20/3/15

Tendemos a salir de nuestra zona de comodidad cuando nuestro nivel de insatisfacción es mayor a nuestro miedo al cambio.

HOMENAJE A LOS ESCÉPTICOS

Ni creer ciegamente, ni oponerse a lo nuevo y desconocido por sistema.

Para evolucionar es necesario verificar y contrastar la información con nuestra experiencia

Por más que te explique a qué sabe el fruto de los baobabs, no lo sabrás hasta que lo pruebes por ti mismo. 

El sistema sobre el que se asienta nuestra existencia padece en la actualidad una profunda“crisis institucional”. La oleada de escándalos y corrupción ha provocado un sentimiento de frustración e impotencia generalizado. La gente se siente engañada y estafada. Está muy harta de escuchar tantas mentiras. De ahí que cada vez más ciudadanos estén dejando de creer en las organizaciones establecidas.

En medio de este turbulento escenario social, político y económico están surgiendo nuevos mensajes y consignas para afrontar con una nueva actitud los cambios que se avecinan. En el ámbito del crecimiento personal, por ejemplo, palabras como coaching o emprendedor aparecen por todas partes. Se han puesto de moda. Tanto que empiezan a cansar a muchos. Y no es para menos. Parece como si hoy todo el mundo estuviera llamado a ser coach. O que la panacea sea abordar un proyecto o un negocio por su cuenta.

Tanto el coaching como la fiebre por crear negocios propios son dos burbujas laborales. Y como tales, tarde o temprano reventarán. Estudiar un oficio no implica que seamos válidos para ejercerlo competentemente. El talento no puede comprarse. Tan solo puede desarrollarse. Principalmente porque viene de serie. No importa lo buenas que sean nuestras intenciones o lo mucho que lo deseemos: el paso del tiempo revela la verdad en forma de resultados emocionales y económicos. Y estos ponen de manifiesto el grado de sabiduría o ignorancia desde donde tomamos nuestras decisiones.
Sea como fuere, palabras como las que hemos señalado anteriormente muestran una nueva tendencia social y laboral imparable. Para verla se ha de leer entre líneas. Están indicando, por un lado, que cada vez más personas están llegando a una saturación de sufrimiento. No en vano, los seres humanos tendemos a salir de nuestra zona de comodidad cuando nuestro nivel de insatisfacción es mayor a nuestro miedo al cambio.


Así, una minoría emergente de la sociedad se encuentra inmersa en una crisis existencial. Y, más allá de su connotación negativa, se trata de un proceso de autoconocimiento y transformación que lleva a cuestionarse el viejo modo de concebir las cosas y crea la situación para abrirse a una nueva forma de comprender la vida. En este caso, a dejar de buscar la felicidad fuera de nosotros mismos para empezar a cultivarla en nuestro interior.

Por otro lado, también revelan que cada vez más profesionales están iniciando un proceso de reinvención laboral. Debido a la escasez de contratos indefinidos –los cuales van a menos–, las personas que trabajan como autónomos o freelance no para de crecer. Y viendo que el Estado no es capaz de resolver sus propios problemas financieros, cada vez son más los que deciden hacerse cargo de sí mismos laboral y económicamente, montándoselo por su cuenta.

Cambio del modelo económico. Cambio del modelo político. Cambio del modelo empresarial. Cambio del modelo energético. Cambio del modelo educativo… Nos guste o no, la transformación ha venido para quedarse. Por más que nos resistamos, el sistema está inmerso en un gigantesco proceso de metamorfosis cultural. Y las circunstancias actuales son la crisálida que necesitamos para que los ciudadanos sigamos creciendo y madurando.

Debido a la globalización y a las nuevas tecnologías, los cambios van a ser cada vez más numerosos y se van a propiciar cada vez más rápido. De ahí que sea fundamental cómo cada uno se enfrenta a lo diferente y lo desconocido. De la actitud que adoptemos individualmente frente a lo nuevo dependerá la dirección en la que evolucionemos como sociedad.

Se cuenta que un importante catedrático universitario oyó hablar de un sabio que acababa de llegar a la ciudad para impartir durante una temporada unos cursos de autoconocimiento. Con el tiempo empezó a cansarse de escuchar por todas partes a personas hablando sobre lo novedosas que eran las enseñanzas del supuesto erudito. Al considerarse una persona“escéptica y de mente científica”, alegaba que el desarrollo personal no era más que “una sarta de chorradas para gente desesperada y sin criterio”.

Finalmente, harto de oír su nombre y movido por la curiosidad, el catedrático concertó una cita con aquel sabio. Y una vez en su despacho, le dijo con soberbia:

“Te concedo diez minutos para que me hagas un resumen de tus enseñanzas”.

Y el sabio, con tranquilidad, le contestó:

“Permíteme que antes te invite a una taza de té”.

Seguidamente, empezó a llenar la taza del catedrático. Y una vez llena, siguió sirviéndole hasta que el té se desbordó de la taza, derramándose sobre la mesa. Molesto, el erudito estalló en gritos:

“Pero ¿qué haces, necio? ¿Acaso no ves que la taza está llena y que no cabe nada más en ella?”.

Sin perder la compostura, el sabio le respondió:

“Por supuesto que lo veo. Y de la misma manera veo que tu mente está demasiado llena de prejuicios. A menos que la vacíes un poco, no puedo enseñarte nada nuevo”.

Frente a cualquier idea que desafíe nuestro statu quo intelectual, es importante no confundir la arrogancia con el escepticismo. Más que nada porque el arrogante no suele plantearse nuevos interrogantes porque cree que cuenta con todas las respuestas, erigiéndose como portavoz de la verdad. Reconocer que no sabe, o que puede estar equivocado, es demasiado doloroso para su ego. Así es como va encerrándose en una cárcel intelectual, construida a base de creencias.

Por más seguridad que aparente, la arrogancia es una fachada que suele esconder un profundo miedo al cambio. Así, el presuntuoso hace todo lo posible para no modificar su postura rígida y estática frente a la vida. Le cuesta ser autocrítico y cuestionarse a sí mismo. De ahí que cuando entra en contacto con información nueva se sienta molesto y amenazado. Por eso tiende a ridiculizar, demonizar e incluso a oponerse violentamente cada vez que escucha ideas diferentes a las suyas.

El quid de la cuestión es que la petulancia es una actitud ineficiente e insostenible que limita la capacidad de ver y comprender las cosas desde una nueva perspectiva. Desde un punto de vista biológico es antinatural, pues nos impide evolucionar psicológicamente como seres humanos. Por el contrario, la humildad de reconocer que no sabemos y que estamos dispuestos a aprender nos permite desarrollar un sano y constructivo escepticismo. Es decir, la actitud de explorar aquello que se desconoce para expandir la comprensión y entendimiento.

Así, es esencial estar abiertos a lo nuevo, pero sin creer nada de lo que nos digan, veamos o leamos, incluyendo, por supuesto, el contenido de este artículo. Es más, hemos de analizar, cuestionar y contrastar detenidamente toda la información que llega desde el exterior. Y, en la medida de lo posible, verificarla a través de la propia experiencia. Para adoptar una postura crítica frente a la realidad es imprescindible comenzar por ser autocrítico, cuestionando el núcleo desde donde procede nuestra forma de pensar. El mayor obstáculo para evolucionar como seres humanos y progresar como sociedad es apegarse a nuestro actual sistema de creencias. Es hora de cuestionarnos nuestro modo de vivir. ¿Quién da el primer paso?

Si tu madre te dice que te quiere, verifícalo. Arnold Dornfield

Borja Vilaseca. El País.


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