UNA VISIÓN INTEGRAL DEL SISTEMA INMUNE
Cinco cosas que debes saber (y
practicar) para mejorar la condición de tu sistema inmune
El sistema inmune (la capacidad que tiene el ser
humano de responder a agentes patógenos o influjos externos) nunca había tenido
tanto valor como ahora. Existe mucha información sobre este tema y la realidad
es que continuamente se hacen descubrimientos sobre cómo funciona nuestro
sistema inmune. Sabemos, por ejemplo, que es un “órgano distribuido”, es decir,
no se encuentra en una parte del cuerpo en específico, sino que se extiende a
lo largo de todo nuestro organismo, especialmente en la piel y en las membranas
del intestino.
Asimismo, sabemos que el sistema inmune es un complejo en el que
intervienen células propiamente humanas y bacterias y microorganismos, pues hay
microorganismos que no son patógenos para el ser humano sino que, al contrario,
le permiten defenderse de otros elementos tóxicos.
Otro aspecto esencial a considerar es que este
sistema distribuido también puede extenderse al medioambiente, a lo que se
conoce como factores epigenéticos. En otras palabras, existe una delicada
modulación del sistema inmune en relación con la socialización y
con diferentes factores ambientales.
Esta es una de las cuestiones que explican
por qué el estrés afecta la salud y cómo, por otro lado, las relaciones
íntimas y el significado existencial son dos de los factores principales para
que uno pueda responder de mejor manera a los estímulos de la vida
cotidiana. A continuación consideramos algunos factores que pueden
ayudarte a tener un mejor sistema inmune, haciendo énfasis en cuestiones no tan
obvias.
1. Intimidad: calidad y no cantidad de relaciones
En momentos en los que es necesario guardar
cierta distancia social, puede resultar un poco paradójico que una de las cosas
que más efectos positivos tienen sobre la salud en general (y específicamente
sobre respuestas inflamatorias) sea la socialización. Sin embargo, se debe
precisar que lo que produce este efecto positivo no es la socialización en sí
misma ni la cantidad de tiempo que se pasa con otras personas sino el aspecto
cualitativo, lo que podríamos llamar “intimidad significativa”. Y esto
puede cultivarse y se cultiva mejor en la intimidad, no en grandes reuniones
sociales sino en espacios íntimos, compartiendo la vida cotidiana o familiar.
Se trata, por supuesto, de fomentar la sensación de querer y ser querido.
En un importante estudio realizado por la Universidad de Harvard a
lo largo de varias décadas se notó que el principal factor que permite predecir
una larga vida y una vida libre, en general, de enfermedades, son las
relaciones íntimas que reporta una persona. Ni siquiera hacer ejercicio, dejar
de fumar o beber se comparan con tener ciertas relaciones, no muchas pero sí
profundas. Esto podría deberse a la sensación de seguridad y relajación
que brinda la intimidad, lo cual evita tensión y estrés.
En las últimas décadas numerosos estudiosos han
comprobado que el estrés mitiga el sistema inmune, produciendo grandes
cantidades de hormonas como la adrenalina y el cortisol. Esta es la llamada
reacción de “huir o pelear”. El estrés es una respuesta natural y positiva
cuando existe una amenaza, por ejemplo un depredador, pero cuando hay una
constante percepción de esa amenaza el organismo va desgastando sus defensas.
Lo cual nos lleva al siguiente aspecto: evitar el pánico.
2. Evita el pánico, practica la relajación
En épocas como esta, donde el mundo en el que nos
movemos parece estar sacudiéndose, parece difícil no sentir ansiedad,
angustia, depresión o hasta pánico. Sin embargo, debemos ser conscientes de que
estos estados de ánimo tienen un notable efecto en las respuestas
inmunológicas, pues el sistema inmune es modulado también por nuestras
emociones y pensamientos. Más aún: los pensamientos obsesivos drenan gran
cantidad de energía y no sólo nos cansan y evitan que durmamos bien, también
evitan que podamos concentrarnos y practicar algunas cosas que podrían ayudarnos,
como el ejercicio y la meditación, dos de las principales herramientas para
relajar nuestro cuerpo y mente. En gran medida, lo que el estrés hace es que
apretemos todo nuestro cuerpo y reaccionemos excesivamente a cualquier
estímulo.
La línea entre la hipocondría y la enfermedad
real es más tenue de lo que parece y quizá no existe del todo en el sentido que
la mente, al reaccionar, no distingue entre una causa real o una imaginaria.
Esto es fácil de comprobar en nuestra época, en la cual son muchas las personas
que desarrollan síntomas similares a la gripe con sólo pensar en que están con
una persona que está enferma. Por ello, una importante forma de evitar un
contagio es simplemente estar relajado, suelto, sin aferrarse a los
pensamientos y a las sensaciones. Para esto recomendamos practicar diferentes
técnicas de meditación.
Particularmente valiosas en esta época en la que
será difícil soltar y relajar naturalmente la mente pueden resultar las
meditaciones dinámicas, como las que permite el qi gong, el yoga o
el shamata y vipassana observando los pasos
que uno da cuando camina, la meditación caminando o en movimiento. Otro modo
efectivo es la meditación de compasión (metta o gtong-len),
en la que la persona contempla el sufrimiento de los demás y cultiva una
sensación de compasión o amor, la cual envía en el proceso de respiración, algo
así como ponerse en los zapatos de los demás, a la vez que relajando la propia
identificación egoísta. Esto puede ser enormemente útil.
Por último, el budismo recomienda practicar la meditación en torno a la impermanencia de todos los
fenómenos como una forma de desapego y liberación del aferramiento que
caracteriza al estrés.
Cabe mencionar que estas prácticas no son (cuando
son practicadas de manera correcta) un modo de huir o sustraerse de la vida y
la responsabilidad, sino que permiten dirigir la energía de manera más efectiva
y contemplar los fenómenos de una manera más lúcida, presente y relajada.
3. La medicina del sol y de la Tierra
El ser humano existe de
manera interdependendiente, siendo un “animal social” que es además un
animal conectado a todos los procesos de la naturaleza, del sol y la Tierra (¡y
quizá incluso la luna y los demás planetas!). Diversos estudios han demostrado que las caminatas en la
naturaleza son efectivas en la reducción del estrés.
Quizá en este momento no sea lo mejor salir
mucho, pero siempre es posible encontrar un lugar en el que haya un árbol o una
flor o un pedazo de cielo azul. Esto es suficiente para contemplar la belleza
de la naturaleza: el color, la luz, el olor, el sonido del viento o el
silencio. Algunas personas recomiendan andar descalzo en la tierra
algunos minutos al día, lo que se conoce como “grounding“
Otro aspecto a notar es que recibir luz solar es
importante para la generación de neurotransmisores como la melatonina y la
serotonina. Esto es especialmente importante pues no existe quizá nada
que afecte tanto al sistema inmune como dormir bien (o en su defecto mal), y la
hormona encargada de regular los procesos de sueño es la melatonina. En vez de
tomar suplementos, es mejor intentar exponerse algunos minutos a los rayos
del sol, lo cual no sólo mejorará tu inmunidad sino también tu estado
de ánimo. Al mismo tiempo hay que recordar que pasar mucho tiempo bajo la luz
de las pantallas electrónicas tiene el efecto opuesto. Es particularmente importante
evitar la exposición a la luz azul de las pantallas en la noche.
4. El sistema inmune responde al significado o sentido existencial
En los últimos años, como ya mencionamos, ha
surgido importante investigación científica que muestra que el sistema
inmune es modulado por los estados mentales. Destaca el trabajo de Steven Cole, profesor de
medicina de UCLA, quien se ha concentrado en el papel que juega el
significado (meaningfulness) o el sentido de plenitud y sentido que
llama eudaimonía, en contradistinción de la felicidad basada en
el placer.
Un trabajo afín fue desarrollado por el psicólogo
Viktor Frankl, quien en la Segunda Guerra Mundial notó que las personas que
tenían sentido existencial lograban soportar mejor las condiciones de los
campos de concentración. Parafraseando a Nietzsche, si el cuerpo tiene un por qué, encuentra un cómo.
Según Cole, “la vieja forma de pensar era que
nuestros cuerpos eran entidades biológicas estables, fundamentalmente separadas
del mundo externo. La nueva forma de pensar es que hay mucha más permeabilidad
y fluidez… nuestro cuerpo es literalmente producto del ambiente”. Cole ha
encontrado una relación entre la felicidad significativa y el
sistema inmune, o cómo reaccionan nuestras células a lo que subjetivamente llamamos
felicidad -acaso así haciendo tangible lo que es la felicidad, encontrando una
respuesta a esta pregunta milenaria, aunque desde la perspectiva parcial del
cuerpo-. Su trabajo lo ha llevado a concluir que “no hay duda de que la mente y
el sistema inmune están ligados”.
Cole ha explicado anteriormente que
experiencias negativas como un diagnóstico de cáncer, la depresión, el estrés,
el trauma o el bajo estatus socioeconómico pueden afectar el perfil
inmunológico de una persona. Mientras que “las experiencias de felicidad y la
percepción de esas experiencias en nuestro cuerpo” también producen cambios en
nuestros mecanismos biológicos, en sentido opuesto. Cole cree que estas
experiencias positivas son capaces de “remodelar nuestra composición celular”.
Más importante es el hecho de que a lo que se refiere con felicidad no es a una
sensación de placer o a una euforia, sino algo más estable y menos difícil de
conservar.
Su evaluación de la felicidad se dividió en
“felicidad hedonista” y “felicidad eudaimónica”. “La felicidad hedonista
es el estado de ánimo elevado que experimentamos después de un evento de vida
externo, como comprar una casa”. La eudaimonía, por el contrario, es
“nuestro sentido de propósito y dirección en la vida, nuestro involucramiento con
algo más grande que nosotros”, explica Cole. El estudio desarrollado por él
reveló que hay una notable correlación entre la felicidad eudaimónica y un
mejor funcionamiento del sistema inmune.
En otras palabras, la manera de modular
positivamente el sistema inmune no es buscando el placer o la satisfacción en
cosas externas, sino buscando el sentido de nuestra existencia dentro de
nosotros mismos. Una búsqueda “interior” que a veces se logra mejor
comprendiendo que ese sentido está en los otros, en la dedicación y el servicio
a los demás. Esto es, ciertamente, algo que podemos aplicar en estos
tiempos.
5. La belleza
Una de las cosas que nos permiten encontrar
sentido en la vida es la belleza. Esto ha sido notado prominentemente por
pensadores como Simone Weil o Fiódor Dostoyevski, entre otros. Para Weil,
influenciada por Platón, la belleza es el modo en el que se refleja la
inteligencia espiritual del cosmos en el mundo y nos llama hacia el amor de
todas las cosas. Dostoyevski escribió en El idiota que “la
belleza salvará al mundo”. Debemos decir que en este caso no se trata
solamente de la belleza física, sino de la belleza integral de las cosas.
Podemos entender esto a través de la etimología de la palabra “hermoso”, cuya
traza sigue en su origen a la palabra latina “forma” y la griega “morphé“.
Ahora bien, esta palabra es la que utilizó
Aristóteles para definir lo que era el alma, la forma que se hace patente en el
cuerpo y que se actualiza hacia su telos (propósito, fin o
sentido existencial). En otras palabras, la hermosura -la belleza- es el alma
en el cuerpo, o aquello mismo que nos dirige hacia nuestro propósito último.
Otras formas de entender la belleza,
particularmente en la tradición idealista alemana, es como la revelación de lo
trascendente e infinito en lo inmanente y finito. La belleza tiene por
supuesto un componente moral, está relacionada en Occidente siempre con lo
bueno y lo verdadero. Hay belleza en contemplar un atardecer, en escuchar una
sinfonía y ver un rostro, pero también en ayudar al prójimo o en comprender la
realidad.
Lo que queremos rescatar es que un sentido de la belleza es una manera de establecer
intimidad con el mundo. Es una manera de asumir responsabilidad por las cosas,
en el deseo de que subsistan y de que se pueda seguir creando belleza. Es una
forma de combatir el estrés, al dirigir la atención a la forma. Es una especie
de medicina al vincularnos íntimamente con una persona o con la naturaleza
misma. Es también una forma de entender la impermanencia de las cosas, su
carácter fugaz y hacerlo sin apego.
Como escribió William Blake: “He who
kisses the joy as it flies. Lives in eternity’s sunrise” (“Aquel que
besa la alegría al desaparecer / vive en la eternidad del amanecer“). O
Pessoa: “Coge las flores, mas déjalas caer/, apenas miradas./ Al sol siéntate.
Y abdica/ para ser rey de ti mismo”.
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