CORONACOLAPSO
SÍNTOMA DE LA
ENFERMEDAD CAPITALISTA
Colapso sanitario y demás
aberraciones de un sistema criminal
La pandemia ha empujado millones de trabajadores informales, parados de
larga duración, trabajadores a merced de las Empresas de Trabajo Temporal,
artistas, músicos, vendedores ambulantes, jornaleros, trabajadoras de limpieza
y cuidados o migrantes a la más absoluta desesperación económica.
El Coronacolapso ha dejado al desnudo la abyección capitalista que
convierte la sanidad en mercancía, para beneficio de la clase burguesa. Ha
puesto de manifiesto una situación mundial de precariedad y explotación contra
la clase trabajadora que es brutal: el personal médico ha tenido que trabajar
sin equipos de protección anti-contagio porque los Estados burgueses no los han
suplido; la carencia de materiales ha aumentado el contagio y ha provocado
muertes que se hubieran podido evitar.
Miles de personas han muerto por falta
de personal médico, de hospitales, de máquinas de respiración asistida. Miles de
ancianos no han podido acceder a respiradores en los hospitales, tras haber
sido explotados toda su vida. En las residencias de ancianos se ha producido
una mortandad porque los propietarios de dichas residencias capitalizan
reduciendo personal y sobre-explotándolo, lo que precariza las condiciones de
vida de los ancianos [1].
La situación de pandemia y de confinamiento sin subsidios ha empujado a
millones de personas a situaciones desesperantes: millones de trabajadores
informales, parados de larga duración, trabajadores a merced de las Empresas de
Trabajo Temporal, artistas, músicos, vendedores ambulantes, jornaleros,
trabajadoras de limpieza y cuidados (en la mayoría de los casos no declaradas
por los empleadores), migrantes en situación de marginación administrativa por
causa de leyes lesivas [2], han padecido y padecen física hambre.
Mujeres,
niñas y niños han tenido y tienen que convivir con un maltratador, encerradas,
lo que ha causado un incremento de suicidios. Y mientras tanto, mientras la
clase explotada viene falleciendo por falta de insumos médicos y viene
padeciendo hambre por falta de subsidios, mientras crece su angustia en
cubículos habitacionales de escasos metros cuadrados o en chabolas sin agua, la
banca ha recibido millonadas de los Estados burgueses. En todos los países
capitalistas ha sido recurrente la inyección de inmensas cantidades del
presupuesto público a la banca privada y a los mayores empresarios,
un gigantesco robo amparado en la excusa de «la crisis del Coronavirus«.
Cuando la crisis es precisamente inherente al capitalismo: la crisis sanitaria
le es inherente, la crisis económica también. Los Estados burgueses han
favorecido a la gran industria con exenciones de impuestos, con el pago de las
cotizaciones sociales desde el presupuesto público para dejar intactas las
grandes fortunas, con subsidios millonarios a los más ricos, con facilidades de
despido y de incremento de la explotación contra la clase trabajadora, etc. El
gran capital roba y roba al presupuesto público: acelera la acumulación
capitalista mientras las mayorías padecemos sufrimiento, privación de libertad,
ansiedad, precariedad, hambre y muerte.
En los países más brutalmente saqueados por la voracidad capitalista, la
parte más empobrecida de la clase explotada se ha visto obligada a sacar los
cadáveres de sus seres queridos a las aceras [3], porque el Estado burgués,
tras haber decretado severos recortes en Sanidad que participaron del colapso
de los hospitales, no agilizó la recogida de cadáveres, mientras que el traslado
de dinero público a la gran empresa fue sumamente ágil. En varios países
capitalistas se han descubierto camiones con cadáveres putrefactos, mientras
los familiares intentan saber en qué fosa común están sus seres queridos; no
hay respeto por el dolor de las familias.
En decenas de países, millones de
personas viven en chabolas sin agua corriente, en condiciones de desnutrición,
a merced de que cualquier epidemia arraigue tenazmente y las arrase (de hecho
varias enfermedades curables asesinan anualmente a millones de personas, porque
en el capitalismo la medicina y las vacunas no son accesibles a todo el mundo).
El coronavirus tiene la posibilidad de clavar sus dientes más afilados sobre
pequeños campesinos e indígenas, privados del acceso al agua por grandes
multinacionales, como en el caso de los indígenas Wayú de Colombia, que están
sufriendo un Genocidio (muriendo de sed y hambre) desde que tres
multinacionales (Billiton, Glencore y Anglo American) desviaron un río para su
explotación de la mayor mina de carbón a cielo abierto del mundo[4] (toneladas
de carbón son encaminadas hacia Europa y Estados Unidos, para su sobreconsumo
energético).
En países gangrenados hasta la médula por el capitalismo, como Estados
Unidos, miles de personas han muerto sin la debida asistencia médica, algunas
sin siquiera ingresar a un hospital por no tener «seguro médico»(privatización
total de la sanidad). Frente a la cruel realidad de centenares de miles de
personas sin techo en EEUU, las «medidas tomadas» por las autoridades han sido
consternantes, como la que implementaron en Las Vegas: pintaron líneas blancas
en el suelo de parkings para que las personas sin techo sigan durmiendo en las
calles, pero “respetando la distancia de seguridad” [5].
La
cantidad de fallecidos por la combinación entre coronavirus y capitalismo es
tan elevada en Estados Unidos, que miles de personas son enterradas en
gigantescas fosas comunes: la población más golpeada por los contagios es la
clase trabajadora que vive hacinada y en la mayor precariedad, y por supuesto
los trabajadores obligados a ir a trabajar en plena pandemia: la población
afrodescendiente, indígena y latinoamericana es especialmente golpeada [6]. El
hacinamiento carcelario también incrementa los contagios [7].
En el mundo entero, en los países capitalistas, millones de
trabajadores han sido obligados por la patronal a ir a trabajar en sectores no
indispensables para frenar una pandemia (automotriz, aeronáutico, armas,
electrodomésticos, construcción, textil, etc.). Esta explotación ha permanecido
incluso en las fases más graves de la pandemia, poniendo en riesgo las vidas de
millones de trabajadores y las de sus familias, y contribuyendo a la expansión
del contagio.
Esta vulneración contra la Salud de toda la población ha
sido avalada por los Estados burgueses, para que la patronal no dejara, ni unas
semanas, de ganar sobre el trabajo ajeno, sobre la plusvalía que nos
roba; también fue avalada para que los grandes empresarios no tuvieran que
pagar la retribución por baja laboral, como correspondería por emergencia
sanitaria: con toda la plusvalía que le roban a los trabajadores durante todo
el año, bien podrían haber pagado bajas por pandemia, pero no han querido sacar
ni la más mínima migaja de sus gigantescas fortunas.
Obligar a millones de
trabajadores a ir a trabajar en sectores no indispensables, ha causado
mayor propagación del virus y prolongación del confinamiento: lo que
ha repercutido en la quiebra de pequeños comercios, en la quiebra de
millones de familias trabajadoras del sector informal, en el agravamiento de
enfermedades crónicas por el sedentarismo, en las muertes por coronavirus y por
todas las demás afecciones de salud que no han sido atendidas durante meses.
Los Estados burgueses han avalado todo lo requerido por la gran industria,
mientras han tenido el cinismo de culpabilizar de la expansión de la epidemia a
la clase trabajadora, a las pocas personas que han osado salir de sus cubículos
habitacionales (unas impelidas por respirar aire puro, otras por escapar del infierno del
maltrato, otras impelidas por el hambre). Los medios han culpabilizado sin
reparo a quienes hayan intentado no morir de hambre confinados y sin subsidios,
pero en cambio han hecho silencio total sobre la cotidiana situación de
contagio que representan los hacinamientos fabriles.
Las fuerzas
represivas han repartido multas y palizas a granel: miles de personas han sido
brutalmente golpeadas por la policía, teniendo incluso un “salvoconducto” para
ir a hacerse explotar en sectores no indispensables o para ir a trabajar en el
sector sanitario o alimentario; pero la policía no les ha dado siquiera el
tiempo de mostrarlo, procediendo con violencia a tirarlas al suelo, reventarles
el cuerpo a patadas, hacerlas desvestir para humillarlas y demás torturas que
hemos podido apreciar en infinidad de videos (las redes todavía escapan, en
alguna medida, a la censura mediática y manipulación que presenta a las fuerzas
represivas como “fuerzas del orden”).
Para colmo del maltrato oficializado, los obreros que han sido obligados
durante semanas a ir a construir (y distribuir) objetos innecesarios, han sido
conminados al encierro en sus cubículos habitacionales durante los fines de
semana: somos concebidos como mera mano de obra, no como seres humanos con
necesidad de respirar aire puro. Incluso, durante meses, se nos ha prohibido ir
a los funerales de nuestros abuelos y abuelas, que han fallecido en la más
abyecta soledad.
“Trabajar hacinados para incrementar las ganancias de la
patronal: sí; pasear solos: no”. “Trabajar arriesgando nuestras vidas en
lugares hiper poblados: sí; despedir a nuestros abuelos y seres queridos
fallecidos, guardando la distancia de seguridad: no«.
Esas son
las imposiciones descarnadas que se han hecho, pensando solamente en
salvaguardar el lucro de los grandes capitalistas. Y cuando los obreros
han protestado, por miedo a contagiarse y llevar la muerte a sus familias, la
respuesta ha sido despidos. Cabe señalar que una situación de tanto abuso
patronal y explotación, una situación en la que los trabajadores han sido (y
son) obligados criminalmente a exponerse a contagio y eventual muerte, sería el
momento ideal para que los sindicatos llamaran a una gran Huelga General,
masiva, incluso de carácter internacional. Pero no lo hacen: queda retratada la
obediencia y conciliación con la patronal de los grandes sindicatos (ya no
responden a los intereses de la clase trabajadora); queda patente la necesidad
urgente de crear y fortalecer sindicatos que no se dejen cooptar, sindicatos de
clase, que respondan a la clase trabajadora y sus intereses, para que en
situaciones como la actual, pudieran accionar la coordinación de grandes
huelgas, levantando por fin la fuerza real de los trabajadores frente al abuso
criminal de la patronal.
Hemos podido ver, en este Coronacolapso, cómo algunas
plantillas obreras han incluso pedido que las máquinas y su trabajo sirvan para
producir aparatos de respiración asistida en vez de aviones, armas o
automóviles, frente a una patronal que no ha procedido a transformar la línea
de producción si considera que no hay “rentabilidad” a largo plazo [9].
¿Se comprende ahora la importancia de que los medios de producción estén en
manos de las y los trabajadores y no en manos de la burguesía?
Si los medios de producción estuvieran en manos de la clase
trabajadora, en manos de la colectividad, orientaríamos las líneas de
producción en función de las necesidades reales de la población, y no en
función del lucro de un puñado de multimillonarios. Construiríamos respiradores
artificiales en suficiencia para todos los países, en vez de armas. Pero en el
capitalismo las armas le son indispensables a los Estados burgueses para
pertrechar a las fuerzas represivas y así reprimir la protesta social contra
tanta injusticia, también le son necesarias a la burguesía para desatar sus
guerras imperialistas por codicia.
En el capitalismo escasean hospitales,
médicos, personal sanitario, insumos, tests, equipos de protección
anti-contagio, mientras que abundan las fuerzas represivas hiper equipadas para
reprimir y someter. Si la clase trabajadora tuviera los medios de
producción, ninguna epidemia se llevaría por delante tantísimas vidas, porque
la sanidad sería lo prioritario. La salud, la educación, la vivienda, la
cultura, la armonía con la naturaleza, serían derechos universales efectivos, y
no fuentes de lucro para un puñado, no privilegios como lo son, en los hechos,
en el capitalismo. Pero padecemos un sistema capitalista que todavía nos toca
abolir.
Los Estados burgueses, que no han proporcionado los equipos de protección
anti-contagio a médicos, sanitarios y personal de limpieza de los hospitales,
obligándolos a caer diezmados por la enfermedad, creando un foco de contagio
alarmante en los mismos hospitales, han intentado ocultar su responsabilidad
por miles de muertes, recurriendo al teatro mediático [10]; pero NO han
estatizado fábricas para ponerlas a producir respiradores e insumos médicos,
cosa que perfectamente podrían haber hecho y podrían hacer en estos mismos
momentos.
Tampoco han estatizado el sector privado de la salud, los hospitales
privados, la distribución de productos esenciales: lo que ha causado que miles
de personas hayan muerto en sus casas, llamando desesperadas a teléfonos
colapsados, que miles más hayan terminado en “hospitales de campaña”, en los
que el escaso personal médico ha multiplicado hercúleamente sus esfuerzos
intentando paliar la precariedad de la infraestructura y del equipamiento
médico, poniendo en juego sus propias vidas, viendo morir a miles de pacientes
por la combinación entre el virus y la precariedad, viendo morir a compañeros
sanitarios por el crimen que constituye haberlos puesto a trabajar sin las
debidas protecciones, en turnos interminables, con contratos precarios (miles
de ellos han sido contratados con contratos de 15 días, renovados tras 15 días,
para evitar tener que pagarles la baja en caso de contagiarse por Coronavirus
[11]).
La aberrante cifra de sanitarios contagiados en el mundo está
directamente relacionada con que los insumos anti-contagio no les han sido
suplidos en suficiencia. Al momento de escribir este artículo, España tiene la
cifra más alta de personal sanitario contagiado del mundo: 20% de los
contagiados son personal sanitario [12]. Una cifra que contrasta con la cifra
de China, país que sí tuvo que enfrentar el virus en primer lugar y cuya cifra
de sanitarios contagiados no alcanza el 3,8%.
La gestión de la epidemia ha sido mejor con sistemas de salud pública
fuertes y con una economía planificada, con relación a países capitalistas
cuyos sistemas de salud han sido depredados y privatizados para beneficio de
una élite burguesa y en total desmedro de la población. Entre los países que
han combatido la epidemia con una efectividad muy alta, se encuentran los
países en los que el desarrollo del sistema de Salud es una prioridad absoluta,
entre ellos destacan Vietnam y Cuba[13].
En Vietnam hasta el momento no hay un
solo fallecido por Covid-19 (pese a que la epidemia lo
golpeó en enero) [14]. China, pese a ser un país gigantesco y haber sido
golpeado en primer lugar, también libró una batalla eficiente contra el
Covid-19, sobretodo si se compara su desempeño con el fatal desempeño de
los países europeos, en los que la privatización ha mermado los sistemas
públicos de salud, provocando decenas de miles de muertes (España tiene 5,8
veces más muertos que China, con una población 30 veces inferior) [15].
En
cuanto a la solidaridad internacionalista, Cuba, pese a ser una pequeña isla,
bloqueada económicamente por Estados Unidos, ha enviado 24 brigadas médicas
para frenar la pandemia, a distintos países del mundo [16]. Estas brigadas se
suman a las brigadas cubanas ya presentes en 59 países antes de esta emergencia
sanitaria (más de 28.729 colaboradores). Otro aporte ha sido el medicamento
Interferón Alfa-2b de la biotecnología cubana, con el que se salvaron miles de
pacientes en China, Italia y otros países que requirieron la ayuda cubana [17].
China ha enviado donativos de toneladas de insumos médicos a diversos países.
Otro de los aspectos de este Coronacolapso es la
especulación capitalista, que se ha disparado, poniéndole precios obscenamente
excesivos a productos de primera necesidad como las protecciones anti-contagio,
tales como mascarillas o geles desinfectantes (los Estados burgueses han esperado
meses para fijar un precio máximo de estos productos, los que lo han hecho).
Los precios de los respiradores artificiales se han multiplicado, pasando de
costar 20.000 dólares el respirador para UCI, a costar de 3 hasta 8 veces más
[18]: los fabricantes privados de estos aparatos han perpetrado una ingente
acumulación capitalista sobre el sufrimiento humano, y al elevar los precios de
esta manera, decenas de países y miles de personas han quedado excluidas del
acceso a los respiradores. Otra vez queda patente la necesidad de que la
industria, los medios de producción, no estén en manos privadas: para lograr
así evitar sufrimiento y muertes.
La escasez de tests para detectar el Coronavirus es otro capítulo macabro
de esta barbarie capitalista: ¿Por qué no se han hecho tests masivos,
desde el inicio de la epidemia, en la gran mayoría de países? ¿Por qué ni
siquiera el personal sanitario ha podido tener los suficientes tests para saber
si iba a trabajar siendo portador del virus o no? ¿Por qué si la OMS reiteró,
incesantemente, la necesidad de hacer tests masivos y tomar determinaciones
relativas a sus resultados, decenas de países no hicieron los debidos tests
dejando escalar la pandemia de manera descomunal? [19]
¿Por qué no se
movilizaron los presupuestos públicos de manera ágil para comprar los tests, o
por qué no se estatizaron fábricas y laboratorios en caso de carencia de los
mismos? ¿Acaso intervinieron presiones de sectores de la industria farmacéutica
para colocar sus productos (así fuera con algún tiempo de espera)? Muchas
preguntas. Son preguntas obvias ante la grave falta de insumos, las vidas
perdidas, el contagio extendido. Con el tiempo se irán conociendo muchas de las
respuestas.
Los supermercados y grandes distribuidores de comida han inflado los
precios (pero no le pagan más al productor). La agro-industria sigue
perpetrando la aberración capitalista de tirar a la basura toneladas de frutas
y verduras, en vez de regalarlas (para“no romper precios”). Los
ganaderos no quieren pagar la alimentación de los animales que no están
vendiendo al sector hostelero y plantean sacrificar miles de animales (pero sin
regalar la carne, para “no romper los precios”), mientras tanto
millones de familias pasan hambre [20]. El modo de producción capitalista significa
tortura contra los animales, los trabajadores y la tierra, despilfarro absurdo
y hambre. Las enfermedades zoonóticas (como el covid-19) aumentan debido a
la depredación capitalista de la naturaleza.
En muchos países, grandes fortunas capitalistas se han lucrado de los
dineros públicos destinados a “la crisis sanitaria”, lo han hecho con el ya
clásico desvío de dineros públicos a la banca privada, lo han hecho desde las
mayores empresas cargándole al presupuesto público las bajas de miles de trabajadores
por emergencia sanitaria y obteniendo además de los Estados burgueses
exenciones de impuestos, y lo han hecho hasta sobre los productos sanitarios y
alimentarios destinados a ser entregados a instituciones sanitarias o a las
familias más empobrecidas de la clase explotada [21]. Los buitres capitalistas
se enriquecen sobre-facturando hasta las bolsas para cadáveres [22]. Amasan
fortunas hasta sobre el fraude con las migajas de la caridad.
En plena
pandemia, la existencia de millones de personas depende de migajas como
«paquetes de comida», ya que los Estados no entregan los debidos subsidios a la
clase explotada. Subsidios a granel para los millonarios, pero ningún subsidio
(o subsidios irrisorios y casi imposibles de obtener) para millones de familias:
es el horror del capitalismo, la manera en que le arrebata la salud y hasta la
dignidad al ser humano. Hay capitalizaciones de mayor calado incluso: como las
que vislumbran los multimillonarios del sector farmacéutico que impondrán su
vacuna al mundo, cuando estimen más “rentable” sacarla a la luz.
Ante la catastrófica situación de explotación y precariedad, los medios,
propiedad de la burguesía, han impuesto su relato manipulador. Han
implementado una propaganda intensiva para presentar a la burguesía como
«bondadosa»: nos presentan a los mayores ladrones como «filántropos». Los
magnates que han aprovechado la coyuntura para despedir a miles de
trabajadores, cargándole al presupuesto público los pagos de las debidas
compensaciones, se televisan haciendo supuestos «donativos» de las migajas de
todo lo que nos roban. Indignante hasta la náusea. Propaganda propia de la
Dictadura del Capital que nos toma a todos por descerebrados.
Según la fábula mediática, «todos» estaríamos «en
el mismo barco»; pero la realidad es que una minoría está en yates (en
mansiones con jardines, piscinas, con ventiladores médicos garantizados y
enriqueciéndose a costa de los millones de personas que envían a
contagiarse); mientras que las mayorías estamos medio ahogadas, agarradas a una
tabla, y se nos dice, con todo el cinismo, que hay que «rescatar a los
ricos» (con el dinero público de todas y todos) para que «den
trabajo»: es la socialización de las eventuales «pérdidas» de
la clase explotadora y la privatización de los beneficios; es el
apuntalamiento de la explotación y la injusticia social, como si no existiera
otra salida.
Es hacerle creer a las y los trabajadores, que el grupúsculo de
sanguijuelas capitalistas es «indispensable», y que la economía no puede ser
otra cosa que el absurdo capitalista. Pero las sanguijuelas son
absolutamente prescindibles: son la causa de la actual situación mundial de
explotación, precariedad, sobre-consumismo parasitario teledirigido por el
bombardeo publicitario, alienación hacia un modo de vida individualista,
obsolescencia programada que transforma el planeta en un basural, depredación
de la naturaleza, incremento de las enfermedades zoonóticas, privatización de
la Sanidad, guerras imperialistas, etc.
El lavado de cerebro que perpetran los
medios busca perpetuar un sistema de clases aberrante, perpetuar un modo de
vida absurdo impuesto por la clase explotadora a toda la humanidad y al
planeta.
La perpetuación de la injusticia, incluye una gigantesca operación de
propaganda mediática destinada a alabar a las fuerzas represivas (policías y
militares), lo que va delineando lo que se nos viene encima: aumento de la tasa
de explotación y saqueo por parte de la patronal (¡todavía más!) y represión
contra la protesta social que cuestione esa explotación. Vemos claramente cómo
la burguesía ha venido promocionando en los últimos tiempos, a través de sus
medios, a su herramienta fascista (y por ello el fascismo ha ganado
simpatizantes).
Se nos vienen encima también nuevas guerras imperialistas
desatadas por la OTAN para financiar (todavía más) al complejo
militar-industrial, y para saquear los recursos de los países invadidos. Las
fuerzas represivas gozan de presupuestos multimillonarios frente a los pírricos
presupuestos destinados a sanidad, bomberos o educación. Sumas multimillonarias
del presupuesto público son desviadas a la gran industria y a la banca privada
con el pretexto de «la crisis del Coronavirus», mientras los
sectores más empobrecidos de la población son dejados totalmente de lado, sin
subsidios, a la zanja abyecta del hambre y la desesperación.
Tras largos meses de confinamiento, que los medios han presentado como
“total” (cuando en realidad millones de trabajadores han sido obligados a ir a
arriesgar sus vidas en sectores no indispensables), algunos Estados burgueses
implementan una fase de “desconfinamiento”,sin haber aumentado
significativamente su capacidad hospitalaria: la patronal ha logrado imponer
que todas las y los trabajadores vuelvan al trabajo, vuelvan a consumir
parasitariamente (así sea endeudándose) sin importar que esto pueda conllevar
un repunte de contagios y muertes.
¿Vamos a seguir tolerando que la banca siempre gane sobre nuestra
explotación, salud y sufrimiento? ¿Vamos a seguir tolerando este nuevo robo
descomunal de los presupuestos públicos para agigantar los bolsillos del Gran
Capital?
¿Vamos a seguir tolerando el crimen de Lesa Humanidad que significa que la
sanidad sea convertida en mercancía para lucro de un puñado de buitres?
¿Vamos a seguir tolerando que a nuestros abuelos y abuelas los releguen a
morir porque ya no son explotables (tras haber sido explotados toda su
vida): bajo el horror de “no hay” suficientes respiradores para
todos?
¿Vamos a seguir tolerando este sistema en el que la clase
dominante se enriquece en base a la explotación de las y los trabajadores
y en base al saqueo de la naturaleza?
¿Vamos a seguir tolerando las guerras imperialistas que desgarran millones
de vidas para beneficio del complejo militar-industrial y de la élite
saqueadora?
¿Vamos a seguir tolerando un sistema en el que los medios de producción
están en manos privadas y no en manos de la clase trabajadora, impidiendo así
el bien colectivo? ¿Vamos a seguir tolerando que debido a esa aberrante
propiedad privada de los medios de producción, la burguesía infle los precios
de los respiradores e insumos y estos escaseen porque los obreros no pueden
decidir la reorientación de las líneas productivas en función de las
necesidades sanitarias?
¿Vamos a seguir padeciendo, sin hacer nada, un sistema criminal en el que
una epidemia causa centenares de miles de muertes que se hubieran podido evitar
si los medios de producción hubieran servido al bien de la colectividad y no a
un puñado de capitalistas?
¿Vamos a seguir soportando al capitalismo o vamos a luchar por construir
una sociedad en la que los medios de producción estén en manos colectivas y así
se puedan evitar atrocidades como el modo de producción capitalista
agropecuario, en el que se tortura a animales y a trabajadores, se envenena la
tierra, se extermina al pequeño campesinado y se desperdician toneladas de
comida?
¿Acaso no vemos que otra «normalidad» podría ser posible, diferente de la
«normalidad» putrefacta que nos impone la clase explotadora? ¿Acaso no sería
mejor luchar por una «normalidad» en la que no quepa la explotación, la
producción absurda, la alienación, el sobreconsumismo parasitario, la
banalización de la tortura, el hambreamiento de pueblos enteros, el saqueo del
planeta?
Es hora de que la clase explotada tome consciencia, hora de cambiar la
Historia, porque si no, lo que se nos viene encima es mayor explotación,
acompañada de la herramienta fascista que la burguesía siempre ha implementado
en las crisis inherentes al capitalismo, como históricamente ha quedado
patente, escrito en tinta de horror indescriptible.
Ver artículo completo en: https://contrainformacion.es/el-coronacolapso-es-sintoma-de-la-enfermedad-capitalista-colapso-sanitario-y-demas-aberraciones-de-un-sistema-criminal/
Por Cecilia Zamudio
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