25/9/19

Todo está conectado. Desde una galaxia remota a una molécula perdida

EL ESTADO DE ÁNIMO COLECTIVO ANTICIPA EL FUTURO

Detrás de las gafas de Phil Sang G. Yim hay una mirada olímpica que vuela del origen del universo al infinito cuántico en apenas dos frases. Tiene la vista entrenada para observar con la mente. Desconfía de los ojos; podrían mentirle porque solo ven lo que tienen enfrente. Y Yim no está para eso: es orientador de futuro y especialista en crear escenarios que ayudan a tomar mejores decisiones.

El fundador de Philumen no busca el futuro en las tablas de un Excel ni en las hojas más próximas del calendario. En estas líneas ve los barrotes que ciñen la vista en lo inmediato: «Estamos atascados en el corto plazo. Diría que llevamos 25 años estancados en diseñar estrategias a muy corto plazo».

Está convencido que mirar un proyecto desde tan cerca nubla las entendederas: no hay visión, no hay proyección. El colaborador de la empresa de innovación BIBA Venture Partners cree imposible llegar a una decisión empresarial o política acertada si toda la atención se pone en una minucia; hay que observar el todo, el contexto, las tendencias.
Y para eso se sirve de varias teorías de interpretación social:  «Quien aplica más modelos de análisis va a tomar mejores decisiones», dice, pero hay uno que le ayuda a encontrar muchas respuestas: observar el humor social que hay en el mundo.

Esta teoría, llamada Socionomics, afirma que en cada momento hay un estado mental global que surge del modo en que las personas se relacionan. Puede ser un social mood positivo, negativo, valiente, miedoso, progresista, reaccionario…, y ese estado de ánimo predispone a los individuos a ciertas ideologías y ciertos acontecimientos.

Es común entender la historia como una colección de hechos provocados por un único estadista o un asesino atroz; como si un solo individuo pudiera arrastrar a millones de personas a su antojo. En el modelo de Socionomics esto no tiene pies ni cabeza. La teoría le da la vuelta al orden tradicional de explicar cómo actúan los humanos: un hecho no provoca un estado de ánimo colectivo; es el humor colectivo (su confianza, su recelo…) el que produce unas ideas (demócratas, autoritarias…) que conducen a unos hechos (libertad, dictadura…). Un demente no puede arrastrar un país a invadir un territorio; es la población del país la que tiene que estar dispuesta a armar una guerra.

«Primero, sentimos. Después, pensamos y a continuación se produce el shock», dice el coautor del libro Business Model Generation. «Hemos visto que cuando nos sentirnos mejor, somos más activos, más creativos y ganamos más dinero».

Esta teoría ve el motor de la historia en un inconsciente colectivo; en una gran mente planetaria que va oscilando entre épocas de expansión (positivas) y épocas de contracción (negativas). «El modelo de social mood no puede predecir hechos concretos, pero indica el tipo de acontecimientos políticos, económicos y culturales que ocurrirán. Por ejemplo: no sé qué película específica triunfará, pero puedo hacer buenas apuestas. Este modelo ayuda a prevenir los efectos adversos de una fase negativa y aprovechar las ventajas de los ciclos positivos».

Dice Yim que en épocas expansivas la bolsa tiende a subir, la economía va bien, reeligen a los presidentes, hay más confianza para viajar, crece el consumo de carne y azúcar, aumentan las actividades deportivas, triunfan las películas y la música alegre, se acortan las faldas. En los ciclos negativos ocurre lo contrario: el miedo lleva al yo, a lo individual frente a lo comunitario, al egoísmo; lleva al aquí, a lo cercano, a endurecer las normas; y aferra a un ahora sin expectativas de futuro.

El ánimo positivo hace que la humanidad quiera dominar la naturaleza; el negativo lleva a que unas personas quieran dominar a otras. Hasta cambia el modo de danzar. «En los picos positivos la gente baila rápido y a su aire. En los negativos, bailamos despacio y pegados a nuestra pareja».

Este modelo nació de las investigaciones del analista financiero Robert R. Prechter  en los años setenta. Empezaron tomando datos bursátiles, cifras económicas, resultados de elecciones políticas, argumentos de películas, y a esto han ido añadiendo indicadores como el timbre de la voz o el reconocimiento facial de millones de personas en tiempo real para anticipar mejor qué se puede esperar del futuro.

El origen del social mood: el universo

El estado de ánimo colectivo parece moverse en un balancín. De aquí allá, una y otra vez; aunque de un modo más sofisticado que un simple ir y venir. El social mood sigue los ciclos del universo: expansión y contracción, progreso y regresión, crecimiento y deflación, construcción y destrucción.

Los defensores de este modelo entienden el cosmos de un modo más circular que la explicación lineal que da la teoría del Big Bang. No creen que aquella explosión que se originó hace unos 14.000 millones de años fuera ni el único petardazo ni el principio de una línea de tiempo que llevará al universo hasta su destrucción total.

Ven más probable una teoría que los cosmólogos han empezado a tener en cuenta: el Modelo Cíclico (CM) que proponen los físicos Neil Turok, de la Universidad de Cambridge, y Paul Steinhardt, de la Universidad de Princeton. «El universo va cambiando constantemente en una secuencia infinita de épocas cósmicas. Se mueve en ciclos eternos de expansión y contracción. Ha habido muchos big bangs y big crunches y habrá muchos más», explica en un artículo Ken Olson, profesor emérito de Psicología en Fort Hays State University.

Esta naturaleza cíclica del cosmos se reproduce en las galaxias, en la Tierra, en la conciencia colectiva y hasta en el último átomo del último ser. La biología y la psique de los humanos están relacionadas con fuerzas naturales mayores, dicen. «Cada partícula de tu cuerpo viene de una estrella que explotó», afirma el físico teórico Lawrence Krause. «Todos somos polvo de estrellas. Todos nuestros cuerpos almacenan todo el arco de la historia cósmica».

Y esto lleva a Olson a una conclusión: «Todo está conectado. Desde una galaxia remota a una molécula perdida. Es totalmente concebible que las fuerzas que afectan al progreso del universo puedan influir también en los humanos». Algo así como el universo llevando el humor del mundo, en oleadas de expansión y recogimiento, igual que la Luna mueve los mares de aquí allá.

por Mar Abad  

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