!HAY QUE PARAR ESTO!
Dejar de hacer para poder hacer
Puede que lo que voy a decir me cueste algún que otro
disgusto. Puede que me acusen de negacionista. Podría ocurrir, incluso, que
esta misma entrada, o el blog entero, desaparecieran de la red para siempre.
Pese al riesgo, debo decir que esto hay que pararlo. Hay que pararlo porque el
tratamiento empieza a ser peor que la propia enfermedad y nos estamos metiendo
en un callejón sin salida. La curva, la consulta, Sudáfrica y algunas cosas
evidentes nos lo empiezan a indicar.
Cosas evidentes
Nos encontramos en una ola que hace pocas semanas amenazaba con ser la mayor de todas desde junio de 2020 y lo ha cumplido. A estas alturas de la presente ola en la que ómicron ya ha desplazado a la variante delta es evidente que:
- Los
pasaportes covid no han servido para controlar la transmisión comunitaria
del virus.
- La
vacunación masiva no ha servido para controlar la transmisión
comunitaria del virus.
- Los
equipos de rastreo, desbordados ahora mismo por cientos de miles de casos
imposibles de rastrear como se debe, tampoco parece que puedan contribuir
ya al control de la transmisión comunitaria del virus.
- El
número de españoles realmente infectados por el virus desde el inicio de
la pandemia es, con altísima probabilidad, unas 3 veces mayor que el
número de casos notificados oficiales.
- El
virus se está endemizando y ha evolucionado a variantes cada vez más
contagiosas pero menos lesivas como la actual ómicron.
El SARS-CoV-2 se está endemizando
El SARS-CoV-2 ha venido para quedarse, se está endemizando.
Las chorradas que dice el ministerio para promocionar la vacunación en los
niños son impresentables.
Los abrazos y el cuidar de nuestros mayores nunca han puesto
en peligro la vida de nadie. Todo lo contrario: forma parte de la vida misma y
nos mantienen vivos. Y una sociedad adulta y responsable nunca usa a los niños
como parapeto para proteger a los demás, somos los demás quienes tenemos que
proteger a los niños de intervenciones innecesarias. Y lo de acabar con el virus
es la definición de un objetivo imposible que hace que empieces a perder una
guerra desde el primer minuto en el que fijaste éste como tu
objetivo (siguiendo la terminología belicista habitual de quienes nos
dirigen). Los virus respiratorios han producido pandemias desde que el
mundo es mundo. Y estamos aquí como especie no gracias a nuestra inteligencia
ni a nuestra fuerza sino a nuestro sistema inmunitario perfeccionado por una
evolución de millones de años.
Capacidad de detección
Sabemos que durante la primera ola, la del confinamiento,
fuimos capaces de detectar, como mucho, el 10% de los casos que realmente se
dieron pues las escasas pruebas se reservaban para los casos más graves.
Durante el resto de olas ya tuvimos pruebas y las autoridades comunicaron que
estábamos detectando, gracias a la cantidad de pruebas que hacíamos, entre un
80 y 90% de los casos incidentes. Sin embargo, todo apunta a que este
porcentaje no era tan alto. Un estudio suizo de seroprevalencia de base
poblacional en el cantón de Ginebra (aquí) detectaba, a 7 de julio de este año, una
seroprevalencia del 29,9% de infección por SARS-CoV-2 entre la población de
este cantón suizo. Al tiempo que la información oficial de casos notificados
hablaba en esa misma fecha de un porcentaje de casos acumulados del 12,5% en
dicho cantón (aquí). ¿Qué significa esto? Pues que los suizos son capaces
de detectar, como mucho, un 42% del total de casos ocurridos. ¿Nuestra
capacidad de detección es mucho mejor que la suiza? No, pero tampoco mucho
peor. Si nuestra capacidad de detección fuera similar a la de los suizos
tendríamos ahora mismo cerca de 15 millones de españoles que se habrían
infectado por SARS-CoV-2 desde el inicio de la pandemia, la inmensa
mayor parte de ellos de forma leve y una parte no despreciable de forma asintomática.
¿Una ola de asintomáticos?
En esta sexta ola ocurre, más cada día que pasa, que el
número de asintomáticos supera con mucho, ya triplica, el de casos
sintomáticos. Hasta ahora, en las olas precedentes, los casos sintomáticos
siempre superaban en número a los asintomáticos. ¿Estamos haciendo emerger una
ola de asintomáticos? ¿Sirve para algo esto? ¿Estamos deteniendo gracias a ello
el crecimiento de la curva? Sabemos que la infección infantil cursa de
forma leve y en gran parte asintomática. Detectamos en esta ola cada día que
pasa mayor número de asintomáticos que de sintomáticos. ¿Se debe ello a que se
diagnostican muchos casos en niños? Hace unas semanas sí era así, los niños
lideraban la incidencia aunque su positividad era inferior a la global, lo que
indica que estábamos buscando el coronavirus en los niños más que en otros
tramos de edad. Sin embargo, pese a liderar la incidencia, la mayor parte de
casos no ocurrían en niños. Además, la cosa ha cambiado y ya hace algunos días
que los niños no lideran la incidencia y los casos asintomáticos siguen
nutriendo crecientemente esta ola. Por lo tanto, este porcentaje de
asintomáticos que no para de crecer en su mayoría no procede casos infantiles.
Lo más probable es que procedan de vacunados infectados (o
reinfectados) por ómicron cuya infección cursaría en una parte no despreciable
de forma asintomática. Aunque con menor intensidad y durante menos tiempo
que los casos sintomáticos, los infectados asintomáticos son capaces de
contagiar. La vacunación masiva podría estar contribuyendo a la
transmisión comunitaria de una variante del virus muy contagiosa y a su vez
menos lesiva. Es decir, parte de los vacunados infectados pero asintomáticos,
ante la práctica ausencia de síntomas, harían vida normal y contagiarían sin
sospecharlo siquiera. Esto no sería incompatible con que la vacuna en el
vacunado redujera el riesgo de infección sintomática (precisamente porque
facilita la asintomática), redujera el curso grave de enfermedad (menor
probabilidad de ingreso hospitalario y de UCI) y redujera el riesgo de muerte.
En Sudáfrica, donde la variante ómicrón protagoniza por
completo su última ola, los datos muestran un desacompasamiento entre la curva
de casos y la de fallecidos inédito hasta ahora. La curva de casos ya desciende
y la de fallecidos, sincrónica con la de casos y notable en olas precedentes,
apenas se nota en esta última ola (aquí).
Tenemos que pensar en parar esto pues ya empezamos a tener
suficiente información para contemplar la toma de esta decisión en,
probablemente, las próximas semanas si las premisas referidas en esta entrada
siguen cumpliéndose durante este tiempo. Siguiendo a Josep Casajuana, en su
memorable artículo (En busca de la eficiencia: dejar de hacer para poder
hacer) (aquí): tenemos que dejar de hacer para poder hacer. ¿Qué
hay que dejar de hacer? ¿Qué tenemos que hacer?
¿Qué hay que dejar de hacer?
- Hay
que dejar de hacer cribados masivos en asintomáticos en cualquier
situación.
- Hay
que dejar de cuarentenar a contactos asintomáticos estén o no vacunados.
- Hay
que dejar de rastrear. Si con las variantes previas, menos contagiosas que
ómicron, la capacidad de detección era del 42% (asumiendo que somos
capaces de detectar como los suizos), con ómicron reinando en Europa es
irrelevante ya el rastreo y la detección de contactos, máxime con más de
un 80% de la población vacunada.
- Hay
que dejar de hacer pruebas a todo el mundo que tenga síntomas compatibles
mientras sean leves (la inmensa mayoría de los casos actuales).
- Hay
que dejar de contabilizar los casos, y mucho menos abrir los telediarios
con tal noticia, mientras no se cambie su definición actual basada en la
sola positividad de un test de antígenos o de una PCR.
- Hay
que dejar de tratar a ómicron como si fuera ébola pues ómicron no hace
otra cosa que anunciarnos el principio del fin de la pandemia.
- Durante
un tiempo de transición la excepción será el personal sanitario y
sociosanitario. Ante la sospecha clínica, habrá que confirmar o descartar
la infección mediante pruebas. Pero hay que dejar de pedir pruebas (test
de antígeno o PCR) a este personal antes de volver a su trabajo al que no
debería regresar antes de transcurridos 8 días desde el inicio de los
síntomas, o mientras persisten síntomas respiratorios (tos, rinorrea,
congestión nasal...).
¿Qué tenemos que hacer?
- Tenemos
que volver a la normalidad del sistema sanitario para que los enfermos no
covid recuperen la atención que les está dificultando o retrasando esta
situación. Y no nos equivoquemos con el destino prioritario de
inversión: el general de los pacientes necesitan más "prontoterapia"
que protonterapia.
- Tenemos
que reforzar nuestra sanidad pública, especialmente los centros de salud
que están arrasados.
- Tenemos
que poder reforzar o ampliar (no sólo de recursos materiales también
de profesionales) en días las zonas de críticos de los hospitales
ante una futura pandemia. Necesitamos disponer de planes de contingencia
que planifiquen esta ampliación y para ello hay que aprender de lo bien
hecho, sobre todo, a iniciativa de los propios profesionales
hospitalarios.
- Tenemos
que hacernos mirar eso de reducir camas hospitalarias y encumbrar la
estancia media como máximo exponente de "eficiencia", como ya
señalaba en este blog una semana antes del confinamiento (aquí).
- Tenemos
que tratar a SARS-CoV-2, a partir de ahora, como a cualquier otro
virus respiratorio. La inmensa mayor parte de los casos actuales son
incluso menos que una gripe, son un catarro más como los de siempre. No
puede ser que tengamos la sanidad pública, especialmente los centros de
salud, anulados por un catarro clínicamente intrascendente en la
inmensísima mayor parte de casos, sin poder atender debidamente a los
enfermos de verdad. Los efectos colaterales sobre los profesionales y los
pacientes no positivos a los test ya son considerables.
- Tenemos
que construir una nueva definición de caso de covid19, con base tanto
analítica como clínica. El diagnóstico de covid19 ha de ser hospitalario y
sólo afectaría a los casos de infección
por SARS-CoV-2 complicados que precisen ingreso hospitalario. La
inmensa mayoría de los casos, leves y moderados, se diagnosticarían en los
centros de salud no como covid19, sino como "catarro alto" o
"infección respiratoria aguda" (código R74 de la CIAP) sin test
alguno mientras su evolución no requiera la necesidad de ingreso
hospitalario.
- Tenemos
que replantearnos seriamente, especialmente los gerentes y responsables de
la sanidad pública, ese concepto de eficiencia basado en el exprimidor
que, desde hace demasiados años, tiene a nuestra sanidad pública
bloqueada-anulada-saturada dos meses al año por la gripe estacional y casi
dos años por una pandemia de un virus respiratorio.
- Tenemos
que aprender que para ser eficientes, no podemos tener al sistema
sanitario siempre bajo mínimos, con el agua al cuello, especialmente a
nuestra atención primaria. Eso no es eficiencia, eso es desprecio cuando
no barbarie.
- Tenemos
que reducir, desde ya, el presentismo laboral de los trabajadores ante
procesos infecto-contagiosos inicialmente banales (catarros, gripes,
gastroenteritis, etc), especialmente entre los profesionales sanitarios.
- Tenemos
que facilitar, desde ya, la conciliación cuando los hijos pequeños
enferman por procesos infecto-contagiosos inicialmente banales (catarros,
gripes, gastroenteritis, etc.).
- Tenemos
que llevar a cabo un estudio de seroprevalencia de base poblacional para
hacernos una idea de la realidad pandémica en nuestro país.
Qué deben hacer y no hacer los medios
Según los datos oficiales de las tres epidemias de gripe
previas a la pandemia (aquí),
mueren de gripe cada año en España un promedio de 8.400 personas. Ello ocurre
durante las aproximadamente 8 semanas que dura la curva de la gripe. Es
probable que en realidad estas cifras sean superiores pues parece que
infraestimamos la contribución de la gripe y otras infecciones virales a la
muerte, especialmente en personas mayores (aquí y aquí). Esto significa que durante las 8 semanas de la curva
gripal miles de personas son infectadas y, en promedio, fallecen de gripe
unas 140 personas cada día. Repito: cada día. Es decir, el doble de
fallecidos que se produjeron en la ola del pasado verano que duró las mismas 8
semanas que dura una ola de gripe normal.
Nunca los telediarios han abierto con el número de casos
diarios de gripe ni, mucho menos, con el número de fallecidos por gripe de cada
día. Los medios deben empezar a hacer lo mismo con el número de casos y el
de fallecidos por covid19. Sin embargo, muchas veces los informativos han
abierto dando noticia del colapso de las urgencias hospitalarias por la gripe
(nunca de los centros de salud pese a que la gripe los colapsa igual). Y eso es
lo que no puede seguir ocurriendo, si el sistema se saturaba todos los años con
la gripe, ¿cómo no iba a sucumbir con la pandemia de un virus
respiratorio?
Normalidad epidemiológica y prueba del algodón
Volveremos a la normalidad epidemiológica cuando la gripe
domine los casos de infecciones respiratorias en el invierno. Si llegado ese
momento, el sistema sanitario (urgencias y centros de salud) sigue colapsándose
durante esas 8 semanas que dura la gripe es que no habremos aprendido
absolutamente nada de todo lo ocurrido y todo el sufrimiento habrá sido en
balde. Cuando pase esto, no puede ser que sigamos viendo como
"normal" que urgencias y centros de salud se sigan colapsando con la
gripe estacional. Esa será la prueba del algodón.
Juan Simó Miñana - Médico de Familia
No hay comentarios:
Publicar un comentario