EL PASADO NO EXISTE COMO LO IMAGINAMOS
Aunque la ciencia ficción insiste en regresar, la física
cuántica sugiere algo más inquietante: el pasado no es un lugar al que podamos
volver, sino una realidad que se borra en cuanto ocurre
Desde que H. G. Wells imaginó una máquina capaz de doblar el tiempo como si fuera papel, hemos soñado con regresar. Para corregir lo que duele, para decir lo que no se dijo, para ver una vez más lo que se fue, y ganar de una vez por todas la batalla contra la nostalgia.
Pero la física —ese lenguaje crudo del universo— tiene algo que decirnos: el tiempo no funciona como una carretera de doble sentido. Al menos no en el nivel más profundo de la realidad.
Observar cambia la historia
A simple vista, ver no parece gran cosa. Observamos un
atardecer, una taza de café, una herida cerrada… y nada cambia. Pero en el
mundo cuántico, el acto de mirar no es pasivo, ni infértil. Es como tocar una
telaraña: cada mínima vibración cambia toda la estructura.
En ese plano microscópico, las partículas no “son”, sino que
“pueden ser”. No están en un solo lugar, sino en una nube de posibilidades. Y
cuando decidimos observarlas, forzamos al universo a elegir una sola realidad.
Como si cada vez que miráramos una moneda al aire, esta eligiera en ese
instante ser cara o cruz, pero sin haber sido ninguna antes.
El pasado no está esperando que lo visites
Imagina que participas en una lotería cuántica. Los números
ganadores no existen aún: solo hay probabilidades. Pero cuando alguien los ve,
el universo elige. Ahora imagina que, después de saberlos, decides volver atrás
con una máquina del tiempo para comprarlos antes del sorteo. Y lo haces. Pero
al repetir el sorteo… los números cambian. Eso, cambiaria toda la trama de
volver al futuro.
¿Por qué? Porque ya hubo una medición. Ya se colapsó una
posibilidad entre miles. El universo no tiene “guardados” esos caminos que no
eligió. No puedes rebobinar la cinta y esperar que el resultado sea el mismo.
El tiempo, al menos desde la física cuántica, no es un archivo: es una
consecuencia que ocurre una sola vez.
El colapso de lo posible
Cada vez que algo es observado, el universo toma una
decisión. Y esa decisión borra las demás. Así que intentar regresar al pasado
sería como intentar desdoblar una hoja que ya fue quemada. Puedes volver al
lugar, pero no al momento exacto. El fuego ya hizo lo suyo. El tiempo no es
lineal ni reversible: es una dirección marcada por lo que ya fue observado.
La flecha cuántica del tiempo
A diferencia del tiempo clásico —ese que las ecuaciones
permiten correr en ambos sentidos—, en la mecánica cuántica el tiempo parece
tener una flecha clara. Avanza. Porque cada colapso de función de onda —cada
decisión del universo— elimina todo lo que pudo haber sido. Lo que fue
observado, ya no puede “des-observarse”. Y eso marca un camino sin retorno.
Viajar al pasado, entonces, no solo es imposible por
tecnología o ciencia… es imposible por cómo funciona la realidad, se convierte
en una paradoja. Porque lo que fue, ya dejó de ser una posibilidad por haber
sido. Y porque el universo, como nosotros, al parecer sólo puede avanzar hacia
lo desconocido.
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