminuyó el adoctrinamiento de los sistemas de creencias, es porque fue sustituido por el materialismo, la fe en la ciencia y la voluntad de manifestarse. El espíritu de la época actual nos propone una vida agradable, donde ninguna responsabilidad sea asumida.

La mayor parte de nuestra humanidad tiende a vivir su rutina, a no alterar su comportamiento o su forma de pensar, rechazando o negando su responsabilidad. Toda creencia que se impone por encima de nuestra toma de responsabilidades se convierte en una vía de evasión que nos permite llevar una vida inmersa en la rutina, sin que nos sintamos obligados a realizar ningún cambio. La frase: "Imagina que mañana estallase una guerra, y que nadie fuera a combatir" se encuentra aquí justificada. Si los seres humanos de todas las naciones no cogiesen las armas para matar a sus propios congéneres, los Illuminati no serían más que pequeños criminalitos. Si se mantienen es por la cobardía y la falta de toma de responsabilidad de cada uno de nosotros, un potencial efectivo que ellos manejan con gran habilidad.

El peligro real en este mundo no son los Illuminati ni algunos tiranos, es la ignorancia de los seres humanos. Si ellos no fuesen tan ignorantes, si no se dejasen dominar, si no les faltase sentido crítico, absolutamente nadie podría servirse de ellos. Aquél que sabe no puede ser manejado, precisamente porque sabe. Por eso vuelvo a decir: ¡Buscad la verdad, y la verdad os liberará! La principal fuente del problema se encuentra en el interior del propio ser humano y no en el exterior. Como consecuencia, el exterior no hace sino jugar el papel necesario, o sea, el de reflejarnos nuestra problemática interior. Por sus acciones, los Illuminati constituyen un desafío para nosotros, los seres humanos. Nos enfrentan a nuestros miedos, ponen a prueba nuestra responsabilidad y autoconfianza.

Os pido que examinéis vuestra propia vida. Si dirigís vuestra atención sobre las situaciones que os ocurrieron hasta ahora, las más difíciles y desagradables, accidentes, divorcios, enfermedades, etc., reconoceréis que ésos fueron los momentos más ricos en enseñanzas. Ciertamente, fueron desagradables, incluso dolorosos, pero sacasteis de eso una enseñanza, madurasteis. Trasladamos ahora este pensamiento hacia nuestro asunto: Si los Illuminati no existiesen, si no hubiese ni guerras ni problemas, todo sería de tal modo que nadie se esforzaría para que hubiese un cambio cualquiera. ¡Somos perezosos y nos agarramos demasiado a nuestras comodidades como para querer un cambio! De hecho, estamos muy satisfechos. Los problemas que se nos plantean, el medio ambiente, el desempleo, el odio racial, la guerra y el hambre, nos hacen salir de nuestro adormecimiento, nos obligan a pasar a la acción, a encontrar soluciones. Cuanto más duros los tiempos y sus problemas, más experiencia adquirimos y más deprisa evolucionamos.
Nuestra Tierra no tardará en dar un paso gigante. En el año 2000, estaremos al final de una era solar. Eso significa que nuestro sol habrá dado una vuelta alrededor del sol central, lo que más o menos corresponde a 25.800 años. Nuestro sistema solar festeja, por así decir, su cumpleaños, tiene un año más, realizó un ciclo de evolución, e inicia un nuevo ciclo más elevado. La vibración o frecuencia aumentará a nivel físico y espiritual. Las vibraciones de las pequeñas partículas se acelerarán, pero la vida en sí también será más rápida. Es lo que percibimos en este momento.

Observando nuestra historia, verificamos que en estos últimos cincuenta años, se han producido en muchos campos más progresos que durante los cinco siglos precedentes. Y en estos últimos 10 años más que en los 50 años precedentes. El desarrollo se irá acelerando tanto a nivel general como particular. Todo caminará cada vez con mayor rapidez y la conciencia humana se desarrollará
siguiendo el mismo ritmo. En la vida exterior, las instituciones inmutables, iglesias o gobiernos, agarrados a sus viejos esquemas de pensamiento, se desmoronarán. Los seres humanos refractarios a los cambios de pensamientos y de sentimientos, es decir, los que no quieren desembarazarse de los viejos patrones, irán muriendo. Se pondrán enfermos, morirán durante las catástrofes o las guerras, mientras que los demás elevarán su nivel de conciencia o se encarnarán nuevamente para encontrar su verdadera grandeza y vivir como seres humanos libres. Aquéllos que empiezan a transformarse tendrán experiencias maravillosas. Vivirán lo que fue predicho como “edad de oro”, simplemente porque obedecerán a ese ser que les impulsará a “progresar interiormente”. Esos seres ya habrán observado que sus deseos se realizan de repente más rápidamente, o que cada vez más encuentran con más facilidad, de forma inesperada, a personas que tienen el mismo estado de espíritu que ellos: antes eso habría llevado años.

La conciencia terrestre va a evolucionar de forma drástica, los problemas terrestres lo demuestran claramente. Es lo que en medicina se denomina una crisis de salud, el empeoramiento. Es como un enfermo cuyo estado se agrava repentinamente, una vez más, antes que sobrevenga una rápida cura. Nuestra Tierra también atravesará por un proceso de purificación semejante cuando tenga aliento para eliminar lo que le estorba, y lo percibiremos a través de fenómenos tales como huracanes, temblores de tierra, erupciones volcánicas y con una inversión de los polos.

Podéis ver que todo lo que es “negativo” tiene, al menos, algo de positivo en sí. Los Illuminati hacen el papel de chivo expiatorio exterior para devolvernos, a nosotros mismos, nuestra responsabilidad ante la vida. Los Illuminati no serán salvados de la crisis de salud y de los cambios que se inician. Cada vez hay más libros e investigadores que llaman nuestra atención por sus actitudes, pero también sobre las incoherencias de nuestra época, en nuestra propia vida y en el mundo exterior. Los sistemas de nuestros padres, con sus misterios, sus secretos, sus ritos, sus ceremonias (símbolos, vestimentas, rituales de oración), tales como los conserva también la Iglesia cristiana, ya no podrán seguir manteniéndose. Los jóvenes, con el vigor y espíritu nuevo que les caracteriza, no quieren oír hablar más de esas “necedades”. Los viejos sistemas no pudieron liberar al ser humano de las guerras ni suavizar su corazón y se malograron. El “viejo hombre” va a dar lugar al “nuevo hombre”, que llegará con el espíritu devoto para el porvenir y, sobretodo, actuará con el corazón.

Es más que probable que todos nosotros hayamos contribuido al menos en alguna de nuestras vidas anteriores, a crear el estado en el cual se encuentra actualmente nuestro planeta con sus habitantes, sino no estaríamos aquí, incluyendo mi humilde persona. Es nuestro deber reconocerlo y pasar a la acción, fortalecidos por esta toma de conciencia. El “verdadero pecado” es, ciertamente, prescindir de nuestra propia responsabilidad. La responsabilidad por nuestra creación. En su origen, la palabra
pecado significaba separación. El pecado es estar separado de la creación, es no reconocerse como parte integrante de esta creación. Y nosotros creamos cada día.

Tenemos un deseo, lo visualizamos, después elaboramos un plan (por el pensamiento) y lo concretamos en la materia (por la acción). Nosotros mismos, cada uno de nosotros, somos la creación. Un gran sabio dijo antaño: Tu Padre está más próximo de ti que la ropa que vistes, más próximo que tu respiración. ¿Dónde puede estar oculto si no es en nuestro interior, en toda nuestra existencia?
Ese pecado, el de estar separado, es la razón por la que los seres humanos esperan la venida de Cristo en el exterior, es decir, en una persona que lo pondrá todo en orden. Pero el retorno de Cristo no se manifestará en una personalidad, acontecerá en el interior del ser humano, de todo ser humano de este planeta que haya decidido encontrar a Cristo dentro de sí mismo. El conocimiento de sí mismo, el amor incondicional y la bondad para con todos atraerán ese retorno que no será limitado a ninguna raza ni a ninguna religión.
Asimismo, el Anticristo no es un ser que se encarga del mundo exterior, el Anticristo es el ego desmesurado en el interior de cada ser humano. En verdad, el Anticristo se apoderó hace mucho tiempo de nuestro mundo. Desde el mismo momento en que algunos creyeron estar a salvo porque pertenecían a cierto grupo, y se colocaron por encima de sus semejantes, reforzaron su ego y, por ese motivo, también el poder y el campo energético de dicho Anticristo. Alcanzan la meta contraria a la que desean lograr. Un juego interesante, ¿no? Así mismo existen numerosos seres humanos que quieren ser como Jesús, el Dios Toth, Buda o Saint Germain. Esto significa que les gustaría poder curar con la imposición de las manos, crear desde el éter o caminar sobre las aguas. Les gustaría que se manifestasen en ellos los mismos dones de los instructores del mundo, pero se niegan a pensar como ellos o a sentir lo que ellos sienten. No quieren reconocer que esos instructores se expresaban y actuaban con el corazón. Que sentían el mismo amor por todos los seres humanos, ya fueran pobres, ricos, meretrices, soldados, mendigos, desempleados, o aquéllos que triunfaban en la vida. Poco les importaba el color de la piel, el idioma, la raza o la religión. El día en que seáis capaces, en la calle o donde sea, de ir al encuentro de vuestro semejante como si fuese vuestro hermano o vuestro compañero de vida, seréis capaces de realizar esos milagros. Sin embargo, los milagros que esos instructores realizaron no son lo importante, ellos simplemente fueron recompensados por el trabajo que hicieron sobre sí mismos. Aquéllos que quieren alcanzar esa finalidad son dignos de alabanza, pues han comprendido lo que estos instructores quisieron comunicarnos con sus enseñanzas y de las cuales nosotros nos alejamos tanto.

Desde milenios se ha enseñado a los seres humanos que la creación abandonó su reino y que habita en alguna parte en las profundidades del espacio. La mayoría lo creyó y aceptó como verdad. Pero la creación, el origen de toda la vida, nunca estuvo fuera de nosotros. Somos nosotros. A los seres humanos se les enseñó que nacieron únicamente para vivir un momento en este mundo, para envejecer y para morir. Los seres humanos lo creyeron, se volvió una realidad para ellos. Les enseñaron que la creación es Dios, un ser único, evidentemente de género masculino, que con las manos creó primero el cielo y la tierra antes de crear al ser humano. Si el principio original, la creación, la mayor inteligencia (que los cristianos denominan “Dios”) creó a los seres humanos y todo lo demás, entonces podemos hacer la siguiente pregunta: ¿de dónde esa creación engendró todo eso? Evidentemente de ella misma, puesto que no había nada más. Lo que significa que todo lo que salió de esa creación es también la creación. Que todo es la misma sustancia. Como cuando dos seres se unen y engendran un hijo, un ser humano. Si esa creación perfecta se multiplica, de ella sólo puede nacer, lógicamente, algo perfecto. En el lenguaje cristiano: si Dios, que es el origen del ser, se multiplica, él sólo podrá generar dioses. Con eso concluimos que todo lo que existe hoy, sea un ser humano, el planeta, los minerales, los sentimientos, los pensamientos, todo, verdaderamente todo, es la creación, y eso quiere decir que todo es perfecto. Y la creación engendró por placer y ama lo que ella engendró. Esto es lo que enseñó Yeshua Ben Joseph, denominado Jesús de Nazareth por los cristianos. Su Padre es un padre de amor. ¡Jesús había denominado en hebreo a su Creador como Abba. Abba, que significa PADRE. Eso nos muestra la íntima relación entre ellos. Jesús se dirigía a él no llamándolo Señor o Dios, sino Padre.

La mayor inteligencia ama su creación como un padre ama a su hijo. Si Dios castigase a su propia creación, engendrada por él mismo, se castigaría a sí mismo. ¡Qué pensamiento más idiota! Pensar que Dios castiga es totalmente absurdo. Es en esto en que se diferenciaba la doctrina de los primeros cristianos de todas las demás doctrinas de aquellos tiempos. La creación ama lo que ella creó, y no la castiga. Pero el miedo que infligían en los seres humanos les permitía controlarlos. Inculcaron en los espíritus inocentes que existía un lugar de tortura y tormentos, un infierno, donde ellos irían si no servían a Dios. Esto significa que ese Dios que todo lo creó partiendo de él mismo, se lanzaría al propio infierno para castigarse. ¡Claramente esta idea sólo puede haber nacido en un espíritu enfermo! Jesús no enseñó ni una sola vez la existencia de tal lugar. Él explicó muy bien y claramente que el Cielo y el Infierno están en nosotros. Dijo que era el hijo de Dios y añadió que todo ser humano en esta Tierra era también hijo de Dios. Él dijo: “Vosotros todos haréis lo que yo hago, pues el Padre y vosotros sois uno. El reino de los cielos está en vosotros.”

El ser humano creó imágenes de Dios para dominar a su propio hermano. Las religiones se crearon para mantener bajo control a los hombres y a los pueblos, cuando ya no les era posible seguir controlándolos mediante ejércitos. El miedo fue el instrumento que les mantenía bajo dependencia. Durante milenios la religión y el poder de las Iglesias han sido la causa del aniquilamiento de otras civilizaciones. La Iglesia cristiana aniquiló a los pueblos mayas y aztecas. Los suprimió porque ellos no creían en sus enseñanzas. Todas las pretendidas guerras santas de la Edad Media se llevaron a cabo para propagar el contenido religioso de la doctrina cristiana. Las mujeres fueron torturadas y ejecutadas. Y se mantuvo ese entramado de creencias inventando el fuego del Infierno y el Demonio para suscitar el miedo en el corazón de los niños, diciendo que si no hacían ciertas cosas y no vivían según las reglas y prescripciones de la Iglesia, arderían eternamente en el infierno. Robando al ser humano su divinidad, su perfección, haciéndole creer que vivía separado de la creación, era más fácil dominarlo. La creación no engendró ni Infierno ni Demonio. Son puras invenciones de los seres humanos que les permiten inducir miedo y atormentar a sus semejantes. Hicieron del Infierno un dogma para intimidar a las masas y controlarlas. La creación es todo: cada grano de trigo, cada estrella en el Universo, cada mariposa, cada ser humano. Todo pertenece a la creación. Si existiese un lugar como el Infierno, sería semejante a una úlcera cancerosa en el cuerpo de la creación, que sólo podría morir.

Existen aún cantidad de seres humanos en nuestro planeta que realmente creen que no pasan de ser un pobre montón de substancias celulares. Si ése fuese el caso, ¿quién es aquél que mira tan atentamente a través de nuestros ojos? ¿De dónde sacamos nuestra forma única, nuestra personalidad, nuestro carácter? ¿De dónde viene el encanto, la facultad de amar, de abrazar, de esperar, de soñar? ¿De dónde nace ese increíble poder de creación? ¿Y nuestra inteligencia, nuestro conocimiento y nuestra sabiduría? ¿Creéis verdaderamente que podríamos vivir todas nuestras experiencias y adquirir todo nuestro saber en una sola vida, la cuál representa apenas un segundo en la eternidad?

Para llegar a ser lo que somos se precisaron muchos cientos de vidas. Las experiencias adquiridas nos han dado cierta sabiduría, conforman nuestras habilidades especiales y nuestra belleza. Si ciertas personas no quieren oír hablar más que de una sola vida terrestre, ¿cómo explican que un niño, nacido en una familia de campesinos del norte de China, consiguiera su bachillerato a la edad de cinco años? ¡Es terrible! ¿De dónde obtuvo sus conocimientos? Ciertamente no es de su ambiente, casi analfabeto, e incapaz de encontrar la solución de complicadas fórmulas matemáticas o de hablar en otros idiomas. A mi modo de ver, la mayoría de los que se hacen pasar por científicos, son mucho más teóricos o tienen un espíritu dogmático que hace que en casos semejantes se apresuren a pretextar casualidad, de la que se sirven cuando de hecho no tienen los conocimientos necesarios para explicar tales fenómenos. El joven muchacho mencionada arriba solo puede recoger conscientemente sus conocimientos de una vida pasada. En nuestros días tales casos no son excepcionales en Extremo Oriente.

Somos seres demasiado preciosos y bellos para ser creados para vivir apenas un instante de la eternidad. Los cuerpos que habitamos son vehículos perfectos que escogemos para movernos, y nos permiten participar de la vida y de su papel en el plano material. Sin embargo, sucumbimos a la ilusión y creemos que somos nuestro cuerpo. Nuestro origen se remonta a un largo pasado, recogemos nuestra herencia desde un tiempo infinito, pero lo olvidamos todo, y llegamos incluso a olvidarnos de nosotros mismos. Negamos con todas nuestras fuerzas que somos esa creación, negamos el hecho de ser responsables de la creación.

Creamos todo sin cesar, y somos lo que pensamos. Si imaginamos con el pensamiento que nos unimos a otra persona, nuestro ser entero vibra. Si pensamos mucho en la miseria, acabamos por sufrirla. Si soñamos con la alegría, ella se volverá nuestra. Es así como tejemos nuestro porvenir. Todo pensamiento, todo fantasma, toda emoción que alimentemos, engendran un sentimiento en nosotros que queda grabado y memorizado en nuestros cuerpos sutiles. Ese sentimiento determinará las condiciones de nuestra vida. Atraerá las circunstancias que le corresponden y que lo despertarán, pues quedó almacenado en nuestros cuerpos sutiles. Cada palabra pronunciada teje nuestros días venideros, pues las palabras son sonidos que expresan los sentimientos de nuestra alma, que a su vez son también hijos de nuestros pensamientos.

Nadie es víctima de la voluntad o de los proyectos de ningún ser humano. Nuestra imaginación se apodera de un pensamiento: “¿como sería eso si...?”, y entonces sucumbe a sus miedos. O alguien dice que algo debería ser así y no de otra forma, y nosotros lo aceptamos como siendo oro de ley. Nada de lo que nos sucede es gratuito. Los pensamientos y emociones son los que constituyen la base de todo.
Durante milenios, diferentes entidades intentaron hacernos comprender ese funcionamiento por medio de enigmas, cuentos o escritos. Pero la mayoría de nosotros se ha resistido a recordar. Existen pocos de entre nosotros que estén dispuestos a asumir su vida.

Pero el cosmos esta hecho así. Es el sistema más perfecto, más leal y más justo que existe. A cada uno de nosotros nos da la posibilidad de convertirnos en nosotros mismos, sea lo que sea que pensemos que somos: el individuo más innoble o el más feo, el más notable o el más noble. Recogemos el fruto de nuestras palabras. Somos lo que pensamos. Cuanto más nos desvalorizamos, más perdemos nuestro valor. Cuanto más subestimamos nuestra inteligencia más nos volvemos bestias. Cuanto más feos nos veamos, más deformes seremos. Cuanto más pobres nos sintamos, más vulnerables seremos. ¿Quién es, pues, el creador de la vida? ¡Nosotros mismos! ¿Qué es lo que la mayoría de seres humanos engendra hoy en día? Nuestras mayores creaciones son guerras, desgracias, esperanzas, tristezas, miseria, rencor, discordia, auto-rechazo, enfermedad y muerte. La mayoría de nosotros limita su vida, aceptando ideas limitadas que convertimos en sólidas verdades que dan forma a nuestra vida.
Por tanto, construimos nuestra propia prisión. Muchos humanos se aíslan toda la vida porque tienen un juicio sobre todo, sobre sus semejantes y principalmente sobre sí mismos. Viven siguiendo una moda que tiene por nombre belleza, se rodean de objetos “que hacen bonito” para caer bien a las visitas. No pasan de ser niños, venidos al mundo simplemente para crecer, antes de perder poco a poco su vitalidad, volverse seniles antes de tiempo e irse al otro barrio.

Nosotros, que fuimos grandes criaturas, nos hemos convertido en borregos, nos hemos aislado dentro de grandes ciudades y en ellas vegetamos llenos de miedo, con puertas de seguridad de doble cerradura. En lugar de vivir en alegría y amor, construimos grandes edificios y desarrollamos una conciencia que amedrenta. Creamos una sociedad que regula y controla nuestros pensamientos, nuestras creencias, nuestros actos y nuestra apariencia. El fuego creador que vive en nosotros, que tiene el poder de apoderarse de un pensamiento y dar vida a cualquier forma que sea, cayó en su propia trampa, sucumbiendo a las creencias, a los dogmas, a las modas, y a las tradiciones, a causa de pensamientos limitantes, limitantes, ¡limitantes! Cada día tenemos sin embargo la libre elección de colocar al servicio del mundo nuestros pensamientos, nuestra imaginación y nuestros sentimientos en una meta constructiva para los demás y para nosotros mismos.

Demostraré al lector, por el ejemplo del centésimo mono, qué pasará cuando un gran número de humanos haya alcanzado un potencial de conciencia suficientemente elevado. En una isla japonesa unos científicos hicieron un experimento con un grupo de monos. Echaron en la arena patatas dulces para estudiar el comportamiento de los monos. Éstos las esparcieron y las comieron, pero percibieron que les desagradaba el efecto que la arena producía en sus dientes. El más astuto de ellos se aproximó a un riachuelo y lavó la patata dulce. Curiosos como son los monos, los otros observaron para ver qué estaba haciendo. Cuando percibieron que aparentemente apreciaba el gusto de las patatas dulces sin arena, lo imitaron. Cuando los investigadores les echaban patatas los monos iban a lavarlas directamente al riachuelo. Noventa nueve hicieron la misma cosa, menos el centésimo, el Nikola Tesla de los monos, el único que no fue al riachuelo sino al mar para lavar su patata con agua salada. Este mono percibió que con sal tenía mucho mejor sabor. Entonces sucedió algo interesante: no sólo fue imitado por los monos de esa isla, sino también por los de una isla vecina situada a 90 Km. a los cuales fueron jugadas las patatas. Ellos también fueron directamente al mar para lavarlas. En el continente ocurrió el mismo fenómeno. El centésimo mono había liberado un potencial de energía suficiente para que el pensamiento alcanzase a los otros monos de la isla vecina. Rupert Sheldrake designa esas transferencias como “campos morfogenéticos.”

Encontramos ese mismo principio en las invenciones. Verificamos que un hallazgo realizado en un país frecuentemente también es descubierto en otro país, sin que los dos inventores se conozcan. Se trata del mismo principio. Puede ser que el primer inventor investigue durante décadas para hacer un hallazgo. Una vez realizado, y con el proceso de pensamiento energético terminado, la apertura está hecha y ese pensamiento queda ahora grabado a nivel energético. De ahora en delante, a todos los otros investigadores que trabajan en un proyecto semejante les será más fácil alcanzar la meta, ya que el primer inventor - o el centésimo mono-, hizo la apertura. Trasladándolo a nuestro tema, eso significa que cuando un número suficientemente grande de seres humanos en la Tierra haya alcanzado un nivel de conciencia más elevado, será más simple para el resto de la humanidad llegar a ese punto. Los pioneros construyeron cierto potencial, que se transmitirá automáticamente a todos los demás. Esto también forma parte de la ley de resonancia.

La mayoría de seres humanos tiene el siguiente raciocinio: ¡Sí, pero yo solo no puedo cambiar nada! El anterior ejemplo demuestra que vosotros podríais ser el centésimo mono, gracias a vuestra intuición o a un hallazgo que haréis. Puede ser que otras personas hayan trabajado antes que vosotros para encontrar la solución a un problema, pero que no consiguieran hacer una apertura. Puede ser que sólo se necesite el esfuerzo de una sola persona más para que los demás encuentren esa solución. En un primer instante vuestra contribución puede parecer insignificante. Quizá conseguiréis dominar vuestro celo o liberaros de una dependencia pero ¿y si estáis en el punto de hacer un gran hallazgo?

También tuve la siguiente preocupación: ¿por qué escribir un libro sobre un asunto tabú? ¿Por qué debía yo, a los 26 años, tener el trabajo de escribir un libro sobre ese difícil asunto, mientras otros autores renombrados lo escribieron sin tener éxito? Pero quizá sea precisamente este libro, impregnado con todos mis esfuerzos, mi trabajo, mis pensamientos y mis sentimientos, lo que se necesitaba para que los autores precedentes viesen su trabajo coronado por el éxito, para que el potencial energético se liberase.
Es como la gota de agua que hace desbordar el vaso. Es una gota perfectamente normal, totalmente parecida a todas las demás, la que rompe la superficie del agua y la hace desbordar. No es absolutamente necesario ser alguien conocido o “alguien especial” para ser un héroe. El centésimo mono no pensó que iba a ser él quién desencadenase el proceso.

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